YA ES HORA

25 nov 2010

La transición de Oaxaca
José Gil Olmos

MÉXICO, D.F., 24 de noviembre (apro).- Después de 81 años de gobierno de un solo partido, después de un gobierno encabezado por Ulises Ruiz que violentó todas las garantías individuales de los ciudadanos y que alcanzó los más altos niveles de corrupción, la llegada de Gabino Cué Monteagudo como gobernador se percibe con esperanzas, pero también con dudas razonables por los alcances que pueda tener.
Aunque Gabino Cué fue propuesto por una alianza opositora, sus antecedentes políticos están en el PRI, pues fue uno de los operadores del exgobernador Diódoro Carrasco y durante su gestión supo lo que son las lides de la negociación política como secretario de Gobierno del estado. Por ello, sabe por experiencia propia lo que significa ser priista y de las acciones que pudieran realizar para poner piedras en el camino de la transición en Oaxaca.
En lo días previos al cambio de gobierno, el próximo 1 de diciembre, hay un Oaxaca una gran expectación ciudadana y política por la integración del gabinete y por los primeros pasos que habrá de dar Gabino Cué al sentarse en la silla del Ejecutivo estatal.
Los más piden acciones justicieras contra Ulises Ruiz, de quien dicen resultó ser el peor gobernante de la historia de Oaxaca; otro tanto inquiere si habrá un equipo plural sin intereses de grupo o de partido, que acompañe al nuevo gobierno en la complicada etapa de transición que necesita la entidad para sacarla de los últimos lugares de desarrollo económico, político y social.
Uno de los planteamientos más recurrentes es si Gabino Cué se ocupará más de resarcir las cuentas pendientes de Ulises Ruiz y, en consecuencia, quedará atrapado en el pasado o dará mayor atención a sus propuestas de gobierno de transición para sentar las bases de un crecimiento urgente en el estado.
Aunque parezca la salida más fácil, una combinación entre ambas posiciones podría ser una política conveniente para Oaxaca, a fin de que Gabino Cue no repita la desilusión y el fracaso de los gobiernos de transición, como el de Vicente Fox y el de Felipe Calderón y, al mismo tiempo, aprovechar el bono de confianza que le depositaron los oaxaqueños en las urnas y que rebasó la operación electoral que Ulises Ruiz había desplegado para hacer ganar a su candidato Eviel Pérez Magaña.
Gabino Cue llega al gobierno sin la necesidad de legitimarse, pues no hubo dudas de que su triunfo fue transparente y mayoritario, pero la exigencia social de justicia si debe ser satisfecha con algunas acciones que pongan frente a los tribunales a los responsables de las muertes, desapariciones y violaciones a los derechos humanos en el gobierno de Ulises Ruiz. No se trata de una acción de venganza ni de cacería de brujas, sino simplemente actuar con justicia contra quienes hicieron del gobierno un ejercicio autoritario de poder.
Habrá que ver una mano firme de gobierno que no dude ante las presiones que seguramente habrá en los primeros meses de gobierno por parte de los priistas que, como partido político, tienen una mayoría en el Congreso del estado.
Pero también habrá que ver la presencia de las agrupaciones sociales, de la sociedad civil, que igualmente tiene el reto de presentar las denuncias que por miedo no se presentaron en el pasado cuando Ulises Ruiz usó a grupos paramilitares para sofocar la inconformidad social de 2006, agrupada en el movimiento popular de la APPO.
La justicia, pues, no es negociable. El nuevo gobierno oaxaqueño tiene el desafío de responder a la legítima demanda de justicia de una sociedad lastimada por un grupo de poder que se cebó con la sangre y que actúo sin límites ni medida por mucho tiempo.
El otro gran reto es la integración de su gabinete y el plan de gobierno para el próximo sexenio. Ambas cosas van unidas y el desafío que se tiene es no caer en la cesión de cuotas de poder ni de ambiciones personales.
De profunda tradición priista en Oaxaca, la clase política ha respondido siempre a los intereses personales y de grupo. Por eso cada vez que entra un gobernador los integrantes de su equipo de gobierno crean una red de intereses y complicidades que, al final de la administración, son hereditarios. Por eso ahora Gabino Cue tiene ante si un enjambre de grupos de poder de los últimos gobiernos priistas que actuaron en contra de Ulises Ruiz y que le están exigiendo sus respectivas cuotas.
