LAS RAICES PODRIDAS

9 ago 2010

Nuestros mandos son pura basura
RUBÉN VILLALPANDO
Periódico La Jornada

Ciudad Juárez, Chih., 8 de agosto. Agentes que participaron en el amotinamiento del sábado dieron a conocer que su jefe inmediato, Rodolfo Salomón Alarcón Romero, El Chamán, carece de grado en la Policía Federal y encabezaba el agrupamiento juarense pese a que su nombre figura en una narcolista encontrada por militares el año pasado en Sinaloa.
El Chamán apenas llegó a Ciudad Juárez el primero de julio pasado, pero ya organizaba ruidosas francachelas de madrugada, con prostitutas y personajes que llegaban en vehículos de lujo; además de tener a su disposición una camioneta King Ranch edición especial que estacionaba a la entrada del hotel La Playa, señalaron los denunciantes.
“Los jefes guardan en los Rinos –camiones blindados– la droga que le cargan a los detenidos”, y otro de ellos, Joel Ortega Montenegro, también estaría en la lista de mandos a sueldo del crimen organizado en Sinaloa, estimaron los policías.
Nuestros mandos son pura basura. Reportan muchas detenciones porque están de acuerdo con agentes ministeriales de la Procuraduría General de la República (PGR), a fin de capturar inocentes y cargarlos con droga para que paguen fuertes cantidades, relataron los denunciantes antes de que los acusados fueran llevados al aeropuerto vestidos de civil y trasladados en avión a la ciudad de México en medio de fuertes movilizaciones.
Este domingo apareció una pinta en la que se dijo que el hombre cuyo cadáver descuartizado se ubicó en un centro comercial de Palacio de Mitla esquina con Margarito Herrera, es un policía federal que colaboraba con Joaquín El Chapo Guzmán.
Los mismos agentes que acudieron al sitio confirmaron que la víctima era uno de sus compañeros, pero la Subprocuraduría de Justicia sólo refirió el hallazgo realizado la noche del sábado, señalando que le arrancaron manos, pies, cabeza, piernas y brazos, y los regaron a espaldas del establecimiento.
Este año ya murieron 78 policías en Ciudad Juárez, 20 de ellos federales, y el número total es mayor al registrado en 2008 y 2009, según recuentos basados en información oficial actualizada.
Narro: la Revolución aún no ha sido justa con los que menos tienen
Lamenta que sólo uno de cada tres jóvenes tenga la posibilidad de cursar estudios de educación superior
DE LA REDACCIÓN

Periódico La Jornada
Lunes 9 de agosto de 2010, p. 5
Al dar la bienvenida a los alumnos de nuevo ingreso a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el rector José Narro Robles recordó que esta institución ha sido parte significativa de la historia de México y ha contribuido a la construcción del presente. Además, que las gestas revolucionarias están incompletas, pues en amplios sectores de la población persisten condiciones de pobreza y exclusión.
Exhortó a los alumnos a hacer el mejor de sus esfuerzos, y dijo que quienes tienen la oportunidad de ingresar a la UNAM deben considerarse privilegiados, pues en el mejor de los casos sólo uno de cada tres jóvenes tiene posibilidad de cursar estudios de educación superior; esta condición implica una responsabilidad y un compromiso con la sociedad, con la institución y con uno mismo.
Llegan a una entidad que en unos días cumplirá 100 años de funcionar como Universidad Nacional, y no es algo menor que haya sido creada cuando el país celebraba el primer siglo de independencia, expresó a los nuevos estudiantes que inician el periodo lectivo 2010-2011, a quienes identificó como la generación del centenario.
El rector Narro Robles subrayó que la UNAM ha sido parte significativa de la historia de México y ha contribuido a la construcción del presente. Esta es una gran institución, no sólo por su tamaño, sino por las aportaciones que ha hecho.
La más amplia y visible, definió en una carta abierta a la comunidad, es con la formación de generaciones de profesionales que se han insertado en el aparato productivo, de servicios, en la administración pública, en la investigación, en la creación cultural y artística, así como en la generación de nuevo conocimiento y consolidación del sistema nacional de ciencia y tecnología.
