EL PROTECTOR DEL PUEBLO

26 ene 2011

Samuel Ruiz (1924-2011), el profeta mexicano del siglo XX

ENRIQUE DUSSEL *

Ha muerto el 24 de enero el santo profeta de Chiapas, digno sucesor de Bartolomé de las Casas. Este último comenzó su lucha en favor de los pueblos originarios de América en el ya lejano 1514 en el pueblito de Sancti Espíritu de Cuba. Fue obispo de Chiapas desde 1544 hasta 1547, en que fue expulsado por la oligarquía de los conquistadores que ya dominaban esa tierra maya, por su lucha en favor de los pueblos originarios. Algo más de cuatro siglos después, y como continuando la labor de Bartolomé, fue nombrado en 1959 don Samuel Ruiz, a la edad de 35 años, obispo de Chiapas (siendo el más joven del episcopado mexicano de esos años). Había nacido el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato. Estudió primero en León; obtuvo su doctorado en hermenéutica bíblica en la Gregoriana de Roma. Era un hombre letrado, director del seminario de León (como Miguel Hidalgo lo fue del de Valladolid). Asistió al II Concilio Vaticano, participando todavía dentro de las filas del episcopado conservador. Le tocaron tiempos de profunda renovación de la Iglesia y las convulsiones políticas del 68. En ese tiempo cambiará drásticamente su posición teórica y práctica. Será su comunidad indígena maya la que lo confrontará con la miseria, la opresión, la dominación política, económica, cultural y religiosa que la oligarquía chiapaneca había orquestado como herencia de los conquistadores y de los terratenientes contra ese pueblo originario. El joven obispo sufre una conversión radical. Ya en 1968 fue uno de los cuatro oradores (sobre el tema de la pastoral indígena) en la Conferencia de Medellín del Celam, donde manifestó su calibre latinoamericano. Brillará en América Latina como miembro de una camada de obispos que optaron por los pobres del continente, junto a Helder Camara, en Brasil; Leónidas Proaño, en Ecuador, y Óscar Romero, en El Salvador. Será uno de los reformadores de la Iglesia, fundamentando bíblicamente la revolucionaria teología de la liberación que estaba naciendo. Pero aún más, la llevó a la práctica con su pueblo indígena chiapaneco. Aprendió dos lenguas mayas y se transformó en el profeta de su pueblo. Esto le traerá grandes enemistades, persecuciones, aun de aquellos que hoy, después de su muerte, lo ensalzan. Decía de él, y de don Samuel, el obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo: Nosotros unificamos al episcopado mexicano. ¡Todos están contra nosotros! Perseguido por los potentados, los terratenientes, los políticos y hasta por algunos de sus sacerdotes, con indomable brío, con paciencia de indígena, con sacrificio titánico, recorriendo innúmeras veces su diócesis en camioneta, avioneta o a caballo, estaba presente consolando, alentando y dirigiendo a las comunidades mayas. Todas lo tenían por tatik (como el tata de los tarascos que fue Vasco de Quiroga); nombrado por ellos mismos Protector del pueblo indígena. Contra viento y marea, y contra la opinión de muchos en el Vaticano (que como decía San Juan de la Cruz a un hermano observante estricto: ¡Cuídate de ir a Roma, partirás descalzo (reformado) y volverás calzado (corrompido)!), transformó la Iglesia y la sociedad chiapaneca, educó a los líderes indígenas, que de catequistas llegaron a ser diáconos. ¿Qué fueron muchas y muchos comandantes zapatistas sino catequistas de don Samuel Ruiz? Don Samuel creó proféticamente la conciencia de lucha de su pueblo, del cual, por otra parte, aprendió todo. Por ello, en la celebración de su muerte (no es contradictorio que el pueblo reunido junto a su cadáver exultara un cierto espíritu de profundo regocijo), se gritaba, en algunos casos machete en mano: ¡Samuel vive, la lucha sigue!; o aquella crítica a la Iglesia de tantas traiciones: ¡Queremos obispos al lado de los pobres! Esa Iglesia ocupada en la beatificación de su burocracia (cuyo miembro supremo se le vio fotografiado junto a R. Reagan, o a A. Pinochet, y que se encolerizó ante la presencia de un humilde Ernesto Cardenal de rodillas, y sin embargo ministro de Estado de la revolución sandinista, junto al gran cartel en el que se leía en la Plaza de la Revolución: ¡Entre cristianismo y revolución no hay contradicción!

