CAMELOT DINOSAURICO

11 nov 2010

La vida en rosa
José Gil Olmos

MÉXICO, 10 de noviembre (apro).- Como si fuera una versión mexiquense de la canción clásica francesa, Enrique Peña Nieto quiere hacer de su vida política una “vida en rosa” y también de oropel en la televisión, con la boda del próximo sábado 27.
Todo esta listo para que el gobernador del Estado de México contraiga nupcias --acordadas con Televisa y que serían su arranque de campaña por la silla presidencial-- con la actriz Angélica Rivero, mejor conocida como “La Gaviota”.
Trepado en el marketing político, el mismísimo mandatario de copete inamovible marcó la fecha para su casamiento en la Catedral de Toluca. Ya todos los derechos están reservados, es decir vendidos a la televisora que le ha llevado su campaña de imagen desde hace cuatro años.
El vestido de “La Gaviota” lo hará el diseñador mexicano Macario Jiménez. Ella entrará a la iglesia con Alejandro, hijo de él, y Peña Nieto con todas las niñas, según han publicado las revistas de la socialité.
Peña Nieto esta sentado en los cuernos de la luna mediática, pero ocupar ese asiento exclusivo le ha costado millones de pesos, que ha desembolsado del erario desde que llegó a la casa de gobierno mexiquense. Mareado por estas nubes mediáticas, creadas especialmente para él por Televisa, el gobernador ha hecho de su vida privada una virtud pública, llevándola al espectáculo, donde lo más importante son las apariencias.
Hace apenas unas semanas, ante unas 5 mil personas que fueron acarreadas al municipio de Lerma para que les entregaran pólizas del seguro popular, el hijo pródigo del grupo Atlacomulco anunció el enlace matrimonial.
La representante vecinal Irma Serrano González le dijo: “Le deseamos muchas felicidades, que Dios lo bendiga y suerte en su próximo matrimonio”. Peña Nieto respondió: “Gracias por esas porras y esas palabras de aliento, con la felicitación que Irma hace un momento nos daba, aunque aquí vi muchas dudas que sí, que no (sic), pero, bueno, es una decisión personal, sé que ustedes me van a acompañar, porque si en lo familiar y personal soy de mi familia, en lo político y como amigo soy de todas y todos ustedes”.
Nada más fútil en el discurso del político que pretende gobernar el país a partir de 2012, trayendo de regreso al PRI a Los Pinos. Y el uso de esta estrategia de marketing político va encaminada, de manera evidente, a conseguir simpatías entre un sector importante del electorado: las mujeres, quienes representan más de la mitad de los votantes.
Gracias a ese gasto oneroso en Televisa, en primer lugar, pero también en TV Azteca y en otros medios, Peña Nieto ha querido borrar las deficiencias de su gobierno y las expresiones más claras de sus incapacidades. Por ejemplo, que en el Estado de México hay más mujeres asesinadas que en Chihuahua, y que los cárteles de la droga se han asentado en sus municipios, cobrando "derecho de piso" a los comerciantes de Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tultitlán, Chimalhuacán y Tlalnepantla.
Más allá de la campaña mediática que ha sostenido en casi cinco años – la más larga y onerosa que ha hecho un político mexicano, quizá también en el mundo --, el gobierno de Peña Nieto no puede ocultar los enormes huecos que tiene y que ahora el PAN y PRD utilizan en una contracampaña desplegada en espectaculares, mismos que fueron colocados en los municipios más importantes del estado.
Los hechos son irrefutables y ni una campaña millonaria puede ocultarlos. El Estado de México esta en primer lugar en contaminación, corrupción y robo de autos. Siete millones de mexiquenses se encuentran en situación de pobreza patrimonial y el estado tuvo el primer lugar en desempleo durante el primer trimestre del año, además de que se colocó en el segundo lugar en secuestros y extorsión a nivel nacional, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública 2010.
La sola consignación de estos hechos debería preocupar al gobernador mexiquense, porque son las verdaderas credenciales que porta como gobernante, con pretensiones de dirigir al país el próximo sexenio. Su boda, en tanto, debería dejarla exclusivamente para su vida privada, pero no es así, porque todo forma parte de una estrategia bien diseñada en Televisa para apuntalarlo con viguetas virtuales que, al parecer, son las más caras del mercado de la construcción de imágenes.
Peña Nieto vive sus días de la “vida en rosa”, entre las acolchonadas nubes de la propaganda y la publicidad millonaria de Televisa y otros medios con intereses económicos, que ven en su figura un signo de pesos.
Pero todo eso es sólo escenario, es virtual, la realidad dicta otra situación manchada por la sangre, la violencia, el desempleo y la pobreza, que reinan precisamente en su estado, al que Enrique Peña ha gobernado virtualmente.