En la actualidad, agregó, la nación enfrenta algunos de los desafíos de siempre, relacionados con demandas que dieron lugar a luchas históricas, y persisten condiciones de exclusión. Una de esas expresiones, dijo, se manifiesta en que sólo, en el mejor de los casos, uno de cada tres jóvenes tiene la posibilidad de cursar estudios de educación superior.
Esta última es esencial, no sólo para superar las desigualdades, sino también para que el país alcance niveles de productividad y competitividad internacional, y la educación pública, sobre todo, es un instrumento de movilidad social que posibilita mejores oportunidades de inserción en la vida social, cultural, política y económica.
Por ello, exhortó a los alumnos a hacer el mejor esfuerzo. Como parte de esta comunidad académica, tienen una gran oportunidad de conservar y engrandecer el prestigio de la UNAM. A todos ustedes, a nombre de nuestra casa de estudios, les digo: bienvenidos y espero que alcancen el éxito.
Razones suficientes
Por la tarde, luego de inaugurar el octavo Congreso Internacional de Mayistas, el rector Narro afirmó que sí existen razones suficientes para celebrar el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, pero que debe hacerse con una reflexión profunda sobre las carencias, necesidades y problemas que enfrenta el país.
Además, en esta celebración, dijo, debe prevalecer el compromiso de todos de construir una nación más justa, sin desigualdad ni violencia, y con mejores oportunidades para los jóvenes.
Soy profundamente optimista, y pienso que sí hay razones suficientes para celebrar, a la mejor no como lo van a organizar, pero los mexicanos tenemos razón de estar orgullosos de nuestro historia, de la biografía, de nuestros indios, con su enorme dignidad y grandes aportaciones a la cultura nacional y a la cultura universal, añadió el rector en breve entrevista.
Sin embargo, reconoció que la gesta histórica de la Revolución no ha sido justa todavía con los que menos tienen, e incluso dijo que uno podría decir que los mexicanos no celebremos mientras existan en el país estas carencias de seis millones de personas analfabetas, 50 millones de pobres y 20 millones más en pobreza extrema, o mientras existan 7.5 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan.
Eso también sería injusto; celebremos, pero de otra manera, con el compromiso de contribuir, de ayudar, de buscar un México mejor, más justo y sin tanta y profunda desigualdad, sin tanta violencia y criminalidad, con mejores oportunidades para los jóvenes, señaló.
Narro Robles se refirió también, a pregunta expresa, al planteamiento del presidente Felipe de Calderón de abrir el debate en torno a la legalización de las drogas. El rector se pronunció en favor de abrir la discusión sobre este y otros temas. Hay que hacerlo con gran altura, donde participen quienes más saben y quienes más han estudiado, quienes más conocen un problema tan delicado como es el de las adicciones y lo que gira alrededor de ella, y sobre las grandes complicaciones que tiene eso en todos sentido.
Hay que dar la bienvenida al debate, pero de manera completa, pues desde mi perspectiva no se trata sólo de alcanzar la legalización en el uso de una o algunas de las drogas, sino de ver el problema de manera integral, indicó el rector.
Con información de José Antonio Román

Condena de 26 años a joven que expulsó al producto en una letrina
JAIME AVILÉS Y CARLOS GARCÍA
Periódico La Jornada

Guanajuato, Gto., 8 de agosto. Hacia las tres de la tarde del 23 de agosto de 2002, en la desolada ranchería La Grulla, del municipio de Dolores Hidalgo, María Araceli Camargo Juárez, que para su desgracia acababa de cumplir 18 años de edad, entró en la fosa séptica del patio de su casa y, mientras pujaba en cuclillas pensando que tenía diarrea, expulsó involuntariamente un producto en avanzado estado de gestación. Enseguida perdió el conocimiento. Al recobrarlo, minutos después, se cortó el cordón umbilical y, sangrando, regresó a la vivienda.
