ANTE NUESTROS OJOS

30 dic 2010

La nueva esclavitud
José Gil Olmos

MÉXICO, D.F., 29 de diciembre (apro).- Dicen que la historia no se repite, pero a veces hay hechos que parecen contradecir esa afirmación. Tal es el caso del secuestro de miles de inmigrantes centroamericanos y mexicanos por parte del crimen organizado, en connivencia con autoridades de México, para extorsionar a sus familias o para usarlos como esclavos en los plantíos de mariguana y amapola, o bien para el transporte de cocaína y drogas sintéticas hacia Estados Unidos.
En realidad no se tiene una cifra exacta de los inmigrantes que cada año son secuestrados en México, pero un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de 2009 señalaba que en sólo seis meses, alrededor de 10 mil indocumentados habían sido secuestrados por células de Los Zetas o pandillas que se los entregaban. Éstas, a su vez, pedían a los familiares de las víctimas el pago de hasta 2 mil 500 dólares por cada inmigrante, lo que dejó una ganancia a los delincuentes de cerca de 25 millones de dólares.
Este fenómeno inició a finales de la década pasada, pero en ésta ha cobrado mayor relevancia por los casos de los 72 inmigrantes centroamericanos asesinados en San Fernando, Tamaulipas, al negarse a participar como sicarios de Los Zetas; y la desaparición de 50 indocumentados de distintas nacionalidades en una localidad de Oaxaca. Esos hechos vergonzosos han llamado la atención del mundo, especialmente por la crueldad con que son tratadas las víctimas por parte de las mafias mexicanas.
Según un informe de la CNDH, en promedio 54 indocumentados son secuestrados cada día en México. De acuerdo con testimonios recogidos por la institución, se trata, muchas veces, de secuestros masivos de personas que son obligadas a trabajar como esclavos o a prostituirse, o someterse a todo tipo de humillaciones para conseguir su libertad.
"Agarraron un fierro que tenía una zeta dibujada, lo calentaron y me dijeron: Ahora sí te va a llevar tu chingada madre", relató un hondureño de 18 años, quien no sólo vivió en carne propia la tortura, sino que también vio padecer a otros jóvenes que fueron secuestrados en su grupo. "Él no quería hablar, no quería hablar, y (un secuestrador) le dijo: sos mudo que no hablas o no tienes lengua... Te voy a quitar la lengua para que de verdad no hables. Y agarraron un cuchillo, un puñal, le abrieron la boca y le rajaron la lengua."
Entre los siglos XVI y XIX la esclavitud fue uno de los más prósperos comercios de los países de Europa, principalmente España, Inglaterra, Portugal, Francia y Holanda. A este comercio también le entró Estados Unidos, que trajo de África la mano de obra que necesitaba para echar a andar su economía.
Millones de africanos e indígenas de América fueron marcados, golpeados, tratados como animales y expoliados hasta la muerte. Se erigieron entonces verdaderas empresas que se dedicaban a la caza, transporte y venta de hombres, mujeres y niños que se convirtieron en el motor de las economías de los países que hoy conocemos como “desarrollados”.
Hoy, en México, estamos ante una nueva versión del esclavismo con los inmigrantes nacionales y de otros países que son secuestrados por bandas del crimen organizado para realizar las labores que necesitan y que les generan ganancias millonarias, que al final del ciclo financiero realimentan las economías más poderosas del mundo.
Hace poco el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad Pública, Alejandro Poiré, reconoció que los cárteles de las drogas secuestran a inmigrantes para obligarlos a integrarse a sus filas.
“Algunas organizaciones están enfrentando una situación muy adversa para abastecerse de recursos y para reclutar personas que voluntariamente quieran participar en estas bandas criminales”, dijo el funcionario.
Por su parte, el comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM), Salvador Beltrán del Río, reveló que en lo que va del año han recibido la denuncia de 222 supuestos secuestros de indocumentados centroamericanos.
"Son casos que a nosotros nos han denunciado, que nos han señalado los migrantes que han sido asegurados por el Instituto Nacional de Migración, o sea que son migrantes que pasan por una estación migratoria y dicen: 'yo sí fui objeto de un secuestro o tuve conocimiento de un secuestro', pero hasta ahí", explicó.
Para investigar estos y otros casos, el pasado 31 de agosto la CNDH firmó con las secretarías de Gobernación y Seguridad Pública el Acuerdo sobre la Estrategia Integral para la Prevención y Combate al Secuestro de Migrantes, y actualmente elabora un nuevo diagnóstico sobre el plagio de indocumentados.
