"Vamos hacia el fascismo": Monsiváis

23 jun 2010

Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 22 de junio (apro).- En su último manuscrito para un artículo periodístico, en vísperas de ingresar a terapia intensiva, Carlos Monsiváis escribió:
“Nada más lógico y, a su modo, más eficiente, que la estrategia de autoengaño del gobierno federal. No son los únicos, desde luego, en este laberinto de afirmaciones que parten de la irrealidad y se alojan en la realidad más profunda, aquella que habitan los manufactureros de la verdad”.
Era el 27 de marzo. Aún estaba reciente el homicidio de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey –la misma institución que entonces dirigía como rector Rafael Rangel Sostmann, recientemente “renunciado”–, y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, volvió a recetar en una de sus carismáticas ruedas de prensa la explicación calderonista del “fuego cruzado”, que avalaba la tesis del “daño colateral” expuesta por el secretario de la Defensa, Guillermo Galván.
“No estoy ironizando –escribió Monsiváis. ¿Cómo puede explicarse de otra manera que el secretario de Gobernación hable de la línea de fuego en el combate en el Tec de Monterrey y que los estudiantes habían estado del lado bueno y por ello resultaron asesinados por los sicarios? No lo dice en serio como secretario de Gobernación. Lo dice, y muy en serio, como poder y lector del secretario de Gobernación”.
La mejor prueba de que los poderosos no leen o no les gusta asimilar lo que leen de Monsiváis respecto de sus propias palabras nos la acaba de recetar el mismo personaje. Fernando Gómez Mont, tan perspicaz como siempre, acaba de descubrir que el problema de la violencia en el país no es la violencia misma, sino el lenguaje utilizado por los medios.
En sintonía con su jefe, Felipe Calderón, quien publicó sendos desplegados dominicales y declamó en “cadena nacional” que si hay 22 mil muertos es porque su administración ha sido muy valiente y los narcos sólo se matan entre sí (esa especie de endogamia del crimen que exenta al Estado de la responsabilidad en función de la justicia), Gómez Mont declaró el pasado lunes 21, en Ixtapan de la Sal, que la violencia es heredada y que los medios no han contextualizado como debieran lo que está ocurriendo.
“Hay un falso debate entre contar y no contar historias –afirmó Gómez Mont. Reconozco la limitada capacidad para comunicar estrategias de seguridad. Tampoco vengo a pedir aplausos; no vengo a pedir que se callen, sino que contextualicen (El contexto es una manera de censura voluntariamente asumida, diría la R., me dicta Monsiváis desde el más acá). No les vengo a pedir que tapen la violencia, sino que cuando la cuenten la pongan en contexto.
“Desde antes de que el presidente Calderón asumiera el poder ya había violencia importante y sostenida; había procesos contenidos y cubiertos. El gobierno apostó por reconstruir las instituciones, porque la democracia no le heredó al país cuerpos confiables de seguridad”.
La última frase es un prodigio. Una perla de Por mi Madre, Bohemios. “La democracia no le heredó cuerpos confiables de seguridad”, resuena el reclamo de Gómez Mont. Si es así, entonces, para contextualizar, hay que decir que ante cada masacre, ante cada “fuego cruzado”, ante todos los “daños colaterales”, ante las confusiones de policías nerviosos o de militares enviados a una guerra sin estrategia, que el gobierno federal es heroico porque está construyendo democracia.
Por estas mismas razones, en las últimas entregas de Por mi Madre, Bohemios, Monsiváis me decía sin ningún dejo de ironía: “vamos hacia el facismo”. Y no le faltaba razón: veía venir la ceremonia de lavado de manos frente a la tragedia de la guardería ABC; la paramilitarización del discurso oficial (tan bien representada por Genaro García Luna), y lo que hoy se convierte, a pesar del enorme distractor del Mundial de Futbol Sudáfrica 2010, en una realidad apabullante: el calderonismo continuó con la polarización social que inició en 2006, cuando decidió decretar que ellos nos salvarían de un “peligro para México”. Y el peligro son ellos.
