LA REVOLTURA ELECTORAL
16 jul 2010
El manotazo
LUIS JAVIER GARRIDO
La ultraderecha continúa apoderándose en México del aparato de Estado –y del país– y tras las elecciones constitucionales de 2010 y los cambios en el gabinete de Calderón, en que sale fortalecida, se apresta a dar el manotazo decisivo con vistas al 2012.
1. Las elecciones locales del 4 de julio para renovar ayuntamientos, legislaturas estatales y 12 gubernaturas, que se vaticinaron como un triunfo de carro completo del PRI –constituyendo por ello un desafío para los intereses del grupo de Calderón–, se saldaron finalmente por un reparto de posiciones, ya que el PRI logró quedarse con Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas, Tlaxcala, Zacatecas y, probablemente, Veracruz, y el PAN (apoyado por sus corifeos) con Sinaloa, Puebla y Oaxaca, no obstante lo cual las fuerzas de ultraderecha que respaldan al gobierno panista han desarrollado un discurso triunfalista sin parangón.
2. Las elecciones no hicieron en realidad más que mostrar la cloaca en la que se ha convertido el sistema electoral mexicano, pues ausente en términos generales la izquierda electoral de las mismas, no constituyeron más que una confrontación entre el enorme operativo de imposición y fraude montado por el gobierno panista de Felipe Calderón y los operativos locales de fraude e imposición de los estados gobernados por el PRI, por lo que la ciudadanía no fue más que una masa de maniobra, de ahí el alto abstencionismo. Carentes de propuestas, los candidatos del PRI no hicieron más que beneficiarse del rechazo popular al antinacional y antipopular gobierno de Calderón, e incapaz de tener una alternativa para el pueblo el gobierno del PAN se escondió tras las siglas de una alianza corrupta con la cúpula perredista pretendiendo con una campaña negra ser mejor opción que la de los priístas.
3. No es de extrañar, por lo mismo, que la gran triunfadora de los comicios haya sido la profesora Elba Esther Gordillo, con su partido –el Panal–, cuyas brigadas surgidas del SNTE operaron ampliamente durante la jornada electoral, igual que lo hicieron en 2006, para alterar los resultados en un marco de impunidad y tratar de hacer ganar a sus aliados, que en esta ocasión fueron tanto el PAN y el gobierno federal en algunos casos (como Oaxaca) y el PRI en otros.
4. El gran derrotado de la jornada electoral fue, por lo mismo, sin darse cuenta de ello, el propio Calderón, quien utilizando todos los recursos del Estado y el cargo que materialmente ocupa para imponer al PAN, mostró al mundo que muy poco ha cambiado y que el titular del Ejecutivo federal no es antes de cualquier proceso electoral más que un jefe de facción política. El domingo 4 de julio se confirmó de esta manera que las elecciones no son en México procesos democráticos, que no hay en el país un sistema de partidos que representen a los ciudadanos, que los resultados electorales se falsifican más que nunca y que el Ejecutivo sigue siendo impune para cometer todo tipo de tropelías electorales utilizando los recursos públicos. Llegado en 2006 a Los Pinos tras un fraude descomunal, Calderón no tiene empacho para seguir prevaleciendo por el fraude.
5. El triunfalismo expresado tras las elecciones por las fuerzas de ultraderecha que respaldan al gobierno panista, en particular por algunas cúpulas empresariales y sectores de la jerarquía católica, y que se manifestó sin recato en los medios, alude sin embargo a lo que creen ilusamente fue por un lado un aniquilamiento de la izquierda, y por el otro un exitoso operativo para detener al priísta Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México, como candidato ya consensuado de las fuerzas oligárquicas, y en consecuencia festeja la casi inexistente posibilidad que tiene Calderón de imponer a un incondicional suyo en la silla presidencial en 2012 y que ahora creen ha renacido.
6. Desde esa perspectiva, Enrique Krauze ha publicado un extenso artículo en el diario madrileño El País del sábado 10, titulado Buenas nuevas desde México, en el que sostiene ilusoriamente que la democracia que según él arribó pacíficamente a México hace 10 años trajo consigo prácticas, leyes e instituciones que han arraigado (elecciones limpias, autoridades electorales confiables y una genuina división de poderes, así como una copiosa participación) y que, como consecuencia de ello, se efectuaron en México ahora elecciones democráticas que produjeron lo que celebra como un freno a la feudalización del país con las derrotas del PRI, consolidándose a su juicio la democracia, pues si el PRI hubiese triunfado más ampliamente no se le podría haber detenido en 2011 en el estado de México y en 2012 en las presidenciales, procesos para los que recomienda mantener las alianzas con el PRD.
