TOMADURA DE PELO

10 nov 2010

Iniciativa México, el partido de las televisoras
Jenaro Villamil

MÉXICO, D.F., 9 de noviembre (apro).- El domingo 7 de noviembre se realizó la “gran final” de Iniciativa México con un enorme despliegue mediático que recordó el estilo y la propuesta del Teletón, surgido hace 13 años, como un mecanismo para disfrazar de filantropía lo que en realidad es un ejercicio de exención fiscal para los grandes donantes.
Iniciativa México es algo mucho más ambicioso que el Teletón. No sólo se trató de premiar a los seis finalistas de una lista de poco más de 47 mil inscritos y convocar a la audiencia a que “votara” por las organizaciones a partir de las cápsulas televisivas desplegadas a modo, para que funcionaran como “el espectáculo de los nuevos héroes mexicanos”, según Emilio Azcárraga Jean.
Por lo pronto, Iniciativa México le aportó a las dos televisoras, pero, en especial, a Televisa una red de comunicación y de enlace con casi 50 mil organizaciones no gubernamentales que se pueden convertir también en un potencial político para un escenario electoral que reclame a “ciudadanos independientes” como candidatos o figuras emblemáticas que reciban el apoyo de la pantalla comercial.
Tal como han expresado algunos observadores desde adentro de la propia Iniciativa México, se trata de la gestación de un “partido de las televisoras” o de un neocorporativismo que ya no pasa por las clientelas partidistas y gubernamentales, sino por el palomeo del poder mediático.
Las “buenas iniciativas” impulsadas tuvieron el buen tacto de no afectar ninguno de los intereses del poder mediático. Ninguno de los rubros del concurso se relacionó, por ejemplo, con la iniciativa de crear nuevos medios de comunicación alternos a los ya existentes. Ni radios comunitarias, ni medios cibernéticos, mucho menos productores independientes de contenidos audiovisuales forman parte de los mexicanos que son “agentes del cambio”.
La sospecha de una ambición política más amplia, no evidente, está presente desde que el 7 de junio se realizó un gran despliegue mediático para promover a la Iniciativa México. Con humildad, en un tono característico de un candidato, Azcárraga Jean remató así su discurso durante la presentación de la iniciativa:
“Ojalá, dentro de 100 años, alguien se acuerde un buen día, que en 2010, los mexicanos supimos poner de lado nuestras diferencias para reconocer lo mejor de nosotros mismos y para conseguir la transformación que el país aguarda.”
Por supuesto, los que tienen diferencias con Televisa no entran dentro de ese gran acuerdo. Aquellos medios que no participan en su agenda, pueden ser objeto de ataques inusitados en pantalla, como sucedió entre el 6 y 9 de septiembre en contra del Grupo Reforma, editor de los periódicos Metro y Reforma.
Tampoco se integraron a la campaña teledirigida periódicos como La Jornada, Diario de Yucatán y mucho menos revistas como Proceso que anticipó en su portada de aquella ocasión que Iniciativa México se trataba de darle una nueva careta a la oligarquía encapsulada en torno a las televisoras.
En la final del evento, el lugar protagónico ya no lo ocupó la organización Ashoka, que tendría el “voto de calidad” frente a los intereses mediáticos, ya que cuenta con una amplia experiencia en 70 países promoviendo a los “emprendedores sociales”.
El sitio de aval moral fue para el rector de la UNAM, José Narro Robles, quien, quizá de manera involuntaria, puso el empeño del buen nombre y de la autonomía de la principal universidad pública del país para avalar esta especie de Big Brother de las organizaciones ciudadanas. Siendo suspicaces, tal vez Iniciativa México sea la plataforma para impulsar a “candidatos ciudadanos” como el exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, siempre y cuando garantice la continuidad de los intereses del duopolio televisivo.