La reciente conformación de comisiones del Congreso del estado, en la que el PRI se quedó a cargo de la Comisión de Gobernación, generó inquietudes, pues se interpretó como una primera concesión a éste partido a cambio de conseguir el mejor presupuesto en las negociaciones recientes de la ley de Ingresos y Egresos de la federación.
Con todas estas dudas de presuntas negociaciones políticas con el PRI y hasta con Ulises Ruiz para evitar un inicio complicado es que Gabino Cué arranca su gobierno de transición en Oaxaca, un gobierno que habrá de dar muestras inmediatas de confianza a la ciudadanía para despejar los nubarrones que ya tiene encima aun antes de empezar a gobernar.
A propósito de las fiestas patrias
OCTAVIO RODRÍGUEZ ARAUJO
Los santos hacen milagros para los que creen en ellos, los héroes no, pero cada quien tiene su héroe favorito: Hidalgo, Morelos, Iturbide, Juárez, Díaz, Madero, Zapata, Carranza, Villa, Obregón, Calles, Cárdenas, Alemán o Calderón. Algunos, más flexibles o ignorantes que otros, tienen juntos a héroes que fueron en su momento enemigos irreconciliables e incluso unos asesinos de otros, pero igual los veneran y los ponen en letras de oro en los muros de la Cámara de Diputados u otro recinto simbólico. Y lo hacen así porque les conviene decir y hacer creer que las diferencias, cuando se trata de la nación, no son importantes ni definitorias.
Así se construye la historia en el imaginario colectivo: con héroes despojados de sus naturales virtudes y defectos, al igual que con pirámides, templos y otros edificios que también suelen ser despojados de los sacrificios humanos que implicó su construcción o los fines para los que fueron hechos. Se siguen admirando el Palacio de Versalles o las Pirámides de Teotihuacán sin que a nadie le importe para qué fines se construyeron ni cuántos murieron haciéndolos, como el ferrocarril transiberiano, cuyo costo en vidas humanas fue tan grande que nadie ha podido calcularlo con precisión.
El así tenía que ser que suele decirse después de ocurridos los hechos no se dijo cuando éstos todavía no eran cosa del pasado. Y esto es particularmente cierto cuando no se trata de construcciones, faraónicas o medianas. En éstas hay un proyecto y un intento de cumplirlo que se constata con su inauguración y ocupación. En los hechos referidos a la acción humana dirigida a cambios llamados históricos, como las guerras, las revoluciones, la oposición callejera, los movimientos por los derechos civiles, etcétera, el final, si bien previsto, no necesariamente se cumple. En estos casos los imponderables son más comunes que el derrumbe de un muro o de un puente sobre un profundo abismo.
El así tenía que ser puede justificar cualquier cosa: desde los horrores de una guerra civil o una guerra mundial hasta las formas de ejercicio despótico del poder o los ajusticiamientos revolucionarios. Todo tiene una explicación, aunque en general varias, y muchas más interpretaciones. El papel de los historiadores es presentar hechos, pero la selección de éstos suele guardar relación con la subjetividad del estudioso del pasado. Y si los hechos son interpretados la historia se hace aún más confusa, casi tanto como las simpatías por los momentos o personas historiados.
Sin embargo, y a pesar de las cargas subjetivas de los historiadores, hay hechos, en el sentido lato del término, que son líneas divisorias de situaciones que, de una u otra manera, cambiaron sustancialmente. Se puede hablar así de la Guerra de Secesión, de la Revolución Francesa, de la mexicana, de la rusa, etcétera. Y ninguna de éstas fue una sola o un bloque, como dijo Furet de la francesa, sino varias a la vez o en sucesión hasta que una facción resultó triunfante. Otras líneas divisorias han dado más vergüenza que orgullo, como el nazismo en Alemania, el franquismo en España, etcétera. Pero también fueron hechos históricos y tuvieron un antes, un durante y un después. Unos hechos son celebrados, otros quisieran ser perdonados aunque no olvidados, pero siempre tendrán defensores, detractores y opositores. Y la historia sigue –siempre en riesgo de interpretaciones unilaterales, subjetivas e interesadas, según la carga ideológica de los historiadores y, sobre todo de los intérpretes que organizan las festividades del recuerdo–, pero sigue y es innegable pese a sus contradicciones internas.
