LA CONTINUIDAD ES IMPUNIDAD GARANTIZADA

6 may 2010

La elección de Oaxaca
José Gil Olmos
MÉXICO, D.F., 5 de mayo (apro).- Es muy probable que la elección de Oaxaca sea la más disputada e importante de las 12 que este año se realizarán en todo el país. Y lo es por razones de estrategia política para todos los partidos, pues es el único estado donde la alianza entre el PRD, el PT y el PAN tiene posibilidad de ganar; en tanto, para el PRI representa la oportunidad de acabar con ese experimento electoral y posicionarse con todo para el 2012.
La elección en Oaxaca es emblemática en muchos sentidos para la vida política nacional. Más allá de los regionalismos en los que se suele caer cuando se habla de una elección estatal –como decir, por ejemplo: “es el experimento o el laboratorio político para todo el país”–, en el caso de los comicios en esta entidad hay elementos para considerar que el resultado es fundamental para los actores y partidos involucrados.
En Oaxaca nació, hace seis años, la primera coalición de partidos antagónicos ideológicamente, cuando se unieron PRD, PAN, Convergencia y PT, con el agregado apoyo de la maestra Elba Esther Gordillo, que apoyaron a Gabino Cué contra el priista Ulises Ruiz, quien al final logró un triunfo cuestionado. Hoy esos mismos partidos vuelven a enfrentarse casi con los mismos actores: de parte de la alianza opositora repite Cué, mientras que el candidato del PRI-PVEM es Eviel Pérez Magaña.
Aunque para el PRI el gobernador Ulises Ruiz ya no es un activo político, sino todo lo contrario, por los cuestionamientos a nivel nacional e internacional, que lo ponen como un violador a las garantías y derechos humanos de los oaxaqueños, no puede dejar al abandono esta elección y perder miles de votos rumbo a la contienda presidencial del 2012. Es por ello que en días próximos Enrique Peña Nieto estará en Oaxaca para apoyar a Eviel Pérez Magaña.
Personalmente, para Ulises Ruiz ganar la elección en su estado es de vida o muerte política. Si pierde, de inmediato estaría sujeto a juicios políticos y judiciales, ya que antes, durante y después del conflicto de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO), en 2006, utilizó la fuerza del estado para reprimir a los integrantes de un movimiento social que exigía su renuncia. Casi todas las organizaciones de derechos humanos a nivel internacional, como la ONU, Human Rigths Watch, Amnistía Internacional y la comunidad europea, entre otras, han calificado a Ulises Ruiz como un gobernante represor.
A nivel nacional, mientras tanto, todas las agrupaciones civiles lo responsabilizan de decenas de muertes, cientos de detenidos y algunos desaparecidos, así como de ataques de grupos parapoliciacos o paramilitares. El gobernador oaxaqueño necesita del manto protector de su posible heredero y también del PRI nacional, al que ha apoyado financieramente desde que empezó su debacle en 2000 y, sobre todo, desde que llegó al gobierno del estado haciendo uso de los recursos públicos para pagar la nómica y las deudas dejadas por su mentor político, Roberto Madrazo, tras su derrota en la contienda presidencial de 2006.
La derrota para Ulises Ruiz sería la señal de arranque para el inicio de juicios dentro y fuera del país por tribunales judiciales y de derechos humanos. En el caso de la alianza que encabeza Gabino Cué, para los partidos que la conforman es esencial ganar en Oaxaca. Y lo es porque los posicionaría en un mejor nivel de contienda para los dos años que vienen, sobre todo por las derrotas que han tenido en varias entidades donde gobernaban.
PAN y PRD, principalmente, le apostaron a una alianza para poner un alto al PRI, que en los dos años anteriores recuperó buena parte de su poder en todo el país y en el Congreso de la Unión. A pesar de las críticas por la contradicción ideológica y programática que significaba una coalición, mantuvieron su voluntad y se unieron en varios estados para lanzar candidaturas comunes. Pero de acuerdo con diversas encuestas en casi todas las elecciones, sólo en Oaxaca tienen posibilidad de ganar.
Ganarle al PRI en Oaxaca significaría para las dirigencias del PAN y el PRD una bocanada de oxígeno y un poco de aliento. Pero no sólo es importante para esos partidos una derrota del priista Eviel Pérez Magaña, también lo es para la sociedad civil de Oaxaca, ya que representaría la posibilidad de llevar a juicio a Ulises Ruiz y a varios de sus colaboradores por los abusos cometidos en su administración, y cerrar uno de los capítulos más lamentables de la historia oaxaqueña. Nunca antes un movimiento social como el de la APPO había sido tan castigado como ocurrió en 2006, cuando Ulises Ruiz desató una persecución contra todos y cada uno de sus miembros, llegando al uso de grupos parapoliciacos o paramilitares que actuaron bajo el amparo de la indolencia oficial.
