EL PRI, LO MISMO DE SIEMPRE

30 mar 2011

El vetusto discurso priísta

LUIS LINARES ZAPATA

Al fin hubo fiesta para la opinocracia mediática interesada en participar del poder. Las fuerzas vivas, que se concentran en una sola persona, destaparon al candidato al gobierno del Edomex: un hombre que viene desde abajo, el señor Eruviel Ávila Villegas. La euforia, preñada de alabanzas, apunta, sin análisis o pudores, hacia el conocido y hasta familiar dedo elector El alboroto durará varios días hasta que queden asentadas, como verdades inmutables, algunas versiones públicas del oficialismo mexiquense. Mientras la búsqueda de arcanos, méritos adicionales y significados por tan profundo hecho político se establece en el imaginario colectivo, bien se puede atender a la bifurcación que tomará el fenómeno. Una atenderá, con el cuidado de siempre, al señor Peña Nieto, la reveladora figura que yace en la mera base del triunfalismo que todo lo invade. Después las baterías se enfocarán en el nuevo y arrollador liderazgo que llevará a las huestes de simpatizantes del priísmo a la asegurada victoria. Todo, según apuntarán los guionistas y sus cajas de resonancia alquiladas, estaba previsto desde el inicio. Un incandescente y transparente proceso selectivo para la continuidad gritarán a coro tendido.

No hubo dudas, nadie quedó herido en el camino, la voluntad popular se impuso sobre pruritos y ambiciones personales. Cierto, fue un acto penoso dirán compungidos, duro en su tratamiento pero discreto, toda una puesta en escena sin traspié alguno. Pocas referencias al hecho de que los bastidores sustituyeron a la apertura y el debate. Se dice, y seguirá afirmando con el desparpajo de siempre, que el conductor designado supo tejer fino. Sin duda actuó pensando en la gran misión que le aguarda más allá de las urnas locales. Peña Nieto antepuso sus intereses de clan, de grupo encaramado en el poder, de familia y hasta pasó sobre el atractivo de los negocios al amparo del poder. Su egregia mirada estuvo puesta en la entrevista, cercana misión superior que le aguarda un poco más allá de esta etapa local. Un heroísmo sin comparación que valga, sólo aplicable a quien atisba hacia el destino que los masivos intereses de la plutocracia y la televisión (junto con apoyadores laterales y derivados) le tienen deparado desde hace más o menos cinco gloriosos años de entrenamiento.

El PRI del Edomex se inauguró con un discurso vetusto, antidemocrático, triunfalista pero, sobre todo, clasista. Los orígenes humildes del abanderado salieron a relucir sin temor alguno a las comparaciones con los del gran dedo elector. Este sí es de una clase distinta, coronada por el perfumado y acicalado toque metrosexual. Dos perfiles de la misma estirpe no podían caber y el joven Del Mazo quedó al margen aunque llevaba la delantera en simpatías y conocimiento público. También campeó el orgullo civilizatorio que da la presunción de unidad: cínico eufemismo del autoritarismo vertical enquistado en la detraseidad del priísmo. Otra vertiente del discurso priísta, por si no fuera suficiente lo dicho, se ha apoderado, con la ayuda de sus generosos altoparlantes, del conocimiento pormenorizado, experimental, de la problemática local. Don Eruviel ha competido, sin la menor duda, con las mejores armas. Ha ganado en lides múltiples, desventuradas unas, gloriosas todas las demás. En sus variadas campañas electorales ha recorrido, alega, su estado del que es ciudadano por nacimiento. Con eso intenta deslindarse de cualquier otro avecindado, tal y como lo es la inmensa mayoría de los habitantes de ese extenso, empobrecido y expoliado estado de la República.

El discurso del abanderado mexiquense no dio para más, al menos por ahora. Se les agotaron pronto los fusibles de ideas con que adornar estos momentos de sonoro destape unitario. Vendrán, se espera, los intentos por profundizar en la oferta política. Y entonces se podrá penetrar, con mejor información y criterio, en los reales alcances de un priísmo que se vanagloria de ser la clase mejor formada y hecha del país. Por ahora ha ido quedando en evidencia la escasa solvencia e imaginación de sus dirigentes. La presentación ha sido simplona, poco destilada, retórica –en el sentido rollero de la palabra– y reveladora de las intrínsecas limitantes conceptuales del abanderado y de aquellos que declinaron en su favor.

Pero el griterío mediático continúa bordando sobre un ritornelo generalizado y, en su final, falso. El PRI en el Edomex, afirman con desparpajo los difusores de consigna, es imbatible en las urnas. Sólo una coalición de opositores (PAN, PRD) puede hacerle frente. Suman, sin más, a los votantes pasados de ambos conjuntos. Todo aquel o aquellos que se opongan a tan egregia cruzada para extirpar el cáncer priísta enraizado en el poder estatal es un retrógrado, un necio que sólo estorba los designios superiores de estrategas consagrados. En realidad, tal alianza propone juntar dos burocracias: una panista y la otra chuchesca perrediana. No son categorías distintas, son versiones cercanas, maniobreras, desfondadas de apoyo popular. La alianza de tales opuestos en el Edomex nunca se ha dado y tampoco es necesaria. La evidencia dura corre por otro carril del sentimiento y las simpatías de los electores del estado. Quienes han derrotado al priísmo local han sido la izquierda, en dos ocasiones (1988 y 2006), y el panismo en la restante (2000). Ninguna de las dos fuerzas requirió del apoyo de la otra. De hecho, el récord de votos lo tiene Andrés Manuel López Obrador, ese político al que descartan con simpleza y mucha ira interna algunos vociferantes de los medios electrónicos y las columnas periodísticas diarias.

