LADRIDOS A DON JULIO SCHERER

12 abr 2010

Don Julio y su traidor
Miguel Ángel Granados Chapa

MÉXICO, D.F., 12 de abril.- Para frenar un cotejo desproporcionado, mi abuela recitaba una estrofa popular: “¿Cómo quieres comparar/ un charco con una fuente?/ Sale el sol, se seca el charco/ y la fuente es permanente”. En vez de guiarme en este caso por el consejo de doña María de los Ángeles, he preferido atenerme, como lo hago en esta materia inveteradamente, a la arenga musical de León Greco: “si un traidor puede más que unos cuantos/ que esos cuantos no lo olviden fácilmente”.
La materia, acuosa, repulsiva de la que no me olvido se llama Regino Díaz Redondo. Lo traigo a estas páginas –si me poseyera un ánimo tremendista diría que las ensucio con su nombre– por una casualidad: en el breve término de cuatro días aparecieron en revistas mexicanas sendos textos de dos notorios, por razones encontradas, exdirectores de Excélsior. No tienen nada en común, salvo su cercanía en el tiempo, y sólo son citados en un mismo texto, éste, no porque sean comparables sino porque muestran el desarrollo personal y profesional de dos que fueron amigos a lo largo de décadas hasta que uno de ellos traicionó al otro. Por eso esta rencorosa reflexión se titula como se titula.
No necesito referirme con amplitud a la crónica y entrevista que realizó Julio Scherer García a Ismael Zambada, El Mayo, uno de los jefes del narcotráfico más buscado por los gobiernos de México y Estados Unidos. Las leyeron los lectores de Proceso en su número anterior, y es seguro que hayan tenido acceso directo o ecos a la suma de reacciones que la circunstancia en que se realizó el encuentro y el texto mismo suscitó. Dominaron el panorama de la opinión en los medios –abundantes siempre que Scherer sale a la palestra– los comentarios positivos y aun admirativos, como los de José Cárdenas y Ricardo Rocha, y los elogiosos no exentos de crítica como el de Denisse Maerker. Sobresalieron entre los reproches a Scherer los firmados por dos columnistas cotidianos, caracterizados más que por su celo y garra profesional por su ostensible enriquecimiento y por sus vínculos con el poder, sea éste ejercido por el partido que sea. Estos escribidores se dieron el lujo de hacer recomendaciones al fundador de Proceso, con ánimo didáctico que sólo puede ejercer el profesor ante el alumno, relación imposible entre esas partes.
En cambio, del texto de Díaz Redondo nadie se enteró. De no ser por la acuciosidad de Álvaro Cepeda, que todo lo lee, lo digiere (y lo regala) tampoco yo me hubiera impuesto de lo que Álvaro, un abogado convertido en periodista sin abandonar su vocación original, cree que es el debut en la revista Siempre de quien será ahora su compañero de páginas, coincidencia que apesadumbra al escritor obregonense.
Esta es, entonces, la primera aparición pública en México de Díaz Redondo, desde que huyó a España, su lugar de origen, donde ahora reside y ejerce su condición de súbdito de la Corona. Cuando no hace mucho su esposa lo presentó a la televisión, en la osada exhibición pública de su residencia de diez mil metros cuadrados en el barrio “más exclusivo y caro de toda España” según definió el presentador, dijo de él que era “un español que vivía en México”. Y en su texto de marras, al que me asomaré sólo un poco en seguida, él habla de “nuestros “representantes legislativos en Bruselas” y, hasta donde se sabe, no los hay mexicanos en el Parlamento Europeo que, por lo demás, no funciona en la capital de Bélgica sino en Estrasburgo.
Hace unos meses Díaz Redondo publicó un aviso en La Jornada informando de la apertura de un blog donde dará cuenta de lo que piensa. Rigurosamente hablando, entonces, debería ser una página en blanco. Pero como la audacia es junto con la voracidad una de sus principales características –a las que cabe sumar su zafiedad– ha preparado algunos artículos del género de este que ahora me da pie para referirme a su trayecto, durante los años en que usurpó la dirección que arrebató a traición a su amigo Scherer y en los ya casi diez años corridos desde que a su vez fue echado en tardío reconocimiento a su avidez corrupta y su ineptitud.