Pero lo que no han contemplado ni el gobierno de Felipe Calderón ni la CNDH son los secuestros de inmigrantes mexicanos por parte de los cárteles, que se han llevado camiones repletos de campesinos, de quienes hasta ahora no se conoce su paradero. Es el caso de los labriegos de Querétaro que desaparecieron de la Sierra Gorda en febrero pasado.
Un caso más reciente fue el de los 50 jornaleros –15 de ellos menores de edad– originarios de Eloxochitlán, Puebla, quienes fueron privados de su libertad por un grupo armado en la ciudad de Caborca, Sonora. Los campesinos plagiados fueron hallados con vida en el interior de un domicilio de la colonia Las Lomas, con huellas de golpes.
En octubre pasado, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) informó que tenía un registro de mil 700 personas desaparecidas, sea porque habían sido víctimas de levantones o bien por secuestros realizados en Tamaulipas y Nuevo León.
Y reconoció que otros cientos de personas habían denunciado a la IV Región Militar que algún familiar había sido plagiado o levantado por algún comando. Sin embargo, muchas familias ya no continuaban con la búsqueda de sus desaparecidos ni seguían el curso de las indagatorias por las amenazas de los grupos criminales.
Las desapariciones, según las fuentes militares, obedecen a tres razones fundamentales: en el caso de los levantones, para engrosar las filas de las organizaciones criminales ante las detenciones o muertes de sus miembros, o como una táctica para exterminar a los rivales, y en el caso de los plagios, para pedir rescates y financiar con ello sus actividades delictivas.
El 10 de agosto pasado, al celebrarse el Día Internacional del Desaparecido, la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos calculó que durante el gobierno de Felipe Calderón han desaparecido más de 3 mil personas: 400 por razones políticas, 500 mujeres y niños relacionados con la trata de personas y 2 mil 100 por razones de narcotráfico.
Este registro de más de 3 mil desapariciones es sumamente grave, y si seguimos la lógica del gobierno y de los militares, muchos de ellos habrían pasado a formar parte de las nuevas cuadras de esclavos que el crimen organizado ha formado para seguir con un negocio que día a día crece sin que las autoridades puedan detenerlos.

Escuelas y maestros, chivos expiatorios
MANUEL PÉREZ ROCHA
La argumentación que se repite una y otra vez es sencilla y, por eso, sirve para efectos de propaganda: a) en un mundo en competencia, la productividad es determinante para la economía de los países, b) la productividad depende de la calificación de la mano de obra, c) la calificación de la mano de obra depende de la calidad de la educación escolar, d) la calidad de la educación depende de los maestros. Resultado: los maestros son los culpables del atraso y las crisis económicas.
No exagero. Con algunas variantes, este es el razonamiento que hacen muchos políticos, empresarios y líderes de opinión en México y en Estados Unidos. El profesor Eric Hanushek, prestigiado investigador estadunidense que ha tenido influencia determinante en las políticas educativas del gobierno de ese país, afirma sin reservas: El futuro económico de Estados Unidos depende crucialmente de la calidad de nuestras escuelas, y añade: Los logros de los estudiantes están directamente relacionados con la calidad de los maestros. Ningún otro posible enfoque de las políticas escolares tiene la efectividad que posee la política de contratar y retener buenos maestros. Desde la época de Reagan hasta la fecha, el gobierno estadunidense ha asumido íntegramente este postulado, lo reitera en multitud de discursos y ha construido sus políticas educativas más importantes con la premisa de que los profesores cargan con la culpa de los males del país.
En nuestro país, el organismo privado Mexicanos Primero presentó hace unas semanas su estudio Brechas, en el que se describe muchas de las fallas del sistema escolar mexicano. En esa ocasión, el presidente de ese organismo culpó a la escuela no solamente de los problemas económicos, sino de todos los problemas del país. Dijo: Las desafortunadas consecuencias sociales de nuestros pobres resultados educativos son evidentes: empleo insuficiente, baja remuneración y pobreza extendida; poca competitividad; inseguridad; corrupción; una democracia puramente electoral, no participativa; manipulación electorera; patrimonialismo y dependencia; abusos en materia de derechos humanos; insalubridad; inequidad. Este organismo privado está patrocinado por grandes capitales y empresarios, entre ellos Televisa. ¿Qué proponen para resolver tan graves problemas? Meter en cintura a los maestros mexicanos, para lo cual formulan un plan de acción. El director de Mexicanos Primero señaló como meta central que cada niño tenga un gran maestro. Están siguiendo, al pie de la letra, la narrativa de la derecha estadunidense.
