QUIEREN IMPUNIDAD TOTAL

10 may 2010

Militares inconformes
Jorge Carrasco Araizaga

MÉXICO, D.F., 7 de mayo (apro).- Los jefes militares andan inquietos. Molestos. Y están muy activos en hacerlo sentir. En semanas recientes, se han dedicado a filtrar en la prensa su rechazo a la reforma de la Ley de Seguridad Nacional, en una clara crítica a lo acordado por el Senado de la República.
La molestia no sólo es en contra de los partidos políticos que aprobaron la reforma prácticamente por unanimidad, el pasado 27 de abril. En un rápido movimiento, la cúpula castrense logró pararla en la Cámara de Diputados en el entendido de que es mejor como están; es decir, sin limitaciones políticas para su despliegue por todo el país.
Del enojo castrense no se salva su comandante en jefe, Felipe Calderón, cuyo operador político, el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, participó en todo momento en las negociaciones de la reforma, que incluso se llegó a considerar “histórica”.
Tratándose de un asunto que tiene que ver con el futuro de los principales aliados de Calderón, Gómez Mont no podrá decir esta vez que actuó a espaldas de su jefe, como salió a decir cuando quedó al descubierto el pacto del PRI y el PAN para aprobar la Ley de Ingresos de la Federación a cambio de que los panistas renunciaran a las alianzas con el PRD en los comicios electorales de este año.
El PAN traicionó ese acuerdo, como ahora Calderón quedó mal parado ante los militares, quienes hace tres años y medio se plegaron a su decisión política de utilizarlos como ariete en su combate a narcotraficantes, que no al narcotráfico.
El costo para los militares es inocultable: bajas en muertos y heridos, desgaste intenso del de por sí obsoleto equipo, presupuesto restringido y, peor todavía, el deterioro de su imagen y relación con la sociedad por las violaciones a los derechos humanos cometidas por militares, entre las que destaca el asesinato de civiles ajenos a la delincuencia organizada.
De ahí su activismo para hacer sentir su molestia. Las críticas no sólo son al PRI y al PRD, que modificaron el proyecto de ley elaborado por el Ejército, sino al partido de Calderón y a su negociador de Bucareli. El ambicioso proyecto de reforma entregada al Ejecutivo federal para que se le diera trámite legislativo tuvo un destino muy distinto al que querían el secretario de la Defensa Nacional y sus colabores cercanos.
Lo acordado prácticamente por todos los partidos en el Senado no dejó conforme a nadie: ni a los propios militares que buscan ejercer funciones exclusivas de la autoridad civil –como la de decidir cuándo está en peligro la seguridad interior y tener injerencia en las averiguaciones previas– ni a quienes plantean un mayor control del Ejército.
Es más, ni a los oficiales del Ejército, pues son los primeros en ser responsabilizados, junto a la tropa, en los casos de muertes de civiles. Los mandos se lavan las manos a pesar de ser quienes dan las órdenes.
La reforma aprobada soslayó el tema de la seguridad interior y se limitó a legitimar las tareas de las Fuerzas Armadas en la coyuntura en que las metió Calderón.
Salvó, en cambio, una de las principales preocupaciones de los militares: no ser sometidos a juicio a futuro por las graves violaciones a los derechos humanos que están cometiendo.
Además, la cúpula castrense logró aplazar la reforma al Código de Justicia Militar para sacar de la esfera castrense los casos en los que hay civiles involucrados, en un abierto incumplimiento a la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de noviembre pasado.
Los militares buscan impunidad y Calderón se las quiere garantizar, pero también buscan una mayor injerencia en las políticas públicas de seguridad. Y ahí Calderón, por lo menos, los está dejando actuar, que deliberen a través de la prensa.
La reforma del Senado no satisfizo a los militares, no porque los senadores impusieran verdaderos contrapesos del poder civil, sino porque no les dieron todo cuanto piden.
La verdadera reforma de las Fuerzas Armadas ni siquiera está a discusión: la adaptación del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina a un sistema democrático en el que los militares están sometidos al control civil y a la rendición de cuentas.
Esa revisión pasa también por la transparencia y la reestructuración interna, lo cual implica la reforma de las leyes orgánicas de los cuerpos armados. Pero los militares mexicanos están muy lejos de eso. Peor aún, quieren más poder de decisión y, si no, dicen, que ni los toquen, que los dejen como están.
Temor y esperanza
BERNARDO BÁTIZ V.

