ASESINOS POR OMISIÓN.
3 mar 2010
La tragedia de la guardería ABC, negligencia criminal
Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 2 de marzo (apro).- El mismo día que el secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, se burlaba de Brasil --potencia económica emergente de América Latina—en un foro madrileño, diciendo que en México “no vendemos samba, sino proyectos”, el informe de la Comisión Investigadora del Poder Judicial sobre la tragedia que provocó la muerte de 49 infantes en la guardería ABC el 5 de junio de 2009, llevó al baile las aspiraciones del exdirector del IMSS que ya promovía su traslado de la avenida Xola al Palacio Cobián, en Bucareli.
El resultado de las investigaciones no deja lugar a dudas: 17 funcionarios federales y estatales –incluidos Molinar Horcasitas y el exgobernador priista de Sonora, Eduardo Bours-- son corresponsables de una serie de deficiencias criminales que caracterizan la operación de las guarderías subrogadas del Seguro Social a particulares, no sólo en Hermosillo, sino en otras partes del país.
Otros mencionados son el director Jurídico del Seguro social, Fernando Gutiérrez Domínguez; la coordinadora de Guarderías del IMSS, Dora García Kobeh, y el director de Prestaciones Económicas y Sociales del Instituto, Jesús Ignacio Navarro Zermeño, así como el presidente municipal de Hermosillo, Ernesto Gándara Camou, y sus principales funcionarios vinculados a la protección civil.
Los magistrados que investigaron todo el sistema de guarderías del Seguro Social señalaron que sólo 0.3%, es decir, 14 guarderías, de un total de 1,480 que han sido subrogadas en el país, cumplen con los requisitos elementales para garantizar la seguridad, la protección civil, el bienestar y el buen trato de miles de infantes que son literalmente “embodegados” en estos establecimientos que se han convertido en una red de jugosos negocios privados con fondos públicos.
En el caso específico de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, la investigación subraya lo que se publicó ampliamente en la prensa de todo el país: La falta de muros que dividieran la bodega de la guardería permitió que grandes cantidades de humo tóxico, gases y calor se concentraran entre el falso plafón y el techo de la estancia infantil, provocando la muerte por asfixia de casi medio centenar de bebés.
En los resultados de la auditoría practicada por Carlos Ronzón y Rosario Mota, se infiere que un accidente de las dimensiones trágicas de la guardería ABC se puede producir en más de 99% de los establecimientos subrogados por el IMSS en toda la República.
“Quedó probada la hipótesis de que en otorgamiento de contratos, supervisión y vigilancia de las guarderías existe desorden generalizado”, subrayó la magistrada Mota en la exposición de los resultados de la auditoría. El 49% de las guarderías carece de constancias de protección civil vigentes y sólo 407 tienen visto bueno de los cuerpos de bomberos.
El panorama descrito por los investigadores del Poder Judicial presupone una constante de negligencia criminal que, por supuesto, no se limita únicamente al exdirector del Seguro Social en el gobierno calderonista. Difícilmente el propio titular del Ejecutivo federal puede librarse del duro diagnóstico que se dio a conocer el 1 de marzo. A menos que a Felipe Calderón se le vuelva a ocurrir que la tragedia fue el resultado de un “pleito entre pandillas”.
La tragedia del ABC constituye, con mucho, una de las peores ocurridas en los últimos años por los siguientes elementos:
1. Se hicieron advertencias y denuncias suficientes sobre las irregularidades del esquema de subrogación de guarderías que desde la época de Santiago Levy, al frente del Seguro Social, se convirtió en una norma para repartir jugosos negocios a “niñeros” con el rostro de nepotismo.
2. Los hechos relatados por los padres de las víctimas hablan de un esquema de hacinamiento de infantes peor que el que ocurre en maquiladoras textiles o en sitios donde la explotación y la ganancia fácil se sobreponen por encima de cualquier condición humanitaria.
