¿EL ESTADO DESGUAZADO?

12 nov 2010

¿Existe un Estado mexicano?
JORGE CAMIL
Pudo haber usado un verbo menos agresivo, como desmantelar, pero eligió el más fuerte, desguazar: El desguace del Estado mexicano. Así tituló el sociólogo español Ignacio Sotelo su artículo del viernes pasado en El País. Y no es sorprendente que los usos del verbo en los diccionarios del español se refieran al desmembramiento de coches viejos. Tal vez así nos ven los intelectuales europeos, como un coche desvencijado listo para el desguace. Es la impresión que damos. Lo sorprendente aquí es que al interior del gobierno seguimos esperando que la patética “guerra contra el narco”, recientemente festejada por Obama, y el vistoso pero inútil aparador de los Diálogos para la seguridad, nos hagan el milagro.
Otros, la ridícula minoría despreciada por Felipe Calderón, se encomiendan desenfadados a la Virgen de los sicarios de Fernando Vallejo, adoran en miles de narcocapillas clandestinas, son devotos de Jesús Malverde y se vuelven fieles de la Santa Muerte. Hay pocos países tan esquizofrénicos, donde el golpe de pecho coexista con el espiritismo y los santos seculares.
¡Cómo descansó Felipe Calderón con la derrota de la Propuesta 19! Le cambió la cara, de suyo malhumorada. Porque de haberse destapado California hubiese tenido que justificar una vez más la estrategia que no va a ninguna parte, el costo estratosférico del embate militar, las violaciones flagrantes a los derechos humanos y los 30 mil muertos sembrados en el territorio nacional: sicarios, soldados, madres y padres de familia, estudiantes, niños: todos mexicanos. En este sentido Calderón sigue fiel y religiosamente los pasos de George W. Bush en su guerra contra el terrorismo. Está atorado como aquél en el mismo tema e insiste en continuar militarizando el país (Bush, al menos, destruyó un país que no era el suyo).
La aprobación en California (el principal mercado de la mariguana mexicana) es cosa de tiempo, de muy poco tiempo. Ahora no pasó porque no le concedieron mayor importancia: la mariguana es cosa de todos los días. Lo que sucedió es que el electorado, como en la lucha libre, se enfrentó a opciones más divertidas: Obama y los limpios del Partido Demócrata vs los enmascarados republicanos y el Tea Party. Se divirtieron con Sarah Palin.
La semana pasada, desafiando los convencionalismos, un invitado al programa de Bill Maher encendió un carrujo y lo ofreció con descaro a los demás panelistas. No se acabó el mundo. No aparecieron obispos esparciendo agua bendita ni exorcistas quemando incienso. No llegaron los marines. Cuando un par de invitados aceptó la oferta me pregunté: ¿por esto han muerto 30 mil mexicanos, para que un Estado que no vela por los pobres se dé baños de santidad? Para que la droga, que hoy está por doquier, no llegue a nuestros hijos. Aunque les lleguen las balas…
Para Sotelo, los miles de víctimas son únicamente síntoma de algo mucho más grave: el debilitamiento del Estado. Asegura, como muchos, que el Ejército es el instrumento menos idóneo para doblegar a las mafias; no son un enemigo externo al que se deba combatir a sangre y fuego. Son, eso sí, una parte gangrenada de la sociedad, con amplias ramificaciones en el aparato del Estado. Asegura que ante el vaciamiento y ulterior declive del Estado mexicano la sociedad quedó a merced de las más diversas fuerzas sociales, económicas, empresariales y sindicales (¿la mafia satanizada por López Obrador?)
Del desguace del Estado mexicano Sotelo acusa directamente a Carlos Salinas, convertido en hacedor de presidentes priístas. Abrió la economía y privatizó miles de empresas del sector público, y con eso puso en entredicho al Estado corporativo del PRI. No obstante, parafraseando la poética epístola de San Pablo sobre el amor, yo diría que en nuestro sistema político el poder todo lo sufre, todo lo disculpa, todo lo perdona.
Sotelo se pregunta perplejo: “¿cómo ha sido posible que la liberalización de la economía y la instalación de una democracia de partidos… haya traído consigo el derrumbe progresivo del Estado?” La respuesta es sencilla: nuestra supuesta democracia de partidos (nuestra partidocracia) es sólo un espejismo perverso que socavó al Estado, envolviéndolo en una lucha de intereses mezquinos para negociar cotos económicos y de poder, mientras el país languidece sin esperanza y se hunde en una vorágine de violencia y corrupción.
