¿EXISTE EL PAIS?

18 may 2010

¿Hacia una autopsia nacional?
MARCO RASCÓN
El país no está hospitalizado ni en urgencias: se encuentra en el forense. Nos mienten cuando nos proponen medicinas o curas y sólo quisiéramos saber qué causas han matado a la nación; si fueron los intereses minoritarios, los monopolios, las políticas fiscales, la violencia oculta tras el paramilitarismo gubernamental, la partidocracia; si ha sido envenenamiento por entreguismo, por injusticia, por frustración, ineptitud o demagogia generalizada.
¿Quién mató al país? ¿Cómo lo hizo? ¿Quién levantará el testimonio de las heridas profundas, como la gran pobreza social y la descomposición de las conciencias? ¿Fue el puñal oxidado del viejo régimen o la bala moderna de los que ahora gobiernan? ¿Alguien podrá señalarnos que el bicentenario y el centenario no es un festejo, sino es funeral?
Se cree que el país está vivo porque lo mueven los gusanos. Los olores de la descomposición están por todas partes y hay un llanto seco para cada tema, cada caso, cada versión de violencia, robos al erario, ineptitud legislativa, discursos presidenciales, boletines oficiales y falta de alternativas. Con todas las tribunas, discursos y noticias se podría hacer un gran panteón donde se izara un paño negro en vez de la bandera tricolor, el águila y la serpiente.
¡La Constitución ha muerto!, dijeron hace cien años los magonistas, y el país resurgió de entre sus facciones, fraudes y tragedias. Hoy, el país sólo resurge los domingos, porque la clase política, los legisladores y los funcionarios no trabajan ese día. ¿Cómo resurgirá el país, tras esta muerte de la nación?
El caso de Diego Fernández de Cevallos ha abierto una nueva etapa: se han cruzado ya, de manera franca, la violencia sin adjetivos con la violencia política. Lo que asomaba hoy se hace presente más allá de cualquier versión oficial o desenlace.
El atentado llega, certero, en medio de las divisiones de los panistas, la perspectiva de carro completo de los priístas, el naufragio aliancista y sus múltiples precandidatos de fantasía, agudizando todas las percepciones. ¿Es Fernández de Cevallos rehén del crimen organizado? ¿Fue El Chapo o El Mayo Zambada en una nueva etapa politizada y con un alto sentido de la oportunidad antes de las elecciones estatales de julio? ¿Son el resultado de las versiones recientes de Alfonso Navarrete Prida, ahora diputado de Enrique Peña Nieto, sobre la narcoguerrilla? ¿Cuál es el mensaje de fondo y de quién para quiénes?
Más que la percepción ciudadana, la vulnerabilidad gubernamental es asombrosa gracias al desgaste de la credibilidad y al desparpajo de la administración de justicia en todos los niveles. Cualquier escenario tiene hoy amplias repercusiones sobre la gobernabilidad del país y, en el atentado a Diego Fernández de Cevallos, un desenlace corto o uno largo es parte ya de un hecho político, independientemente de los objetivos que se hayan propuesto los secuestradores.
La opinión pública pasará de investigar el caso Paulette, llevado al secreto luego de haberlo ventilado a los cuatro vientos, a ser el investigador colectivo de lo que se esconde sobre la desaparición-secuestro de Diego Fernández de Cevallos, hombre emblemático de la derecha mexicana.
Esto tiene como base los antecedentes de Diego no sólo como político, legislador y litigante, sino como representante de una disidencia frente al gobierno actual de Felipe Calderón, sumido en el pragmatismo. Hay que recordar que en el Partido Acción Nacional, a lo largo de estos 22 años, todas sus facciones han sucumbido al pragmatismo, desde la misma que encabezó Fernández de Cevallos en 1988 junto a Luis H. Álvarez en favor de Carlos Salinas; luego la de 1994, cuando se tiró al piso tras ganar el debate y desaparecer de la campaña para dar su lugar a Ernesto Zedillo; siguiendo con la de Vicente Fox que, tras anunciar la expulsión del PRI de los Pinos, terminó pactando con él. Felipe Calderón, entonces crítico, disidente y desobediente, cambió también la ortodoxia por los arreglos que no lo han hecho fuerte, sino vulnerable.
Hoy nuevamente el rumor tendrá más fuerza que las versiones oficiales; todo el país sin duda desarrollará su fantasía sobre las implicaciones de esta nueva vuelta de tuerca a la confusa situación nacional y el imaginario colectivo.
Asusta también que, mientras Felipe Calderón calificó su ofensiva de guerra contra el crimen organizado, uno de los principales jefes de ese ejército albiazul con verde olivo anduviera solo como simple ciudadano, a manera de deslinde, sin responsabilizarse de lo que él mismo representaba como objetivo. Hoy se puede ver claro, lo que no vieron los propios aparatos de inteligencia gubernamental, y se desprende de la subestimación de la que fue calificada de ridícula minoría por el mismo Calderón.
Con este caso queda claro que la violencia avanza hacia todas las esferas de la sociedad y alcanza a la clase política. Lo grave es que, de nuevo, no sabremos nada y todo acabará en el mismo molino de mentiras.