Hoy sólo una ingenuidad extrema admite que el mundo económico está constituido por países que compiten y triunfan en función de su eficiencia. En realidad, por encima de los países, en el sistema económico actual quienes compiten y dominan el mundo son grandes y medianos negocios industriales, comerciales y financieros, y organismos internacionales a su servicio, que triunfan no precisamente por su eficiencia y productividad, sino por su fuerza financiera y la aplicación de prácticas comerciales de todo tipo, entre ellas acaparamiento, especulación, engaños y fraudes.
En Estados Unidos, el Economic Policy Institute (EPI) ha hecho un análisis de la infundada e injusta inculpación a las escuelas y los maestros. En un artículo redactado por dos de sus investigadores, Lawrence Mishel y Richard Rothstein, publicado en la revista The American Prospect y titulado Las escuelas como chivos expiatorios, demuestra que en ese país el empleo, la escolaridad, los salarios y la productividad se relacionan de manera totalmente distinta a la que sostiene el juicio que se hace a las escuelas y los maestros. Por ejemplo, de 1990 a 2006 la productividad en Estados Unidos creció constantemente, apoyada por la misma fuerza de trabajo que en 1990 había sido señalada como culpable de la pérdida de competitividad frente a las empresas europeas y asiáticas, y culpable también de los bajos salarios. Demuestra, asimismo, con abundantes cifras, que ese notable aumento en la productividad no se vio reflejado en los salarios, los cuales se estancaron, e incluso descendieron, a partir de 2001.
También es falsa, por su generalización, la afirmación de que la productividad de las actividades económicas dependa de la calificación de la mano de obra. En Estados Unidos el incremento en la productividad no fue precedido por algún programa notable de formación de mano de obra. Asimismo, resulta falso afirmar que hay una deficiente preparación de la mano de obra para enfrentar los retos de los avances tecnológicos, pues las empresas estadunidenses han movido muchas de sus plantas a regiones y países que sin duda tienen una mano de obra menos calificada. Ponen como ejemplo a la industria automotriz que ha trasladado sus plantas a México. Podríamos añadir otros ejemplos, como el de la industria electrónica y muchas maquiladoras, tanto estadunidenses como de otros países.
Igual que en México, en Estado Unidos los últimos años se ha acentuado la concentración de los ingresos y la riqueza. En ese país, en 1980 el uno por ciento de la población con más altos ingresos recibía 8 por ciento del ingreso total, hoy recibe 20 por ciento. Ni en Estados Unidos ni en México hace falta, como dicen algunos, hacer primero el pastel para después repartirlo, ni es cierto que el deterioro de los ingresos de los trabajadores obedezca a la inadecuación de sus competencias para el trabajo, pues el desempleo alcanza con particular agudeza a los sectores calificados.
El diagnóstico que en Estados Unidos y en México culpa de tantos males a las escuelas y los maestros es totalmente falso y busca, como señalan los investigadores del EPI, desviar la atención que debería prestarse a las políticas fallidas en cuanto a la honestidad de nuestros mercados de capital, el rendimiento de cuentas de nuestras corporaciones, nuestras políticas fiscales y la administración monetaria, nuestras inversiones nacionales en investigación, desarrollo e infraestructura, y el juego limpio en el sistema comercial. También los mexicanos de México Primero ahuyentan estos cuestionamientos al sistema socioeconómico y político que los enriquece de manera obscena, y nos apuran a aceptar que sólo la educación de calidad cambia a México.
Secretos de Estado
MIGUEL MARÍN BOSCH
Concluye un año difícil para muchos países, incluyendo el nuestro. Los desastres naturales se multiplicaron, la crisis económica y financiera sigue, el desempleo y la pobreza aumentan y la violencia no cesa. Y cuando un mal año estaba por terminar en Estados Unidos, el partido republicano derrotó al demócrata en las elecciones de noviembre y poco después aparecieron en Internet 250 mil documentos secretos del Departamento de Estado.
Lo de Wikileaks es un escándalo porque los funcionarios gubernamentales no están acostumbrados a leer en el periódico lo que escriben en privado. Pero no hay que exagerarlo. Se trata de información que en unas décadas se hará pública. Para los historiadores simplemente se han recortado los plazos. Para los espías la divulgación de los documentos quizás les ha facilitado el trabajo.
Lo que viene haciendo Julian Assange, el fundador de Wikileaks, es proporcionar documentos a ciertos medios supuestamente responsables (incluyendo a El País y The New York Times) para que ellos, a su vez, publiquen la información que les parezca relevante. Los periódicos que recibieron los documentos se pusieron de acuerdo en borrar los nombres de algunas personas aludidas en los mismos para no perjudicarlas.