México sin Monsiváis
ARNOLDO KRAUS
Muchas personas han cavilado acerca de la insuficiencia del lenguaje. Las madres que pierden a sus hijos, los hermanos que pierden a sus hermanos y los familiares de los desaparecidos son vivencias que carecen de la palabra adecuada para describir esas situaciones. Lo mismo sucede tras el fallecimiento de una persona indispensable para una nación: el idioma no cuenta con el término preciso para describir el acontecimiento. La muerte de Carlos Monsiváis, figura indispensable en la vida del país, se inscribe dentro de esa cortedad del idioma. En el caso Monsi, el lenguaje resulta enjuto: las palabras no bastan. No se trata de ensalzar su imagen, se trata de la realidad.
Admirado y denostado, querido y despreciado, entregado y traicionado, fiel y maltratado, irónico y satanizado, dulce y huraño son algunos de los incontables calificativos utilizados para describir a Monsiváis. Las expresiones y el compromiso de Carlos eran el material de esos binomios. Su mirada y su hambre eran infinitas. Su curiosidad y su incansable don contestatario, remontaba cualquier frontera. Ningún tema le era ajeno; todos los rubros de los muchos México de su vida fueron tocados por su pluma. Carlos fue un lector indispensable del acontecer de nuestra nación; su lectura fue un referente único para comprender muchas de las vicisitudes del país. Su capacidad como retratista era descomunal; dibujó y denunció sin cesar las incontables fracturas de la nación.
Las personas que por una o mil razones considerábamos vital su presencia entendemos su muerte, pero no comprendemos el hueco que queda. Aceptamos la inevitabilidad de su deceso pero sabemos que las palabras yermo, orfandad, desamparo, pérdida y aflicción son cortas para describir la ausencia. Carlos poseía un compromiso, casi genético, contra todo aquello que tuviese que ver con la injusticia. Pocas personas han comprometido su voz y su vida como él lo hizo para denunciar todo lo que debería denunciarse y para señalar todas las pifias y horrores de nuestros gobiernos.
La muerte demasiado lenta de Carlos fue una especie de preámbulo para adentrarse en los recovecos del lenguaje y en los sinsabores de la ausencia. A partir de su reclusión hospitalaria, su muerte, demasiado lenta, se convirtió en un prolegómeno para cavilar en los significados del México sin Monsiváis y del valor de la amistad. Dentro de muchos recuerdos comparto una anécdota personal.
Cuando murió mi padre, en 1994, Carlos acudió a mi consultorio. El diálogo fue muy breve. Tras los saludos de rigor y un pequeño intercambio de ideas le pregunté: Carlos, ¿en qué te ayudo? Me respondió, en nada, no me siento mal. Vine por otra razón. ¿Qué sucede?. Después de un momento sacó de su portafolio una bolsa de plástico y me la entregó. Ábrela, me dijo. La emoción y la sorpresa fueron enormes. La bolsa contenía un libro viejo, ilustrado, muy bien conservado y de una belleza casi indescriptible. Durante unos pocos minutos, rodeados por un silencio profundo, cogí con cuidado el libro: lo toqué, lo volteé, lo hojeé y busqué la fecha de edición y el país de origen del libro.
El libro, Il Canzoniere di Dante, era muy hermoso. En nada difería a los de los museos o a los de las casas de antigüedades. Poco tardé en amistarme con él. ¿Por qué me lo das?, pregunté. En Oaxaca aprendí que la mejor forma de acompañar a una persona cuando sufre una pérdida es regalarle algo personal, algo que quieres y que atesoras. Terminada la oración Carlos se levantó, me dio unas palmadas y se fue. No tuve la oportunidad de agradecerle o de hacer algún comentario. Me dejó el mismo silencio cariñoso que rodeó la atmósfera mientras hojeaba el libro ante su mirada compañera. Hoy, mientras escribo y le rindo un pequeño homenaje a Carlos, hojeo el libro. El silencio me acompaña y me regresa al mutismo de aquel día. Ese acompañar fue, para mí, un regalo de la vida.
