LA DESCOMPOSICION POLITICA

19 may 2010

Diego y los medios, El Jefe es el mensaje
Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 18 de mayo (apro).- El sábado 15 de mayo, a las 14:16 horas, unas cuantas líneas escritas por Manuel Espino, exdirigente nacional del PAN, incendió la pradera informativa y determinó lo que ya se ha convertido en un enredo de altas dimensiones y que amenaza, como ningún otro caso, la “imagen” del gobierno de Felipe Calderón y la relación ambigua con los medios oficiosos, en especial con Televisa.
“Hay mucho rumor sobre la desaparición del Jefe Diego, me dicen que está muerto y el cuerpo en el campo militar de Querétaro. Muy lamentable!”, esas fueron las palabras de Espino que se difundieron en la red social de Twitter.
Una hora antes, un portal informativo de Querétaro dio la primera versión sobre la desaparición del excandidato presidencial de 1994. A las 13:44 horas, la versión on line del periódico Reforma difundió un reporte insistiendo en la “desaparición” de Fernández de Cevallos, pero induciendo la versión hacia el secuestro. La nota advirtió que “fuentes de la delegación de la PGR en Querétaro” confirmaron que Diego “fue privado de su libertad” y que su camioneta fue hallada en el municipio de Pedro Escobedo.
A partir de ese momento, el enredo creció en los medios porque estaban tres versiones en juego: ejecución, desaparición o secuestro. Ninguna autoridad asumió la versión oficial en las primeras horas claves del suceso.
La Procuraduría General de la República emitió tres comunicados que no aclaraban nada. Simplemente todo el aparato oficial de Los Pinos se orientó a desmentir la versión difundida por Manuel Espino en Twitter y relanzada a todas las redes sociales y versiones online de los periódicos. El propio Espino se desdijo y lamentó su compulsión twittera, pero el daño ya estaba hecho.
Si se quería aminorar el impacto de una situación dudosa, el gobierno federal consintió –y quizá ordenó– que de manera extraordinaria se difundiera un segmento de “Ultimas Noticias”, el sábado a las 22 horas, en el canal 2 de Televisa, el de mayor audiencia en toda la pantalla de televisión abierta. El reporte sólo tuvo un tema: Diego Fernández de Cevallos.
La información confirmaba la desaparición física del dirigente panista, mostró imágenes del rancho La Cabaña, desplegó los tres boletines de la PGR y desmintió, sin citar la fuente, las versiones que habían proliferado sobre su posible ejecución y que su cuerpo se encontrara en el campo militar de Querétaro.
La transmisión especial informativa despertó los focos rojos en todos los ámbitos políticos e informativos. ¿Por qué la desaparición de Fernández de Cevallos mereció un tratamiento extraordinario, aun cuando ningún vocero oficial asumía una versión clara de los sucesos?
Desde ese momento, el Jefe Diego se convirtió en el mensaje. Queriendo minimizar el impacto sobre su gobierno, la administración de Calderón acabó sobredimensionando las versiones sobre la desaparición o secuestro del excandidato presidencial y, lo peor, se enredó a tal grado que el caso ensombreció la visita del primer mandatario a España.
Sin que la PGR lo hubiera confirmado, Felipe Calderón afirmó en Santander que la desaparición de Diego se trataba de un “secuestro” y, por si fuera poco, teorizó sobre los riesgos de “colombianización” en México.
El propio presidente español José Luis Rodríguez Zapatero siguió la línea de argumentación de su homólogo mexicano y afirmó:
“Sé que es un amigo y un hombre de gran importancia, de gran relevancia política en México. Deseamos su pronta liberación. Condenamos la criminalidad, condenamos los secuestros y estamos siempre muy cerca de México y de su presidente en esa lucha ejemplar que está llevando a cabo”.
Con estas palabras, la desaparición de Fernández de Cevallos se convirtió en un asunto de Estado. El futuro del Jefe Diego transformó desde ese momento el futuro inmediato del gobierno de Calderón. El mensaje indirecto es muy claro para la percepción pública: el político vivo más poderoso del PAN determinará el propio éxito o fracaso del aparato gubernamental que ve la amenaza de la “colombianización”.
Por eso el caso del Jefe Diego ha ocupado las primeras planas de todos los medios impresos desde el domingo 16 de mayo y, por eso, los medios electrónicos y cibernéticos han reflejado una ansiedad informativa que oscila entre la conmoción, las especulaciones y no pocas muestras de crítica hacia la figura pública de Fernández de Cevallos.