Migración, la cloaca
Jorge Carrasco Araizaga

MÉXICO, D.F., 10 de noviembre (apro).- El horror cotidiano de la violencia del narcotráfico y del reiterado discurso de muerte desde la Presidencia de la República, impide ver otras tragedias que ocurren en distintos puntos del país y en las que también están involucradas autoridades mexicanas.
Cada día, cientos de extranjeros que pasan por nuestro territorio en su camino hacia Estados Unidos acaban por convertirse en una de las partes más vulnerables en el desmoronamiento institucional de México.
Cuando se habla de inmigrantes extranjeros que transitan por nuestro país, la referencia inmediata son los ciudadanos centroamericanos.
Pero basta con revisar los dudosos registros públicos del Instituto Nacional de Migración (INM) para constatar que día a día cientos de cubanos, ecuatorianos, chinos, indios, iraquíes y africanos, entre otros, son detenidos en las estaciones migratorias que se han abierto prácticamente en todo el país por presión de Estados Unidos para que México le cuide la frontera.
A diferencia de lo que ocurría hace algunos años con el fenómeno migratorio conocido como el de los polleros, ahora el país es un ejemplo mundial de cómo la migración es, incluso, más que un problema de tráfico de personas.
Para las autoridades mexicanas, según las recientes declaraciones del nuevo comisionado del INM, Salvador Beltrán del Río, lo que ocurre con los migrantes es ajeno al Estado mexicano.
En vísperas del Foro Mundial de Migración, de Puerto Vallarta, Jalisco, el comisionado antepuso la obviedad y la simpleza con la que el gobierno mexicano quiere hacer ver el problema.
El funcionario repitió lo que desde hace años se sabe en todo el mundo: que el tráfico de personas es una expresión más de la delincuencia organizada y la segunda actividad delictiva más lucrativa después del tráfico de drogas.
Menuda posición del funcionario encargado de una de las instituciones que en México, precisamente, es parte del problema.
La delincuencia organizada no se explica sin la protección oficial. Esa colaboración es uno de sus componentes. Pero en México va más allá de eso: es la descomposición del Estado.
En el mejor de los casos, empleados que son pagados con dinero de los mexicanos en el INM sirven a la delincuencia organizada a cambio de jugosos pagos que salen del robo y extorsión de los migrantes detenidos y secuestrados.
En el peor, son en sí mismos delincuencia organizada.
Ahí se inicia la falla del Estado mexicano. Sigue con la impunidad cuando la PGR, como en tantos temas, se desentiende de sus funciones de fiscalía y nada investiga.
De esa manera, el Poder Judicial tiene todo el espacio para quedar como mero observador, aunque ante sus ojos y los de todo el mundo ocurran tragedias como la de los 72 migrantes de San Fernando, en Tamaulipas.
Y el Congreso, irresponsablemente omiso. No sólo por las iniciativas sobre migración acumuladas durante la última década, sino porque a hecho ojos ciegos a las discrecionales circulares con la que opera el INM que rebasan incluso a la Ley General de Población y que abren los anchos caminos de la corrupción.
Cualquiera de los Estados que se sienten agraviados por lo que ocurre con sus nacionales cuando pasan por México, podrían con facilidad enderezar y ganar un juicio internacional contra el Estado mexicano por la indolencia de sus tres poderes ante la tragedia humanitaria que está propiciando el debilitamiento del Estado en México.