La violencia generada ese año puso en la tablita al gobernador, pero fue salvado por la misma situación política, ya que ni al gobierno de Vicente Fox ni al PRI les convenía que Ulises Ruiz renunciara, dejando que creciera un movimiento social como la APPO, en plena contienda presidencial. La sociedad oaxaqueña tuvo que pagar los altos costos de 26 muertos, más de medio millar de detenidos y una decena de desaparecidos. La herida provocada entonces aún no cierra. Sólo un juicio imparcial y honesto sobre Ulises Ruiz y sus colaboradores podría hacer cicatrizar esta herida, pero ello no ocurrirá si el PRI gana el próximo 4 de julio. Por estas circunstancias es que la elección en Oaxaca es particularmente importante. La violencia es una amenaza en medio de este juego en el que nadie quiere perder.

La guerra de castas de los triquis
ADOLFO SÁNCHEZ REBOLLEDO
Hace ya casi 50 años viajábamos José Luis Cerrada, Octavio Falcón, Félix Goded, Carlos Pereyra y yo en un destartalado autobús de la línea Flecha Verde, de Acapulco rumbo a Pinotepa Nacional. El camino era una brecha con varios ríos que vadear a lo largo de la Costa Chica, toda una aventura mecánica cumplida perezosamente en medio de un paisaje humano singular de pueblos de origen africano y, más adentro, dispersas o aisladas, de variadas comunidades mixtecas.
En Pinotepa debía esperarnos Antolín Goded, un antiguo piloto de la República Española, quien después de jugársela en México como fumigador agrícola, había preferido seguir volando entre los valles profundos y las montañas de la Sierra Madre del Sur para un rico cacique, cuarentón, blanco, de ojos azules y aspecto de poeta soñador. Pero Antolín jamás llegó al encuentro. El presidente municipal, un hombre pequeño, pistola al cinto, incapaz de armonizar el lenguaje gestual con las palabras emitidas, nos informó que unas horas antes la avioneta se había estrellado contra la ladera del cerro, en un escarpado paraje próximo a Juxtlahuaca, arrebatada por las corrientes descendentes de aire que, supimos, eran el peligro más temido en esa arisca orografía. No entraré en los detalles de la pesadilla que fue tomando cuerpo mientras atendíamos por telégrafo las urgencias derivadas de la localización y traslado del cuerpo, pero es obvio que las autoridades locales no estaban interesadas en investigación alguna, menos en enviar los restos a la ciudad de México. Así que el capitán Goded fue enterrado en Juxtalhuaca, en una ceremonia digna a la que, finalmente, sólo uno de nosotros asistió en representación de la familia.
Si traigo a la memoria este lejano episodio es porque esa fue la primera vez que escuché hablar de los triquis, justo en referencia a la zona apartada donde ocurrió el accidente. Se hablaba de ellos como un grupo rebelde y violento que no merecía la consideración de la gente de razón. Cabe recordar que en Pinotepa la sociedad de castas aún se alzaba encubierta por la fisonomía de la República, como si la vida colonial se hubiera congelado en ese territorio. Abajo, en el fondo, permanecían los indios, seguidos de los negros traídos como esclavos, los mestizos y, coronando la pirámide, la minoría blanca, criolla, dueña y señora de vidas y haciendas.
La estigmatización como coartada de la violencia ejercida contra los triquis tenía, por lo visto, una larga tradición, como pude comprobarlo poco después leyendo las páginas iluminadoras escritas por Gutierre Tibón en su ya clásico Pinotepa Nacional, en las cuales se da cuenta de esa historia de abusos y resistencia que llega hasta nuestros días. Baste citar este episodio atroz:
“¡Exterminarlos! ¡Hay que exterminarlos! –gritó exasperado el jefe de la zona militar cuando le informaron que los triques habían asesinado en una emboscada al teniente Palos y a dos soldados. La gente de Juxtlahuaca vio por primera vez cruzar su cielo dos aviones militares: los mandaba el gobierno federal para auxiliar a las fuerzas de la expedición punitiva que avanzaba sobre Copala desde Juxtlahuaca y Putla. Fueron ametralladas cuantas chozas de triques se descubrieron en los claros de la selva. No se conoce el número de bajas. Lo que sí se sabe es que los federales encontraron algunos barrios desiertos y prendieron fuego a las chozas, como represalia por la muerte del teniente.”