Desde la noche del lunes 17 de mayo, el gobierno federal pretende aminorar la bola de nieve del Jefe Diego. Y Televisa fue el primer medio de comunicación que anunció una extraña autocensura argumentando el “respeto a la familia” y el “respeto a su vida”.
El comunicado que leyó en su emisión nocturna Joaquín López Dóriga y oficializó Televisa en su portal www.esmas.com tiene un segundo párrafo que alienta más las especulaciones:
“Es una decisión de anteponer la vida de Fernández de Cevallos en el ejercicio periodístico. No ha sido una decisión fácil, pero es una decisión firme”.
Este comunicado vuelve a poner el tema de la muerte del excandidato presidencial como el asunto más preocupante. Y Televisa justifica su doble condición como ministerio de Información oficial y, al mismo tiempo, como medio informativo con la última frase: “no ha sido una decisión fácil, pero es una decisión firme”.
Ciro Gómez Leyva, director de Milenio TV, cuyo noticiario se ha convertido en clave para la difusión de la agenda informativa del gobierno federal, sugiere en su columna La Historia en Breve, publicada este martes 18 en Milenio Diario, que la orden de no volver a tratar el tema provino de las autoridades y no de los familiares.
“Dudo, sin embargo, que el gobierno federal y el de Querétaro resistan 48 horas más la presión de quienes pedimos notas, notas. Lo dudo, a pesar de que tienen un argumento irrebatible: la delicadeza del caso impone el silencio”, escribe Gómez Leyva en su artículo titulado “Tragarse la Información del Jefe Diego”.
Por supuesto, el silencio no se impone por decreto. Aun cuando algunos medios masivos decidan reorientar la información con el caso Paulette (el gobernador Enrique Peña Nieto ya anunció, como si se tratara de una función de circo, que, ahora sí, su procurador Bazbaz va a dar el desenlace del reality judicial) y justificar la autocensura por “respeto a la familia” de Fernández de Cevallos, lo cierto es que el Jefe Diego se ha convertido en el mensaje, el síntoma y el termómetro principal de una atmósfera de descomposición política muy preocupante.

La puta casta
Javier Sicilia
MÉXICO, D.F., 18 de mayo.- La Iglesia me duele tanto que hasta ahora me había prohibido escribir sobre su escándalo. Pero guardar silencio cuando se tiene una presencia pública es otorgar, y yo ya no quiero otorgar nada. Así que hablaré de ella, como sólo puede hablarse de lo que se ama profundamente en su imperfección: de manera dolorosa.
Es evidente que en su condición de cosa social, de institución, la Iglesia es –como lo señala una parte de la antigua fórmula que la define– una meretrix, una puta, y como tal ha sido la madre de las instituciones modernas: nada la distingue –a no ser que ella, desde su reconocimiento por el imperio romano en el siglo VI, fue la primera– de su hijo bastardo: el Estado y sus instituciones; nada distingue, en consecuencia –a no ser también que sus clérigos antecedieron a las clerecías políticas y profesionales que se forman en los partidos y en las universidades–, a sus clérigos, como Marcial Maciel, Norberto Rivera u Onésimo Cepeda, de políticos como Mario Marín, Ulises Ruiz y los encubridores de su partido; nada tampoco distingue la manera en que el cardenal Sodano defendió en la ceremonia del Viernes Santo a Benedicto XVI –“las 3 mil diócesis, los 400 mil sacerdotes estamos contigo”– de la política “del montón” con la que los partidos suelen defender a sus líderes cuando son atacados.
El rostro social de la Iglesia es, como digo, el modelo de las instituciones modernas de la laicidad, tan prostituidas como ella. Lo que, sin embargo, la hace aún más odiosa –de allí la dureza de los ataques– es que ha traicionado lo que siempre ha defendido: no sólo la más alta norma moral de Occidente, sino su rostro más acabado, la caridad. Dura hacia afuera, como los saduceos de la época de Jesús –sus posiciones frente al condón, el aborto, los matrimonios fracasados, las mujeres y los homosexuales–, ha sido laxa e hipócrita hacia adentro –encubrimientos, simulaciones, corrupciones, pactos con los poderes de los Estados y de la economía, perdones obtenidos con los dientes apretados, complicidades y faltas a la caridad–. La injusticia de su hipocresía ha sido tan atroz que nada en el orden de lo humano puede colmar el dolor y el escándalo que ha causado.