Del Palacio de Versalles el turista ve su magnificencia, el historiador su significado de una nobleza que lo único que hizo fue vivir como parásita de un pueblo pobre y explotado, el arquitecto un edificio a copiar o a destruir. Igual ocurre con los héroes: cada quien ve en ellos una parte de sus vidas, con frecuencia mezcladas con la leyenda de las historias oficiales o supuestamente independientes, y hace suyos, por igual, a Juárez por su liberalismo y a Zapata que no coincidía con el liberalismo y sus implicaciones para las tierras del estado de Morelos. Pero los dos son populares en tanto que otros no son tan queridos pese a reconocérseles su papel en la oposición, por ejemplo a la odiada dictadura que, por cierto, no fue tan odiada cuando algunos de esos opositores colaboraban con ella.
¿Qué se ha estado celebrando a 200 y 100 años? El inicio de dos revoluciones: una contra la corona española y la otra contra la dictadura de Díaz, sin tomar en cuenta que no fueron una en cada caso sino varias y que los resultados de ambas muy poco podrían identificarse con su origen y mucho menos con sus héroes en los distintos momentos de su evolución. Los priístas rindieron homenaje (el 19 de octubre) a sus fundadores: Calles y Cárdenas, como si éste no hubiera exiliado al primero una vez que tuvo la Presidencia del país. Los panistas no celebraron nada, pero Calderón, como gobernante, algo tenía que hacer y lo hizo, muy a su estilo: un festejo con fuegos de artificio y folclor tipo Disneylandia o Las Vegas y, al mismo tiempo, reivindicó en imagen subliminal (¿subconsciente?) a Benjamín Argumedo quien, siendo villista, pasó a ser huertista para volver a ser rebelde contra Carranza. (Se dirá que el famoso y grotesco coloso no era Argumedo, pero su parecido era innegable y tratándose de los festejos de Calderón no sorprende que lo haya elegido, pues fue un personaje sin convicciones.)
Lo curioso de estas celebraciones es que el pueblo no organizó nada significativo al margen del Ejecutivo federal o de los gobiernos estatales o municipales, que algo hicieron, aunque fueran conciertos populares. Más hizo el pueblo, digamos, por el Día de Muertos (ofrendas y demás) que por los hitos históricos que nos dieron patria (como se dice en los discursos oficiales). He visto al pueblo parisino el 14 de julio y la gente sale a la calle con botellas de champaña y organiza romerías y bailes, espontáneamente. En el DF se decretó ley seca y se clausuraron tiendas por vender bebidas alcohólicas (cuando yo era adolescente, vale recordarlo para los jóvenes de hoy, el 15 de septiembre se llamaba noche libre porque podíamos beber alcohol en las calles incluso antes de cumplir 18 años).
¿Los gobiernos nos expropiaron las fiestas patrias? Parece que sí. Y según la ideología de cada quien en la administración pública, el acento se pone en unos héroes y se destiñe a otros. El pueblo, sin embargo, tiene sus héroes al margen de las sesudas investigaciones de los historiadores, como también sus santos. Pero como ahora se le teme, el pueblo ya no es libre de festejar y a veces, como el pasado 15 de septiembre en los corrales del Zócalo de la ciudad de México, tampoco es libre de moverse a su antojo… hasta que la autoridad lo permita. En una palabra, los 200 y los 100 no los festejamos nosotros sino ellos, y a su manera: los que tienen el mando; pero eso sí, con nuestro dinero, no con el de ellos.
Krauze disiente de Calderón y Solares propone vender la droga en farmacias
Judith Amador Tello

MÉXICO, DF, 24 de noviembre (apro).- En contraste con el discurso del presidente Felipe Calderón, que aseguró que México vive en tranquilidad, con democracia y libertad, el historiador Enrique Krauze hizo un llamado a alcanzar acuerdos políticos que, subrayó, lleven a la reconstrucción de la paz que ya no tiene el país.
Pero no fue todo: El escritor Ignacio Solares se pronunció a favor de la legalización de las drogas y planteó que deberían encontrarse a precios bajos en las farmacias y permitir su paso hacia Estados Unidos.