En días pasados el ex procurador Eduardo Medina Mora, embajador en Gran Bretaña, habló en Escocia ante un grupo de banqueros internacionales. Las preguntas fueron sobre el narcotráfico, la violencia y los efectos de ésta en el crecimiento económico. El embajador, inteligente, se defendió lo mejor que pudo, pero es imposible ocultar lo que aparece diariamente en Internet. Imposible tapar el Sol con un dedo. El epígrafe de Rayuela en La Jornada del domingo pasado lo explica todo: quisiéramos publicar más noticias optimistas. Desafortunadamente no las hay. Para Sotelo nada hoy importa tanto como tomar conciencia de lo que puede arrastrar el desmoronamiento del Estado. México no podría ser mejor ejemplo.
EU: El embate que viene
John M. Ackerman

MÉXICO, D.F., 11 de noviembre (Proceso).- Hoy que el Partido Republicano ha reconquistado la Cámara de Representantes y expandido su poder en el Senado del país vecino, se esfuma la tenue esperanza que todavía algunas mentes ingenuas albergaban de que la llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos iba a implicar una mejora en el trato político hacia México y los mexicanos. Hoy como nunca, la clase política mexicana tendría que defender enérgicamente los intereses nacionales frente al embate que se acerca.
Desde el principio de su mandato, Obama mostró un notable desinterés sobre el bienestar del pueblo mexicano. En las dos ocasiones que visitó nuestro país se limitó a participar en breves reuniones burocráticas y no hizo esfuerzo alguno por mostrar mayor diplomacia ciudadana o por buscar interlocución con la pluralidad de la clase política. Asimismo, las dos visitas que Felipe Calderón hizo a Obama en Washington estuvieron repletas de protocolo y buenos deseos, pero en ambas ocasiones el mandatario mexicano regresó con las manos vacías.
En general, ha habido un estancamiento en las relaciones bilaterales y una clara continuidad de las políticas de George W. Bush hacia México. Bajo la administración de Obama, la cantidad de deportaciones de connacionales sin papeles ha llegado a un récord histórico, se ha militarizado al extremo la frontera y se han “estrechado los lazos” en materia de cooperación militar como nunca en la historia.
A partir de ahora, sin embargo, la situación podría empeorar aún más. Antes, el Partido Republicano todavía jugaba con la posibilidad de incorporar a los “latinos” dentro de sus filas, apelando a la importancia de la religión y del concepto de familia tradicional que supuestamente compartirían con este sector de la población. Como parte de dicho proyecto, hace años el mismo senador John McCain impulsó una importante iniciativa que habría permitido la legalización de millones de mexicanos en Estados Unidos.
Pero hoy, frente al resurgimiento del racismo y el repudio generalizado a las supuestas políticas “estatistas” de Obama, México y los mexicanos una vez más se han convertido en “un peligro” para los estadunidenses. La utilización de la figura de Calderón en anuncios electorales recientes de EU para denostar a México demuestra el extremo al que ha llegado el repudio para todo lo mexicano. La xenofobia hoy es tal que los estadunidenses ni siquiera se dan cuenta de que Calderón es el mejor aliado que podrían tener para su proyecto de reconquistar México y controlar sus recursos naturales.
Sin embargo, en este contexto de mayor agresividad que ya raya en las ofensas personales, el gobierno mexicano parece decidido a seguir adoptando la misma actitud servil y sumisa de siempre. De manera increíble, Calderón ni siquiera tuvo la valentía de apoyar la iniciativa número 19 en California que hubiera legalizado el consumo, la cosecha personal y la venta de mariguana a ciudadanos mayores de 21 años. Esta reforma a todas luces hubiera implicado grandes beneficios para el pueblo mexicano al reducir significativamente los ingresos de los narcotraficantes y obligar al gobierno a enfocar sus esfuerzos de seguridad pública en la persecución de los delitos más graves, como asesinatos, secuestros, posesión de armas y fraude fiscal, en lugar de dirigirlos contra la venta y el transporte de la planta intoxicante.
Un apoyo público decidido de parte del presidente de México a la iniciativa de California bien pudo haber propiciado su victoria en las urnas. Pero en lugar de priorizar los intereses de los mexicanos, Calderón ha preferido cuidar sus “buenas relaciones” con Washington y, para no perder la costumbre, otra vez intervenir directamente en los procesos electorales.
