"CUÉNTAME DE UN LUGAR ILUMINADO"

7 abr 2011

Narrar el fracaso

Sabina Berman
1. Lo que un país dice de sí mismo es lo que es y lo que volverá a intentar ser. Los políticos estadunidenses afirman, en cada discurso donde requieren de un momento retórico que eleve el entusiasmo del auditorio, que Norteamérica es la Nación más creativa del mundo y de la Historia. El resto de los bípedos pensantes del planeta podemos entrecerrar los ojos por la pena ante la arrogancia, pero los estadunidenses vuelven a afirmar en el siguiente discurso esa muletilla, esa creencia que cifra su identidad y les da un rumbo común.

Europa la antigua, Europa la apocada por dos guerras terribles el siglo pasado, Europa la humanista, se dice a sí misma que es el enlace de la tradición y de la invención de un mundo más piadoso y digno. Y la creación de la Unión Europea, cuya meta no es la hegemonía mundial, sino el bienestar y la dignidad de cada individuo, da a Europa su sentido presente y su programa futuro.

¿Qué nos decimos los mexicanos de los mexicanos? Acá hay que pisar con sumo cuidado, andar de puntitas, porque nuestra narrativa de nosotros mismos condena de antemano cualquier afirmación que use el plural de la primera persona.

Nos decimos que no podemos fraguar una narrativa común. Nos repetimos que no nos alcanza el talento ni el amor por el prójimo ni la consistencia para narrarnos y luego ser los que hemos narrado. Somos los relatores, una y otra vez, del fracaso común. Somos los historiadores de nuestro desencanto. Somos los engañados desengañados, cuya muy mexicana sobriedad es un estilo de la tristeza de ser nosotros. Y como cualquier Nación, aplicamos la meta-narrativa en que estamos insertados, a todo evento.

No es casual que el libro que aún presentamos a los extranjeros como aquel que nos descifra sea El laberinto de la soledad, que nos narra en la alta prosa de un premio Nobel como hijos de la madre indígena chingada, es decir violada por el conquistador, y en ruta directa al infierno de la Chingada de volver a jodernos a nosotros mismos.

2. ¿Cuál fue el último discurso en el que te sentiste profundamente emocionado y lleno de entusiasmo por el porvenir? La pregunta se la he hecho durante los últimos meses a mexicanos de todas las filiaciones ideológicas.

La respuesta más común señala el año de 1999: Vicente Fox apalabró entonces un sentir común innegable y una ruta de futuro posible, las dos condiciones de una narrativa compartible. Es verdad, su legado no fue una larga narrativa, memorables Fox dejó apenas unos cuantos momentos lingüísticos, pero contundentes. “Hoy, hoy, hoy”. “Saquemos al PRI de Los Pinos”. “A mí tal vez se me quite lo majadero, pero a ustedes lo maloso y lo corruptos, no se les va a quitar nunca”.

La segunda respuesta más frecuente señala el 2006, al discurso de Andrés Manuel López Obrador en un Zócalo de la Capital repleto hasta los copetes de los edificios que lo circundan. El justamente famoso discurso que llamaba a la moratoria de los odios entre los mexicanos, y terminó con un relámpago verbal. “Los amo, desaforadamente”. (Guardo como un tesoro la imagen de Carlos Monsiváis en un balconcito estrecho del Hotel Majestic, murmurando a la par de AMLO, del otro lado de la plaza, palabra por palabra de ese discurso que acaso redactó él o por lo menos corrigió hasta volverlo propio.)

3. Toda identidad nacional es hija de la Historia y de una ensoñación del Futuro. Por tanto, los mexicanos somos huérfanos: carecemos de un Futuro apalabrado y consentido, y vivimos oprimidos por la narrativa de un pasado de impotencia. De cierto, las últimas tres décadas vividas bajo el gobierno del PRI desbarataron nuestra fe en los grandes proyectos nacionales. La oratoria priista, rica en vocabulario e ideas, adolecía de la inverosimilitud. Narraba un México mentido y un México futuro increíble. En los rieles de la simulación, los largos y sonoros discursos del PRI no podían capturar la emoción de los ciudadanos ni avivar su entusiasmo. Para colmo, parte de la dinámica del priismo suponía la breve temporalidad de sus narrativas. Pasado su sexenio, el gran orador, el Presidente, era descabezado por el nuevo presidente y su retórica era empaquetada y lanzada al olvido.

Paralelo a las sucesivas narrativas priistas, se fue fraguando un discurso ciudadano del rechazo al poder. Ser intelectual y ser creíble en las postrimerías del siglo pasado, incluía un gran No al gobierno y apenas un manojo de aspiraciones positivas. La fe en la democracia y en el reconocimiento de la diversidad social y la urgencia de un México menos pobre.

Así nos encontró la democracia. Sin una narrativa ciudadana de largo aliento para el momento en que los ciudadanos sí pudiéramos, nuestros anhelos encarnados por nuestros elegidos para el Poder; y sin una narrativa para el Poder, donde el Poder sí se ejerciera para el bien común.