Krauze y Solares fueron galardonados hoy con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010 en el Salón de la Tesorería de Palacio Nacional, en una ceremonia encabezada por Calderón, quien estuvo acompañado de su esposa Margarita Zavala, y el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio.
Recibieron el reconocimiento instituido hace 65 años, Gonzalo Celorio, Ignacio Solares y María (Maruxa) Villalta Soteras, en la categoría de Lingüística y Literatura; Martha Palau y Luis López Loza, en Bellas Artes; Krauze y Soledad Loaeza Tovar, en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.
Además de Gerardo Gama Ayala y Marcelo Lozada y Cassou, en Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales; Sergio Revah Moiseev, en Tecnología y Diseño; Pascuala Ruiz Ruiz, en representación del Grupo de Artesanas Tejedoras de San Andrés Larráinzar, Chiapas, y Rico López Topete, en nombre del Grupo de Artesanos Indígenas Nativos de Baja California, ambos grupos de la categoría de Artes y Tradiciones Populares.
A Krauze correspondió hablar por parte de los premiados.
Trajo a la memoria una reflexión en torno a la paz hecha hace unas décadas por el también historiador Daniel Cosío Villegas para plantear que hoy “vivimos perplejos ante un fenómeno que no esperamos… que ha venido fraguándose por fatalidad geográfica e irresponsabilidad política desde hace mucho tiempo: la pérdida de la paz”.
Indicó que urge retomar la ruta del crecimiento económico con vocación social y volver a cavilar sobre la paz.
Debe --enfatizó-- recobrarse la paz civil, la seguridad sobre la vida y para ello no bastará con que un personaje venga a declararse como el artífice del proceso o se piense en la restauración “imposible” del antiguo régimen de partido único; tampoco será resultado de un “acto mágico” ni de “pactos con el crimen organizado”.
Se requieren, según Krauze, de “medidas arduas y costosas, sostenidas por largo tiempo”, pero deben construirse “sin detrimento del orden constitucional” y con los instrumentos de la democracia, que son el diálogo y el acuerdo, por ello hizo el llamado a que las instituciones políticas lleguen a un acuerdo histórico para lograr las reformas económicas necesarias.
Calderón habló enseguida del historiador, y destacó los que considera algunos logros en materia cultural, como el incremento presupuestal para el 2011, así como los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.
Sin embargo, más adelante Calderón admitió que hay problemas, pero que según él “no se afrontan desde el autoritarismo, ya que hay libertad de prensa y de expresión, algo que nunca se había visto”.
De acuerdo con el presidente, la “enorme problemática de criminalidad que vivimos” no es mayor, e incluso es “significativamente menor” que la que registran la mayoría de los países en América Latina, aunque ello no ha sido obstáculo para articular las diferencias de este país “libre y democrático”.
Hay, insistió Calderón, una democracia y “una relación entre los mexicanos que nos permite estar hoy aquí reunidos en el corazón político del país y en paz”.
En entrevista, Solares dijo no compartir la idea de que los acuerdos van a contribuir a alcanzar nuevamente la paz. Sin embargo, coincidió en que deben irse construyendo consensos en todos los sentidos, pues sin ellos va a ser más difícil recuperar la tranquilidad en el país.
Pero cree también en que la cultura es el antídoto contra el “veneno” de la violencia. Y mencionó que incluso se han hecho experimentos con presos que cambian a partir de ciertas lecturas y cierta música:
“Por supuesto sé que una metralleta puede más que muchas obras de arte, pero es contribuyendo a la humanización como podemos alcanzar la paz; mientras más humanos seamos. lo haremos. Creo profundamente en el humanismo aunque, desgraciadamente, esa violencia tiene mucho que ver con la cultura, con la bestialidad, con la barbarie.”
Acerca de su reconocimiento, dijo que tiene mucho que ver con el entorno en el cual se desarrolló y con lo que ha recibido, tanto en la Universidad como con “mis amigos, mis maestros Julio Scherer y Vicente Leñero, ya que uno es producto de todo lo que ha sido y de haber tenido la suerte de estar cerca desde un amigo que te recomienda un libro hasta lo que te da ese libro.”