Lidia Camargo, su hermana mayor, le preguntó qué le pasaba. Araceli respondió que le había bajado la regla pero que se sentía muy mal. Su mamá, doña Remedios Juárez, que entonces tenía 60 años de edad, salió a pedir ayuda a un vecino. En medio de fuertes dolores, Araceli fue transportada en una Pick-up al hospital público de San Miguel de Allende, donde la ingresaron al área de urgencias.
Transcurrió largo rato. Doña Remedios y Lidia esperaban en la antesala. Nadie les daba noticias. De pronto un médico les dijo: Ya no se hagan tarugas, ¿dónde está el niño? Madre e hija se miraron atónitas. ¿Cuál niño? No entendían de qué les hablaba.
Empezaba a oscurecer cuando ambas fueron llevadas por agentes de la Policía Ministerial a una oficina para interrogarlas. Y nomás preguntaban, ¿dónde está el niño, dónde está el niño?, cuenta doña Remedios. Ante sus reiteradas negativas, a ella y a Lidia las encañonaron con una pistola en la cabeza. Pero qué iban a decir si, hasta donde sabían, Araceli no estaba embarazada.
Aún en el área de urgencias, tras la denuncia del médico, Araceli ya se encontraba detenida como presunta responsable de infanticidio. Ante los tinterillos, relató, una y otra vez, que al hacer del baño se le había salido una especie de bolsa de plástico. ¿Dónde?, decían sus interrogadores.
En la letrina del patio, respondió.
En el expediente del caso, copia del cual obra en poder de este diario, consta que a las 10 de la noche de ese 23 de agosto, representantes del Ministerio Público iniciaron una inspección ocular en la casa de doña Remedios, y que, dos horas más tarde, encontraron con linternas el cadáver de un producto del sexo femenino, de 53 centímetros de longitud, que de acuerdo con la autopsia hubiera vivido una media de 75 años.
El sábado 24 de agosto, en cuanto pudo levantarse de la cama, Araceli fue enviada al Centro de Rehabilitación Social de San Miguel de Allende. Ahí entró en acción un personaje desde todo punto de vista siniestro: la defensora de oficio María Guadalupe Cruces Luna. Cuenta doña Remedios:
“Me dijo que ella iba a defender a Araceli, pero que necesitaba mucho dinero. ‘¿Qué animalitos tiene para vender?’, me preguntó. No tengo ninguno, somos muy pobres. Mi esposo y mi hijo se fueron a Estados Unidos y hace años que dejaron de mandarnos dinero. Pero la señora no quería oír mis problemas. ‘Pues deme aunque sea lo que traiga’. Le di lo que llevaba, como 600 pesos”. Tercia Lidia Camargo: “otro abogado nos dijo: ‘por 30 mil pesos la saco bajo fianza’. Pero, ¿dónde íbamos a conseguir 30 mil pesos?”.
La defensora Cruces Luna se vengó de la pobreza de estas mujeres. En privado, al entrevistarse con Araceli, se dedicó a denigrarla, llamándola asesina, asegurándole que los años de cárcel que le echaran, serían pocos comparados con lo que hizo. Más tarde, en la audiencia presidida por el juez penal de San Miguel de Allende, Carlos Alberto Llamas Morales, mintió al afirmar que la joven había admitido ser autora del crimen.
El Ministerio Público contradijo el testimonio de Araceli, al ofrecer la hipótesis, no respaldada por pruebas, de que la campesina había dado a luz en la nopalera del patio, delante de la letrina, y que después arrojó viva a su niña al fondo de la fosa séptica. Para respaldar la acusación, la Procuraduría de Justicia de Guanajuato pidió al juez tomar nota de que, en la autopsia, se halló materia fecal en las vías respiratorias del cadáver.