Don Samuel no fue sólo una figura mexicana. Era una personalidad profética latinoamericana, defensor de los derechos humanos de los humildes, de los inmigrantes en toda Centroamérica. Era una figura mundial, recibiendo premios internacionales y doctorados honoris causa en las más diversas y encumbradas universidades en reconocimiento a su pensamiento y a su acción.

Don Samuel es, junto a don Sergio Méndez Arceo, el símbolo más profético de la Iglesia mexicana del siglo XX, y uno de los pastores más importantes de la pastoral indígena en nuestro continente y el mundo. No queda sino alegrarse con el pueblo cuando exclamaba: ¡Samuel vive, la lucha sigue! Como Walter Benjamin escribía, se trata de un mesianismo materialista (si por materialista se entiende cumplir responsablemente con los deberes para con la vida de los pobres y explotados, como los indígenas chiapanecos). Samuel fue heroicamente consecuente con aquél: ¡Tuve hambre y me dieron de comer! (que del Osiris egipcio pasó a Isaías y al fundador del cristianismo, del cual Samuel fue un digno testimonio).



El obispo incómodo

CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA



Sus principales opositores no estuvieron fuera de la Iglesia católica, sino dentro. En la última década de su largo obispado en San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García debió enfrentar duras críticas hacia su labor y repetidas intentonas de removerlo de Chiapas por parte de las cúpulas del Episcopado Mexicano y el nuncio papal Girolamo Prigione Pozzi.

Por su identificación con la línea teológica y pastoral conocida como opción preferencial por los pobres, el obispo Samuel Ruiz, junto con otros con igual cargo en países de América Latina y teólogos que compartían la misma elección, debieron padecer los acosos doctrinales y políticos emanados desde Roma. Durante el papado de Karol Wojtyla –Juan Pablo II– como lo denunció en su momento el teólogo católico Hans Küng, se llevó a cabo la restauración de un conservadurismo preconciliar. Fue así que al mismo Küng el autoritarismo anidado en el Vaticano le prohibió enseñar teología católica. Lo mismo le sucedió al sacerdote brasileño Leonardo Boff, y a muchos otros renuentes a sujetarse irrestrictamente a la ortodoxia normada por Roma.

A principios de la década de 1990 hubo fuertes movimientos realizados por el nuncio Prigione para quitar del obispado de San Cristóbal de las Casas a Samuel Ruiz. Antes de eso las advertencias a Ruiz García por desviarse de las prácticas eclesiales bien vistas en la sede papal no fueron atendidas por éste en la forma allá deseada. Entonces subrepticiamente Prigione comenzó a preparar todo para desterrar al obispo de la diócesis coleta.

La intentona trascendió y se levantó la solidaridad con el obispo acosado. Organizaciones indígenas chiapanecas, entre ellas el gran movimiento de diáconos y catequistas integrantes de la línea pastoral del obispo Ruiz García, denunciaron que el fondo de todo era el descontento de los auténticos coletos (ganaderos, terratenientes y privilegiados por sus vínculos con la clase política regional) con la poca espiritualidad de las enseñanzas y sermones de Samuel Ruiz. Para ellos hablar a los indígenas de derechos humanos y justicia tenía que ver más con activismo sociopolítico que con el Evangelio. Por su parte el obispo defendía su acercamiento señalando que la verdadera espiritualidad, muy distinta del espiritualismo, debía incluir tanto lo interno como lo externo, que de eso se trataba la enseñanza evangélica de la encarnación.