En el último libro del Nuevo Testamento, San Juan, el discípulo más joven de Jesús, describió el Apocalipsis, que le da nombre a su texto, con un lenguaje impactante y solemne, sin duda intemporal, porque las descripciones pueden ser identificadas con varias épocas de la historia humana, pero a la vez referido al final, al tiempo que marca la conclusión de nuestra historia sobre la tierra.
Libro difícil sin duda, aun para los especialistas, frecuentemente ha dado pie a citas y referencias, casi siempre ligadas con catástrofes y desgracias colectivas.
El Presidente mexicano, que no puede pararse en un escenario abierto sin que le recuerden el dudoso modo con el que llegó al poder, tuvo la ocurrencia, en uno de sus recientes y variopintos discursos, de hacer una referencia apocalíptica, contrario sensu, para usar el lenguaje propio de abogados: dijo que México, bajo su dirección, ha vencido a los cuatro jinetes del mencionado libro, (que él aumento a cinco), y que San Juan señala como la guerra, la peste, el hambre y la muerte, los cuales conocemos gráficamente por múltiples artistas que han plasmado a los cuatro cabalgantes de diversas maneras, todas amenazantes.
Lo asombroso del discurso de Calderón, además de la ocurrencia, es que contrasta con lo que estamos viviendo diariamente en México: muy lejos de la realidad, pinta el país como vencedor de los fatídicos jinetes. Quienes vivimos a ras de suelo vemos que en la realidad cotidiana, el mal, la pobreza y la ignorancia campean por sus fueros y el temor de que las cosas empeoren está presente y forma parte ya de nuestro entorno.
Sabemos, quienes conocemos la historia de México y los difíciles trances por los que ha pasado nuestra nación, que al final saldremos de este negro túnel por el que transitamos desde hace varios sexenios, pero también sabemos que no son las medidas del actual gobierno, erráticas y contradictorias, siempre veladas por una sombra de corrupción y enturbiadas por intereses egoístas, las que nos sacarán adelante.
Necesitamos, sin duda, un cambio, y un cambio drástico; ello requiere no desmayar y mantener viva la esperanza, a sabiendas de que hay riesgos y de que la situación, por lo crítica, puede inducir a muchos al error. Un camino del que se está hablando con insistencia es la marcha atrás –traer al Santa Anna colectivo, que es el PRI, de su Manga de Clavo del Senado y algunos estados, de nueva cuenta al poder–, pensando, equivocadamente, que el mismo que abrió el camino al desastre y del que se conoce exhaustivamente su forma de gobernar engañosa e injusta por interminables décadas va a ser el que nos salve del hundimiento que nos amenaza.
Hay, afortunadamente, otro camino al cambio: es el que propone el amplio y creciente movimiento encabezado por López Obrador, que postula un rescate desde abajo, con la gente. Uno de los lemas es elocuente: Sólo el pueblo salva al pueblo; es decir, no son los que han tenido y tienen ahora los hilos del poder y han demostrado ampliamente su ineficacia los que, aun cuando quisieran, podrían rescatar nuestra patria.
La cita de Calderón me recordó el pasaje de la mitología en el que Pandora, la bella joven hija de Vulcano, tiene una caja de la que salen todas las desgracias y males para la humanidad, pero conserva en el fondo la esperanza que no se pierde; me recordó también una cita de Hilaire Belloc, que decía que casi todos los hombres (las personas) tienen un defecto moral dominante y muchos tienen además una virtud cristiana dominante.
Pienso que las grandes mayorías mexicanas marginadas y golpeadas por la crisis tienen como virtud dominante compartida la esperanza, que nos hace aferrarnos a la creencia de que, a pesar de todo, vendrán tiempos mejores y en el fondo de nuestro ánimo, como en el fondo de la caja de Pandora, nos representamos como posible un México no sometido ni a un país extranjero ni a los poderes fácticos: una patria para todos, con orden y justicia social.
Ahí está nuestra esperanza, que no declina. Sin embargo, de lo que sí debemos estar seguros, es de que el cambio no será gratuito: requerirá de nosotros, de todos, un esfuerzo de organización y de trabajo y, desde luego, que aprendamos la lección y no volvamos a traer a Santa Anna.
Astillero
PRI: cuentas alegres. Alianzas inservibles
Oaxaca, caso aparte. Marcelo, Peña Nieto, destapes.
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