Las izquierdas de base han ido cerrando filas. Sus agrupaciones llevan parte de la ruta caminada y el discurso que han ido lanzando al paso de los días es articulado y horada las conciencias. El candidato propuesto, Alejandro Encinas, es un militante formado en innumerables lides, limpio y con un amplio horizonte local y nacional. Mejor propuesta no la tiene ninguna otra agrupación. Ya se verá si los compromisos adquiridos a trasmano por los chuchos con el señor Calderón les impide apreciar esta oportunidad. A pesar de esto, los demás están dispuestos a unirse para dar una pelea con la mira puesta en el triunfo.

Cambio de percepción

José Gil Olmos
Para Javier Sicilia, un abrazo

MÉXICO, D.F., 29 de marzo (apro).- Algo pasa con la percepción oficial que no checa con la realidad. Primero el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, afirmó que con seis mil pesos mensuales los mexicanos podemos vivir bien, y ahora Felipe Calderón dice que el nivel de bienestar social es el mejor de la última década y que México es un país de clase media.

El fin de semana pasado hubo otros dos hechos que van en el mismo camino y destacan la intención del gobierno por cambiar la percepción que se tiene de la realidad nacional.

Por un lado se firmó un acuerdo entre un grupo importante de medios, encabezados por Televisa y Televisión Azteca, para no publicar cierta información del narcotráfico y la violencia que se genera diariamente. Esto, evidentemente, está encaminado para cambiar la percepción social del gobierno.

Por otro lado, en el periódico El País, Calderón dio una entrevista en la que aseguró que no hay Estado fallido, que gran parte es un problema de percepción y que en lo que resta de su sexenio habrá sorpresas que mejorarán la imagen de su gobierno.

Estos cuatro hechos tienen un factor en común que, al parecer, será la estrategia política electoral del gobierno calderonista para lo que resta su administración: el cambio de percepción.

Esto es, hacernos creer que no todo en este gobierno ha sido malo en cuanto a logros y que gran parte de lo que vemos como errores o ineficiencias es producto de un mal manejo de imagen. O, lo que es lo mismo, que no se ha sabido vender bien lo que los gobiernos panistas de Calderón y de Vicente Fox han hecho en la última década.

En la entrevista que dio al periódico español, Calderón dijo que, en términos taurinos, lo que viene de su gobierno es el tercer tercio, es decir que atrás quedará el tiempo de la faena y ahora vendrá el final de la corrida en el que destacarán los logros de su gestión en seguridad, salud, educación, comunicaciones, etc.

Y al parecer ya comenzó esta estrategia de mercadotecnia política, especializada precisamente en el manejo de imágenes y percepciones.

Por ejemplo, al presentar los resultados del último Censo de Población y Vivienda, Calderón aseguró que en los últimos 10 años aumentó de 25 a 37% el número de trabajadores que ganan tres o más salarios mínimos, y se redujo en 10% el número de los que percibían menos de dos salarios mínimos.

“Este cambio ha sido fundamental para mejorar de manera gradual y consistente el nivel de ingreso y de bienestar de las familias. La mejora salarial también incrementa la capacidad de compra. Gracias a ello, hoy los hogares cuentan con más bienes de consumo duradero (como) televisores, refrigeradores, estufas, automóviles incluso”, dijo.

Y remató con optimismo: “México se ha convertido en una sociedad mayoritariamente de clase media (…) En suma, en estos 10 años pienso que hemos cambiado y que hemos cambiado en muchas cosas para bien en México. Se han mejorado condiciones de vida, sobre todo de las familias más pobres; se ha incrementado el acceso a servicios tan importantes como salud, educación vivienda”.

O sea que la percepción que debemos de tener es que en la última década las condiciones de los obreros han mejorado, a pesar de los raquíticos salarios, la poca disminución de la tasa de desempleo, la reducción de las oportunidades en el mercado y el aumento en gasolina todos los meses.

En la entrevista con El País le preguntaron a Calderón si hay un problema de percepción, cuando en el exterior se habla de México y la violencia.

--No sólo, pero hay también un asunto de percepción. Yo suelo decir una cosa: lo que sí me queda claro es que hay una diferencia sustancial entre Brasil y México. Que todos los brasileños, desde el presidente hasta el último de los brasileños, en cualquier parte del mundo y en cualquier momento, hablan maravillas de su país, y qué envidia. Y, en cambio, una de las grandes especialidades es hablar mal de México.

--Debe ser algo cultural. No es muy distinto en España.

--No sé, pero hay algo cultural ahí, hay algo cultural fuerte. Hay gente muy destacada en México, muy inteligente, brillante, que esa inteligencia y esa brillantez no la utiliza. Cuando va a hablar de México, por ejemplo, en alguna universidad, igual lo que habla es al revés. Todo lo que pueda decir mal del país lo dice con extraordinaria nitidez. Río de Janeiro tiene una tasa de homicidios de unos 83 por cada 100 mil habitantes, contra 14 de México. Y, sin embargo, Río de Janeiro va a organizar la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos.

Para Calderón todo se centra en un problema de percepción social, y es aquí donde uno se puede preguntar de quién es el problema de percepción, si de la gente o del gobierno, que a como dé lugar quiere cambiar la realidad con sofismas y un lavado de imágenes.