MEMORIAS DEL AMASIATO, PRIAN.

22 feb 2010

Una traición más
Jesusa Cervantes

MÉXICO, D.F., 19 de febrero (apro).- Rápido olvidó el PRI la falta de palabra del PAN. Las ineficiencias, la traición, los pactos no cumplidos. Y no es que los priistas sean de corta memoria, lo que sucede es que los intereses son muchos y el pacto entre estos partidos va más allá de un no a las alianzas.
Por sus actos, uno puede deducir fácilmente que los pactos del PRI con PAN conllevan a otros ámbitos, no sólo a lo electoral y que el fin último es: el gobierno, el poder…la Presidencia de la República.
Después de la revelación, hace más de una semana, del pacto indigno y vergonzante: la aprobación de más impuestos a la población a cambio de que no prosperaran las alianzas PAN-PRD, el PRI todavía no terminaba de lamerse sus heridas cuando volvió a cubrirle la espalda al PAN. ¿A cubrirle la espalda o a caminar bajo una misma línea?
Me explico: El lunes pasado, el coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Francisco Rojas, reconoció el pacto no cumplido; tres días después, a pesar de recibir el reclamo de sus compañeros diputados, quienes le dijeron que ya bastaba de “acuerditos” con el PAN, lo volvió a hacer.
La semana pasada, Rojas y su equipo jurídico elaboraron, junto con el Partido del Trabajo, el documento de controversia constitucional en contra de Felipe Calderón por abrir los contratos de riesgos de Pemex a la iniciativa privada, con dedicatoria especial para las transnacionales.
Pero bastó que entablara contacto nuevamente con el gobierno de Felipe Calderón y que el coordinador de la bancada priista en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, le advirtiera que si los diputados del PRI mantenían esa línea, él mismo empujaría para que la Cámara alta actuara como tercero perjudicado y defendiera las decisiones de Calderón, para que Rojas reculara y aun en contra de sus compañeros diputados, hiciera a un lado la controversia.
El PRI entonces cayó en lo que tanto le reclamó al PAN: la traición. Dejó al PT solo y hasta maniobró para apagar las voces en contra de la nueva normatividad de Pemex.
La mañana del jueves 18 de febrero, al iniciar la sesión plenaria de los 237 legisladores del PRI, éstos le exigieron a Rojas una explicación sobre el famoso pacto y, de paso, le pidieron que aprendiera a ser oposición, que se mantuviera en la controversia y que se hiciera respetar ante el gobierno panista.
Rojas pidió entonces media hora a los diputados inconformes, tiempo para que el Consejo de Administración de Pemex hiciera los cambios necesarios que evitaran la controversia, pero que también aseguraran que no se entregarían los contratos incentivados.
Georgina Kessel, la secretaria de Energía, habló directamente con Rojas y le ofreció convocar, de inmediato, a los funcionarios de Pemex para que elaboraran un documento que diera satisfacción a los, ya para entonces, enfurecidos priistas y petistas.
Estos últimos, desconfiados como son, y con toda razón, prefirieron no confiarse en Rojas y tomaron la tribuna de la Cámara de Diputados.
Pasadas seis horas, y luego de un intenso trabajo de redacción en Pemex, llegó el documento que, dicho sea de paso, mantiene todas las posibilidades abiertas para los famosos contratos, según el análisis que realizó el PT.
Con documento en mano, Rojas habló con los petistas encabezados por Gerardo Fernández Noroña; los convenció de liberar la tribuna y les aseguró que los cambios satisfacían las demandas de priistas y petistas. Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador aceptaron entonces que, nuevamente, el PRI había pactado, pero no le vieron caso mantenerse en tribuna.
Sin embargo, no esperaban la traición de Rojas. Ésta se consumó luego de que tanto el PAN, con Roberto Gil Zuarth, y el PRI, con Rojas a la cabeza, les aseguraron que se reanudaría la sesión ordinaria, se incluiría el tema en el orden del día e incluso, que se permitiría la participación de cinco oradores en contra y cinco a favor.
Pero, apenas tomó su lugar el panista presidente de la Mesa Directiva, Francisco Ramírez Acuña, tocó la campanilla para concluir la sesión. La traición estaba consumada, los diputados petistas estaban lejos de la tribuna y no tuvieron más remedio que irse a sus oficinas.