El pasado 2 de noviembre, Calderón envió a Alejandro Poiré a dar una improvisada conferencia de prensa para ratificar la oposición del gobierno mexicano a la iniciativa 19. “Los delincuentes no transformarán su comportamiento (...) porque una de sus actividades criminales deje de estar prohibida”, afirmó Poiré. Pero lo que no menciona el vocero es que al ver reducida una parte importante de sus ingresos, será mucho más difícil para el crimen organizado cometer cualquier tipo de delito. El hecho de que la legalización no sea la panacea, no quiere decir que ésta no sea una parte importante de la solución.
Lo que sí es cierto es que en los hechos la mariguana ya es legal para uso medicinal en una docena de estados del vecino país. Asimismo, hace apenas unas semanas el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, firmó una nueva ley que reduce de manera significativa las penas por posesión y consumo de mariguana. Las multas por esta falta administrativa son ahora equivalentes a las de una simple violación de tránsito. De acuerdo con The Huffington Post, el martes 2 los partidarios de la iniciativa número 19 encendían sus cigarros de mariguana mientras observaban la llegada de los resultados electorales en las pantallas de la casa de campaña. En los próximos años, otros estados también tendrán elecciones sobre iniciativas similares para legalizar la posesión y el consumo de la droga.
Sin embargo, perdura la hipocresía, sobre todo entre los votantes más viejos de Estados Unidos. Mientras apoyan la reducción de penas para los que consumen mariguana y están de acuerdo con su uso medicinal, no impulsan ninguna acción contra el encarcelamiento de los que la venden y distribuyen, quienes normalmente provienen de las “minorías” afroamericanas, “latinas” o asiáticas, a quienes el “sueño americano” no les ha dejado otro camino. Y los votantes estadunidenses menos están dispuestos a hacer su parte para evitar la violencia en México por medio de una prohibición de la venta de las peligrosas armas de asalto.
Pero en lugar de confrontar esta hipocresía y abogar por un cambio radical en las políticas de Estados Unidos, así como de exigir respeto a los derechos humanos de los mexicanos, Calderón se contenta con seguir haciendo el trabajo sucio a los vecinos. Ha llegado la hora de una nueva política exterior que proyecte de manera decidida y autónoma los intereses nacionales, en lugar de seguir apostando a recibir las migajas del norte a cambio de un “buen comportamiento”. El imperio nunca respetará a quienes no se dan a respetar.
La intervención
LUIS JAVIER GARRIDO
La espiral de violencia que ha generado en el país Felipe Calderón con su supuesta guerra contra el narcotráfico ha llevado al país a un escenario de horror que ahora los propios miembros de la clase política no saben cómo echar para atrás.
1. Los analistas que en los medios critican de manera cada vez mayor la violencia militar instaurada sumisamente como arma de gobierno han insistido en las violaciones que el titular de facto del Ejecutivo ha cometido a la Constitución al hacer actuar al Ejército y a la Marina en funciones que no tienen, en la violación sistemática e impune de los derechos fundamentales del pueblo cometidas por los militares y en el desastre social y económico que han conllevado estas acciones desquiciadas que, en el mejor de los casos, sólo podrían conducir a una reorganización del mercado de estupefacientes. No han puesto el énfasis, sin embargo, en los objetivos más perversos de tan aberrante iniciativa y del proyecto de militarizar al país, el primero de los cuales es el de subordinar más a México a la dominación estadunidense, para hacer más viable el saqueo de la nación.
2. No se están analizando tampoco los objetivos partidistas de esta llamada guerra, que pretende amedrentar a las fuerzas sociales en el escenario actual de desastre económico marcado por el desmantelamiento de la nación, que trata de acelerar el gobierno al cancelar los derechos de los trabajadores y al buscar destruir cuanto antes a organismos públicos como el IMSS, por lo cual un objetivo fundamental de esta política son los jóvenes, a los que se busca someter por el miedo.
3. La militarización de México es vista ya en el exterior como un proceso dirigido desde Estados Unidos conforme a sus intereses, a pesar de los esfuerzos propagandísticos de Los Pinos insistiendo en que la supuesta “guerra contra el narco” fue una decisión concebida y tomada por los panistas para luchar contra el crimen organizado. El País, diario madrileño de centro-derecha, en un reportaje sobre el operativo que permitió el viernes 5 abatir a Tony Tormenta, capo del cártel del Golfo, publicado el día 7, no dudaba en señalar que las acciones fueron similares a las que en diciembre de 2009 permitieron eliminar a Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca, ya que los servicios norteamericanos, prácticamente sólo se fían de la Marina, de tal suerte que no se sabe si la llamada telefónica de Obama a Calderón al día siguiente fue para festejar la colaboración entre ambos gobiernos en dicha acción.