Su texto en Siempre se titula “La Unión Europea necesita aire fresco”. Pretende ser un análisis político del actual momento de “la Europa de los 27”. Su análisis, si lo hubiera, sería calificable de superficial. Pero prefiero detenerme en su prosa, en su sintaxis, propia de un colegial. No es necesario examinarla. Basta con reproducir algunos párrafos, tomados al azar, pues los dislates abundan en todo el texto y cualquiera que se escoja enseña lo que quiero mostrar, el modo en que lo elude la articulación más elemental, su imposibilidad para hilar a derechas una frase cabal, significativa, con sentido:
“El problema es más grande de lo que se piensa. Ya se están formando grupos de naciones que la integran y que deciden, conforme a sus intereses particulares, la forma de gobernar sin escuchar las aprobadas reglas de la que son la base en la que se recopila casi todo el movimiento de los países” (¿???)
“Por lo pronto, entramos en la etapa del jeroglífico, del laberinto, del no saber por dónde entrar ni por donde salir, de hacer caso a unos y otros y de no tomar decisiones conjuntas más que en asuntos triviales, sin mayor eficacia, envueltos en una parafernalia casi digna de una película de terror” (!!!).
Con eso basta. No es un estilo deteriorado por los años o entumido por la falta de ejercicio. Es el mismo trabajoso modo con que redactaba sus notas, crónicas y reportajes en las publicaciones de la casa Excélsior. Es la misma tentaleante escritura con que presentaba las entrevistas que eran concertadas por la dirección, en tiempos de Scherer, y las que él realizaba cuando usurpó la silla principal de Reforma 18. En estas ocasiones, hay que decirlo, tuvo que admitir que él no sostenía las entrevistas sino la reportera Aurora Berdejo, como reconoció en el libro que reunió varias de ellas, aparecido en 1991 y al que se buscó dar solidez con un prólogo a cuyo relevante autor no menciono para no ruborizarlo hoy.
Como bien se sabe, Díaz Redondo engañó durante años a Scherer fingiéndole una amistad que era envidia escondida y se mostró felonía en cuanto la necesitó el presidente Luis Echeverría. A partir del 8 de julio de 1976 pretendió ser como su antecesor, la cabeza de Excélsior y no pudo serlo ni siquiera de la bazofia en que fue convirtiéndose el diario. Aunque contó con el apoyo gubernamental descarado y entusiasta de los regímenes priistas que sucedieron al de su cómplice, fue imposible detener el deterioro de la cooperativa. Agravó el empobrecimiento periodístico la pauperización financiera de la empresa, pues Díaz Redondo se enriqueció con los recursos que el apalancamiento oficial le prodigó, aprovechamiento que se evidencia hoy en la residencia de marajá desde donde escribe sus papazales.
Fue echado por sus esclavizados compañeros el 20 de octubre de 2000 y desde entonces ha hecho intentos por conservarse en escena. Escribió un pretendido libro, suma de galimatías con lo que llama su verdad, que no alcanza a controvertir la naturaleza de los hechos por los que se montó en la dirección del diario hasta que sus abusos lo derribaron. Pretendió vender la cooperativa a un su paisano, que finalmente se apoderó de sus restos el 23 de enero de 2006 en una operación tan lesiva para los trabajadores, y tan desaseada jurídicamente, que todavía hoy los perjudicados alientan, fundadamente, la esperanza de recuperar su patrimonio. La tragedia generada por Díaz Redondo a lo largo de su usurpación incluyó también una muerte, probablemente un asesinato, el de Juan Manuel Nava, por largo tiempo corresponsal consentido del usurpador, y mensajero a la hora del despojo de sus compañeros entre los defraudadores y los que organizaron el fraude y permanecieron en la empresa privatizada como premio a su desvergüenza.
La de Regino es mayor. En su página pretende ostentarse como gran periodista, multipremiado, retirado por voluntad propia de un oficio al que vuelve de tanto en tanto para alivio de las tensiones de quienes no comprenden como él las tribulaciones del mundo y para alumbrar a los necesitados de luz. También ha pretendido defender una reputación de que carece, por lo cual ha recibido la respuesta judicial correspondiente. Me demandó civilmente por daño moral por mi descripción, que no juicio de sus modos de ser y deshacer, y en primera y segunda instancia los tribunales le dieron un portazo en la cara. Supongo que no se dará por vencido y lo intentará de nuevo. Y acaso estas líneas den pábulo a su pretensión.
El mensaje de El Mayo
Jorge Carrasco Araizaga
MÉXICO, D.F., 10 de abril (Apro).- Ismael El Mayo Zambada ya movió su pieza. Ahora le corresponde al gobierno de Felipe Calderón y a las autoridades estadunidenses responder al movimiento.