Sin embargo el hecho sólo dejó en claro dos cosas, la primera que el pacto PRI-PAN no contempla sólo el rechazo a las alianzas electorales, sino que, además, cubre la parte energética en la que Calderón y el PRI, de Manlio Fabio Beltrones, coinciden: abrir Pemex a las transnacionales; establecer contratos multimillonarios, como los que ya existen –por alrededor de 150 mil millones de pesos con estas empresas extranjeras--; y permitir que sean éstas las que decidan la política energética del país.
Rojas hizo lo mismo que Fernando Gómez Mont: tragar sapos. Pero, además, se evidenció él y a su partido. Confirmó lo que la mayoría de los mexicanos saben: que entre el PRI y el PAN es difícil encontrar diferencias, y que hoy, para ellos, la falta de ética es tan sólo calificada como ineficiencia, misma que, desde su punto de vista, se puede corregir… claro, una vez que hayan recuperado la Presidencia de la República.
Y por cierto, de comparsa y para defender los actos del gobierno de Calderón, el PAN ha tenido a un ala del PRD. Si no, que expliquen entonces por qué en Cuba, este viernes, el senador perredista Carlos Navarrete, quien en algún momento llamó espurio a Calderón, hoy declara que su visita a la isla es para “pavimentar” el camino de Felipe Calderón a Cuba.
Parece olvidar Navarrete que el Poder Legislativo no es sirviente del Poder Ejecutivo, que para hacer ese trabajo está la Secretaría de Relaciones Exteriores y no los senadores del PRD.
La insurrección en curso
GUSTAVO ESTEVA
Se multiplican las agresiones a los pueblos: Chiapas, Cananea, Juárez. Es un estado de cosas insoportable que aparece como clara expresión de la incompetencia política, la corrupción estatal y la compulsión reaccionaria que padecemos, las cuales se profundizan junto con la degradación moral de las clases políticas. Pero es también, acaso, manifestación de una estrategia que busca abortar la insurrección en curso.
El Comité Invisible, un colectivo francés imaginario, publicó hace un par de años L’insurrection qui vient (Google aporta versiones pobres en español e inglés). Al leer este libro fascinante y examinar las verdades necesarias que establece, no puedo evitar la impresión de que la insurrección que viene ya llegó. No sé si en París, pero sin duda en Oaxaca, en Chiapas, en México. Estamos en ella.
No se anuncia con fanfarrias. No consiste en marchas, plantones, manifiestos o proclamas. Elude movilizaciones colgadas de líderes y lemas. No apela a las armas, aunque puede apoyarse en la autodefensa armada. Se encuentra en todas partes y en ninguna; desde cualquier posición, en el lugar en que se encuentre, la gente impulsa con dignidad y coraje sus formas propias de vida. Hay quienes lo hacen por razones de estricta supervivencia. Otros apelan a antiguos ideales. Todos desafían radicalmente el estado de cosas, el sistema dominante, el régimen político y económico que ha llevado a la catástrofe actual. Se ocupan, ni más ni menos, de generar nuevas relaciones sociales y políticas, más allá de la explotación económica y del control político o policiaco. Esta rebelión de los descontentos es también la insurrección de los saberes sometidos y las imaginaciones reprimidas que saben llegado el momento de la verdad.
Habrá que hablar de ella, aprender a verla, de-velarla. El libro La insurrección que viene contribuye a esa tarea. Sus redactores no son sus autores, aclara el Comité Invisible. Han puesto algo de orden en lugares comunes de la época, lo que se murmura en las mesas de los cafés o tras las puertas de los dormitorios. No han hecho sino precisar las verdades necesarias, las que ante el rechazo general llenan los hospitales siquiátricos y las miradas compasivas. Son los escribas de la situación. El privilegio de las circunstancias radicales es que la precisión conduce en buena lógica a la revolución. Basta decir lo que tenemos ante nuestros ojos y no eludir las consecuencias. Y es esto, en realidad, lo más difícil. Reconocer con entereza la gravedad del estado de cosas y enfrentar a pie firme lo que eso significa.