Instaladas casi todas las piezas electorales en el tablero, el PRI pareciera sentirse más a gusto que nunca. Nada amenaza en serio el sostenido predominio tricolor, salvo el caso de tratamiento aparte denominado Oaxaca, a grado tal que ya es hora de preguntarse en serio si en términos estrictamente pragmáticos van a servir las alianzas perreánicas para algo más que consolidar en el ánimo ciudadano la convicción de que ni juntando el agua con el aceite se pueden producir milagros numéricos contra el aplastante PRI y si acaso es ineludible el anunciado retorno de la opción dinosáurica al gran museo mexicano de las simulaciones y las alternancias insustanciales.
Decir PRI es hoy, en términos crudamente electorales, decir gobernadores, erario y uso delictivo, pero usualmente indemostrable de sistemas de defraudación electoral. Los mandatarios, la mapachería y el dinero (limpio y sucio, público y privado) ganaron 2009 y continúan ahora su marcha triunfal por la República con candidatos que en su mayoría –salvo casos especiales, como Chihuahua– fueron impuestos por los mismos jefes estatales del priísmo. En especial destaca la alianza abierta de varios gobernadores con su virtual candidato a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, a cuyos fervores de 2012 van ofrendando los triunfos electorales de estos años previos como forma de garantizar que en la próxima contienda presidencial habrá dinero, fuerza y mando para a su vez imponer al copete hoy benefactor.
El anunciado triunfo electoral del PRI en la tanda 2010 no será solamente a título de las siglas propias sino, como ya se ha visto a lo largo del Decenio Trágico del panismo, en el terreno de la cultura política. Ganará el PRI con candidatos propios, pero también con personajes prestados o formalmente escindidos de la matriz tricolor pero prestos a regresar a ella o a actuar más delante en términos depuradamente priístas. De hecho, el tejido de la presunta oposición suprema al PRI, las famosas alianzas encabezadas por PAN y PRD, es ejemplo de esas prendas de oportunismo, desmemoria, mercantilismo y nubosidad ideológica. De ese batidillo alcanzó a desmarcarse a última hora Andrés Manuel López Obrador a través del realineado PT, lo que significa un golpe de efectismo a las expectativas de triunfo de las alianzas perreánicas cuyo destino perdedor está determinado sustancialmente por otros factores, en esencia por la increíble incapacidad del gobierno federal de frenar o impedir las acometidas fraudulentas estatales del priísmo.
En las perspectivas priístas de victoria sólo aparece con interrogantes el caso Oaxaca, donde Ulises Ruiz tensa la cuerda al máximo y con ello lleva los vaticinios electorales a los extremos: crea tal ambiente de terror y abstencionismo, que logra imponer a sangre y fuego a Eviel Pérez o justamente por ese empecinamiento agresivo potencia a la oposición y abre la puerta al pluripartidista Gabino Cué.
En Hidalgo los caciques y el aparato mapacheril, asociado al peñanietismo, creen posible apagar la escaramuza de Fóxitl. A la cosecha priísta debe agregarse la posibilidad de recuperar Aguascalientes por los pleitos entre priístas que mantienen al candidato del centro bajo proceso judicial impulsado por el gobernador formalmente blanquiazul que les juega las contras a Calderón y a Nava.
Y en Sinaloa, gane quien gane (Vizcarra o Malova), ganará el priísmo administrador de los negocios locales. Y... entonces, ¿para qué van a servir las tales alianzas opositoras? ¿Nomás para confirmar que el paso del PRI rumbo a 2012 es imparable por vías normales, electorales? ¿Calderón estará preparándose para declarar los comicios, y el consiguiente triunfo del PRI, como un peligro para el México de sangre y fuego que él ha ido construyendo cuidadosamene, con confesas pretensiones transexenales?
Astillas
Este martes, Marcelo Ebrard Casaubon dará una conferencia en la Universidad de Guadalajara, en una especie de confirmación de la alianza 2012 entre el jefe máximo de esa casa de estudios, Raúl Padilla, y el jefe del gobierno capitalino. En Jalisco, la corriente de AMLO, con Alejandro Encinas como principal ejecutor, ha tendido puentes con el presidente municipal de Tlajomulco (municipio de gran desarrollo inmobiliario que forma parte de la zona metropolitana de Guadalajara), Enrique Alfaro, quien se ha erigido en el principal opositor en la entidad al dominio que el padillismo mantiene mediante apuestas múltiples (unas fichas en el PRI, otras en el PRD, por ejemplo)... A propósito de PRD, a los actuales directivos formales les urge incorporar más cartas a su baraja sucesoria, que hasta ahora sólo cuenta en firme con las opciones de López Obrador y Ebrard (aunque ya hay quienes aseguran que la fórmula a la que se llegará será con un candidato de unidad: MarceLópez Obrardor). En ese sentido, Guadalupe Acosta Naranjo, distinguido miembro de la corriente conocida como los chuchos, tuvo a bien la semana pasada destapar, entrevistado por Paola Rojas, a Juan Ramón de la Fuente, Lázaro Cárdenas Batel, Alejandra Barrales, Martí Batres y Jesús Ortega como aspirantes a la candidatura del sol azteca. Aun cuando hay arreglos bien establecidos con Ebrard, los chuchos necesitan inflar alternativas para cerrar el paso a la posibilidad de que López Obrador recupere terreno en ese partido en caso de que se vengan encima las derrotas electorales de las alianzas perreánicas y el chuchismo directivo deba renunciar por tan malos resultados... El gobernador del estado de México, por su parte, enfrenta acusaciones del Partido Acción Nacional por su abierta participación en actos priístas el jueves pasado, se supone que en horario de trabajo, cuando encabezó una reunión privada en Puebla con candidatos del tricolor a gobernar esa entidad y Tlaxcala... Y, mientras el Ejército continúa actuando en la periferia metropolitana, ¡hasta mañana, en esta columna que cree que Santos y Toluca llegarán a la final del futbol profesional!