Para afrontar y derrotar la insuficiencia del lenguaje el mejor tributo que se le puede hacer a Carlos es hacer nuestro su permanente estado de indignación. Él vivía indignado, no por azar, sino por necesidad. Su indignación era infinita. Lo mismo sucedía con su compromiso hacia los débiles. No callar era parte de esa indignación. Asumir el perenne malestar de Carlos contra el oprobio del poder es el mejor homenaje que se le puede brindar a una persona tan singular e irrepetible como Monsi.
Astillero
Uso electoral del narco. Salvamento de perdidos. Granada en Aguascalientes
Javier A-Guille, sin Iniciativa
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
Por malicia natural, o porque a sus haberes han agregado la visión política, pero cada vez son más los detalles operativos de segmentos de la alta delincuencia que denotan intencionalidades que van más allá de la nota roja y se inscriben en planos netamente políticos. Por ejemplo: la hasta ahora inexplicada desaparición de Diego Fernández de Cevallos tuvo un impacto internacional, favoreció el reacomodo del calderonismo en el consejo nacional del PAN, descalificó a opositores de por sí desgastados como Manuel Espino y ha alentado versiones contradictorias respecto de eventuales maquinaciones que usarían el secuestro del llamado Jefe para promoverlo como estandarte contra los cárteles delictivos que no tienen bufete jurídico dorado (una reaparición combativamente declarante sería ideal antes de las elecciones del mes próximo) o, en sentido inverso, para quitar del camino a un adversario odiado que pretendía disputarle a Los Pinos la candidatura presidencial de 2012 que en el PAN sigue siendo asunto intencionalmente raquítico. No debería asombrar, en realidad, que el análisis y la intencionalidad política hayan sido agregados al menú de comportamiento de grupos dedicados al comercio de las drogas, pues eso ha sucedido en varios países de Latinoamérica, y en México basta con ver el nivel profesional de muchos de quienes han sido arrojados por el desempleo a las redes del narco diversificado en cuanto a rubros empresariales y formas de defensa de sus intereses.
Pero, hasta ahora, lo delincuencial sólo había mostrado su fusión casi pleonástica con lo político en cuanto a postulación de candidatos, amenazas a opositores a esos narcodesignios, financiamiento de campañas y exigencia de cuotas en gabinetes, sobre todo en las áreas de seguridad pública, obras públicas y tesorerías o secretarías de finanzas, y de lealtades legislativas en las cámaras donde no se generan iniciativas ni se votan favorablemente promociones que afecten los intereses de los nuevos jefes políticos clandestinos. Ayer, sin embargo, en Aguascalientes hubo un acercamiento a las nuevas formas de presión de esos cárteles, con una granada que fue arrojada contra bodegas del Instituto Estatal Electoral donde se guardan las boletas que se utilizarán en los próximos comicios. No se necesitan grandes esfuerzos de imaginación para avizorar lo que podrá suceder este julio venidero si esos grupos de retadora criminalidad deciden actuar contra los procesos estatales, inyectando miedo a los ciudadanos para que no cumplan tareas de funcionarios electorales, promoviendo toques de queda virtuales y atacando puntos sensibles del ciclo electoral que no puedan ser totalmente vigilados por el Ejército.
Las preocupaciones pueden ser mayores si se atiende a una realidad básica de la actual conformación de poderes a partir del narcotráfico: todas las fuerzas institucionales están dominadas (total o parcialmente, en pugna interna o con aparente discreción, en las élites o en las bases, siempre en combinaciones múltiples) por alguno de los cárteles contendientes que a su vez obedecen instrucciones de sus piezas claves en el tablero político que entre otros usos les asignan los de amagar, cobrar, desplazar y exterminar. El panismo por ello demanda que en los próximos comicios estatales las fuerzas policiales de cada entidad sean acuarteladas y que el control de los incidentes esté a cargo de las corporaciones federales: no puede ser más explícita la confesión de que el escenario de la guerra contra el narcotráfico ha sido trasladado al de las elecciones. Esa extensión bélica proviene y se retroalimenta de la relación de poderes políticos con el negocio de las drogas; la narcopolítica en pleno.