4. Henos aquí, ahora, atrapados todavía en el Gran No. En la costumbre del rechazo mecánico a cualquier otro. En la descreencia del prójimo. En el descabezamiento de cualquier evento que sobresalga. En el remache cotidiano del desencanto. En la sobriedad del desengañado, esa austera tristeza reaccionaria.

No es casual que en este 2011 avancemos hacia una nueva sucesión presidencial entre discursos políticos que oscilan entre el repudio de los otros bandos y, al momento de trazar un futuro, un minimalismo patético. Aterrados por la guillotina que es la opinión pública, hasta hoy ningún precandidato se atreve más que a apalabrar sus odios (que no vuelva el PRI; que se vaya el PAN; qué susto el populismo de la Izquierda) y a balbucear lugares comunes sobre el futuro.

Si ningún nuevo aspirante nos asombra, para el 2012 podremos elegir entre candidatos que nos garantizan una sola cosa: que los otros candidatos no serán electos.

5. Cuéntame una nueva historia, le pide el Sultán a Scherezada en Las mil noches y una noche de Vargas Llosa. Asómbrame, sácame de la sombra del pasado. Cuéntame de un lugar iluminado a donde tú y yo podamos caminar sin que tú o yo saquemos de entre nuestras ropas una cimitarra para cortarle al otro la cabeza.

Pactar con el narco

José Gil Olmos

MÉXICO, DF, 6 de abril (apro).- No hay un solo lugar en el país donde no exista la presencia del crimen organizado. Lo mismo lo vemos en los niños y jóvenes que son reclutados como halcones o sicarios que en las familias enteras que han hecho de sus casas tienditas, donde, día y noche, se surte de drogas a los adictos de todas las clases sociales. También lo vemos en el campo, donde se prefiere sembrar amapola o mariguana que maíz, y en las ciudades, donde los criminales son capaces de bloquear avenidas y calles.

Los grupos del crimen organizado han hecho de México su territorio y se disputan todos los días las plazas como lo hacen los grandes emporios monopólicos. Sólo que en lugar de spots y de marketing político, usan metralletas, granadas, bombas y todo tipo de armas para marcar su territorio con señales de miedo (colgados, mutilados, etcétera), creando un imperio de terror.

Si ponemos un mapa del país sobre la mesa y usamos un color para identificar cada uno de los principales grupos del crimen organizado --cárteles del Golfo, Sinaloa, Juárez, Zetas, Beltrán Leyva, La Familia y los Valencia--, veríamos cómo cada uno de ellos domina una región y a veces los colores se mezclan o combinan en ciertas áreas que son las más disputadas, como Ciudad Juárez, Acapulco, Reynosa, Cuernavaca, Torreón, entre otras, ya sea porque son de producción de drogas o son mercados rentables de consumo o porque son los mejores espacios de tránsito.

Siguiendo las pautas clásicas del modelo capitalista, el narco mexicano, como lo fue en su momento la mafia italiana y la norteamericana, ha ido evolucionando poco a poco y, de ser productores y transportistas de droga, ahora han incursionado en el tráfico de inmigrantes, de niños y mujeres, de armas y de ropa, de autos y de música y películas. También en el cobro de impuestos, la extorsión y la prostitución.

La expansión de estos grupos ha hecho del crimen una industria que genera hasta 30 mil millones de dólares anuales, según cifras de El Colegio de la Frontera Norte. Dinero que, sin duda, inyecta dinamismo a la economía nacional.

No es casual ni un error, entonces, que la revista Forbes haya incluido a Joaquín Guzmán Loaera, El Chapo, en su lista de los hombres más ricos del mundo, porque en realidad el sinaloense es uno de los participantes más destacados en la generación del capital, del modelo económico basado en la libre circulación de mercancías en todo el mundo.

Tampoco es casual que para una juventud que no tiene muchas posibilidades de empleo, educación y de progreso personal y social, la figura exitosa del narcotraficante sea el modelo a seguir. Es preferible vivir 20 años con dinero, mujeres y auto, que viejo, enfermo y pobre, es la idea que ha permeado en muchos de los jóvenes mexicanos que son reclutados por el crimen organizado.

La pobreza, el desempleo y la falta de espacios educativos están generando el Ejército de reserva para los distintos grupos criminales que ofrecen sueldos atractivos para quienes no tienen un horizonte de esperanza en su vida.

Pero no sólo a la juventud la están cooptando, también a los policías y soldados, a profesionistas y comerciantes, a inversionistas y especuladores financieros y, sobre todo, a las autoridades atraídas por el dinero fácil.

El sistema de corrupción que por años ha sido alimentado por todos y cada uno de nosotros, es el mejor terreno para el florecimiento de la sociedad narca, de la sociedad mafiosa, en la cual las instituciones políticas, sociales, económicas y religiosas tienen una responsabilidad, ya sea por acción o por omisión.

