LA SEP UN MERO TRAMPOLÍN

27 jun 2011

Fracaso educativo y precandidatos

AXEL DIDRIKSSON

El fracaso de los gobiernos que se han padecido desde hace décadas puede medirse sobre todo por lo que se ha dejado de hacer en educación. Ni las decenas de miles de muertos ni otros “efectos colaterales” nos aproximan a ver la magnitud de ese fracaso –por el que se habla de un “Estado fallido”– como la pérdida de generaciones enteras de niños y jóvenes dejados en el vacío.

Lo que ha estado ocurriendo en el sistema educativo nacional tiene graves repercusiones en el desarrollo del país y en las condiciones de vida de los ciudadanos y sus destinos. De manera que, en un balance del actual gobierno, debe decirse que su mayor error fue ahondar el desastre educativo que le heredaron sus predecesores.

Los hechos se han sumado de forma dramática e irracional. El contubernio entre la alta jerarquía de la SEP con el SNTE, las corruptelas y triquiñuelas con las que se han manejado los recursos a favor de los intereses antieducativos de esta alianza en estados y municipios, la demagogia constante de sobornos retóricos que traen consigo jugosas ganancias, el desdén hacia la opinión pública cuando se descubren transas como la venta de exámenes para los maestros, o la multiplicación de evidencias que dan cuenta de que año con año los estudiantes y sus maestros no tienen conocimientos elementales, y que la escuela no da para que salgan adelante, son hechos que deberían alarmar a cualquiera.

La más reciente demostración de que la SEP y sus aliados no tienen ni la menor idea de lo que hacen es la propuesta enviada a la Cámara de Senadores denominada “Reforma Integral de la Educación Básica”, que tiene como objetivo “articular” el conjunto de los ciclos de este nivel. Entre otras cosas, la SEP, de forma increíble, se ha dado apenas cuenta de que el denominado sistema educativo nacional no es sistema ni es nacional, porque ha estado totalmente desarticulado, y ahora la genial idea será “articularlo” de aquí al 2030.

En la propuesta se dice que esta reforma estará “orientada al desarrollo de competencias, referida a un conjunto de estándares de desempeño, comparables nacional e internacionalmente”. Además de todas las críticas que se han hecho durante el sexenio (véanse, por ejemplo, las muy destacadas del Observatorio Filosófico de México) por adoptar la “moda” de las “competencias”, uno debe preguntarse respecto del tipo de estándares que se quieren aplicar en los planes y programas de estudio que se desplegarán desde preescolar hasta secundaria: ¿los de la realidad de Chiapas, o los de la ciudad de Chihuahua, los de Inglaterra, los de Shangai (que obtuvieron los primeros lugares en desempeño de sus estudiantes en la prueba PISA de 2009) o los de Finlandia, país que ha ocupado los primeros lugares como sistema educativo integral en las pruebas internacionales? ¿Cuál es el estándar que va servir para evaluar los conocimientos que se adquirirán por la vía de un currículum de competencias genérico entre los niños indígenas de la Sierra Mixe de Oaxaca y los de Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México?

No es posible “transformar la práctica docente para que transite (…) al énfasis en la generación y acompañamiento de los procesos de aprendizaje” cuando menos del 10% de los aspirantes a plaza de maestro en la educación básica cuentan con las “competencias” que se describen como estándares. Igualmente improbable es que la propuesta “articuladora” del nuevo sistema educativo “resignificará la educación básica, particularmente la de sostenimiento público”, cuando Felipe Calderón está propiciando el desarrollo de la educación privada por medio de estímulos a los contribuyentes, opción que ha tenido un fuerte crecimiento en los últimos años.

Sin embargo, desde la perspectiva de su visión utópica (el 2030), la SEP no se preocupó por definir un escenario de “articulación pedagógica” en este nivel educativo, ni ninguno de los organismos internacionales o nacionales consultados planteó metas por fases de realización, compromisos con los principales actores del sector, recursos que se requerirían y propuestas para modificar los esquemas de desorganización e ineficacia que saldrían a la luz. Y es que la propuesta, que perdió asidero con la realidad, no contó con el debido diagnóstico.

Así como este ejemplo, se han dado continuamente una serie de desaciertos en la materia más importante para alcanzar un nuevo desarrollo, la educación, mientras una exsecretaria del ramo busca ser candidata del PAN a la Presidencia de la República, Josefina Vázquez Mota, quien no atinó a saber lo que significaba la educación nacional ni dejo ningún programa significativo, al igual que el actual secretario, Alonso Lujambio, quien busca la misma candidatura a la silla presidencial y sólo ha utilizado a la SEP como un trampolín político y como espejo de su arrogancia. l

La razón de la sinrazón de Calderón

JORGE CARRASCO ARAIZAGA

México, D.F. (apro).- El presidente de los 40 mil muertos -hasta ahora- ya es víctima de su propio “éxito” y desde hace tiempo se anticipa que en cuanto desocupe Los Pinos tendrá que abandonar el país, huyendo del odio y dolor causados por su estrategia contra el narcotráfico.

Para nadie es desconocido en México y aún en el extranjero que quiso hacer del tema de seguridad el fundamento de su legitimación como presidente. Fue tan deliberado que él mismo terminó por reconocer ante personeros estadounidenses que no sabía en lo que se metía.

Lo hizo desde el principio de su administración, pero en uno de los encuentros que tuvo con personal del Buró Federal de Investigaciones (FBI) destacado en la embajada de Estados Unidos en México en momentos en que la Policía Federal estaban sufriendo severas bajas en Michoacán admitió que no previó los niveles de violencia que desataría su decisión.

