PRIVATIZACION A BASE DE FALSEDADES.
17 feb 2008
La reforma energética
Javier Jiménez Espriú *
Una vez más, fieles a las antiguas formas que los gobiernos del cambio han acogido con pasión, nuestros funcionarios públicos, encabezados por el propio Presidente, “aprovechan el viaje” y desde el extranjero mandan los mensajes que por algún complejo poco estudiado, no se atreven a hacer en su propio país.
Al final de la para nadie entendida gira por Estados Unidos –poco entendida a lo mejor porque desconocemos los términos de la comparecencia de nuestro titular del Ejecutivo ante “el jefe” David Rockefeller–, el presidente Calderón se animó a hablar de la reforma energética y de su patriótico afán por fortalecer a Petróleos Mexicanos (Pemex).
Habló antes del diagnóstico que hace unos días mandó hacer sobre la industria, de las tres opciones para reformar Pemex, que, aseveró: “tiene que seguir y seguirá siendo del gobierno y de los mexicanos, exclusivamente”.
La primera opción, según dijo, es quedarnos como estamos; la segunda es que pueda destinarse más recursos a Pemex, cosa que ya se hizo con la reforma fiscal, recursos que fueron insuficientes –¿ésta segunda no es como estamos ya?, ¿cuál es la diferencia con la primera?; y la tercera es ver qué han hecho otras empresas públicas en el mundo –¿no se ha hecho?
Esta luminosa declaración fue complementada, también en el extranjero desde luego, por la señora secretaria de Energía, que con aplomo indicó que la iniciativa de reforma estará en marzo –¿el diagnóstico estará antes o después?–, que llegará “planchada”, esto es “cocinada en lo oscurito”, agrego yo, y que contendrá los elementos necesarios para que Pemex “pueda tener la flexibilidad para poderse asociar como lo hacen todas las empresas del mundo para poder incurrir en exploración y producción en áreas que son de alta dificultad, como en el caso de las aguas profundas” –eso dicen que dijo.
Ante esto, repito lo que llevo diciendo desde hace nueve años ante los amagos de reformas cuyas propuestas, siempre nebulosas y timoratas, lo único que logran es hacer perder un tiempo valiosísimo.
Con plena convicción, considero que el planteamiento es insuficiente en el análisis económico, discutible desde el punto de vista técnico, ignorante de contenido histórico y ayuno de sensibilidad política.
La propuesta que lleva a la apertura de Pemex para la participación de la inversión privada, tanto nacional como extranjera –y desde luego más extranjera que nacional–, parte de premisas que en la falsedad y la superficialidad de los argumentos de la Secretaría de Energía dan la impresión de provenir de un procedimiento contrario a la lógica de atención a cualquier problema.
Es decir, en este caso parece haberse partido de la decisión de privatizar el sector, y luego de acomodar argumentos, premisas y diagnóstico para sustentar la solución decidida, olvidando además ofrecer, cuando menos como ejemplo de ejercicio académico, la evaluación de diversas opciones.
No es explicable, de otra manera, el ejemplificar los éxitos de otros casos en el mundo, con condiciones técnicas, políticas y económicas muy distintas a las de México y su sector energético, como apoyo fundamental de la propuesta, y se tome como premisa inamovible el destino de los recursos petroleros a gastos corrientes, sin permitirle la inversión que requiere y para la que es ampliamente solvente o el que se plantee la falsa disyuntiva sobre la imposibilidad de acceder a la tecnología necesaria sin compartir la riqueza petrolera.
No es explicable, tampoco, que para el estudio del caso mexicano no se haya recurrido a los técnicos y profesionales mexicanos que durante más de 50 años han diseñado, construido, operado y mantenido el sector, con reconocimiento general de capacidad, creatividad, entrega y eficiencia. Que al talento que al respecto existe, se le margine porque su presencia va contra los intereses del poder.
No es explicable, igualmente, que no se haya consultado a los cuerpos colegiados que las leyes mexicanas establecen como cuerpos consultivos del poder público.
No es explicable, entre otras muchas cuestiones sin explicación, que seamos tan sumisos a las disposiciones de los organismos internacionales y tan desleales a las causas fundamentales de la patria.
*Premio Nacional de Ingeniería Mecánica y Eléctrica; miembro honorario de la Academia de Ingeniería; ex director de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, y ex subdirector comercial de Petróleos Mexicanos.
Los veneros del diablo
Rolando Cordera Campos
La reacción inmediata es ¿por qué? ¿Por qué se ha incurrido en tanta irracionalidad en el uso del petróleo, de su renta, y de la entidad estatal responsable de su explotación, industrialización, comercio y expansión? ¿Por qué la dilapidación salvaje de los fastuosos ingresos y excedentes petroleros de los últimos años? ¿Por qué, tantas veces y sobre tantos asuntos vitales para Mexico?