7. Los comicios de 2010 y sobre todo sus secuelas poselectorales dejan, sin embargo, claro que tanto el gobierno de Calderón como el PRI siguen dispuestos a negociar y que, como se estableció desde los años del Chicago de la prohibición, están dispuestos a aceptar la regla de llegar a un acuerdo sobre la base de que saben que el verdadero enemigo común que tienen en su empeño de seguir haciendo prevalecer una serie de intereses espurios sobre los derechos de los mexicanos es el pueblo que se está organizando para el 2012. El propio Enrique Krauze lo recordaba en su artículo al afirmar que el PRI puede presidir un buen gobierno a partir de 2012, pero no a condición de pretender marcha atrás al reloj, es decir negándose a compartir el poder o pretendiendo adoptar otro programa o incluso negociar con los capos del narco.
8. Lo cierto es sin embargo que al margen de los procesos electorales y de las negociaciones que ofrece, la ultraderecha se sigue apoderando de enclaves estratégicos y avanzando en el control del aparato estatal. Los cambios en el gabinete anunciados el 14 de julio por un Felipe Calderón cada vez más aterrado no pueden esconder el fracaso estrepitoso de la segunda administración panista, pero tampoco su pretensión de seguir utilizando el poder como un botín entregándoselo a sus incondicionales, por más ineptos que sean, lo que una vez más demuestra el desprecio que todos ellos tienen por los intereses nacionales. Resultan un agravio al país las designaciones hechas por Calderón de su amigo Bruno Ferrari, licenciado en derecho canónico, como nuevo titular de Economía, y en Gobernación de su ex compañero el bajacaliforniano José Francisco Blake, cuya mayor prenda es ser un enemigo frontal del Grupo Atlacomulco, aunque en Mexicali haya fracasado en la encomienda de detenerlo pues como secretario del Gobierno panista perdió ahora, a pesar de la intervención oficial en los comicios, todos los municipios.
9. En todo caso, la mayor razón de regocijo de la ultraderecha para el 2012, que era su alianza con la cúpula del PRD, se estropeó muy pronto pues el miércoles 7 Andrés Manuel López Obrador anunció que iría por la Presidencia en 2012, lo que genera un escenario por completo distinto.
10. El país en tanto sigue a la deriva, y con un gobierno cada vez más pasmado y en manos de extremistas empeñados en ir en contra de los derechos de los mexicanos.
Blake: operador de la derrota del PAN en Baja California
JAIME MARTÍNEZ VELOZ
El domingo 4 de julio, César Nava hacía cuentas alegres y en medio de los anuncios de los resultados de los procesos electorales, incluía a Baja California como un estado donde habían ganado las cinco presidencias municipales y la mayoría de la representación en el Congreso de la entidad. La euforia de la dirigencia nacional no era compartida por la dirigencia local que, incrédula en los números adversos, no atinaba a digerir el tamaño del descalabro que el voto de quienes fueron a sufragar le había propinado. Como castillo de naipes se derrumbaba el imperio de componendas y mal gobierno que durante 21 años había ejercido sobre los bajacalifornianos.
Atrás quedaba la parafernalia electoral que en 1989 con Ernesto Ruffo había prometido el cambio como fórmula mágica para acceder en forma automática al paraíso que sería Baja California sin los priístas en el poder. Arropados en un ejercicio abusivo del poder, cimentado en realizar negocios desde el gobierno, y en la incapacidad de la oposición para convertirse en opción de poder, los panistas convirtieron a Baja California en un feudo donde no sólo reprodujeron los viejos vicios del PRI, sino que le añadieron un conjunto de artimañas, vicios y prácticas fraudulentas, ante una oposición impávida y desarticulada.
Baja California, de ser uno de los estados con mayor participación electoral a principios de los años 90, pasó a tener los mayores índices de abstención. Esta circunstancia se había constituido como el escenario adecuado para que mediante los procesos de movilización tan criticados –pero tan socorridos, de los beneficiarios de los programas sociales– los panistas garantizaran para su causa un número importante de votantes que, junto a su voto duro, le brindara la diferencia necesaria para superar a sus adversarios.