3. Se trató de bebés que murieron ante un accidente perfectamente evitable, si hubieran existido las más elementales condiciones de seguridad. La PGR y los gobernadores panistas se escandalizan porque parejas del mismo sexo puedan adoptar bebés, pero se hacen de la vista gorda ante los infantes que se “embodegan” en la mayoría de las guarderías del Seguro Social, otrora orgullo del Estado de bienestar mexicano.
4. Ante los resultados de la auditoría, difícilmente el pleno de la Suprema Corte de Justicia puede hacerse de la vista gorda o eximir de responsabilidades a los principales funcionarios mencionados. La sociedad mexicana, en especial la de Hermosillo, espera de los ministros no sólo una sanción jurídica, sino una modificación radical de este negocio criminal. ¿Qué medidas concretas va a adoptar el presidente de la República? No hay que olvidar que los resultados no son vinculantes, es decir, que no obligan a ninguna autoridad a actuar en contra de los responsables.
Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 2 de marzo (apro).- El mismo día que el secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, se burlaba de Brasil --potencia económica emergente de América Latina—en un foro madrileño, diciendo que en México “no vendemos samba, sino proyectos”, el informe de la Comisión Investigadora del Poder Judicial sobre la tragedia que provocó la muerte de 49 infantes en la guardería ABC el 5 de junio de 2009, llevó al baile las aspiraciones del exdirector del IMSS que ya promovía su traslado de la avenida Xola al Palacio Cobián, en Bucareli.
El resultado de las investigaciones no deja lugar a dudas: 17 funcionarios federales y estatales –incluidos Molinar Horcasitas y el exgobernador priista de Sonora, Eduardo Bours-- son corresponsables de una serie de deficiencias criminales que caracterizan la operación de las guarderías subrogadas del Seguro Social a particulares, no sólo en Hermosillo, sino en otras partes del país.
Otros mencionados son el director Jurídico del Seguro social, Fernando Gutiérrez Domínguez; la coordinadora de Guarderías del IMSS, Dora García Kobeh, y el director de Prestaciones Económicas y Sociales del Instituto, Jesús Ignacio Navarro Zermeño, así como el presidente municipal de Hermosillo, Ernesto Gándara Camou, y sus principales funcionarios vinculados a la protección civil.
Los magistrados que investigaron todo el sistema de guarderías del Seguro Social señalaron que sólo 0.3%, es decir, 14 guarderías, de un total de 1,480 que han sido subrogadas en el país, cumplen con los requisitos elementales para garantizar la seguridad, la protección civil, el bienestar y el buen trato de miles de infantes que son literalmente “embodegados” en estos establecimientos que se han convertido en una red de jugosos negocios privados con fondos públicos.
En el caso específico de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, la investigación subraya lo que se publicó ampliamente en la prensa de todo el país: La falta de muros que dividieran la bodega de la guardería permitió que grandes cantidades de humo tóxico, gases y calor se concentraran entre el falso plafón y el techo de la estancia infantil, provocando la muerte por asfixia de casi medio centenar de bebés.
En los resultados de la auditoría practicada por Carlos Ronzón y Rosario Mota, se infiere que un accidente de las dimensiones trágicas de la guardería ABC se puede producir en más de 99% de los establecimientos subrogados por el IMSS en toda la República.
“Quedó probada la hipótesis de que en otorgamiento de contratos, supervisión y vigilancia de las guarderías existe desorden generalizado”, subrayó la magistrada Mota en la exposición de los resultados de la auditoría. El 49% de las guarderías carece de constancias de protección civil vigentes y sólo 407 tienen visto bueno de los cuerpos de bomberos.
El panorama descrito por los investigadores del Poder Judicial presupone una constante de negligencia criminal que, por supuesto, no se limita únicamente al exdirector del Seguro Social en el gobierno calderonista. Difícilmente el propio titular del Ejecutivo federal puede librarse del duro diagnóstico que se dio a conocer el 1 de marzo. A menos que a Felipe Calderón se le vuelva a ocurrir que la tragedia fue el resultado de un “pleito entre pandillas”.