4. La labor propagandística del gobierno resulta por todo un fiasco, pues no convence casi a nadie. El vocero de la imaginaria lucha anticrimen insistía el lunes 8 en el Canal 2 de Televisa en que la violencia en México no es responsabilidad de Calderón sino de los cárteles, y que el gobierno no es culpable de las muertes, que en este año son ya más de 10 mil. En un estudio publicado en Nexos de noviembre se informó en que todo el sexenio foxista no llegaron a mil las víctimas, lo que suscitó la cólera del calderonismo, que de inmediato atacó a Fox por no luchar contra los cárteles.
5. La prensa mexicana da cuenta diariamente de las decenas de muertes que ocurren en el país en el escenario de la militarización y se las atribuye todas a los cárteles como lo pide el gobierno, pero esto no es más que una falacia. Los muertos tienen diversos orígenes –los cárteles, la Policía Federal, las fuerzas armadas, los grupos paramilitares creados por el gobierno– y muy difícil será en el futuro deslindar responsabilidades, pero una cosa es cierta: el responsable de haber generado la violencia actual es Calderón con su guerra contra el narcotráfico.
6. La lógica de poder de Washington supone que, tras la experiencia calderonista, tiene ya derecho ante la comunidad internacional de inmiscuirse cada vez más en los problemas de seguridad interna de México, al menos por dos motivos, sin importar que éstos se sustenten en concepciones unilaterales y ajenas al derecho internacional. El primero es que la doctrina de seguridad del Pentágono le otorga a Estados Unidos la prerrogativa de intervenir militarmente en territorio mexicano por ser los cárteles organizaciones terroristas o paramilitares, que ponen en riesgo sus intereses fundamentales. Y el segundo, que el armamento que Washington está ahora entregando a Calderón es considerado sofisticado, a pesar de no ser muy moderno, y requiere, por lo mismo, de la supervisión directa de militares estadunidenses.
7. Los sectores nacionalistas del Ejército se negaron desde hace décadas a recibir armamento moderno para no dar pie a que en ejercicio unilateral de sus principios normativos Washington argumentase derechos para intervenir en México, pero ahora han empezado a recibir pertrechos que siendo desechos de guerra estadunidenses entran en la categoría de armamento estratégico, y lo han hecho a sabiendas de que están así comprometiendo aún más la soberanía nacional, lo que parece ser buscan de manera expresa Calderón y sus colaboradores. El gobierno de Obama, conforme a la Iniciativa Mérida, entregó a México el día 8 a través de su encargado de negocios, Peter Philips, helicópteros Bell 412, según El Noticiero de Canal 2 de ese día, en un paso más por integrar a México al Comando de América del Norte, y la información pasó casi inadvertida.
8. La escalada de la violencia oficial va en aumento delirante, y es previsible que va a intensificarse al acercarse el proceso electoral de 2012. La Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados aprobó por ejemplo contratar 10 mil soldados más en 2011 para crear 18 nuevos batallones, según reportó La Crónica de Hoy el lunes 8.
9. Publica La Jornada el miércoles 10, en una nota muy breve, que según un estudio existen en México entre 35 y 40 casinos y un número no precisado de casas de juego (lo cual es contrario a la Constitución), donde se lava dinero del narcotráfico, como lo hacen por otra parte todos los bancos ahora en propiedad de consorcios trasnacionales. ¿Quiénes son pues los dueños del negocio del narcotráfico? ¿Los capos de los cárteles que escalan posiciones y luego desaparecen? ¿O los señores del gran capital financiero que permanecen estables?
10. Estados Unidos ha crecido gracias a las guerras, le dijo en 2004 George W. Bush al entonces presidente argentino Néstor Kirchner, según relata éste en Al sur de la frontera (2010), la más reciente película de Oliver Stone: misma falacia aberrante que Bush le vendió en 2006 como tesis a Felipe Calderón, quien dócilmente la asumió como suya llevando a México a un baño de sangre. La guerra que lanzó supuestamente “contra el narco” ha empobrecido sin límites al pueblo mexicano, aunque haya sido, en otra de sus vertientes, un negocio, no sólo político, para muchos de los integrantes del grupo en el poder, de ambos lados de la frontera.