Astillas
Ayer quedó en difícil situación el fascistoide plan propagandístico que pretende convencer a los mexicanos de que con un cambio de actitud pueden resolverse problemas históricos. Dado que se amarró a lo futbolístico, el proyecto de engatusamiento mediático denominado Iniciativa México va corriendo la misma suerte adversa que los pateadores de balones que ayer pasaron de la misma manera mediocre de siempre a una etapa más del torneo mundial que se realiza en Sudáfrica. La cantaleta cívico-patriótica de Javier Aguirre, tan groseramente recetada a los televidentes en los comerciales de la mencionada Iniciativa Privada México, quedó muy estropeada a partir de la derrota frente a Uruguay. El presunto nuevo salvador electrónico de la patria (a quien algunos han rebautizado como Javier A-Guille) mostró frente a Uruguay facetas negativas (necedad, amiguismo, ejercicio despótico del poder y oídos sordos a las críticas) que había dado por extinguidas en sus peroratas de superación personal por televisión. El sueño inducido, y comercialmente muy bien logrado, se topará este domingo con la aplastante Argentina. Con un muy buen equipo a su cargo, el Franco Aguirre, es decir, el Vasco Guille, bueno, como se llame ese director técnico, se esmeró en promover ilusiones de grandeza que ayer tuvieron una triste confrontación con la realidad… Juan Molinar Horcasitas ha sido empujado por el propio PAN a los asomos de un juicio político por el caso ABC, aun cuando el representante del partido en el poder ahora trate de echarse atrás, arguyendo que su aprobación al análisis de posibilidades de ese juicio estaba condicionada a que abarcara a priístas involucrados en situaciones de similar riesgo de castigo público… Quemaduras de tercer grado político, de las que ponen en riesgo la vida electoral, se ha causado por propia voluntad el bonzo yucateco Emilio Gamboa Patrón al anunciar que mete las manos al fuego por Ulises Ruiz y Fidel Herrera… Y, mientras Calderón sigue considerando que una forma de celebrar el bicentenario es mediante regatas como la que estos días recibirá en Veracruz, ¡hasta mañana, con policías de Arizona reportando presuntas amenazas de narcos, que habrían huido a México, por decomisos de droga!
Degradaciones estructurales
LUIS LINARES ZAPATA
Las ya muy cercanas elecciones en catorce estados están teniendo un efecto perverso: mostrar, a las claras, la tendencia degradante de todo el sistema operativo y de valores que rige la actualidad del país. La permisividad social ante conductas malsanas o francamente ilegales de funcionarios, jueces, empresarios y políticos llega a excesos que deben ser combatidos sin tregua y con ahínco. Trátese de las conversaciones de un gobernador atrabiliario, altisonante, engreído por sus alardes como mapache todopoderoso. O puede ser la contracara de ese episodio, el espionaje y la vulneración de una elemental y básica privacía. En esta ruta hacia el despeñadero se llega hasta lo inenarrable de usar matones para amedrentar activistas sin que haya la mínima averiguación previa. Pero puede tratarse, además, de una corte suprema que se doblega y acepta los argumentos de poca monta que le esgrimen agentes del régimen para dejar sin responsables a las muertes de 49 infantes calcinados.
En esta misma línea de análisis hay que pasar revista de otros trastupijes que ejecuta el ensamblaje de los poderosos para su propia defensa y prolongación. La escenifican los mayores partidos políticos (los menores o locales se dejan por hoy de lado). Unos porque, en sus alocadas actuaciones, no se arredran ante la incongruencia de pactar con rivales que les combaten y hasta repelen. Otros porque sostienen, sin pizca de pudor, candidaturas de personajes impresentables por sus ligas con el crimen, organizado o no. Pero lo que se repite hasta el cansancio es un fenómeno que se va asentando y toma carta de naturalidad: el inconsulto y hasta caprichoso nombramiento de tristes personajes como herederos de gubernaturas.