La tragedia del ABC constituye, con mucho, una de las peores ocurridas en los últimos años por los siguientes elementos:
1. Se hicieron advertencias y denuncias suficientes sobre las irregularidades del esquema de subrogación de guarderías que desde la época de Santiago Levy, al frente del Seguro Social, se convirtió en una norma para repartir jugosos negocios a “niñeros” con el rostro de nepotismo.
2. Los hechos relatados por los padres de las víctimas hablan de un esquema de hacinamiento de infantes peor que el que ocurre en maquiladoras textiles o en sitios donde la explotación y la ganancia fácil se sobreponen por encima de cualquier condición humanitaria.
3. Se trató de bebés que murieron ante un accidente perfectamente evitable, si hubieran existido las más elementales condiciones de seguridad. La PGR y los gobernadores panistas se escandalizan porque parejas del mismo sexo puedan adoptar bebés, pero se hacen de la vista gorda ante los infantes que se “embodegan” en la mayoría de las guarderías del Seguro Social, otrora orgullo del Estado de bienestar mexicano.
4. Ante los resultados de la auditoría, difícilmente el pleno de la Suprema Corte de Justicia puede hacerse de la vista gorda o eximir de responsabilidades a los principales funcionarios mencionados. La sociedad mexicana, en especial la de Hermosillo, espera de los ministros no sólo una sanción jurídica, sino una modificación radical de este negocio criminal. ¿Qué medidas concretas va a adoptar el presidente de la República? No hay que olvidar que los resultados no son vinculantes, es decir, que no obligan a ninguna autoridad a actuar en contra de los responsables.
Decadencia y democracia
LUIS LINARES ZAPATA
El proceso democrático, visto desde los atrincherados intereses grupales en juego, se aparece como un legado cupular de aquellos que, al parecer, lo diseñan y conducen desde las alturas donde tan cómodamente habitan. Nada más viciado que tal visión donde, además, se anida un arraigado y bien conocido prejuicio clasista. Se intenta convencer a las mayorías de que ahí, en esas enrarecidas atmósferas, radica la energía conductora, la creativa responsabilidad, los conocimientos y la experiencia que han dado forma y contenido a las aspiraciones democratizadoras de la sociedad. Sin embargo, el proceso mexicano respectivo no se ata, atempera o desata desde esas conspicuas regiones. Tiene un claro y decisivo contenido popular que lo vivifica y, en ocasiones trágicas, lo violenta. Por eso la transición democrática no queda aislada, intocada por la marcada decadencia que bien distingue a las elites del México actual.
La vida democrática mexicana apunta, con claro acento de veracidad y frustración, hacia una distancia, cada vez mayor, entre las normas diseñadas para ordenar su cauce y prácticas cotidianas, respecto de las necesidades, las penurias y deseos ciudadanos. Aquí y ahora, la transición democrática nuestra se ha extraviado en medio de silencios cómplices, ajustes tardíos o acosada por un barullo ensordecedor que los de arriba derraman sobre la masa indefensa y confiada. Tales mandones han tratado, con poquitero éxito, de convencer a la audiencia mediática sobre un sinnúmero de tonterías: se habla de cenas, comidas dilatadas, acuerdos entre exquisitos y cenáculos donde los actores estelares dieron el toque final, depuraron métodos legislativos o esgrimieron el argumento terminal para interrumpir o continuar tan vital asunto que a todos atañe. La lectura de las entrevistas que llevó a cabo la periodista Carmen Aristegui, condensadas en reciente publicación, es muestra de tan conspicuos aconteceres entre refinados personajes. Ahí, la transición democrática se exprime hasta condensarla en una serie interminable de trasiegos que llevan a cabo ilustres sujetos de la vida pública nacional. Pocas de las voces ahí registradas apuntan sus miradas hacia las masas como fuerza determinante del proceso democrático. Pocos recuentan la influencia o el empuje de los movimientos populares que hacen posible y hasta determinan tanto el nivel alcanzado como la calidad de una democracia.