Diego Fernández, en esta coyuntura, será todo, menos un desaparecido.

Diego, sembrador de odios
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 17 de mayo (apro).- Diego Fernández de Cevallos agradeció siempre a Luis H. Álvarez haberlo rehabilitado como miembro del Partido Acción Nacional (PAN), al cabo de una década de alejamiento, para hacer mancuerna con él en la legitimación de Carlos Salinas y ascender a la cumbre de la política y los negocios.
Presidente del PAN durante el salinato, Álvarez deja ver su culpa al respecto en su libro de memorias Medio siglo. Andanzas de un político a favor de la democracia y pone bajo sospecha a Fernández de Cevallos, en un pasaje que sigue a la revelación de que Salinas lo quiso cooptar con dinero.
“Oiga, don Luis, usted me reinventó. Si no es por usted, yo no hubiera regresado al PAN”. Y entonces le dije: “Pues no sé si la patria algún día me lo vaya a reclamar”. Se me quedó viendo y luego se rió.
Álvarez, miembro de la alta burocracia desde el 2000, no explica por qué muestra ese arrepentimiento sobre Fernández de Cevallos, pero lo responsabiliza de ser el promotor principal de la quema de las boletas de la elección de 1988, que denomina “un detalle menor pero simbólico”.
Cuenta: Diego fue quien me planteó la iniciativa bajo el argumento de que ya de nada servían, dado que habían estado a disposición de cuanta persona las quiso consultar. Accedí a su solicitud; sin embargo, hoy me arrepiento de ello porque esas boletas merecieron nuestra gran crítica tres años antes.
En realidad ese “detalle menor pero simbólico”, como denomina Álvarez a la quema de los documentos de la elección de 1988, significó no sólo la convalidación del fraude y la legitimación de Salinas, sino la instauración del cogobierno PRI-PAN que con Felipe Calderón cumple casi un cuarto de siglo.
En ese sentido, Fernández de Cevallos, alias El Jefe, no es sólo clave en el proceso de transición política de México, sino que encarna él mismo las características del sistema político en que ha degenerado esa transición: Corrupción, ilegalidad, influyentismo, impunidad…
La biografía de Fernández de Cevallos, que embelesa a un sector de la derecha y a quienes se benefician del modelo que personifica, está colmada de truculencias, ilegalidades, abusos, mentiras, todo sin castigo, que lo han hecho dueño de una inmensa fortuna.
El vasto operativo multigubernamental que se activó para su búsqueda representa el tamaño de su poder, pero también su vulnerabilidad, particularmente cuando tres de sus personeros están a cargo de instituciones anticrimen: Fernando Gómez Mont, en la secretaría de Gobernación; Arturo Chávez, en la Procuraduría General de la República, y Juan Miguel Alcántara Soria, en la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Y es que el sistema vigente opera casi bajo la lógica de la mafia, integrado por una gruesa nata de políticos coludidos con intereses económicos y criminales que se han colocado por encima de la sociedad.
Las pruebas más recientes de esta degeneración política las ofrece el propio partido en que milita Fernández de Cevallos, el PAN, con motivo de las elecciones en Yucatán, donde el gobierno estatal priista “operó una sofisticada elección de Estado”, particularmente en Mérida.
El PAN acusa “derroche del PRI en sus campañas”; “hostigamiento y seguimiento” de su candidata, Beatriz Zavala, y su equipo de campaña”; “uso ilegal de las instituciones y la fuerza pública por parte de la gobernadora para proteger sistemáticamente a quienes destruían nuestra propaganda electoral, agrediendo incluso a legisladores, fabricando expedientes falsos y ejerciendo la tortura de gente inocente para involucrar a panistas”.
Más aún, el PAN condena la parcialidad del órgano electoral “y, en particular, la pública complicidad de su presidente, Fernando Bolio Vales, con la estrategia mediática y operativa del PRI”, entre otras acciones para adulterar la voluntad popular.
Pero esto se replica, con diferentes intensidades, en los otros 14 estados donde están en curso procesos electorales. Hay entidades donde la contienda es entre “mapaches” y “tejones”, cuyos ganadores serán los que neutralicen las ilegalidades de sus contrapartes.
¿Quién puede frenar las acciones ilegales de los gobernadores y, en general, de cualquier autoridad a favor de un partido político? Más aún, ¿qué autoridades podrán inhibir las conductas de los criminales en las elecciones?
El asesinato del candidato del PAN en Valle Hermoso, Tamaulipas, Mario Guajardo, las amenazas a otros contendientes en ese y otros estados, pero sobre todo la postulación de criminales a cargos de elección y la violencia que no cesa, pese a las proclamas gubernamentales, demuestran que el Estado ya no es funcional para neutralizar estas conductas auspiciadas por la impunidad.
Por eso, justamente, Fernández de Cevallos está desaparecido desde la noche del viernes 14 y por eso este acontecimiento da en la línea de flotación del gobierno de Calderón, con independencia de quienes sean los autores del crimen.
