¿NO HAY ESCAPATORIA?

16 jun 2010

Tiempos violentos
Jenaro Villamil

MÉXICO, D.F., 15 de junio (apro).- ¿Qué tipo de película está viendo el gobierno de Felipe Calderón ante la reciente ola de masacres, ejecuciones y matanzas del crimen organizado? A juzgar por el desplegado-informe publicado el domingo pasado en los principales medios impresos del país, el Ejecutivo se siente protagonista de Los Intocables y, quizá, hasta se crea Brian de Palma. A juzgar por lo que ha ocurrido en el país, vivimos una preocupante edición de Tiempos violentos, el famoso filme de Quentin Tarantino, en donde no parece existir escapatoria.
El recuento de los hechos desde el viernes 11 de junio –día del inicio de la Copa Mundial Sudáfrica 2010 y el más violento del sexenio con al menos 85 ejecutados-- hasta los sucesos de esta semana, no deja espacio para las excusas del desplegado calderonista: en la capital de Chihuahua fueron “fusilados” 19 jóvenes que estaban en un internado religioso para superar adicciones; en Ciudad Madero, Tamaulipas, un comando de la muerte rafagueó y asesinó a 26 personas; en Tepic, Nayarit, fueron asesinadas 27 personas; el 14 de junio, otra matanza ocurrió en el penal de Mazatlán, Sinaloa, donde fueron ejecutados 28 reos, 17 de ellos presuntos integrantes del cártel de Los Zetas, y el mismo día un convoy de policías federales fue emboscado por presuntos narcotraficantes en Zitácuaro, Michoacán, con saldo de 12 de los 40 agentes muertos, mientras 15 más se encuentran gravemente heridos.
Frente a estos acontecimientos, el gobierno sigue insistiendo: “¡Se matan entre ellos!”, como si eso excusara al Estado de su responsabilidad por brindar seguridad, tanto en los penales como en los centros de rehabilitación. Peor aún, como si el hecho de que los sicarios realicen estos actos de venganza se cometiera contra extraterrestres y no contra jóvenes, ciudadanos mexicanos.
Un párrafo del desplegado presidencial insiste en esta tesis del Estado-Pilatos, aquel que se lava las manos y prejuzga sin investigar:
“Más que una ‘guerra del gobierno contra el narcotráfico’, la guerra más mortífera que existe es la que libran los criminales entre sí. En general, el gobierno puede detectar razonablemente indicios sobre las causas de los homicidios cometidos en 70% de los casos. Alrededor de 90% de estos casos de homicidio con algún indicio en su causa corresponde a personas muy probablemente vinculadas a organizaciones criminales, que caen durante enfrentamientos o ejecuciones entre bandas”.
El siguiente párrafo no tiene desperdicio en el guión calderonista de Los Intocables:
“En la disputa por el control de una plaza se producen homicidios especialmente violentos, como decapitaciones, torturas o ejecuciones colectivas, y se generan agravios que recrudecen aún más su nivel de violencia”.
Y si el Estado ya detectó esto, ¿por qué no ha hecho nada para evitar estas decapitaciones, torturas y ejecuciones? ¿Forma parte de la lucha por la seguridad pública gubernamental esta especie de eugenesia, de “limpieza étnica” que aplican los cárteles entre sí?
Sin embargo, el panorama al estilo Tarantino nos vuelve a remitir a una pesadilla que no desaparece con desplegados de prensa. La matanza contra policías federales en Zitácuaro es más inquietante. Tal parece que los criminales no sólo están organizados sino muy pendientes de los mensajes que emite el presidente Calderón para evidenciar el fiasco de su estrategia de “lucha por la seguridad pública”.
Esta matanza ocurrió un día después de que se difundiera el desplegado. En su parte medular, el documento plantea que se avanza hacia una nueva policía federal, más eficaz:
“Hemos multiplicado el número de sus integrantes y la estamos dotando de la tecnología más avanzada para combatir eficazmente a los criminales. Hemos puesto particular énfasis en el proceso de selección y reclutamiento del personal de la nueva policía. Para ello se han aplicado exámenes de control, de confianza y también se ha estrenado y proporcionado mejor armamento a la Policía Federal”.