Los variados índices con que se puede dimensionar la distancia que media entre las normas democráticas y el estado que guarda la sociedad hablan por sí mismos. Se reconoce, de antemano, que la democracia no produce empleos ni valor económico agregado, tratados de comercio, universidades de calidad o avances científicos apreciables. Sin embargo, no se puede disociar tal modo organizativo de la vida en común de sus acompañantes en variados campos laterales de la actividad productiva, educativa, artística o en el bienestar colectivo. Veintisiete años de un crecimiento económico deficiente, apenas 2.1 por ciento en promedio (83-09) anual. PIB per cápita de 0.1 por ciento anual promedio en similar periodo. Tasa de inversión bruta fija de 1.9 por ciento de crecimiento anual. Salarios mínimos que han perdido 71 por ciento de su poder adquisitivo son indicadores que dan sólido mentís a las linduras de un modelo en plena decadencia que se exige prolongar. Sólo la ignorancia de la realidad y la rapaz audacia de algunos beneficiarios se propone continuar. La ruptura democrática de la que se habla insistentemente, la lentitud de su perfeccionamiento, las distorsiones que ha sufrido por años, las irresponsabilidades de los encargados de vigilar su desarrollo o las salvedades que se introducen como distractores para no reconocer sus limitantes hablan, con precisión numérica, de la distancia que separa a las elites de las pulsiones populares. El grupo dirigente, en su creciente separación de los sentires y requerimientos de las mayorías, distorsiona la vida democrática nacional. Es una forma adicional de corromper el ambiente colectivo y hacerlo que trabaje para beneficio de unos cuantos. En ello reside la crítica de una democracia a la mexicana, su lamentable estado actual, el uso y desuso de sus atractivos y exigencias para imponer (no sin cínicas premuras) y hacer prevalecer un modelo que sólo ha beneficiado a unos cuantos y continuar acrecentando sus desmedidos privilegios.
¿Cómo separar las deficiencias democráticas que aquejan a México del desprecio por las vicisitudes, los nulos programas de atención a las desesperanzas de los 7 millones de ninis que ruedan por el país? ¿Cómo se relacionan los manipuleos de los haberes públicos, los groseros fraudes dirigidos por maestros sindicados, gobernadores o delegados federales que manosean los esfuerzos asistenciales, con esa ignorada masa creciente de trabajadores del campo desterrados de sus parcelas productivas por los imperiales dictados de un tratado comercial? ¿Habrá conexión vital entre la ausencia de una política estructural hacia la juventud con la dura abstención de ese sector social, no se diga nada respecto de la inseguridad? ¿Cómo incidieron las reformas pensionarias a la inequidad reinante y de éstas respecto de la desconfianza hacia los políticos y la desilusión por la democracia? ¿Dónde situar las preocupaciones de intelectuales, críticos, artistas y demás abajo firmantes, siempre atentos a las ambiciones de los de arriba; será acaso en las trabas a reformas políticas siempre calificadas de trascendentes y definitivas o en la supervivencia de unos 50 millones de desamparados que no encuentran reposo, empleo y nulo horizonte de esperanza por una vida digna?
Tal parece, por la intensa derrama de preguntas y gritos que esparcen a puñados los medios, que lo medular son las alianzas electorales espurias, el despliegue cotidiano de los discursos del señor Calderón, las trifulcas de senadores en pos de una candidatura o los mea culpa de narcotraficantes y no la búsqueda efectiva para paliar la crisis con salidas concretas, justas, permanentes y modos modernos de hacer política, ésa que se hace con y para la gente.