La Iglesia no cambia
OCTAVIO RODRÍGUEZ ARAUJO
Cuando Benedicto XVI, jefe mundial del catolicismo, declaró hace unos días que España atraviesa un periodo de laicismo agresivo y lo comparó con los tiempos de la Segunda República, lo que hizo fue ratificar el aval y el apoyo que su Iglesia le dio a la dictadura de Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios.
La Segunda República, me permito recordarlo, instituyó la separación de la Iglesia y el Estado en su Constitución de 1931, y en su artículo 26 señaló que todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una ley especial y, más importante aún –por su significado en México después de que el vocero de la Arquidiócesis dijo que por encima de nuestras leyes estaban las de Dios–, fue que explícitamente señalaba que quedarían disueltas las órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado.
Esto y más lo echó abajo el franquismo y al Papa alemán le ha molestado que ese laicismo de la República Española haya sido retomado por los gobiernos posteriores a la larga noche de la dictadura que no sólo fue fascista sino favorecedora de las órdenes religiosas más reaccionarias del siglo XX, entre ellas el Opus Dei y la Legión de Cristo, ahora tan de moda por los crímenes de Marcial Maciel.
La Jornada (6/11/10) citó una significativa declaración de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que reúne a víctimas y familiares de la represión de Franco: Es lamentable que Benedicto XVI haga esas declaraciones en uno de los países donde se han producido más abusos de todo tipo por religiosos católicos, y que haya desaprovechado la oportunidad de pedir perdón por el apoyo de la Iglesia católica a la dictadura.
No conforme con esas reaccionarias declaraciones, que nos recuerdan el nefasto papel de la Iglesia católica en la persecución de judíos y musulmanes, la Inquisición y las bendiciones papales al fascismo europeo y latinoamericano, Benedicto volvió a la carga en contra del Estado laico, del aborto, de los anticonceptivos, del condón, de la homosexualidad y de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Y, por si no fuera suficiente, en el colmo de la chabacanería estética, consagró la feísima iglesia diseñada por Antoni Gaudí que ni siquiera está terminada.
En México sabemos muy bien lo que significan declaraciones como las mencionadas, realizadas por el jefe mundial de la Iglesia católica. Las padecimos en los tiempos de Calles y el maximato, cuando hubo encíclicas directamente dirigidas a incitar a la rebeldía contra nuestra avanzada Constitución (previa, hay que decirlo, a la de la Segunda República española) y a desobedecer a los gobiernos de nuestro país. Las padecemos ahora en voz de la alta jerarquía eclesiástica y de los grupos de católicos seglares que representan a las fuerzas más reaccionarias de nuestra maltratada nación, a la contrahistoria y a los valores cuasi fascistas que insisten en revivir.
En unos días saldrá a la luz un libro que titulé (provocadoramente, lo confieso) La Iglesia contra México. Este libro, con veintiún autores*, será una aportación al debate sobre el tema. Se abordan los problemas de la intervención de la Iglesia contra el laicismo y sus campañas no olvidadas contra el comunismo (aunque éste no esté de moda en la actualidad); sus ataques a las instituciones de la República y a las leyes que permiten el aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo y a las limitaciones para que curas y monjas se apoderen de la educación de los niños, por lo menos en las escuelas públicas. Se destaca también su oposición a los homosexuales, al condón, a la píldora del día siguiente, a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, a la libertad de las mujeres, incluso católicas, para decidir sobre su propio cuerpo, a la democracia, a la ciencia y a la libertad de creencias. También hace referencia a otros temas de enorme importancia como la relación con el narco y al uso de la religión como fuente de poder.
La Iglesia católica (y no es la única) sigue insistiendo en la imposición de sus obsoletos valores religiosos en la esfera pública y, por quién sabe qué razones, continúa pensando colectivamente (como institución) que el hecho de que en algunos países tenga seguidores (su famoso rebaño de fieles) la autoriza a meterse en el reino del César en lugar de conformarse con el reino de Dios, que debiera ser bastante. ¿Habrá en la Iglesia católica otro papa como Juan XXIII? Bueno sería que hubiera otro aggiornamento como lo intentó ser el Concilio Vaticano II: buscar lo positivo de los tiempos nuevos y establecer un fructífero diálogo con el mundo de nuestra época con énfasis en lo que une a la humanidad y no en lo que la separa.
Benedicto/Ratzinger no ha querido reformar su iglesia ni entender lo que la mayoría de la gente, religiosa o no, desea en su vida cotidiana. Cree, neciamente, que sigue viviendo en la España de los reyes católicos del siglo XV y su limpieza religiosa. Piensa que vive todavía en la época de las conquistas y sometimientos de entonces, nada cristianos por cierto aunque se les llamara evangelización. La intolerancia sigue esparciéndose desde el Vaticano en similar proporción que sus nexos y complicidades con las fuerzas más conservadoras y poderosas del mundo cristiano, razón por la cual pierde adeptos y aceptación entre las nuevas generaciones.