Tal situación nace de la íntima, compulsiva voluntad de algunos que se creen reyezuelos, ya por sí decadentes, para empujar candidaturas que, piensan, les cubrirán las espaldas, que seguirán las pautas del compadrazgo, conservarán al grupúsculo de cuates y darán vigencia a las ataduras de arraigadas complicidades. En fin, mandones arbitrarios que se inclinarán, con toda su influencia y recursos, sobre moldeables sujetos que replicarán el mismo accionar y buscarán, en todo tiempo, las oportunidades de hacer negocios con los bienes públicos. Saben, porque los conocen en la intimidad, que sus sucesores siempre cederán ante los patrones y los rituales que les serán impuestos. Las consecuencias son previsibles. Sobrevendrá una generación adicional de incipientes caciques, electa bajo simulación y trampas. Perpetuarán así la tendencia a empeorar las ya intolerables condiciones de quiebra de valores, violencia generalizada, patrimonialismo acentuado, desamparo de las mayorías, estancamiento económico, injusticia en el reparto de la riqueza y cierre de horizontes futuros. La explosiva mezcla que no puede más que desembocar en la formación inevitable de los peores escenarios que alguien pueda imaginar.
En esta tipología pueden situarse casos como los de Oaxaca con su cauda de atropellos a toda dignidad y con el cinismo que aporta, todos los días, un violador de los derechos humanos; Veracruz y su reapendejado candidato que requiere múltiples vejigas para navegar; Puebla y los ya resentidos émulos plagados de truculencias malsanas; Quintana Roo y el trágico sainete de los dirigentes del PRD o; Tamaulipas, con toda la cauda de consecuencias que implica ser una zona liberada para los narconegocios. Todos estos casos forman un rosario inacabable de transas, consignas para ajustar, no sólo el comportamiento de campaña, sino la adopción de planes para el saqueo una vez instalados en las respectivas oficinas de gobierno. En esos lugares se trata de imponer la inercia, de crear putativos, de formar mafias infestadas de traficantes de influencia. Estados donde se castigan y castigarán, hasta la deformidad, la economía local, la infraestructura o los servicios sociales. Lugares donde se degrada la cultura democrática y la moralidad individual para abrir las puertas a sendos grupos criminales. Regiones enteras donde campea la impunidad, la arbitraria vigencia de los caprichos del poderoso y se expulsa a los ciudadanos que no concuerdan o no encuentran cabida en ese insoportable estado de cosas. A todo esto se deberán atener aquellos que esperan el retorno de los que, dicen, saber cómo gobernar. Un destino cargado de morbosa inquietud y ante la cual no hay, por ahora al menos, antídoto eficaz. Tal y como lo hubo en los años previos a la alternancia (2000) que fue traicionada por Fox.
No todos esos casos son iguales, pero sí tienen similitudes que los equiparan en su disolvente capacidad y aportes destructivos de los horizontes a los que aspira buena parte de los mexicanos. Los nuevos retoños de Ulises Ruiz, de Fidel Herrera, E. Hernández o Mario Marín no tienen desperdicio en sus perfiles. Se les escogió por su lealtad, lo cual implica la oscura sociedad en variados aspectos del uso y, sobre todo, del desuso de las atribuciones y responsabilidades. Pero, al mismo tiempo y sin duda, se pensó en su debilidad y dependencia, en su proclividad a obedecer órdenes a trasmano e inclinarse por lo torcido o mal habido. En esos estados, sin embargo, se juegan otras cuestiones que rebasan, por mucho, los afanes de continuismo individual. Son estados con amplios padrones electorales propensos a las mapacherías de todo tipo y eso los hace importantes para las pretensiones priístas de 2012. Más aún, son los urgidos deseos del sistema completo para reproducirse y mantener los ya insostenibles privilegios para unos cuantos. Es por ello que, los dirigentes partidistas nacionales, aliados mediáticos, magistrados obsequiosos, financieros manirrotos y demás malandrines, apoyarán con todo tipo de auxilios y coberturas lo que está sucediendo.
Las esperanzas de una transición hacia una vida democrática han quedado, por ahora, archivadas. La realidad palpitante en estas elecciones, herencia de las de 2006, revela la vuelta al viejo autoritarismo, aunque ya muy degradado y malsano que, ahora, toma la forma de un feudalismo donde los que mangonean instituciones y recursos son émulos de sátrapas demoledores.