Las propias líneas de investigación de las autoridades demuestran que el móvil puede ser político, pasional, de dinero y de narcotráfico, con el que también hizo negocios. En todos esos ámbitos, a los largo de un cuarto de siglo, Fernández de Cevallos sembró muchos odios.
Llama la atención que Calderón, que ha mostrado un semblante desencajado desde que supo de la desaparición, y le envíe a Fernández de Cevallos un mensaje para decirle que sus hijos muestran “una enorme entereza y una gran valentía”.
Es un lenguaje funerario...

Pero, qué necios
PEDRO MIGUEL
Ahí tienen su tesorito de aguas profundas: un embarrón de chapopote creciente y ya kilométrico, causado por dos de esos buitres transnacionales a los que ustedes querían entregarles, en forma legal, el subsuelo marino del país: British Petroleum y Transocean. Las poseedoras de esa tecnología de punta que, según Felipe Calderón, Georgina Kessel y Jesús Reyes Heroles, nos permitiría llegar hasta nuestro tesoro, han provocado una catástrofe de récord Guiness en el norte del Golfo de México.
Si el sector más lúcido de la sociedad no se hubiera plantado en las calles para impedir que el Senado de la República aprobara en sesión de trámite el engendro de reforma legal presentado por Los Pinos en abril de 2008, hoy podríamos tener un derrame semejante frente a las costas de Veracruz y Tamaulipas, y ustedes, según su costumbre, estarían minimizando el problema: nos dirían –ese es su estilo– que todo está bajo control y los delfines capeados en petróleo son indicio de que vamos ganando la lucha contra la fuga.
Luz y Fuerza del Centro (LFC) no era una maravilla, pero funcionaba razonablemente bien y mantenía alumbrado el centro del país. Ustedes sabían que la Comisión Federal de Electricidad carece de la capacidad requerida para manejar la red de distribución eléctrica en la zona. ¡Ah!, pero querían acabar con el Sindicato Mexicano de Electricistas y de paso les venía bien destruir a LFC para entregar a los compinches de ustedes, en graciosa concesión, la red de fibra óptica, los negocios de mantenimiento, el filón de los medidores con sistema de prepago; por añadidura, la oportunidad la pintaban calva para crear un problema mayúsculo en la capital –sin electricidad no hay abasto de agua potable ni semáforos ni drenaje ni puestos de trabajo ni carnicerías ni fotocopias ni dentistas ni declaraciones de impuestos– y atribuírselo a la administración de Ebrard. No paran ahí: cuando las instalaciones huérfanas empiezan a colapsar, ustedes lanzan una insinuación penal contra los electricistas en resistencia. Y todavía creen que no socavan la gobernabilidad.
Se les advirtió, con muchos meses de anticipación, que la crisis mundial venía, y se les exhortó a actuar con rapidez y sentido nacional para proteger a la población. Ustedes se dijeron entusiasmados frente al catarrito; no movieron un dedo durante meses, y cuando por fin se dignaron a darse cuenta de la magnitud del quebranto, endosaron el costo a la mayoría y mantuvieron una política fiscal que premia a los grandes evasores y favorece a las empresas de mil millones para arriba. Pero ustedes son muy fregones y piensan que no pasa nada.
Y antes, mucho antes, desde que en pleno salinato ustedes, priístas y panistas, empezaron a destruir el país mediante un modelo económico con tren de aterrizaje bipartidista, se les advirtió que acabarían causando desintegración, pérdida de valores, violencia en todos los ámbitos. Pero querían transferir a sus chequeras y a las de sus socios filones enteros del país y no hicieron caso: saquearon a gusto, actuaron sin ningún recato como dueños del poder público y como litigantes privados contra ese mismo poder, como funcionarios electos y como consejeros delegados; usaron las instituciones no para beneficio de la nación sino para enriquecerse, encubrirse y agredir a los disidentes del sistema. Se les dijo que si querían restaurar la autoridad de la ley, debían abstenerse de hacer o mantener alianzas –estratégicas o coyunturales– con delincuentes, pero la ilegitimidad es canija, y mucho, el dinero que está en juego. Y en esas siguieron. Es que ustedes no se equivocan nunca.
Luego se les dijo que la delincuencia es el síntoma y no la enfermedad y no era conveniente ni útil lanzar la artillería del Estado contra las casas de seguridad de los grupos criminales. Ahora, alguna de las violencias que se nutren de la descomposición ha afectado a uno al que Manlio Fabio Beltrones llama hombre clave para la gobernabilidad democrática. Esa gobernabilidad democrática es y ha sido, en realidad, un aparato de intereses y complicidades antinacionales que articula a la mayor parte de la clase política, al gran empresariado voraz y a estamentos mafiosos que empiezan en lo financiero y acaban (es inevitable) en una delincuencia organizada mucho más brutal y primitiva que la que operó las privatizaciones, aprobó el Fobaproa y limpió la escena del crimen de dos fraudes electorales. Y sí: Diego Fernández de Cevallos ha sido un hombre clave en la construcción de ese engendro. Ojalá que aparezca pronto, vivo e indemne.