Lo detienen y lo extraditan a Estados Unidos o el principal estratega del cártel de Sinaloa los sigue tomando por sorpresa y dejándolos en ridículo y bajo sospecha.
Una alternativa es que les sirva para estabilizar el mercado de las drogas, como pieza clave en la regulación de los enfermizos niveles de violencia que padece el país a causa del narcotráfico.
Pasado el impacto del encuentro que El Mayo decidió tener con el fundador de Proceso, Julio Scherer García, el juego de la persecución no puede ser el mismo.
Más que lanzar un reto, El Mayo se dirigió tanto a Calderón como al gobierno de Estados Unidos.
Su objetivo: negociar con la justicia estadunidense no sólo su proceso penal sino el de su hijo, Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, quien ya es procesado en la corte federal de Columbia, en Washington, por tráfico de cocaína.
A cambio, facilitarle a Calderón su "guerra contra el narcotráfico" apaciguando la violencia con miras a la elección de 2012.
La alianza que opera desde el año pasado entre el cártel de Sinaloa, el cártel del Golfo y La Familia Michoacana, llamada La Nueva Federación, tiene el propósito de reducir a Los Zetas, al cártel de Juárez y la organización de los hermanos Beltrán Leyva.
No será fácil, dada la capacidad y entrenamiento de Los Zetas, el grupo creado por desertores de élite del Ejército mexicano. La violencia en Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo León, Durango, Sinaloa, Morelos, Guerrero y ahora Sonora son la expresión de este enfrentamiento.
El propósito de la Nueva Federación es convertirse en un mega cártel que controle el negocio de las drogas ilegales en México y con ello reducir la violencia.
En ese escenario, Calderón llegaría al fin de su sexenio con una configuración más estable del narcotráfico en el país, con la capitalización política que ello implica, como lo demostró la experiencia de su alter ego, el presidente colombiano Álvaro Uribe.
En ese escenario, Estados Unidos también lograría sus objetivos: estabilizar el mercado ilegal de la droga, reducir la violencia en su frontera con México y garantizar el millonario flujo de dinero entre los dos países sin un costo tan alto en muertes.
Esas ganancias se sumarían a lo que ya ha logrado de Calderón: la operación discrecional y permanente en México, el control de la información sobre la operación de los cárteles y el alineamiento de las Fuerzas Armadas mexicanas a sus metas en materia de seguridad fronteriza.
En el caso de El Mayo, Estados Unidos podría llegar a un acuerdo millonario con él y su hijo para reducirles la pena. Con Javier Arellano Félix, El Tigrillo, del cártel de Tijuana, y Osiel Cárdenas, del cártel del Golfo, ya lo hizo. De los dos obtuvo cien millones de dólares.
Llegar a ese escenario no será tan simple. Falta saber lo que digan Los Zetas y sus protectores políticos y militares.

Astillero
Renaut H1N1.Referendo extraoficial. Demostrado conteo falso. Más miedo para controlar
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
Fue una especie de referendo extraoficial que hizo visible el alto grado de desconfianza (no partidista ni necesariamente ideologizado, mucho menos organizado) que muchos ciudadanos tienen respecto de los actos de gobierno. Aun si se dieran por buenas las cuestionables cifras oficiales del Renaut, debería ser cívicamente muy preocupante para el aparato institucional que (cuando menos) un 30 por ciento de quienes debían cumplir un requisito sencillo, y normalmente aceptable, se hubieran rehusado, lo hubieran desdeñado o hubieran estado en condiciones de precariedad tecnológica inhabilitante. En el fondo, lo que queda muy claro es que un segmento numeroso de mexicanos desconfía en absoluto de sus autoridades, de los procedimientos que establecen y de la finalidad real que puedan tener los insistentes afanes por imponer trámites de control y hacerse de listas de datos ciudadanos.
