CONTINUAR LA LUCHA, NO HAY MÁS

14 jun 2010

¿Qué hacer?
GUSTAVO ESTEVA
Yahora, ¿qué hacemos?, se preguntaban los frustrados caravaneros el día 8.
El problema no eran las 30 toneladas que llevaban a San Juan Copala. Podrían regresarse con ellas en Huajuapan y empezar gestiones para que la Cruz Roja Internacional o algún organismo de Naciones Unidas se ocupase de entregar lo que habían podido reunir. (No será fácil lograrlo. El gobierno ofrecerá resistencia.)
La frustración misma tampoco era el problema central. Nadie estaba seguro de que podrían romper el cerco y llegar en paz a Copala. Nadie confiaba realmente en la oferta gubernamental de garantizar su seguridad. El día 7 examinaron con cuidado la situación y asumieron conscientemente los riesgos de concretar el intento. Nunca dieron por hecho que alcanzarían su propósito.
Lo ocurrido, empero, los tomó por sorpresa. Fue difícil creerlo o examinarlo allá, en aquellos momentos de tensión. Lo sigue siendo aquí, casi una semana después, bajo condiciones propicias para la reflexión.
Hasta el día 8 existían elementos suficientes para atribuir a la Unión de Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort) el cerco paramilitar y denunciar los vínculos de esta organización con el PRI y el gobierno. Pero ese día, llegados al punto en que la policía estatal se negó a continuar, la procuradora del estado, que acompañaba la caravana, expresó que estaba en comunicación con el dirigente de Ubisort y había acordado con él las condiciones para que la caravana pudiese llegar a su destino: que fuese encabezada por la gente de Ubisort. Cuando esta propuesta atroz fue airadamente rechazada por los caravaneros la policía estatal se retiró. Aunque fue sustituida por la federal, el resultado fue el mismo: ésta adujo haber oído disparos y desistió también del intento.
Es preciso detenerse con cuidado en este incidente. Los gobiernos federal y estatal aceptaron así, públicamente, que en esta zona estaban suspendidas las garantías constitucionales y que la gobernabilidad quedaba en manos de la Ubisort. De esta organización dependía la seguridad de los caravaneros.
El dirigente de la Ubisort, entrevistado unos minutos después, negó tener ligas con el PRI o el gobierno, en declaraciones confusas y contradictorias. Lo seguirá haciendo, igual que el gobierno. Pero ya no hay manera de negar esta vinculación, que se hizo enteramente evidente.
¿Qué hacer ante esta situación? No fue simple desaseo de un funcionario, una declaración descuidada, un incidente secundario. Es un estado de cosas. Si quedaban dudas están ahora despejadas. Se ha desmantelado el estado de derecho.
Hay quienes no dan crédito a lo ocurrido y prefieren cerrar los ojos, restando importancia al incidente. Solicitarán a las autoridades, a estas mismas autoridades, una investigación a fondo de lo ocurrido el 27 de abril, cuando asesinaron a Bety Cariño y a Jyri, y lo del 20 de mayo, cuando asesinaron a don Timoteo Alejandro Ramírez y a doña Tleriberta Castro Aguilar. Presentarán nuevas denuncias y exigencias por lo ocurrido el día 8. Pero la mayor parte de los caravaneros saben que todo esto será inútil. Lo fue en el caso de Brad Will, de los muertos y desaparecidos del 25 de noviembre, de los incontables crímenes, abusos y corruptelas que se repiten cotidianamente.
Se ha planteado la inevitable analogía entre este episodio y lo ocurrido con la flotilla de la libertad que intentaba romper el cerco de Gaza. Toda proporción guardada, en número y calidad, la comparación es válida. La reacción universal de rechazo que ha provocado el gobierno de Israel al asaltar en aguas internacionales al grupo de pacifistas que intentaban romper el cerco expresa la convicción de que se rebasó un límite y se produjo un cambio cualitativo que exige una respuesta proporcionada.
¿Cuál sería una respuesta proporcionada en nuestro caso? ¿Cómo reaccionar ante la constatación de que los poderes del Estado no sólo han desertado de sus funciones sino que emplean abierta y cínicamente, con toda impunidad, fuerzas públicas y grupos paramilitares en atropellos ilegales?
No se trata ya de hechos que pueden sujetarse a una investigación, para que la Corte se entretenga otros tres años y desemboque al final en recomendaciones no vinculantes, es decir, en el parto de los montes. Aquí ya no hay nada que investigar. El nuevo estado de cosas queda a la vista de todos.
¿Qué hacer? El Senado no usará sus facultades ante pruebas flagrantes de ingobernabilidad en Oaxaca. La Corte no empleará las suyas ante violaciones abiertas de las garantías constitucionales por parte de los gobiernos estatal y federal. Las instancias internacionales demostrarán su irrelevancia.
¿Podemos seguir resistiendo la respuesta obvia? ¿Podemos seguir negando lo que tenemos que hacer?
Astillero
Ponerse la negra
Evasión futbolera
¿Campañas, elecciones?