El crimen organizado ya tiene hoy en día un poder enorme y eso nadie puede negarlo. La guerra declarada por Felipe Calderón ha incrementado más ese poder, y lo ha fortalecido al no derrotarlo. Así suele pasar en cualquier guerra. Lo que no mata, fortalece.

Ante este panorama, plantear un acuerdo con el crimen organizado para detener la violencia a la que nos ha sometido resultaría un error de graves consecuencias en el futuro. Sería darles más poder, empoderarlos aún más, erigirlos como verdaderas autoridades y darles la legitimidad. Significaría cederles terreno y poderes reales.

Esto es lo que en el fondo quieren. Crear un “cogobierno” y compartirlo con el poder político. La tentación para el próximo presidente de la República es precisamente ésa, caer en la idea de realizar un pacto con alguno de los grupos del crimen organizado y, mediante una autorregulación de los propios cárteles, alcanzar la paz que tanto exigen los mexicanos.

Pero esto significaría darles las funciones que el Estado tiene como atribuciones, como es la seguridad, el territorio y el cobro de impuestos. Y esto representaría el surgimiento de un Estado paralelo.

El miedo, el terror y el agobio nos están orillando a pensar que la salida a este infierno es el pacto con el narco, y no hay nada más falso e ilusorio que creer que éste tiene el código de honor como para respetar ese pacto si se llegara a hacer. Al contrario, se le estaría otorgando una licencia para seguir matando y para seguir edificando el imperio de terror en el que se basa su poder.

Avances de la política deseducativa neoliberal en la UPN

CONCEPCIÓN TONDA MAZÓN Y GUADALUPE POUJOL GALVÁN

Durante el presente sexenio la instrumentación de la política educativa neoliberal ha avanzado con particular fuerza en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), específicamente en cuanto a la desarticulación de su estructura académica nacional y al deterioro de las condiciones laborales de sus trabajadores.

En 1993, con el Acuerdo para la Modernización de la Educación se realiza el proceso de descentralización administrativa de las unidades de la UPN en todo el país. Proceso que se pretende concluir durante el presente sexenio con la descentralización académica, a través de la conversión jurídica de las unidades nacionales en organismos descentralizados, con lo cual la UPN pierde completamente su carácter nacional.

Sin duda el sentido de la política deseducativa neoliberal es favorecer los negocios en torno a la educación. Lejos de impulsar la sociedad del conocimiento, este enfoque llevado a ultranza nos lleva a la deshumanización y la destrucción de la cultura nacional. Presenciamos el desmantelamiento paulatino del sistema educativo nacional.

En este contexto se inscribe el desconocimiento por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y la Secretaría de Educación Pública (SEP) del proceso de promoción del personal académico a escala nacional desde 2008, convocado por la Comisión Académica Dictaminadora (CAD) de la UPN, tal y como regularmente lo ha hecho desde la fundación de la universidad en cumplimiento del Reglamento interno del personal académico de la UPN.

El proceso de promoción consiste en la evaluación por parte de la CAD de los avances en la formación de los docentes en cuanto a la obtención de grados académicos, considerando la calidad en las actividades de docencia, investigación, gestión, difusión y extensión, con particular énfasis en la producción académica de artículos, libros, material didáctico, etcétera. A partir de una rigurosa revisión de las evidencias presentadas por los profesores, la CAD asigna la categoría correspondiente de acuerdo con el reglamento mencionado.

En abril de 2008 esta comisión otorgó dictámenes favorables de recategorización a más de 1000 académicos del país. Sin embargo, desde esa fecha la SHCP no ha enviado a los estados los recursos necesarios para el pago de la nueva categoría de los académicos, argumentando que no contaba con la normatividad que respaldaba el pago de esa prestación. Aclaremos que se trata de recursos que se han asignado y ejercido de manera regular por lo que resulta inaceptable que se suspenda un derecho que tiene fundamento legal en un reglamento.

El adeudo de las diferencias salariales y de prestaciones a tan amplio número de profesores de la UPN fue materia de acuerdos SEP-SNTE en 2009 y en 2010, mismos que no se han cumplido. En la minuta de acuerdos del SNTE y la SEP de fecha 21 de marzo de 2009, se establece el compromiso de las partes para gestionar dicho pago para su aplicación durante el ciclo 2009-2010. Nuevamente en 2010, en la minuta de acuerdos suscrita por la SEP y el SNTE, en el apartado cuatro, se aborda el compromiso de las partes de atender la recategorización de los académicos de la UPN. Sin embargo estos acuerdos han quedado en letra muerta.

El desconocimiento de los dictámenes emitidos por la CAD desde 2008 significa una grave pérdida de legitimidad de la UPN sin precedentes. Significa el desconocimiento de la función de actualización y formación permanentes de su planta docente, del ejercicio de reconocimiento de los méritos de sus académicos, de sus esfuerzos por mejorar la calidad de su trabajo docente y de investigación.