La divulgación de documentos secretos (y no tan secretos) siempre ha ocurrido. Lo que distingue el caso de Wikileaks es el tamaño del archivo. Y aquí se plantean dos cuestiones: cuánta autocensura ejercen los medios y qué decir de la divulgación de supuestos secretos en memorias y libros escritos por algunos de los protagonistas. Además, ¿qué decir de los documentos que funcionarios estadunidenses han venido filtrando a escritores como Bob Woodward?
¿Cómo obtiene Wikileaks los documentos? Lo hace a través de individuos que tienen acceso a los mismos: funcionarios y empleados gubernamentales o de alguna empresa. El gobierno afectado los considera traidores. Washington ha identificado a Bradley Manning, un especialista en inteligencia del ejército, como el culpable de entregrar a Wikileaks los cables sobre las guerras en Irak y Afganistán y ahora los del Departamento de Estado. Lo someterán a un juicio militar.
Recuerden el caso de Daniel Ellsberg. El año pasado apareció un documental titulado El hombre más peligroso de Estados Unidos. Analista militar del Pentágono y luego de la corporación Rand, en 1969 Ellsberg se dio cuenta de las mentiras que su gobierno había difundido a la opinión pública de su país para continuar e intensificar la guerra en Vietnam. Fotocopió unos 7 mil documentos secretos y trató de interesar a aquellos senadores que se oponían a la guerra. A éstos les tembló la mano y no le hicieron caso. En 1971 recurrió al The New York Times y el Washington Post. Arriesgó su pellejo.
La reacción del presidente Richard Nixon se centró en dos frentes. Primero, trató de detener la publicación de los documentos; y segundo, acusó a Ellsberg de espionaje. En ambos casos las gestiones de su gobierno fracasaron en las cortes.
Quizás la historia se repita ahora en el caso de Wikileaks. El gobierno del presidente Barack Obama quiere que Assange sea juzgado en Estados Unidos. Algunos políticos en Washington lo han acusado de traidor y espía y hubo inclusive quienes pidieron que fuera asesinado. Pero nadie se ha metido con los periódicos que siguen soltando documentos.
La impotencia de Washington es evidente. A los burócratas se les pidió que no leyeran los documentos ya divulgados y la fuerza aérea prohibió el acceso a los sitios de Internet que publican los documentos de Wikileaks. Algunos bancos y otras instituciones de crédito le han cerrado las puertas a Assange.
Los supuestos secretos de Estado se han invocado para negar la difusión de cierta información. Ésta es la carta dizque patriótica que se juega a menudo y que le complicó la vida a Ellsberg y ahora a Assange. Pero los gobiernos tienen la de perder. Wikileaks y la reacción de algunos gobiernos han puesto al descubierto la hipocresía de no pocos dirigentes, aun en países supuestamente ilustrados. He ahí su verdadero significado.
Son ya muchos los gobiernos que tratan de aparentar transparencia. En 2005 Tony Blair logró que el parlamento británico aprobara una ley sobre la libertad de acceso a la información. Sonaba bien pero habría excepciones.
En 2007 un ciudadano pidió las minutas de las reuniones del gabinete de Blair en las que se aprobó intervenir militarmente en Irak en 2003. Cuando el gobierno se negó a divulgarlas el individuo apeló a una instancia prevista en la ley, el comisionado de información. Éste concluyó que el interés del público por conocer la base jurídica de la decisión del gabinete era más importante que la preocupación del gobierno por mantener la confidencialidad de las deliberaciones del gabinete. A principios de 2009 el tribunal de información falló a favor del ciudadano. El gobierno británico tuvo entonces que escoger entre llevar el caso a un tribunal superior o vetar la solicitud. Optó por lo segundo y las minutas se han mantenido en secreto. Lo curioso del caso es que varios de los miembros de ese gabinete han publicado detalles de esas reuniones.
En cuatro décadas hemos pasado de la fotocopia a la fibra óptica e Internet. Lo que Ellsberg hizo en su día ha tenido una secuela lógica e imparable. Lo que no se ha logrado a través de leyes sobre el derecho a la información, ahora se ha conseguido mediante una avalancha de documentos. Pese a su autocensura, los medios tradicionales se han visto fortalecidos. Curiosamente el Internet ha servido para revalorar el papel de la prensa escrita.
Lo de Wikileaks no se asegura la transparencia total pero es un paso para que los gobernados sí sepan lo que hacen (y realmente piensan) sus gobernantes. Quizás habrá menos atole con el dedo. Y eso no es del agrado de muchos políticos.