LUIS LINARES ZAPATA
El proceso democrático, visto desde los atrincherados intereses grupales en juego, se aparece como un legado cupular de aquellos que, al parecer, lo diseñan y conducen desde las alturas donde tan cómodamente habitan. Nada más viciado que tal visión donde, además, se anida un arraigado y bien conocido prejuicio clasista. Se intenta convencer a las mayorías de que ahí, en esas enrarecidas atmósferas, radica la energía conductora, la creativa responsabilidad, los conocimientos y la experiencia que han dado forma y contenido a las aspiraciones democratizadoras de la sociedad. Sin embargo, el proceso mexicano respectivo no se ata, atempera o desata desde esas conspicuas regiones. Tiene un claro y decisivo contenido popular que lo vivifica y, en ocasiones trágicas, lo violenta. Por eso la transición democrática no queda aislada, intocada por la marcada decadencia que bien distingue a las elites del México actual.
La vida democrática mexicana apunta, con claro acento de veracidad y frustración, hacia una distancia, cada vez mayor, entre las normas diseñadas para ordenar su cauce y prácticas cotidianas, respecto de las necesidades, las penurias y deseos ciudadanos. Aquí y ahora, la transición democrática nuestra se ha extraviado en medio de silencios cómplices, ajustes tardíos o acosada por un barullo ensordecedor que los de arriba derraman sobre la masa indefensa y confiada. Tales mandones han tratado, con poquitero éxito, de convencer a la audiencia mediática sobre un sinnúmero de tonterías: se habla de cenas, comidas dilatadas, acuerdos entre exquisitos y cenáculos donde los actores estelares dieron el toque final, depuraron métodos legislativos o esgrimieron el argumento terminal para interrumpir o continuar tan vital asunto que a todos atañe. La lectura de las entrevistas que llevó a cabo la periodista Carmen Aristegui, condensadas en reciente publicación, es muestra de tan conspicuos aconteceres entre refinados personajes. Ahí, la transición democrática se exprime hasta condensarla en una serie interminable de trasiegos que llevan a cabo ilustres sujetos de la vida pública nacional. Pocas de las voces ahí registradas apuntan sus miradas hacia las masas como fuerza determinante del proceso democrático. Pocos recuentan la influencia o el empuje de los movimientos populares que hacen posible y hasta determinan tanto el nivel alcanzado como la calidad de una democracia.
Los variados índices con que se puede dimensionar la distancia que media entre las normas democráticas y el estado que guarda la sociedad hablan por sí mismos. Se reconoce, de antemano, que la democracia no produce empleos ni valor económico agregado, tratados de comercio, universidades de calidad o avances científicos apreciables. Sin embargo, no se puede disociar tal modo organizativo de la vida en común de sus acompañantes en variados campos laterales de la actividad productiva, educativa, artística o en el bienestar colectivo. Veintisiete años de un crecimiento económico deficiente, apenas 2.1 por ciento en promedio (83-09) anual. PIB per cápita de 0.1 por ciento anual promedio en similar periodo. Tasa de inversión bruta fija de 1.9 por ciento de crecimiento anual. Salarios mínimos que han perdido 71 por ciento de su poder adquisitivo son indicadores que dan sólido mentís a las linduras de un modelo en plena decadencia que se exige prolongar. Sólo la ignorancia de la realidad y la rapaz audacia de algunos beneficiarios se propone continuar. La ruptura democrática de la que se habla insistentemente, la lentitud de su perfeccionamiento, las distorsiones que ha sufrido por años, las irresponsabilidades de los encargados de vigilar su desarrollo o las salvedades que se introducen como distractores para no reconocer sus limitantes hablan, con precisión numérica, de la distancia que separa a las elites de las pulsiones populares. El grupo dirigente, en su creciente separación de los sentires y requerimientos de las mayorías, distorsiona la vida democrática nacional. Es una forma adicional de corromper el ambiente colectivo y hacerlo que trabaje para beneficio de unos cuantos. En ello reside la crítica de una democracia a la mexicana, su lamentable estado actual, el uso y desuso de sus atractivos y exigencias para imponer (no sin cínicas premuras) y hacer prevalecer un modelo que sólo ha beneficiado a unos cuantos y continuar acrecentando sus desmedidos privilegios.