El libro empieza con una provocación que describe muy puntualmente lo que pasa entre nosotros: “Desde cualquier ángulo que se le observe el presente no tiene salida. No es la menor de sus virtudes. Quita todo sostén a quienes se empeñan en esperar a como dé lugar… Todo mundo sabe que las cosas no pueden sino ir de mal en peor. ‘El futuro no tiene porvenir’ expresa la sabiduría de una época que ha llegado, como si fuese extrema normalidad, al nivel de conciencia de los primeros punks… Pero el impasse actual, perceptible en todas partes, en todas partes es negado.”
Necesitamos aprender a ver, con ojos menos empañados, lo que la gente común está haciendo ante las dificultades del día, ante esa perspectiva cada vez más oscura. Necesitamos reconocer los rasgos de esta insurrección que hasta ahora ha resultado invisible. Pero antes aquilatemos el significado de lo que está ocurriendo. Chiapas y Cananea tienen un signo común: son provocaciones abiertas, tratan de inducir un comportamiento específico. Se busca con ellas intimidar hasta la parálisis o bien estimular reacciones descontroladas y agresivas. Estas reacciones permitirían dar apariencia de justificación al aplastamiento policiaco que se intenta realizar, el cual podría conducir más temprano que tarde a una especie de guerra civil que pudiera abortar la insurrección.
Ésa sería la estrategia. Provocar alguna forma de violencia popular espontánea y caótica. Que la gente, harta de tanta provocación o de los callejones sin salida a los que se la conduce continuamente, estallara sin orden ni concierto. Se estarían buscando pretextos para profundizar el autoritarismo actual y llevarlo hasta el punto en que fuera capaz de evitar que la insurrección se ampliara y profundizara hasta cumplir su destino: liquidar sin violencia el régimen dominante. Socavar esta perversa estrategia, impedir que triunfe, es hoy condición de supervivencia tanto de la insurrección en curso como de la vida social misma, que ha entrado en un grave proceso de descomposición. Para todo esto necesitamos, más que ninguna otra cosa, miradas claras e imaginaciones lúcidas.

En defensa del cabrón irresponsable
Miguel Ángel Granados Chapa

MÉXICO, D.F., 22 de febrero.- Ajeno ya al PAN, refrendado en su cargo por un reticente y nada entusiasta espaldarazo del presidente de la República, el secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont demoró en mostrar la lealtad que le reconoce Felipe Calderón. Frente a la insólita, tremenda, apabullante acusación del diputado panista Manuel Clouthier Carrillo, quien llamó al Ejecutivo “cabrón irresponsable… que no tuvo el tamaño de hacer lo que le correspondía por mandato”, es decir, de emprender la guerra al cártel de Sinaloa, Gómez Mont descalificó de modo virulento sus apreciaciones. Las llamó “falsas”, “irresponsables” y “moralmente condenables”.
El domingo 14 Proceso ofreció una singular, demoledora entrevista de Álvaro Delgado a Clouthier Carrillo, en que el hijo mayor de Maquío denuncia la falta de acción gubernamental contra el narcotráfico en su natal Sinaloa: “El gobierno federal habla de una guerra contra el narcotráfico que en Sinaloa no se ha visto. Se ha golpeado a todos los cárteles y no ha sido proporcional con el de Sinaloa. ¡Eso es evidente!”
No sólo eso. El antiguo director de los diarios Noroeste, de Culiacán y Mazatlán, ve en su tierra “cosas muy extrañas”, como la compra de terrenos propiedad del exgobernador Antonio Toledo Corro, en cuya época (1980-1986) florecieron en esa entidad bandas de narcotraficantes como la de Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo, emparentado con el exgobernador que como secretario de la Reforma Agraria bajo López Portillo hizo grandes negocios (con los que favoreció a sus allegados y a no pocos periodistas) a través de un programa nacional de desmonte que cuenta entre las grandes estafas nacionales. Fonatur compró a Toledo Corro 2 mil hectáreas, a un costo de mil 200 millones de pesos para establecer un desarrollo turístico.
Clouthier consideró ese hecho “muy emblemático y sospechoso”. Y se pregunta si no había otros terrenos: “¿Cuál es el mensaje que se está mandando al sinaloense y a la comunidad mexicana. ¡Para mí eso es extrañísimo… ¿Qué tipos de arreglos hay allí, qué cosas extrañas están sucediendo. No tengo respuestas. Tengo preguntas que me veo obligado a formular públicamente.”