Sin embargo, hay en esa antigua fórmula que cité y que la define con la exactitud de la metáfora, otra condición que su rostro social debe atender para verdaderamente purificarse. Su condición de casta, que nace de la apertura a su Señor.
La Iglesia, no como cosa social, sino como realidad espiritual, se hace no por ella misma, como lo pretende parte de la jerarquía, sino por la gracia de su Señor (hay que recordar el poema 16 de Ezequiel). Ese Señor que la rescata no es, contra lo que piensa, un Sodano, un Norberto o un Onésimo, el rostro del César que tiene que movilizar a sus huestes para defenderse de su degradación, sino el del Cristo pobre y sometido a la intramundanidad. Ese Cristo –que, como una profecía cumplida, dijo: “Cuídense de la levadura de los fariseos. Nada hay encubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue. Porque lo que digan de noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en las bodegas se proclamará desde las azoteas” (Lucas 12, 1.2)– asumió todo el mal y, pobre, con la cruz a cuestas, se sometió al poder de los hombres. Ese Cristo no defendió nada. Asumió, en la pobreza de su caridad, todo el mal frente a la mundanidad de los poderes.
Lo que, por lo tanto, estamos esperando los católicos, que sólo desde allí amamos dolorosamente nuestro cuerpo prostituido, son signos de la presencia de ese Cristo. No nos basta que Benedicto XVI, quien eligió el ambiguo y lento camino de las reformas institucionales, vaya, arropado por el “montón” católico convocado por Sodano, a pedir perdón a las víctimas de país en país –ese gesto no lo distingue de lo que podría hacer cualquier hombre de institución–. Nos gustaría verlo –asumiendo uno de sus mayores epítetos: “el siervo de los siervos de Dios”– con la pobre y desgarrada túnica de Cristo, reuniendo a las víctimas en San Pedro, haciendo una misa de perdón y reconciliación y caminando con ellas hasta la plaza pública con el único testimonio de su pobreza y de su caridad. Nos gustaría ver a Norberto –que no dejó de encubrir a Maciel– y a una buena parte de la Legión haciendo lo mismo, y, después de renunciar, en el caso de Norberto, a su cardenalato, y, en el de los legionarios, a sus prerrogativas, caminar hacia un monasterio y someterse al rigor de esa vida. Nos gustaría ver en ellos el signo de Cristo y no el del César que se protege de sus miserias; ese signo que, en medio del cuerpo prostituido de la Iglesia, se hace presente en cada sacerdote, en cada monja(e), en cada laico(a), en cada no creyente que, renunciando al poder, sin encubrir sus miserias, está, con el perdón en los labios, en la cabecera de los agonizantes y de los despreciados, de las víctimas y de los olvidados del mundo; en cada hombre que, sabiéndolo o no, da testimonio, en el amor, la verdad y la humildad, de la dignidad de lo humano y de aquello que, por encima de los poderes del mundo y sus hipocresías, lo sobrepasa y hace posible la castidad que nunca nos pertenece por nosotros mismos. Sólo desde allí la Iglesia visible volverá a ser levadura.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.

Astillero
Autocensura
Fibras oscuras
Ganancias hispanas
EU y fuero militar
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
Televisa ha anunciado la insólita decisión editorial de guardar silencio ante un hecho que ha sido mencionado oficialmente cuando menos en dos escenarios internacionales, correspondientes a la gira en curso de Felipe Calderón, que fue vigorosamente dada a conocer en su primer día por las instancias oficiales de investigación policiaca, que sigue cubriendo sin candados la misma agencia informativa del Estado mexicano, Notimex, y que, sobre todo, contiene tal cantidad de ingredientes, variables y retorcimientos relacionados con el interés público que dejar de hablar de ese hecho sólo favorecería la explícita intención del gobierno calderonista de acallar rumores que esencialmente han sido prohijados por la pésima política de comunicación social de la administración federal y por el inocultable número de casos criminales manipulados, trampeados y dejados en la impunidad por esas autoridades que ahora dan una vuelta más a la tuerca del control social implantando un toque de queda informativo en la principal fuente de acceso popular a la información.