El largo promocional a la nueva Policía Federal no corresponde con lo que está ocurriendo en las calles, en las avenidas de decenas de ciudades donde todos los mexicanos están padeciendo el fracaso de la estrategia calderonista.
Pero la autocrítica no es algo que caracterice ni caracterizará este gobierno. En su desplegado, el jefe de Los Intocables afirma, sin dar prueba alguna, que “como nunca antes estamos debilitando a las estructuras logísticas y financieras de la delincuencia. La droga que hemos decomisado alcanzaría para proveer con más de 80 dosis a cada joven mexicano entre los 15 y los 30 años. Golpeamos con firmeza y, subrayo, sin distingos, a todas las organizaciones criminales. Tan sólo en 2009 capturamos a 70 lugartenientes de todos los cárteles. Este año hubo más capturas de capos regionales que las que solían hacerse en un sexenio completo”.
¿De qué sirve presumir que se captura a 70 “lugartenientes” si no se hace nada para detener a los responsables de las matanzas de Salvárcar (Ciudad Juárez), Ciudad Madero, Reynosa, en Chichí Suárez (Yucatán), en La Marquesa (Estado de México), Monterrey, Acapulco, Tepic y de tantas y tantas ciudades castigadas por la ley de los Tiempos violentos?
En cadena nacional, el presidente vuelve a recitarle a los mexicanos la larga explicación y justificación de su fracaso de casi cuatro años. Demasiado tarde, demasiado grave, demasiada sangre derramada. La película ya la conocen los ciudadanos que padecen directamente la violencia. Y no le creen a los aspavientos de Calderón.
Astillero
Gulp, bang, smack
Nueva realidad
Tiempos violentos
ABC, Oaxaca, Atenco
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
Es una especie de estabilidad volátil, de calma presagiosa, de continuidad alerta. Podría decirse que las líneas básicas del libreto público se cumplen con aplicación gélida: lo esencial transcurre, lo tradicional se cumple. Pero hay en todo el país una corriente de aires imprecisos que trastoca papeles, remueve certidumbres y adelanta tiempos aún más difíciles. Esa nueva realidad, en negativa evolución constante, aún no es aceptada conscientemente por la mayoría de los ciudadanos ni es procesada y añadida a sus formas de expresión política y social. Pareciera que se está aún en los tramos de un mismo proceso conocido que, por tanto, deberá tener resoluciones y desenlaces conforme a los métodos y sistemas ya antes experimentados. Muchos son los que siguen a la espera de que termine la mala racha, que se reinstale sobre las vías sabidas el tren temporalmente descarrilado, que amaine la tormenta circunstancial, que se compongan las cosas.
Pero este México ya no es el México del ayer reciente. No el de 2006, ni siquiera el de la segunda mitad de 2009. Hoy se está viviendo en nuestro país un proceso de desmantelamiento apresurado del escaparate muchas veces sólo vigente en términos visuales, pero a fin de cuentas existente, disponible, de un conjunto de derechos y obligaciones sociales derivadas del pacto popular que emergió de la llamada Revolución Mexicana y que el priísmo, para sus fines de control electoral y enriquecimiento de elites, mantuvo en existencia durante décadas, hasta que el panismo impulsado por Estados Unidos y empresarios mexicanos deseosos de sostener su estatus privilegiado mediante cambios gatopardistas, impulsaron una presunta transición democrática que apenas llegó a alternancia de partidos en el poder.