Por lo pronto, tras la Iniciativa México ya surgió otra “campaña paraguas” con una mayor carga ideológica: Todo es Mejor en Familia. Según Televisa, se trata de ser “un fuerte promotor de la unión familiar” y dar “consejos prácticas para reforzar valores”.
Todo es Mejor en Familia no promueve la multiplicidad y diversidad de las familias, incluídas aquellas formadas por parejas del mismo sexo; mucho menos aquellas encabezadas por sólo uno de los padres. Se trata de enlazarse con las familias tradicionales (padre, madre, hijos, abuelas, etcétera).
Como en el caso del Teletón, de la Iniciativa México y de otros eventos de “valores”, lo único que brilla por su ausencia es la transparencia en el manejo de los fondos que alientan estas empresas mediáticas.
Raúl Vera, el pastor de las controversias
BERNARDO BARRANCO V.

El 7 de noviembre, Raúl Vera, obispo de Saltillo, recibió el premio Rafto 2010, por su destacada actuación en la defensa de los derechos humanos y la justicia social en México. Monseñor Vera fue galardonado por la prestigiada fundación noruega Rafto, porque es un crítico del abuso del poder y un defensor valiente de los inmigrantes, los pueblos indígenas y otros grupos en peligro. Raúl Vera, a lo largo de su trayectoria, se ha atrevido a cuestionar con firmeza a las autoridades y a defender los derechos humanos de grupos más vulnerables. No es un personaje que calcula sus reproches y cuestionamientos a gobiernos, no hace mucho calificó de dictador a Felipe Calderón por no reconocer la amalgama de complicidades entre la delincuencia organizada y el Estado mexicano. Sus posturas han llegado a chocar con muchos obispos, como fue el caso de la condena a los matrimonios gays y a la condición homosexual; allí Vera llamó a quitar prejuicios y no actuar como fariseos, se refirió a quienes consideran que aquellos que tienen una orientación diferente a la heterosexual son incapaces de realizar aportes a la sociedad, por ejemplo como padres o madres de familia, sin necesidad de aparentar lo que no son. La diócesis de Saltillo es una de las pocas que tiene un trabajo pastoral con este sector, apoya a la comunidad de San Elredo, que promueve los derechos humanos de homosexuales y lesbianas.
Raúl Vera goza del reconocimiento, no sólo de parcelas progresistas de la sociedad, sino aun por conservadores que, sin estar de acuerdo con sus posturas, lo toma en cuenta. Es uno de los pocos obispos respetados por diferentes sectores de la clase política, desde el gobernador Humberto Moreira –quien ya lo postula para el Premio Nobel y admite que a veces le jala las orejas– hasta Andrés Manuel López Obrador –quien lo declara el mejor obispo en México.
La fórmula de monseñor Vera es sencilla, es una persona honesta y congruente. Vive el evangelio con todas sus exigencias y sabe trasmitir con fervor su fe. En su casa no tiene piscinas ni gimnasios, no aparece en las revistas sociales en banquetes junto a los acaudalados ni tiene órdenes de aprehensión por millonarios fraudes. Es un pastor coherente. Él mismo se define obispo controvertido, defensor perseverante de los derechos humanos: indígenas, mujeres, mineros, campesinos, migrantes, homosexuales. Crítico de los gobiernos panistas y del uso de la violencia indiscriminada de las fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado.