Esa es la premisa fundamental de lo que primero llamó “guerra al narcotráfico” y que ante la violencia que desató luego reacomodó como “guerra a las drogas” y ahora, con miles de muertos y desaparecidos en la espalda, nombra como “estrategia por la seguridad”.

El FBI estaba interesado en saber el número de bajas efectivas que estaba sufriendo su “similar” en México en todo el país y la manera en que el responsable de la Policía Federal, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, había decidido el despliegue que tantas bajas le estaban causando La Familia Michoacana.

Aunque policías federales estaban cayendo en otras entidades como Sinaloa y Durango, Michoacán era la principal preocupación estadounidense, porque ahí Calderón había iniciado la narcoguerra.

Su primer acto en busca de legitimación, a los diez días de llegar a Los Pinos, “haiga sido como haiga sido”, fue desplegar al Ejército en lo que se llamó el Operativo Conjunto Michoacán. Nadie tampoco olvida la caricatura que hizo de sí mismo vestido como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Más allá del diálogo

GUSTAVO ESTEVA

Se discute aún si Javier Sicilia se equivocó o no al concertar el diálogo con Felipe Calderón; si habría o no traicionado a quienes se opusieron a él; si no habría condenado al movimiento al fracaso y extinción.

Se trata de una discusión legítima, aunque carece de la importancia que se le atribuye. Javier buscó el diálogo y acudió a él con plena conciencia de lo que significa. Conoce bien los fracasos de los diálogos, el de San Andrés en primerísimo término, y el de todos los que se han realizado en torno a la guerra de Calderón, particularmente en relación con Ciudad Juárez. No ha dejado de denunciar esos resultados. Con todas sus reservas y dudas, apostó por él como práctica de la democracia y como forma de apelar a la moral del otro, del violento, del opresor, del criminal. Está convencido de que, a menos que el corazón se haya oscurecido a grados demoniacos, un hombre puede escuchar el latido humano de su corazón.

Aunque lo hizo con esas reservas, es difícil que haya imaginado el grado de cerrazón que encontró. Calderón se redujo a defender su guerra. Si de algo me arrepiento es por no haber enviado antes a las fuerzas federales, señaló. Una vez más alegó airadamente: “Prefiero asumir la crítica…de haber actuado, a quedarme con el cargo de conciencia de haber visto el problema y, por conveniencia, no haber hecho nada”. Nadie le ha pedido pasividad. En vez de seguir presentando como gesto heroico lo que es su obligación, necesitaría ver alternativas a lo que decidió, como las que ahí mismo le mostraron. Pero no quiere, no puede verlas.

Hay frustración y desaliento en quienes acudieron de buena fe al diálogo. Infortunadamente, es puro circo, le pasó en una tarjeta a Javier Julián LeBarón.

Sigue obstinado, señaló Javier al salir del Castillo de Chapultepec.

La gravedad de la sordera y ceguera presidencial no se refiere solamente al hecho de que Calderón sigue sin aceptar el fracaso evidente de su estrategia. Persiste en negar que ha aumentado la producción, tráfico y consumo de drogas, junto con el número de víctimas, los niveles de violencia y la inseguridad. No reconoce que por esa vía no alcanza ninguno de sus propósitos manifiestos e impone a la sociedad costos insoportables.

Dijo algo más terrible todavía, comentó Javier. “Dijo: ‘Estoy dispuesto a pagar los costos morales’. Ya no le importa cargar con la culpa y responsabilidad por las 40 mil muertes y las más de 10 mil desapariciones. Creo que es irresponsable que diga eso, porque entonces no oyó. Ahí estaba en un primer discurso, en la presencia y testimonio de las víctimas, el gran fracaso de su estrategia. Sigue obstinado y quiere seguir pagando esos costos. Lo lamento por él. Creo que llevar el dolor de tantas víctimas para siempre es un costo moral muy alto.”

No puede ya pensarse en bendita ignorancia displicente, propia del mal de altura. No es información sesgada o insuficiente. No es ya asunto moral o patológico, como diría John Berger, sino ideológico. Y se trata de una ideología ferozmente autoritaria, en la que ya no importa recuperar la confianza de la gente para poder gobernarla. Eso es ahora lo que necesitamos enfrentar con entereza, más allá de la comisión de seguimiento a acuerdos que resultan insignificantes, fuera de proporción con lo que se discutía, más allá del diálogo.

Bajo el nombre común de Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad se encierra hoy una variedad de iniciativas, propósitos y empeños. Es un movimiento sin líderes, dirigencias, comité central o estructuras organizativas generales, aunque todo género de mentalidades leninistas, desde la izquierda o la derecha, lo abordan en esos términos e insisten en tratar a Javier Sicilia como dirigente supremo.

El asunto pasa ahora a manos del movimiento. Lejos de quedarse a la espera de lo que puede o no hacer esa estructura encerrada en sí misma, necesita preparar sus siguientes pasos, que deben estar a la altura del desafío, de la emergencia nacional bien caracterizada por Javier Sicilia, y de los riesgos que impone a todos la obstinación de Felipe Calderón.

Además, Javier, opino que no podrá haber paz y justicia en este país mientras no se cumplan los acuerdos de San Andrés, como Salvador Campanur señaló ante el Presidente. No sólo habló en nombre de su pueblo, Cherán, sino en el de sus hermanos y hermanas, pueblos y naciones indígenas que se han encontrado en el camino del movimiento.