Previamente a cada campaña, mediante la utilización facciosa de recursos públicos, se desataban campañas mediáticas ostentosas, para crear una percepción ciudadana de que todo estaba bien. Dichas campañas competían con las noticias sobre ajusticiamientos, balaceras y el propio deterioro social. Sin embargo cumplían su propósito al impactar en los sectores que requería el PAN para ganar las elecciones.
Junto a ello, el control de los órganos electorales se convirtió en una práctica cotidiana de los gobiernos panistas. Campaña tras campaña, los grupos de poder, legal e ilegal, contribuían con grandes sumas de dinero para apoyar a los candidatos del PAN. Los topes de campaña siempre fueron una vacilada.
Teniendo como preocupación el control de las variables que intervienen en los procesos electorales, los gobiernos panistas se olvidaron de las promesas de cambio y se dedicaron a la milonga, al enriquecimiento ilícito y a mezclar en forma descarada los negocios privados con la función pública. Nepotismo, corrupción, dejadez e incompetencia son características que han brotado como pus en estos 21 años de gobiernos panistas.
Una de las acciones que dibujan el tipo de gobierno que realizaron los panistas es haber convertido a Baja California en el sótano de máquinas de Estados Unidos, al permitir la instalación de plantas de generación de energía eléctrica de exportación y de la terminal de gas natural licuado en Ensenada, cuyos productos tienen como finalidad abastecer los estados de Arizona y California, en detrimento del ambiente y de la seguridad de los bajacalifornianos. Para evitar especulaciones, el anterior secretario de Gobierno es ahora empleado de la trasnacional Sempra Energy.
Al proceso electoral de este año, llegaron como si fuera solo un trámite para seguir ejerciendo a plenitud el poder, como lo venían haciendo desde hacía más de dos décadas. En las elecciones internas ganaron los candidatos que el propio Felipe Calderón impuso, lastimando a sectores que dentro del PAN venían luchando por ser candidatos en la contienda. Con criterios de viejos hacendados impusieron en Rosarito a un candidato alejado de los habitantes de ese lugar y al igual que en muchos estados de la República el responsable de las directrices de las campañas de los candidatos del partido en el gobierno, recayó en el secretario general de Gobierno, José Francisco Blake, flamante secretario de Gobernación y operador de la derrota del PAN en Baja California. La única virtud conocida a dicho personaje es su cercanía con Calderón, por lo demás sus limitaciones son tan evidentes como públicas. Qué manera de rebajar el lugar que un tiempo ocupó Jesús Reyes Heroles, sólo por decir un nombre.
Acostumbrado a lo de siempre, el PAN practicó las campañas de la tierra arrasada, publicidad desbordante, difusión intensa de la obra de gobierno en concordancia con los espots de los candidatos albiazules. Saturación de espacios físicos con anuncios publicitarios, dinero a manos llenas para la movilización, ante una campaña discreta del PRI, coordinada por cuadros experimentados de ese partido; en cuanto a recursos para las campañas, no hubo punto de comparación. Nada relevante ofrecieron las campañas del PRI, más bien se dedicaron a construir su estructura electoral y a ofrecer un conjunto de propuestas modestas o de poca trascendencia. El PRI no les ganó, la ciudadanía los botó. Los panistas se tropezaron solos con las cubetas de un poder desgastado por el mal ejercicio.
Las encuestas de medios locales a menos de una semana anunciaban resultados apretados, lo cual era un signo de alarma para los panistas, pero confiaban en la movilización de los beneficiarios de los programas sociales. Lo que nunca detectaron fue que el malestar ciudadano ya había decidido en forma silenciosa poner freno a sus abusos y tropelías. El domingo 4 de julio, los bajacalifornianos le cobraron la factura a los malos gobiernos panistas de la entidad. El balón ahora está en la cancha del PRI, del cual depende hacer un buen gobierno al lado de la gente y de sus causas y necesidades, o repetir las frivolidades del gobierno de Hank, que le costaron la derrota de 2007. La moneda está en el aire.
Lo inverosímil es que el operador de esta derrota vergonzante es el nuevo secretario de Gobernación. Por ello pienso que lo único serio en México es la lucha libre.