Lo que hoy sucede en el país no es, como una lectura apresurada pudiese sugerir, una tragicómica sucesión de errores motivada por un gobierno de mediocres y antipatriotas que son capaces de cometer las peores tonterías del mundo. El tonto Fox y el torpe Calderón han cambiado drásticamente la realidad nacional, consolidando la rapacería como criterio de ejercicio del poder público, abriendo contractualmente las puertas a los intereses trasnacionales como nunca antes, implantando el miedo como método de control, concentrando la riqueza nacional en las manos de unos cuantos que se pelean entre ellos por márgenes de ganancia y generosidad de concesiones, pero no por diferencias sustanciales, disolviendo el espíritu cívico, la noción de la competencia electoral, la esperanza colectiva y disminuyendo notablemente la altura y profundidad de la estantería de derechos y obligaciones sociales: un México intencionalmente desfondado, una patria convenientemente desesperanzada, una ciudadanía cultivadamente dividida y confrontada.
Allí están, por ejemplo, las sapientísimas discusiones en la Suprema Corte que a fin de cuentas acaban demostrando que no hay justicia en la nación, pues de nada sirven los montajes indagatorios respecto a hechos altamente sensibles si a fin de cuentas todo queda en señalamientos vagos, no individualizados, mero ejercicio de desahogo documental y oratorio entre togas. Ya antes fue Oaxaca el ejemplo de que nada trascendente se logra en esas instituciones blanqueadas (Ulises sigue como si nada, a pesar de todo lo criminalmente hecho contra ciudadanos opositores a su tiranía que ahora pretende mantener mediante elecciones democráticas). Ahora es el caso de la guardería ABC, que se irá igualmente por el caño de las buenas intenciones expresadas en propuestas como la del ministro Zaldivar que fueron votadas negativamente por la mayoría de sus colegas. Y allí sigue pendiente el expediente de los presos de Atenco, catálogo contundente de violaciones a la legalidad y uso faccioso de la institucionalidad para castigar disidencias.
Menos pretenciosas, pero allí están las declaraciones y decisiones del folclórico gobernador de Nayarit, Ney González, al adelantar el cierre de cursos escolares porque prevé enfrentamientos que podrían dañar a los estudiantes, pero no sólo a ellos, pues el mandatario porcentualmente constructor del Nuevo Vallarta estima que vienen días violentos en Tepic, a causa de operaciones de carácter quirúrgico; ir a extirpar lo que tenemos que extirpar en los lugares que sabemos.
Belicismo médico que contrasta con las destilaciones alegres del siempre desconcertante Felipe Calderón que pone buena cara a la desgracia y anuncia desde Baja California Sur una nueva fase de su teoría de las percepciones sociales: hay que promover la imagen de México, exhorta, pero no piensa en ajusticiados, decapitados o balaceras urbanas, ni en pirámides y playas, sino ¡oh! en un proyecto integral de publicidad, sí, pero principalmente de relaciones públicas, en la que estamos contratando a las mejores agencias del mundo para promover integralmente la imagen de México. Sí, para explicar los problemas que tenemos, pero también cómo los enfrentamos; pero, sobre todo, para mostrar lo que nuestro país tiene que ofrecer, y que es mucho, a cualquier visitante del mundo. ¡Gulp que al ser pronunciado suena a Bang pero la publicidad y las relaciones públicas convertirán en Smack!
Astillas:
Hay una avidez de discusión sobre el presente y futuro de la izquierda en México que, por fortuna, supera con amplitud las expresiones de fanatismo e intolerancia. Es necesario abrir los armarios, revisar la caducidad de lo almacenado, replantear modos y formas a la luz de los tiempos corrientes, y repeler las provocaciones y las expresiones ultra que históricamente acaban sirviendo a los intereses contrarios y que con frecuencia provienen de infiltraciones. 2010 no será una redición compensatoria de 2006, y las opciones electorales de cambio se encaminan a esa cita, hasta ahora, en condiciones de fabricada desventaja respecto al proceso en que López Obrador buscó por primera vez la Presidencia de la República... Y, mientras esta columna ya no alcanzaba a comentar el mensaje por cadena nacional de FC, ¡hasta mañana!