Fue en varios campos que lo institucional perdió la batalla. Desde luego, en la credibilidad, pues demostrado fue lo que una semana atrás aquí se reveló: que el contador de registro de usuarios que mostraba la página de Cofetel era una soberana tomadura de pelo en función de que pretendía dar fe del flujo de anotaciones al Renaut pero no lo hacía a partir de una conexión con una base de datos, sino de una programación simple que segundo tras segundo agregaba un presunto nuevo registro. Ante las varias formas técnicas de comprobación de esa mentira que aquí se difundieron, los funcionarios del Renaut aceptaron que no había base de datos, que la estimación era meramente demostrativa y que, en todo caso, ese conteo trataba de ilustrar los datos que sin base tecnológica firme les suministraba la Secretaría de Gobernación. ¿Cómo confiar en el Renaut si mentía en ese rubro elemental? ¿Cómo creer los reportes de avances en el conteo que diariamente daban diversos medios de comunicación apegados a los boletines de prensa como si fueran verdad, aun cuando ya había quedado oficialmente esclarecido que no tenían ningún sustento válido? ¿Son verdaderos los datos finales, o con ese mismo ánimo propagandístico ilustrativo fueron inflados para aparentar avances? ¿Cuántas fueron realmente las personas que registraron su celular? ¿Fue menos de la mitad del padrón de usuarios?
Tan fuerte fue el rechazo ciudadano al Renaut, que se recurrió a la leva desde gerencias empresariales y concesionarios que anotaron sin consulta a ciudadanos remisos. Varios casos se conocieron, sobre todo a partir de las redes sociales, de usuarios que sin haber hecho trámites por sí mismos recibieron el mensaje de que habían quedado inexplicablemente inscritos. La cereza del pastel de las improvisaciones y la incoherencia se produjo a la hora de cumplirse el ultimátum tan anunciado, pues en una forma de autorización oficiosa se estableció una prórroga difusa para que, siempre amenazados con el corte de servicio (ahora mediante avisos en el propio teléfono, advirtiendo la obligación incumplida antes de dar paso a esas llamadas condicionadas), los no anotados y las empresas en riesgo de grandes pérdidas aprovecharan la última franja de tolerancia, antes de que, según eso, caiga la guillotina tecnológica sobre decenas de millones de aparatos de telefonía móvil.
La intimidación colectiva a partir de propósitos que en principio son generosos o positivos hace recordar la acometida de aislamiento, confusión, miedo y engaño que el calderonismo practicó mediante la exageración de los riesgos de lo que acabó denominándose A/H1N1. Un año atrás pudo haber parecido viable el proceso de toma de datos de usuarios de celulares, para inhibir su manejo como instrumento de trabajo de secuestradores y extorsionadores, cuando el desbordamiento de la fuerza del narcotráfico no había llegado a los niveles actuales, en que comandos toman calles, carreteras y pueblos enteros y en que la incapacidad del gobierno federal ha abierto las puertas al intervencionismo gringo descarado. Pero hoy, ante un escenario peor, con evidencias crecientes de la poderosa infiltración de esa delincuencia organizada en los diversos niveles de los gobiernos desorganizados, elaborar una base de datos de usuarios de teléfonos móviles es una forma de facilitar el trabajo de los delincuentes explícitos y una tentación de obtener ganancias importantes mediante la venta subrepticia de esos padrones a empresas comerciales (de por sí, actualmente hay un acoso telefónico constante e impune) e incluso de añadir ingredientes hildebrándicos a los guisos de fraude electoral que desde ahora prepara una administración belicosa que cree necesario prolongar su estancia en el poder por vías naturales o forzadas, por medio de una continuidad física del héroe necesario o de alternativas como la que sigue tratando de construir Genaro García Luna, recién investido como todopoderoso de esa guerra que no es carente de sentido sino todo lo contrario: tiene un gran sentido de continuismo transexenal.
Movida nuevamente por el miedo (celular, en este caso), colocada otra vez frente a la evidencia de que no hay racionalidad en la putrefacta clase dirigente del país, la sociedad mexicana vive en el carrusel de las manipulaciones, apenas remontados los primeros capítulos de la telenovela de alta sociedad que mantiene a muchos preguntándose si será posible que el cuerpo de una menor haya podido pasar desapercibido a tantos policías, peritos y familiares como para pedir la intervención imperial de los expertos del FBI, con marchas de protesta breves y aligeradas como la que ayer realizó una parte de la comunidad del Tec, con leves explosiones oportunas en el consulado gringo de Nuevo Laredo (el mayor daño fue la rotura de algunos cristales), con Betty Paredes diciendo en Oaxaca que la alianza gabinista le hace los mandados a la aplanadora de manos ensangrentadas de Ulises, y con ciudadanos polacos llorando la muerte de su presidente. ¡Hasta mañana, oyendo a Vázquez Mota irse legionariamente duro (delincuente y promotor de la muerte) a Maciel pasado!