El oportuno silencio de Televisa coincide con la declaratoria de esa empresa y otras dos, Telefónica y Megacable, como unificados competidores únicos en el proceso de licitación de fibra oscura perteneciente a la Comisión Federal de Electricidad, el suculento negocio para cuyas adjudicaciones a voluntad estorban entes críticos, como el Sindicato Mexicano de Electricistas, cuya materia de trabajo en Luz y Fuerza del Centro forma parte del amplio banquete de negocios por privatizar que se han servido algunos empresarios consentidos y los funcionarios de mano dura. La alianza del calderonismo con Televisa es tan evidente y marcada que el grupo empresarial de Ricardo Salinas Pliego se ha inconformado con esa declaratoria de candidatura única a la adquisición de los tramos de fibra óptica no utilizados hasta ahora y por eso llamados oscuros, diciendo ese grupo, del que forma parte Televisión Azteca, que lo hecho hasta ahora por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en cuanto a las subastas de fibra oscura y la de espectro radioeléctrico en las frecuencias de 1.7 y 1.9 gigahercios (Ghz) en realidad son asignaciones directas disfrazadas de licitación.
Respecto al oscuro motivo del deseo de autocensura, es decir, al secuestro de Diego Fernández de Cevallos, nada relevante sucedió ayer que no fueran la cascada de declaraciones políticas previsibles y el reumático moverse del aparato burocrático nacional de policías que aparentan investigar lo que bien saben tendrá un desenlace ajeno a sus esfuerzos de a pie. Sigue sin precisión oficial, por ejemplo, el tema relacionado con la presunta detención de Ignacio Coronel Villarreal, el importante compañero de andanzas empresariales de Joaquín Guzmán, El Chapo. Ningún funcionario se atreve a informar públicamente qué pasó en un poblado de Jalisco donde marinos apresaron a alguien que según versiones sería el pesado Nacho Coronel. Silencio que genera rumores de que se busca un canje por el inmediatamente secuestrado Fernández de Cevallos (¿Nacho por Je-facho?), a pesar de que el tema ha sido tocado abiertamente en varios espacios periodísticos y electrónicos (ayer, Carmen Aristegui habló ampliamente del punto en su noticiario de radio donde, por cierto, ya está como colaborador el columnista jornalero Enrique Galván Ochoa, a quien se felicita desde aquí por esa nueva etapa de su vida profesional).
Todo pareciera estar a la espera del retorno del viajero Calderón, quien hoy inicia en Washington una visita de Estado a la que mucho ajaría una resolución fúnebre del expediente Fernández de Cevallos. Al menos en este primer tramo, el correspondiente a España, el residente de Los Pinos ha podido sobrellevar los indicios de descomposición nacional sin muchos problemas, en buena parte a causa del ánimo extraordinariamente positivo con el que sus anfitriones premian los negocios y beneficios que el felipismo les ha dado y que el propio mexicano presume, como hizo en un programa de televisión en el que dijo que los bancos españoles tienen en México sus mayores ganancias. Aun así, Felipe y Margarita han escuchado en Madrid gritos de gobierno asesino de parte de algunos activistas que denuncian lo que sucede en México.
Pero en Estados Unidos no hay tantos motivos de fervor hacia un gobierno cuyos problemas tienen la violencia criminal al borde de la frontera. Human Rights Watch, por ejemplo, ha pedido al presidente Obama que plantee ante Calderón las dudas acerca del respeto a los derechos humanos en México que esa organización ha documentado. En el centro de la argumentación de HRW está el tema de la presencia de soldados y marinos en las calles, la reiterada violación de garantías y derechos fundamentales y el mantenimiento del fuero militar que permite a la estructura castrense investigarse y castigarse a sí misma. A ese debate se ha sumado el subsecretario de Estado para asuntos de narcóticos de la administración obamista, David Johnson, quien abiertamente ha dicho que debe haber progreso en el sistema de transparencia de la justicia militar mexicana, para que se pueda comprobar que las denuncias por abusos militares son realmente investigadas y sancionadas.
La República, convertida mientras tanto en banca de espera, sigue su marcha rutinaria: el recuento diario de la masacre continúa rumbo a cifras anuales récord, los partidos y los candidatos pelean y alegan como si las elecciones de verdad fueran a servir de algo, los reportes económicos desde las alturas insisten en recuperaciones y logros que los bolsillos de abajo no confirman, y la palabrería y lo superficial son ampliamente difundidos para que entre ruido y naderías no se note tanto la caída sostenida. Uf.
Y, mientras se organiza el primer aniversario luctuoso de la tragedia de la ABC, este 5 de junio, ¡hasta mañana, en esta columna que lamenta que se complique el estado de salud de los huelguistas de hambre del SME!