¿Cómo separar las deficiencias democráticas que aquejan a México del desprecio por las vicisitudes, los nulos programas de atención a las desesperanzas de los 7 millones de ninis que ruedan por el país? ¿Cómo se relacionan los manipuleos de los haberes públicos, los groseros fraudes dirigidos por maestros sindicados, gobernadores o delegados federales que manosean los esfuerzos asistenciales, con esa ignorada masa creciente de trabajadores del campo desterrados de sus parcelas productivas por los imperiales dictados de un tratado comercial? ¿Habrá conexión vital entre la ausencia de una política estructural hacia la juventud con la dura abstención de ese sector social, no se diga nada respecto de la inseguridad? ¿Cómo incidieron las reformas pensionarias a la inequidad reinante y de éstas respecto de la desconfianza hacia los políticos y la desilusión por la democracia? ¿Dónde situar las preocupaciones de intelectuales, críticos, artistas y demás abajo firmantes, siempre atentos a las ambiciones de los de arriba; será acaso en las trabas a reformas políticas siempre calificadas de trascendentes y definitivas o en la supervivencia de unos 50 millones de desamparados que no encuentran reposo, empleo y nulo horizonte de esperanza por una vida digna?
Tal parece, por la intensa derrama de preguntas y gritos que esparcen a puñados los medios, que lo medular son las alianzas electorales espurias, el despliegue cotidiano de los discursos del señor Calderón, las trifulcas de senadores en pos de una candidatura o los mea culpa de narcotraficantes y no la búsqueda efectiva para paliar la crisis con salidas concretas, justas, permanentes y modos modernos de hacer política, ésa que se hace con y para la gente.
En sus propias palabras
JAVIER ARANDA LUNA
La tradición de la televisión es el olvido. Aunque su penetración social sea fuerte, cuando un programa concluye, cuando un personaje deja de aparecer en la pantalla, las ondas expansivas de su presencia terminan siendo líneas en la arena que, con los días, se las lleva el viento. Por eso quise rescatar algunas frases, algunos fragmentos de los comentarios que Carlos Montemayor hiciera en El noticiero con Joaquín López Doriga durante ocho años.
Lucio Cabañas: fue un honesto luchador social. Las autoridades de su época lo obligaron a tomar las armas y a encabezar una guerrilla que fue plenamente de autodefensa. El 18 de mayo de 1977, la Policía Judicial del Estado perpetró una masacre en el Jardín Central de Atoyac para evitar una manifestación popular; lo que consiguió fue una guerrilla que combatió durante siete años.
Petróleos Mexicanos: El afán por seguir abriendo Pemex al capital privado tiene como eje recurrente el afirmar que faltan recursos para invertir en el sector. Antes de 1938, las compañías extranjeras suspendieron el mantenimiento a sus instalaciones petroleras para impedir su expropiación. Desde hace cinco sexenios, se ha suspendido intencionalmente el mantenimiento y desarrollo de Pemex para que sea necesario privatizarlo.
Osama Bin Laden: Ayer fue un héroe para Reagan en la lucha de Afganistán contra los soviéticos; hoy es la cabeza del terrorismo mediante el cual justificó Bush la invasión de Afganistán.
Cuba: no debe confundirse la Revolución Cubana con el gobierno de un hombre, por más grande e imborrable que sea Fidel Castro, sino entenderlo como un proceso social y político excepcional.
Atenco: es resultado de una coordinación anticipada de poderes municipales, estatales y federales; de agentes del Ministerio Público, de jueces, de servicios médicos, de fuerzas complementarias y de autoridades carcelarias. A esta larga cadena se añadió ahora la Suprema Corte, plegándose a la impunidad que ha asolado al país.