Registro esta serie casi interminable de porqués luego de asistir a una estimulante reunión convocada por institutos de la UNAM e Ingenieros Pemex Constitución 1917. Los datos, cifras y tendencias presentados parecen contundentes, aunque sabemos que en esta veleidosa materia, la del petróleo y la energía, nada hay firme, todo es gaseoso y, en nuestro caso, institucionalmente opaco.
Nada es seguro, en efecto, porque el crudo se escabulle y engaña; sin embargo, las series estadísticas y las gráficas, junto con los relatos de la propia experiencia profesional vertidos esa mañana, apuntan en un solo sentido: por las razones que se quiera, de las antropológicas y cercanas al racismo corriente, a las glamorosas de la “elección pública o racional”, hasta las más pedestres de un historicismo huero pero no menos intencionado, México cayó en una suerte de enfermedad holandesa que lo llevó a echarse a la vera del camino del desarrollo, y se dedicó a merendarse la renta petrolera en un grotesco homenaje al diablo y las escrituras de nuestro gran López Velarde.
El panorama resultante es, sin duda, de dureza extrema: penuria energética absoluta, y con ella una hacienda pública harapienta y desgarrada por la disputa brutal por sus migajas, aunque todo ello bajo el oropel de la democracia impoluta que no admite falacias y el triunfo federal, comandado por los nuevos señores de la guerra.
Hay que empezar por algún lado, aunque el nudo parezca impenetrable. ¿Por qué dejamos de explorar en aguas someras y en las zonas del territorio definidas como promisorias? Porque, decía la razón al modo, Cantarel lo era todo y guay de aquel que advirtiera sobre su inevitable finitud. ¿Por qué se insiste hoy en que no hay otro horizonte que las aguas profundas, sin abordar siquiera la pregunta anterior? Porque, dice el presidente Calderón, todos lo hacen ya, porque Fidel firmó contratos de riesgo con el que se dejó, porque Brasil va muy adelante o, dicen los ingenieros… porque las multinacionales observan el declive inevitable de las explotaciones profundas en Europa, Mar del Norte, etcétera, y se abocan a un furioso lobby en México para que sus fierros, tecnologías, plataformas, etcétera, encuentren pronto acomodo y no se queden ociosos.
¿Por qué dilapidamos gozosos los excedentes provenientes del alza de precios del crudo en un gasto corriente que se desparramó a estados y municipios? Porque así es la vida en los trópicos, dirá el cínico o, dicen los economistas políticos… porque así le convino al vicepresidente Gil y porque ese fue el precio de la pax foxiana. ¿Por qué no construimos refinerías a tiempo, y modificamos su diseño para hacerlas compatibles con las necesidades y la economía de la generación de electricidad? Porque con los “precios de transferencia” que se establecieron para Pemex la refinación “resultó” no rentable y, así, se actuó racionalmente conforme a los dictados de un mercado… que, en realidad, dicen los que saben, fue inventado, como juego de Nintendo para economistas modernos.
La realidad sin historia que cultiva el discurso oficial: declive acelerado y fatal de las reservas probadas, salvo que se explore en mares profundos, donde, Calderón dixit, “tenemos un tesoro enterrado”; endeudamiento oneroso de Pemex; hiperadicción petrolera de las finanzas públicas. Y de aquí, linchamiento mediático contra todo lo que huela a defensa de Pemex y que no admita como mandamiento un fuerte componente de privatización o apertura. Como se hizo más de una vez en estos tiempos de globalización desbocada: la carreta por delante del caballo y el flautista de Hammelin como metáfora tecnocrática del desbarrancamiento mental y moral de la República.
El gobierno, luego de haber alborotado la gallera con unos planes nunca expuestos, parecía haber recapacitado al admitir que se necesitaba un diagnóstico. Pero hoy, viernes, nos amanecemos con las declaraciones de la inefable señora Kessel (La Jornada, p.5) y con las jugarretas verbales de Calderón al decir good bye, que nos ponen ante un juego absurdo que, sin embargo, es siniestro precisamente por lo que se juega. El campo para el debate, que la convocatoria al diagnóstico parecía abrir, se cierra, por otra pueril maniobra de distracción y dilación que abre la puerta para una refriega en la que habrá algo más que gritos y sombrerazos.
Sagazmente, en sus dicharachos en Los Ángeles, el licenciado Calderón dijo que de darse, respetaría la decisión de “quedarnos como estamos”, pero advirtió sobre el agotamiento inminente de las reservas. “La segunda opción que planteó es que pueda optarse por destinar más recursos a Pemex… hay que ver de dónde sacamos más recursos, podría ser de gasto social” (Reforma, 15/02/08, p.1) Aparte de todo, habrá que admitir que al Presidente lo engañaron en el ITAM y en Harvard…
Con este extraño fin del tour americano, el gobierno decreta el fin del tiempo del ingenio menor de la teocracia neoliberal. Llegó la hora para el poder constituido, en el Ejecutivo y en el Congreso, de responder preguntas como las aquí esbozadas, porque la paz social y política del país se ha puesto en riesgo, por tanta avidez y tan poca responsabilidad pública, hoy como ayer.