Sin embargo, Clouthier no tenía sólo interrogaciones, sino también contundentes denuncias. Se refiere a la “camarilla mafiosa en el poder”, que “actúa aliada con el crimen organizado”. E implica en esa camarilla no sólo a los gobernantes priistas de Sinaloa (los dos más recientes, y Jesús Vizcarra, el que viene), que ahora cuenta según su visión con la complicidad del gobierno federal.
Álvaro Delgado realizó esa entrevista a Clouthier el jueves 11. En la víspera el secretario de Gobernación había renunciado a su militancia panista y había quedado en el limbo. Pretendió ocultar sus razones tras una endeble discreción profesional pero pronto tuvo que admitir que la decisión panista de gestar alianzas opositoras al PRI contrarió su propia estrategia de entendimiento con el partido antaño dominante y en trance de serlo de nuevo. Entre ambigüedades se reconoció autor de una promesa que no podía haber formulado en nombre del PAN, la de abstenerse de formar coaliciones con el PRD, y su partido lo hacía quedar mal ante el PRI, que había cumplido su parte del pacto aprobando el paquete económico de 2010.
La entrevista con Clouthier apareció el domingo, como queda dicho y saben los lectores de Proceso y ni ese día, ni el lunes, el martes y el miércoles siguiente preocupó a Gómez Mont, más interesado en establecer su propio derrotero que en defender al Presidente de la grave acusación lanzada no por un seguidor de López Obrador o por este mismo sino por el actual jefe de una familia que dio al PAN un singularísimo candidato presidencial, y él mismo es legislador federal y eventual candidato a la gubernatura sinaloense (aunque por ahora haya declinado serlo). En medio de especulaciones sobre la durabilidad de su encargo como secretario de la política interior que abandona su propio partido tras generar desconfianza en el principal interlocutor, por fin el martes 16 fue confirmado en su cargo.
En una entrevista de circunstancias ante una televisora local de Puebla, Calderón, visiblemente fatigado tras una gira y desatento a su expresión al punto de repetir la palabra clave dos veces en tres líneas, el Presidente definió a su colaborador: “Es un hombre leal, un secretario de Gobernación que cumple su encomienda, como se dice entre abogados, a su leal saber y entender, es decir, con plena voluntad, que goza además de toda mi confianza”. Desde Los Pinos se emitió un comunicado con ese párrafo, que quizá más que a beneficiar a Gómez Mont estaba destinado a deslindar al propio Calderón de las percepciones de que había incurrido en un juego doble al cabo del cual hizo pagar las consecuencias al secretario de Bucareli.
Confirmado en su cargo, Gómez Mont escribió apenas el miércoles 17 la carta a Clouthier llena de rotundos reproches e información que buscaba contradecir al diputado. A pesar del carácter abierto y público de la declaración del hijo de Maquío, Gómez Mont prefirió responder en privado, pues su oficina no presentó la carta en formato oficial, dentro de un comunicado.
Clouthier, en cambio, siguió su táctica de gritar sus inconformidades. Dio una entrevista el jueves 18 a Adriana Pérez Cañedo. Dijo estar “helado” y “tristísimo” ante la respuesta de Gómez Mont, a quien señaló como defensor de oficio del gobierno de Culiacán, que había preferido guardar silencio. En su respuesta, el secretario rechazó que el gobierno federal se abstuviera de combatir al narcotráfico en Sinaloa. Aportó nombres y cifras de detenidos que avalan su afirmación. Y concluyó con una tontería: “no es con descalificaciones como se combate el narcotráfico” (pues no, y nadie lo pretende). Y contraacusó diciendo que “las acusaciones falsas e infundadas en nada contribuyen a un esfuerzo colectivo como nación, que merece y necesita el compromiso de todos los mexicanos”.
Ese último párrafo inquietó a Clouthier: “me está dando la razón… me está diciendo que Sinaloa es intocable. Desde el momento en que él se convierte en defensor de oficio del gobierno estatal pues, caramba, digo yo: ahora sí me cargó el carajo”.