Vera es uno de los pocos herederos de aquella mítica generación de obispos y pastores profundamente comprometidos con los pobres y en la defensa de los derechos humanos que en las décadas de 1960 y 70 enfrentaron en diversos países de América Latina la represión de los autoritarismos militares. Aún se recuerda a personajes como Helder Cámara, de Brasil, y Óscar Romero, de El Salvador. Mientras esta generación de prelados maduraba en la Conferencia de Medellín, Colombia, en 1968, el joven estudiante de la Facultad de Ingeniería en la UNAM Raúl Vera vivió en carne propia el movimiento estudiantil en México. Vera tiene notorias diferencias con el resto de los obispos mexicanos; mientras la mayoría de los prelados ingresan al seminario siendo casi niños, entre los 11 y 14 años en promedio, casi 70 por ciento, Raúl Vera ingresa a la orden de los dominicos con 23. El obispo de Saltillo es uno de los poquísimos prelados que ha cursado su carrera en una universidad pública y secular; recordemos que la mayoría de los obispos ha adquirido su formación en instituciones intraeclesiásticas, por cierto casi 40 por ciento de los prelados ha pasado por la pontificia universidad gregoriana situada en Roma, Italia. Estos datos, para algunos intrascendentes, revelan la mayor sensibilidad social de Vera, así como la mayor capacidad de interlocución secular que posee el obispo. “L’Église, c’est un monde”, diría Emile Poulat, mi viejo profesor de sociología de la religión, porque muchos obispos no conocen otro.
Monseñor Vera es designado en 1995 obispo coadjutor en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, en pleno levantamiento zapatista, el entonces nuncio Prigione lo coloca allí para neutralizar y contrarrestar la labor de Samuel Ruiz. Vera sorprende a la opinión pública porque no sólo hace propios los compromisos de la diócesis, sino radicaliza su opción pastoral por los indígenas ante el estupor de los sectores conservadores de la Iglesia mexicana y del propio gobierno mexicano. De ahí que ante el retiro de Samuel Ruiz, el Vaticano no lo confirme como sucesor en la diócesis y lo nombra obispo de Saltillo, en 1999. En Bergen, Noruega, en su mensaje de agradecimiento por el premio, Raúl Vera López expresó: A través de mi labor pastoral, en colaboración con grupos de defensores de los derechos humanos, me ha tocado ser testigo de cómo impunemente se atenta contra la dignidad de la persona, en diversos ámbitos y distintas áreas geográficas de México... La impunidad es la característica actual de la administración de justicia en México; aun en los casos aparentemente resueltos para quienes piden justicia, no existe reparación del daño, ni cumplimiento de sentencias o recomendaciones internacionales, ni castigo para los violadores de los derechos humanos dentro del Estado. La Fundación Rafto se pudo haber equivocado en haber elegido a la persona no adecuada para su Premio 2010, pero no se equivocó en elegir a México para hacer denunciar ante la comunidad internacional la terrible situación de violaciones sistemáticas a los derechos humanos de parte del gobierno contra hombres y mujeres ciudadanas de nuestro país. Felicidades.
La sociedad de los miedos
Marta Lamas

MÉXICO, D.F., 9 de noviembre (Proceso).- Si algo ha logrado la creciente ola de violencia en nuestro país es confirmar una desoladora visión: cada vez más se viven situaciones ominosas y siniestras. Los asesinatos, “ajusticiamientos” y masacres, que responden a la inútil “guerra” contra el narco, han desatado el miedo de la población. Sin embargo, así como no se deben admitir los “daños colaterales” de ese proceso, tampoco debemos acostumbrarnos al miedo, pues deshumaniza y es peligroso.
Recientemente, el psicoanalista argentino Pacho O’Donnell exploró los distintos miedos que rondan a los seres humanos. Además de estructurar una reflexión propia desde su perspectiva psíquica, entrevistó a una serie de personalidades destacadas y con ese material hizo un libro titulado La sociedad de los miedos. Para conocer el costo de vivir en esta sociedad de los miedos, caracterizada por la enajenación, la desconfianza en el prójimo, la violencia reactiva y el sinsentido vital, O´Donnell abordó 11 miedos, que son: 1) miedo a ser distinto, 2) miedo a la muerte, 3) miedo a perder lo que se tiene, 4) miedo al futuro, 5) miedo a no ser amado, 6) miedo al fracaso, 7) miedo al sufrimiento, 8) miedo a la locura, 9) miedo a la inseguridad urbana, 10) miedo a la vejez, y 11) miedo a la soledad.