Las empresas extranjeras y las verdaderas reservas
Antonio Gershenson
La Secretaría de Energía declara que se necesita que Petróleos Mexicanos (Pemex) se asocie con empresas extranjeras para llevar cabo “exploración y producción en áreas que son de alta dificultad como el caso de las aguas profundas”. Dice que México posee relativamente escasas reservas probadas, menciona 15 mil millones de barriles (esta cantidad aplicaría sumando también el gas natural en “barriles de petróleo equivalente”), pero tiene “recursos prospectivos” de 55 mil millones de barriles. Se ha dicho que muy buena parte de estos recursos prospectivos están en las aguas profundas.
Ya mencionamos el pasado domingo en este espacio que tenemos áreas para explorar y explotar petróleo con mejores condiciones que las de las aguas profundas. Perforación más económica y más rápida, más cercanos a tierra, en varias zonas crudo ligero y con más gas asociado. También recordamos en ese artículo que Pemex ha creado su tecnología, y ha adquirido la que ha requerido, sin necesidad de depender de empresas extranjeras ni de violar la Constitución.
Después de esta publicación, recibimos información complementaria de zonas útiles que se han dejado de lado. Una de ellas es el de yacimientos con una presión de 15 mil libras por pulgada cuadrada, por ejemplo en aguas frente a Coatzacoalcos y en la Sonda de Campeche. Como entonces no había tecnología para esa presión (cabezales, preventores, tubería), ordenaron taparlos. Pude comprobar que ninguno de los pozos enumerados en este caso se encuentra en las listas de los que están en exploración y en desarrollo, o sea que siguen tapados.
También se mencionó en esta información el área de Marbella, entre Coatzacoalcos y Dos Bocas, como de gran potencial petrolero, y sedimentos del Terciario en Cantarell, con gran potencial de gas natural. No se han seguido explorando ni explotando estas áreas.
Hay que mencionar una zona más amplia. Durante décadas, Pemex ha perforado en el Golfo de México hasta profundidades de 200 metros. A estas profundidades basta con plataformas ancladas en el fondo marino, que son las que se han usado. Pero entre 200 y 500 metros, en otros lugares del mundo se han usado plataformas semisumergibles. Y están al alcance de Pemex, al grado de que yo recuerdo haber visto una hace años en la Sonda de Campeche. No la usaban para perforar, sino para el mantenimiento de las plataformas fijas. Como era móvil, podían colocarla en diferentes lugares y posiciones para cumplir su función. De modo que nada impide a Pemex trabajar en gran escala en esta franja de 200 a 500 metros de profundidad. Dentro de ella, aunque no es la única área explotable, hay una muy amplia con crudo ligero y alta proporción de gas asociado.
En cuanto a los “recursos prospectivos” mencionados por la secretaria, quisiéramos regresar a la realidad en cuanto a reservas. La funcionaria mencionó las reservas probadas. Éstas son las únicas que se reconocen como válidas, por ejemplo, por la Securities and Exchange Commission de EU. Son las únicas que se aceptan como garantía de créditos para los proyectos de inversión.
Este y los siguientes datos provienen del documento de Pemex Las reservas de hidrocarburos en México. Hay una cantidad de hidrocarburos llamada “volumen original de hidrocarburos no descubierto” y en éste se incluyen los llamados “recursos prospectivos” y se establece que son simples estimaciones.
En cuanto a las reservas probables, “existirá una probabilidad de al menos 50 por ciento de que las cantidades a recuperar sean iguales o mayores que la suma de las reservas probadas más probables”. No están probadas, y se considera esta probabilidad de que se puedan comprobar.
Llegamos a las reservas posibles, para las que tendrán “al menos una probabilidad de 10 por ciento de que las cantidades realmente recuperadas sean iguales o mayores”. Ya es, como vemos, una probabilidad muy baja.
¿Cómo puede dar la secretaria la cifra, equiparada con la de reservas probadas, de 55 mil millones de barriles? Ésas ni siquiera tienen un porcentaje señalado, ya no digamos 10 por ciento de las reservas posibles, ni siquiera uno por ciento. No dice en su intervención que se trata, como dice el documento de Pemex, de hidrocarburos no descubiertos, y que son simples estimaciones. Las estimaciones son de tal manera imprecisas, que puede haber tres de ellas para el mismo escenario: baja, central y alta. ¿A cuál de ellas se refirió la secretaria?
Con tal de meter a empresas extranjeras a actividades petroleras que la Constitución reserva en exclusiva a la nación, se recurre a declaraciones falsas, atribuyendo a las palabras un sentido que no es real y ocultando su significado oficial. Y las reservas probadas, probables y posibles, en lo fundamental, no están en las aguas profundas.