Periodismo y autorregulación: Es peligroso confundir el silencio con la realidad. Peligroso confundir la censura con la autorregulación. Riesgoso confundir el periodismo con la ficción y el encubrimiento.
Centro Fray Bartolomé: La estrategia de los grupos paramilitares que atacan a las bases sociales zapatistas desde la aparición del EZLN hasta nuestros días, ha sido denunciada y monitoreada valientemente por el Centro Fray Bartolomé.
Jacinta Francisco Marcial: Hace medio siglo se criminalizó la inconformidad ciudadana con el delito de disolución social. Ahora, entre otras cosas, con el delito de secuestro equiparado; es decir, cuando ciudadanos exasperados retienen a un funcionario para que atienda peticiones sociales... Esta distorsión llevó a sentencias aberrantes. A Jacinta Francisco Marcial, indígena ñahñu de la comunidad de Santiago Mexquititlán, Querétaro, vendedora de aguas frescas, se le condenó con dos compañeras más a 23 años de prisión.
Minera San Xavier: En brutal desacato a las leyes mexicanas, la empresa sigue con sus labores de explotación. Mientras Canadá exige requisitos increíbles para el visado de mexicanos, esta empresa canadiense decide por sí misma qué aceptar o no de las leyes mexicanas. ¿No hay una autoridad federal o estatal que, con estos antecedentes legales, ponga un alto a esta empresa canadiense rebelde y dañina?
La educación: …reducir los recursos destinados a las instituciones públicas de educación superior, que atienden a la mayoría de la población estudiantil, no genera una mayor competencia en la educación: significa la abdicación del compromiso del Estado en el fortalecimiento de la nación misma.
Si los pasados 20 años de continuidad neoliberal han llevado a México al sótano en economía y educación, ¿no es tiempo de pensar en otra orientación política para la nación, en una responsabilidad mayor del Estado con el bienestar social? ¿Por qué insistir en el zurcido de parches coyunturales que acrecientan los beneficios de las elites y agravan el atraso de las mayorías? Conviene que la educación superior se vea como una responsabilidad de Estado si el objetivo de la educación es la superación del país mismo y no sólo la preparación de una elite.
Odres nuevos en la política de México: Desde hace más de 20 años ponemos nuestras nuevas y anuales esperanzas en los mismos modelos de políticas económicas que nos han conducido al estancamiento productivo, al empobrecimiento social, al deterioro de los servicios públicos, a privilegios fiscales para las elites financieras pero aumento de impuestos para el ciudadano común. ¿No es esto poner esperanzas nuevas en odres viejos? Se pretende ahora la relección de los miembros de la elite política mexicana. ¿Usted aceptará meter su año nuevo en los odres viejos de estos políticos y relegirlos? ¿No es esto echar vino nuevo en odres viejos? ¿No es tiempo de desear odres nuevos en la política de México?
JAVIER ARANDA LUNA
La tradición de la televisión es el olvido. Aunque su penetración social sea fuerte, cuando un programa concluye, cuando un personaje deja de aparecer en la pantalla, las ondas expansivas de su presencia terminan siendo líneas en la arena que, con los días, se las lleva el viento. Por eso quise rescatar algunas frases, algunos fragmentos de los comentarios que Carlos Montemayor hiciera en El noticiero con Joaquín López Doriga durante ocho años.
Lucio Cabañas: fue un honesto luchador social. Las autoridades de su época lo obligaron a tomar las armas y a encabezar una guerrilla que fue plenamente de autodefensa. El 18 de mayo de 1977, la Policía Judicial del Estado perpetró una masacre en el Jardín Central de Atoyac para evitar una manifestación popular; lo que consiguió fue una guerrilla que combatió durante siete años.