No es una casualidad que a Carlos Monsiváis lo entrevistara respecto al miedo a la inseguridad urbana, relacionado con el marcado crecimiento de la violencia delincuencial y sus consecuencias de todo tipo: psicológicas, sociales, políticas, culturales, etcétera. Con su conocida lucidez, Monsiváis inició el diálogo con O’Donnell señalando que hay otros miedos, pero ninguno tiene la misma contundencia que el miedo a la inseguridad. El DF es una ciudad de 14 millones de personas, 24 si se toma en cuenta la zona conurbada. El desempleo es un registro cotidiano que ha ido en aumento, y si bien no ligo de modo mecánico desempleo con violencia urbana, estos factores sin duda se encuentran muy relacionados. El miedo es tu guía para transitar la ciudad, es lo que te orienta.
Para Monsiváis, el miedo hace de radar; sin el miedo, no sabrías conducirte de un modo más o menos seguro. Habla de los secuestros exprés y de los otros, de los planeados por mafias y ejecutados por los capos, expolicías y guaruras. Dice: Del miedo como sensación urbana no puedes despegarte. Con su típico sentido del humor señala: En las noches, cuando tomo un taxi lo hago con miedo. Creo que en el camino podría convertirme a cualquier religión, y cuando llego le doy las gracias al dios eventual y vuelvo a mis antiguas convicciones agnósticas. Es un miedo irracional, ya que muy difícilmente me pasará algo. Hablando del Distrito Federal, Monsiváis se lamenta: El miedo secuestró a la ciudad que conocíamos, y no lleva trazas de devolverla. Y ha creado la ciudad del televisor y el teléfono celular. Uno transita por el teléfono o por la televisión como por una gran aventura, y así pospone el miedo y restringe su andar por el mundo.
Más adelante, Monsiváis apunta: El miedo te vuelve suspicaz, y las revelaciones periodísticas consolidan esa suspicacia. ¿Cuántos de los políticos están al servicio del narcotraficante? ¿Cuántos de éstos están al servicio de los políticos?¿De qué manera las economías nacionales se sustentan parcialmente con el dinero de esa actividad ilícita? Todas esas preguntas, a las que no se les puede hallar respuesta, forman parte del clima de tu medrosidad: ¿en manos de quién estoy? Si estoy en manos de la delincuencia, entonces mi miedo no sólo tiene razón de ser, ya no es sólo una guía urbana, sino una manera de entenderme con la realidad.
Nuestro añorado escritor coincide con O’Donnell en que el origen de fondo de este miedo es la desigualdad, y en que por ello la responsabilidad también debería compartirla una sociedad que acepta una diferencia tan grande entre ricos y pobres. El miedo es un pacto territorial y psicológico de todos los días. Lo inmanejable es la desigualdad social.
Pese a lo tremendo y duro de los temas, el libro de O’Donnell es positivo, pues al poner en evidencia cuestiones de la subjetividad da oportunidad de reflexionar qué ocurre con nuestros miedos. Por ejemplo, cuando los sangrientos acontecimientos que surgen como noticia día con día sólo provocan miedo: ¿nos paralizamos o actuamos?
Si bien no existe una salida mágica para contener la monstruosa violencia que nos asuela, parecería que, más allá de las reacciones de protesta, no hay proyectos colectivos que ofrezcan alternativas. No es así. Hace mes y medio, 77 líderes de la sociedad civil y la Academia se reunieron en Cuernavaca con el objetivo de condensar una agenda en materia de seguridad pública que tuviera un enfoque de derechos humanos. De ahí salió la Propuesta ciudadana para la elaboración de una política de seguridad integral, democrática y con enfoque de derechos humanos, que en estos días se dará a conocer. Este trabajo de figuras de la sociedad civil e intelectuales confirma que una manera de enfrentar los miedos es la participación ciudadana y la búsqueda de un diálogo donde el respeto a los derechos humanos sea el punto de partida, claro y clave, desde el cual las autoridades impulsen las acciones. Sí, contra el miedo es necesaria la acción ciudadana organizada.