Era el año 1956, al final de un historia atrozmente real. Incorporados a la guerra de Independencia en pos de sus tierras y el derecho a gobernarse, los triquis vivirán las tensiones creadas por la consolidación de los nuevos cacicazgos que los despojan de sus tierras, los enfrentan entre sí y los dispersan para debilitarlos. Dicho con las palabras de Francisco López Bárcenas, investigador comprometido con la causa indígena y autor de una historia imprescindible: “… Fue hasta que los triquis protestaron y amenazaron con levantarse en armas cuando aminoraron las agresiones en su contra y se les hicieron ciertas concesiones. El 15 de marzo de 1825 se reconoció a San Andrés Chicahuaxtla la categoría de municipio; un año después, el 6 de mayo de 1826, se hizo lo mismo con San Juan Copala. Pero los triquis no se conformaron con ello y el gobierno ya no cedió, entonces cumplieron sus amenazas. Entre 1832 y 1839 se produce la rebelión encabezada por Hilario Medina, Hilarión, hasta que es capturado y muerto por decapitación”. Vuelta a la resistencia.
“A mediados del siglo pasado –escribe Gutierre Tibón–, los triques se lanzaron a una terrible y estéril aventura bélica para reconquistar su independencia, es decir, para volver a ser los amos en sus tierras y libertarse para siempre de la presión de los blancos y de los mestizos, que hacían su juego. La sublevación estalló en 1843, cuando gobernaba Oaxaca el general José María Malo; ni éste ni su sucesor, el también general José Ibáñez de Corbera, lograron dominar a los insurrectos. La revuelta se volvió una guerra de guerrillas que duró cinco años; con razón se la llama la guerra de castas de los triques”.
A pesar de las derrotas y los despojos, la resistencia triqui jamás se apagó por completo. Sujetos al expolio de los caciques tras la Reforma, arriban al siglo XX muy pobres, debilitados aunque no sumisos. No era todo. Aún les esperaba la modernidad, es decir, la incorporación a la sociedad nacional que prometía rescatarlos de la injusticia. Gutierre Tibón describe con frescura ese paso que, sin duda, abarca otras aristas: Hace unos 30 años empezaron a cultivar café en las laderas de sus montes y sus cafetos prosperaron. Ya tenían los triques una producción que les permitía un intercambio más favorable con los mestizos; ya tenían una riqueza. Y esa riqueza fue su perdición. El excelente café de altura, producido en la región de Copala, se trunca, en ínfima parte, en maíz; lo demás va a parar, tarde o temprano, a la bolsa de los mestizos, que han creado la organización más perfecta para que los triques no puedan nunca salir de su terrible círculo vicioso. Les venden armas y parque, fomentan sus rivalidades, les venden alcohol que los enardece e incita a peleas, y cuando hay un hecho de sangre, los extorsionan. De esta suerte, la ganancia del café que los triques cultivan nunca será para ellos. Siempre quedará en poder de sus implacables explotadores. Para colmo, el hecho es que en 1948, San Juan Copala pierde su calidad de municipio, de modo que sus comunidades quedan repartidas entre Santiago Juxtlahuaca, Putla de Guerrero y Constancia del Rosario.
Lo que vino después –las obras emprendidas por la Comisión del Balsas dirigida por el general Lázaro Cárdenas, la implantación del Instituto Lingüistico de Verano, la creación de la primeras organizaciones triquis, la puesta en marcha de los programas sociales– creó nuevos contextos, pero la manipulación política caciquil con fines electorales y de control, ejercida a rajatabla por el gobierno oxaqueño, al final se combinó para crear una situación donde, finalmente, se impuso la ley del más fuerte sobre el interés comunitario, la confrontación como regla.
Hoy como ayer, la campaña del odio, el racismo y el desprecio por la vida tiene como propósito vencer la resistencia de los triquis de Copala, liquidar cualquier vestigio de independencia, de autonomía. ¿Serán necesarios otra vez los aviones militares para vencerlos? ¿O bastarán los pequeños ejércitos privados al servicio de gobernantes y caciques para aniquilarlos? Esa es la otra cara de la violencia que nos devora. Mientras, el mundo espera justicia.
Astillero
Plácido intervencionismo
EU corrige a Gómez-Mont
2012 preocupa a la DEA
Devolución Democrática
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
Unas horas después de que el secretario de Gobernación había hecho optimistas cálculos de declinación de la narcoviolencia en México se le aparecieron declarantes estadunidenses especializados en el asunto para hacerle ver que no sólo está equivocado en el corto plazo, sino que la oficina controladora de la guerra contra el mercadeo de drogas, con sede en Washington, considera necesario acelerar y profundizar ese proceso bélico, con las naturales consecuencias sangrientas por doquier, antes de que deje el poder el personaje con el que han podido hasta ahora instrumentar esas políticas de exterminios civiles programados.