Reino de arrepentidos
JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ
Ruedan cabezas como balones, mientras el embrujo televisivo mantiene la atención atada al mundialista ir y venir de pies. Inmersión profunda a la distracción deportiva que relega e incluso borra los pasajes realmente importantes de la grave descomposición nacional. Borrachera futbolística evasiva a sabiendas de que la cruda empezó desde antes de la embriaguez. El falso profeta Aguirre sigue machacando desde las pantallas con su cantaleta mediocre en contra de la mediocridad, con sus cantos de presunta reavivación nacional desde las chequeras empresariales de los beneficiarios de la desgracia a cuyas reacciones sociales violentas se pretende conjurar con esas predicaciones de superación personal/nacional. Viaje inaugural de pisa y corre del trágico Felipe salado que mantiene una sonrisa de utilería mientras la sangre sigue corriendo sin control en el país que llega a una cifra histórica de muertos al mismo tiempo que su selección de futbol empata sin gloria en Sudáfrica. Diecinueve asesinados en la ciudad de Chihuahua, veinte cuerpos esparcidos en colonias de Ciudad Madero, balacera con varios muertos en un centro comercial de Tepic, más lo que se acumule conforme las teclas van captando aquí y allá los fúnebres botones de muestra. Por ello es que la verde futbolera ha quedado justicieramente en negra: es el color distintivo del México de hoy, junto con el rojo sangre.
Además del balompié y las ejecuciones, enfrentamientos y asesinatos, por la cancha mexicana rueda algo que llaman elecciones. Personajes socialmente poco identificados, aunque ellos multiplican en propaganda sus nombres oficiales y sus referencias de cárteles partidistas, juegan a aparentar que en este país desconchinflado hay una ilusión vigente que puede identificarse mediante la palabra democracia. Formalmente están en campaña y técnicamente los ciudadanos decidirán los resultados de esas contiendas convenencieramente idealizadas, pero lo cierto es que el poder real, el poder del narcotráfico –que se ejerce desde los dos flancos complementarios del mismo negocio, desde lo institucional y lo confesamente delincuencial–, es el que definirá la conformación de los nuevos escenarios de representación popular. Los encuestadores del Inegi pueden ya dar atemorizada cuenta de lo que va sucediendo en el país, donde hay zonas extensas que no aceptan ninguna forma de asomo de lo gubernamental, así sea en la envoltura tradicional del levantamiento del censo de cada diez años. Ofensas, rechazo, amenazas e incluso golpes en algunos casos. El narcopoder controla partidos y dirigentes, quita y pone candidatos, financia campañas desbordadas, suelta ríos de dinero para los operativos electorales del domingo de urnas e inhibe la participación social en la vigilancia y desarrollo de esos momentos electorales cumbres.
Pero el reino de la política mexicana es de los arrepentidos. Chucho Ortega y Manuel Camacho llegan al límite largamente sabido de la telenovela sucia llamada Greg, sin opción de mantenerse en la competencia más que cambiando de candidato, como se les advirtió desde que inició el proceso de desenlace tan cantado. Más se tensó ayer con un accidente aéreo el escenario en el que ciertos grupos políticos se pelean el control del estratégico estado cuyo punto más conocido es Cancún. A la hora de cerrar esta columna un vocero oficial de la campaña del priísta Roberto Borge aseguraba que éste no había viajado en la nave accidentada y que estaba en su casa, a salvo, pero aún no se conocían nombres y saldo del desplome. Como si faltaran motivos para la especulación política en esa entidad agitada.
Otras demostraciones de arrepentimientos y enredos: César Nava también tiene agravios por reclamar y se lanza contra el IFE que según eso ahora daña los intereses del partido blanquiazul que se hizo del poder gracias a ese instituto de subastas políticas. Y en Oaxaca el ulisismo recurre a una ficha desgastada para tratar de sostener la ronda electoral en el plano del pitorreo: el ingrediente Juanito, que alguna vez pretendió asumirse como factor contestatario, es metido a las danzas faranduleras en favor del apocado Eviel Pérez Magaña. Y en Sinaloa el PRI, por voz de Beatriz Paredes, se hace el desentendido de las acusaciones panistas de que se está desestabilizando el proceso electoral, sobre todo luego que una bomba molotov habría sido lanzada contra oficinas municipales del partido blanquiazul.
Y Santiago Creel Miranda se arrepiente de sí mismo y supuestamente restaurado se asoma al balcón 2012 con la idea de ser opción, tal vez hasta perreánica. Ayer, por ejemplo, defendió las alianzas entre PAN y PRD, que López Obrador había descalificado antes, augurando carro completo del priísmo. Creel cree posible que confluyan en él Vicente Fox y Manuel Espino, sus promotores actuales, con lo que sobreviva del calderonismo más el perredismo chucho y una supuesta corriente ciudadana.
Reunidos en uno de tantos encuentros binacionales de legisladores que no llegan nunca a acuerdos trascendentes, meros ceremoniales de rutina, mexicanos y estadunidenses aceptan que el Tratado de Libre Comercio ya no funciona como se supuso (rancio, lo definió alguno de ellos), pero creen que de cualquier manera hay que mantener las cosas como están. Un destacado senador demócrata, Christopher Dodd se permite, en cambio, manifestar su asombro por el increíble número de muertes que en México ha producido la supuesta guerra contra el narcotráfico, cuya conceptualización rechazó: Esto no es una guerra, es un problema que seguirá existiendo en el futuro.
Y, mientras continúan la huelga de hambre de los electricistas y la resistencia de los mineros, ¡hasta mañana, en esta columna que se compadece de las enormes pérdidas acumuladas por la casa de asistencia social denominada Grupo México, a cargo del filántropo Germán Larrea, por el cierre de minas de su propiedad!