Petróleos Mexicanos: El afán por seguir abriendo Pemex al capital privado tiene como eje recurrente el afirmar que faltan recursos para invertir en el sector. Antes de 1938, las compañías extranjeras suspendieron el mantenimiento a sus instalaciones petroleras para impedir su expropiación. Desde hace cinco sexenios, se ha suspendido intencionalmente el mantenimiento y desarrollo de Pemex para que sea necesario privatizarlo.
Osama Bin Laden: Ayer fue un héroe para Reagan en la lucha de Afganistán contra los soviéticos; hoy es la cabeza del terrorismo mediante el cual justificó Bush la invasión de Afganistán.
Cuba: no debe confundirse la Revolución Cubana con el gobierno de un hombre, por más grande e imborrable que sea Fidel Castro, sino entenderlo como un proceso social y político excepcional.
Atenco: es resultado de una coordinación anticipada de poderes municipales, estatales y federales; de agentes del Ministerio Público, de jueces, de servicios médicos, de fuerzas complementarias y de autoridades carcelarias. A esta larga cadena se añadió ahora la Suprema Corte, plegándose a la impunidad que ha asolado al país.
Periodismo y autorregulación: Es peligroso confundir el silencio con la realidad. Peligroso confundir la censura con la autorregulación. Riesgoso confundir el periodismo con la ficción y el encubrimiento.
Centro Fray Bartolomé: La estrategia de los grupos paramilitares que atacan a las bases sociales zapatistas desde la aparición del EZLN hasta nuestros días, ha sido denunciada y monitoreada valientemente por el Centro Fray Bartolomé.
Jacinta Francisco Marcial: Hace medio siglo se criminalizó la inconformidad ciudadana con el delito de disolución social. Ahora, entre otras cosas, con el delito de secuestro equiparado; es decir, cuando ciudadanos exasperados retienen a un funcionario para que atienda peticiones sociales... Esta distorsión llevó a sentencias aberrantes. A Jacinta Francisco Marcial, indígena ñahñu de la comunidad de Santiago Mexquititlán, Querétaro, vendedora de aguas frescas, se le condenó con dos compañeras más a 23 años de prisión.
Minera San Xavier: En brutal desacato a las leyes mexicanas, la empresa sigue con sus labores de explotación. Mientras Canadá exige requisitos increíbles para el visado de mexicanos, esta empresa canadiense decide por sí misma qué aceptar o no de las leyes mexicanas. ¿No hay una autoridad federal o estatal que, con estos antecedentes legales, ponga un alto a esta empresa canadiense rebelde y dañina?
La educación: …reducir los recursos destinados a las instituciones públicas de educación superior, que atienden a la mayoría de la población estudiantil, no genera una mayor competencia en la educación: significa la abdicación del compromiso del Estado en el fortalecimiento de la nación misma.
Si los pasados 20 años de continuidad neoliberal han llevado a México al sótano en economía y educación, ¿no es tiempo de pensar en otra orientación política para la nación, en una responsabilidad mayor del Estado con el bienestar social? ¿Por qué insistir en el zurcido de parches coyunturales que acrecientan los beneficios de las elites y agravan el atraso de las mayorías? Conviene que la educación superior se vea como una responsabilidad de Estado si el objetivo de la educación es la superación del país mismo y no sólo la preparación de una elite.
Odres nuevos en la política de México: Desde hace más de 20 años ponemos nuestras nuevas y anuales esperanzas en los mismos modelos de políticas económicas que nos han conducido al estancamiento productivo, al empobrecimiento social, al deterioro de los servicios públicos, a privilegios fiscales para las elites financieras pero aumento de impuestos para el ciudadano común. ¿No es esto poner esperanzas nuevas en odres viejos? Se pretende ahora la relección de los miembros de la elite política mexicana. ¿Usted aceptará meter su año nuevo en los odres viejos de estos políticos y relegirlos? ¿No es esto echar vino nuevo en odres viejos? ¿No es tiempo de desear odres nuevos en la política de México?