Fernando Gómez-Mont, jugándole al adivino sin ser el dueño de la bola de cristal, había dicho que el próximo mes habría una baja notable en la violencia y que a fin de año los reportes serían menos cargados, pero Kevin Perkins, un director adjunto de la División de Investigación Criminal de la FBI, anunció ayer ante el Congreso estadunidense que la horripilante violencia en México podría empeorar antes de mejorar, mientras el subdirector de inteligencia de la DEA, Anthony Placido, hablaba sin tapujos de los planes inmediatos que se desarrollan en la colonia sureña cuya capital es la ciudad de México: “Tenemos que ganar todo lo que podamos en esta gestión. En el nivel táctico operativo, quisiéramos tumbar a los jefes de los cárteles durante los próximos dos años”.
Plácidamente, el gringo funcionario Plácido se metió en los entretelones de la sucesión mexicana al expresar que el actual es un momento importantísimo, estamos llegando a los fines de la gestión del presidente Calderón y no sabemos quién va a estar en la próxima y si va a tener las mismas ganas de combatir el narcotráfico. Indirectamente, los operadores estadunidenses de las acciones mexicanas contra los cárteles locales están parafraseando las arengas foxistas para cambiar de jinete sin cambiar de caballo. Dado que el asunto del narco mexicano ha sido convertido en asunto de seguridad nacional estadunidense, natural sería que a esos intereses imperiales en peligro se supeditaran los resultados de los próximos comicios mexicanos. Siempre se ha especulado que Estados Unidos habría sido una ficha decisiva en el impulso político del fraude electoral de 2006. Ahora, a cuenta del narcotráfico convenientemente convertido en eje fronterizo del mal, la Casa Blanca y el Pentágono podrán sentirse aún más autorizados a impedir que a Los Pinos llegue una opción popular y ligeramente izquierdista.
Por lo pronto, el comisario gringo en México, Carlos Pascual, ha hecho historia menor al ser el primer embajador estadunidense en visitar oficinas del Partido de la Revolución Democrática en vísperas de los desinflados festejos que ayer realizó para conmemorar 21 años de existencia. Desesperados por aparentar modernidad, pluralidad y buena conducta colaboracionista, los dirigentes perredistas tuvieron un encuentro de buena voluntad con el jefe del intervencionismo en México. La fotografía diplomática con Pascual preparó el escenario para la sesión de ayer en que Jesús Ortega confesó que el PRD ha dejado de ser un partido... de personalidades para ahora serlo de instancias colegiadas. Chucho pretendió habilitarse como una especie de Plutarco Elías Calles del sol azteca que estuviera llevando a esa organización electoral de la etapa de los caudillos a la de las instituciones. Pero esa treta para explicar la ausencia de sus personajes centrales no es suficiente, pues a fin de cuentas el déficit de ese partido no está en el rubro de los apellidos relevantes, sino en el oportunismo y el mercantilismo que rigen la mayoría de los actos de alta dirección de ese negocio electoral. El PRD, asociado ahora lamentablemente con el PAN en algunas aventuras estatales, enfrenta el reproche de quienes creen que ha llegado la hora de la Devolución Democrática, es decir, la salida de quienes han pervertido y traicionado los objetivos de esa organización y el replanteamiento de sus metas.
Astillas
Solamente duró unas horas en Internet el sondeo tendencioso que Los Pinos necesitaba para proclamar artificialmente que el pueblo habría pedido a Felipe Calderón que viaje a Sudáfrica a presenciar el partido inaugural de la Copa del Mundo. La presunta encuesta fue cerrada de la misma manera irregular en que había sido abierta, sin explicaciones ni claridad, acompañada esa extraña decisión de los resultados oficiales que sin base de datos disponibles ni mayor sustento anunciaban la victoria de la opción inducida en tres de las siete preguntas realizadas: sí debe de ir el lic. Calderón al arranque de la máxima contienda deportiva del orbe. Aun cuando las cifras ofrecidas carecen de credibilidad por cuanto surgieron de un ejercicio opaco y tramposo, resulta poco alentador para el calderonismo que el número de participantes haya sido fijado en tan sólo 2 mil 516 pues, si a partir de ese universo de votantes ha tomado una decisión, parecería natural que otras de mayor importancia que la meramente futbolística (la continuidad de la guerra contra el narco, y la permanencia del propio FC en Los Pinos, por ejemplos) pudieran ser tomadas a partir de que 2 mil 517 personas participaran. Nulas esperanzas hay, sin embargo, de que los aires consultivos del felipismo tengan continuidad y suban de importancia. Esta vez tan sólo se usó fraudulentamente la apariencia de una consulta para convalidar un viaje futbolero que el Señor de Los Pinos pudo haberse regalado, como en otros casos, sin tomar en cuenta a nadie... Y, mientras la orden nacional del PT contra las alianzas es refutada por algunas camarillas estatales, ¡hasta mañana, con el reporte de otro menor de edad asesinado, esta vez en Acapulco, presuntamente por miembros de esa especie de perfiles indefinidos, y por ello mismo acomodable a toda versión oficial, llamada sicarios!