Sin encontrar en el expediente evidencias que demostraran que Araceli había parido en la nopalera –que entonces, dice doña Remedios, era así de chiquita y pone la mano a unos 30 centímetros del suelo, para ilustrar que su hija no pudo haberse ocultado ahí, al rayo del sol–, el juez Llamas Morales pasó por alto que, en el reporte de la inspección ocular practicada durante el levantamiento del cadáver, los agentes del Ministerio Público reportaron una espesa mancha de sangre en el borde de la fosa séptica, donde Araceli se colocó en cuclillas a pujar, creyendo, como consta en el expediente, que tenía diarrea.
Basado en conclusiones dogmáticas y confesiones obtenidas mediante interrogatorios manipulados, que obligaron a Araceli a reconocer que escuchó llorar a su niña, el juez Llamas Morales la condenó a 26 años de cárcel por homicidio en razón de parentesco. Madre de una pequeña que entonces tenía dos años de edad, Araceli estuvo en el Cereso de San Miguel hasta septiembre de 2003. Luego fue transferida al de Puentecillas, en la capital de Guanajuato, donde lleva ocho años y donde, la semana pasada, fue obligada a firmar una carta en la que, de manera libre (sic), manifiesta su deseo de no dar entrevista (sic).
Por su parte, en noviembre de 2005, el juez Llamas Morales recibió una denuncia en contra del sacerdote Laurencio Pérez Mejía, sospechoso de embriagar a una menor de 14 años para intentar sostener relaciones sexuales con ella. El religioso fue capturado 52 meses más tarde, el 18 de marzo de 2010, y cuatro días después quedó formalmente preso en el Cereso de San Miguel de Allende.
De acuerdo con el artículo 236 del Código Penal de Guanajuato, a quien induzca a la ebriedad a un menor de 18 años de edad para realizar una conducta sexual (...) se le impondrá una pena de tres a ocho años de prisión. El pasado 31 de mayo, con una compasión que jamás mostró al castigar a Araceli, el juez Llamas Morales condenó al pederasta a cuatro años y 3 meses de cárcel, pero luego le otorgó el beneficio de la semilibertad, que lo obliga a dormir tras las rejas sólo los fines de semana.
Gracias a Llamas Morales, el cura salió del Cereso en junio pasado, después de pagar 2 mil 600 pesos por concepto de reparación de daño y 8 mil más para gozar de la libertad de lunes a viernes. (Mañana: ¿Por qué Araceli ocultó que estaba embarazada?)
Las pesadillas de la orfandad
Marcela Turati
CIUDAD JUÁREZ, CHIH.- En la clase, con sus crayolas, Octavio se dibuja junto a su papá. Él también, chiquito como es, se incluye en el dibujo; no puede estar separado de su ídolo. Traza a su lado a un tercer personaje: es un mono con una pistola que apunta hacia su papá, quien está tirado en el piso, coloreado con rojo. Y enseguida Octavio llorando su muerte, como el día que presenció su “ejecución”.
Mientras juega con su collar rosa, Natalia comparte en voz alta que va a salir de vacaciones a la playa con su mamá, su hermano y sus abuelitos, y con la sinceridad que se tiene a los cuatro años le dice a la maestra: “¿Si te dije que mi papá está muerto y que lo extraño?”
Jorge cuenta al grupo que quiere ser Supermán, pero un superhéroe con pistola para matar a “los señores” que le arrebataron a su papi.
El pequeño Fredy, de tres años, no habla mucho en clase pero un día de estos, antes de ir, le dijo a su mamá que papi había bajado del cielo a visitarlo, le pidió que se portara bien en su sueño y que se dio cuenta que traía “un coco” en la cabeza, en el mismo lugar donde le dieron el balazo mortal.
E invariablemente, alguna de estas confesiones, alguno de estos dibujos, alguna de estas fantasías, estrujan el alma del resto del grupo y provocan el llanto colectivo de estos niños en duelo que asisten a las terapias que algunas organizaciones juarenses han organizado para sanarles el corazón.
No son pocos. En esta ciudad son 10 mil los infantes cuyos papás han sido asesinados durante la guerra contra el narcotráfico. Es un club al que cada día se suman nuevos pequeños integrantes, porque un promedio de nueve personas son víctimas de homicidios cada día.