Cuando la irrupción zapatista, el primero de enero de 1994, pulularon seudo explicaciones de su gestación. Hubo un sinfín de señalamientos hacia el responsable de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas. Sin pruebas acusaron al obispo Samuel Ruiz de ser el principal instigador del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Esas endebles explicaciones fueron miopes a las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de explotación y discriminación con las que los indígenas chiapanecos habían sido lacerados por siglos.

Entre los señalamientos más recurrentes a la línea pastoral del obispo Samuel Ruiz, desde el seno mismo del Episcopado Mexicano y los sucesivos representantes papales, estuvo el de que su diócesis era una de las que experimentaba la mayor descatolización del país. Los censos mostraban que al iniciar su obispado en San Cristóbal de las Casas la media estatal de población protestante/evangélica ascendió a 4.2 por ciento. Cuarenta años después, para 2000 los números llegan a casi 20 por ciento. Pero la media en zonas indígenas pertenecientes a la diócesis de Samuel Ruiz, alcanzan porcentajes de población protestante/evangélica que rebasan con mucho el promedio de Chiapas: zona chol, 30 por ciento; zona tzotzil, 24 por ciento; zona tzeltal, 32 por ciento. En las tres zonas hubo, de acuerdo con el Censo del 2000, municipios que rebasaron 40 por ciento de quienes se declararon protestantes/evangélicos.

A pesar de las cifras anteriores, un análisis detenido de la pastoral de Samuel Ruiz García evidencia que lo sucedido durante sus cuatro décadas al frente de la diócesis de San Cristóbal de las Casas fue una revitalización del catolicismo en poblaciones preponderantemente indígenas. Antes de él la característica del trabajo pastoral católico fue la ausencia, o fugaces visitas, de sacerdotes en y a los pueblos indios. El obispo pudo ver con claridad que era necesario involucrar decididamente a los indígenas en el trabajo eclesiástico, tal como lo hacían las iglesias evangélicas, cuyo desarrollo estaba preponderantemente en manos de los creyentes de las localidades.

El vital movimiento de diáconos y catequistas, fomentado decididamente por Samuel Ruiz a partir de la segunda mitad de la década de los setenta, le valió el encono de quienes en la Iglesia católica favorecen el ministerio centrado en los sacerdotes. Al ampliar su eclesiología, y entregar muchas de las funciones concebidas originalmente sólo para quienes ejercen el sacerdocio, Ruiz García desafió al elitismo que exalta muy por encima de la feligresía a los curas ordenados. Los guardianes de la pureza de la casta sacerdotal lo hostigaron todavía más cuando se atrevió a ordenar diáconos permanentes casados, y dejó entrever que para completar el desarrollo –inculturación le llamaba– sería necesario llegar a la ordenación de sacerdotes indígenas con vínculo matrimonial.

Fue un obispo incómodo para los poderes dominantes en la Iglesia católica, aunque no nada más para los asentados en ella.

Los talk show del ocaso telegénico

Jenaro Villamil



MÉXICO, D.F., 25 de enero (apro).- PRIMERA ESCENA: Emilio Azcárraga Jean, en entrevista con Joaquín López Dóriga en Canal 2, presumió que en 2011 su empresa impulsará una “Iniciativa México recargada”, en referencia quizá involuntaria a la serie de películas Matrix.

El dueño de Televisa advirtió que irán en busca de “los héroes anónimos”, y que para este año Iniciativa México tendrá “más asociados” entre los medios de comunicación e instituciones académicas.

También anunció que regresará el programa cómico El Privilegio de Mandar, el mismo que durante 2005-2006 sirvió como pasarela para promover a los políticos-clientes del monopolio televisivo y burlarse de aquellos que no estaban en su agenda de compromisos publicitarios.

Ante preguntas cómodas, Azcárraga Jean ofreció una visión idílica del compromiso de su empresa “con México”, que constituye “una plataforma muy clara a favor del país”. No abundó sobre el estreno de su talk show estelar, Laura de América, pero insistió que Televisa trabajará más por una “televisión de valores”.

SEGUNDA ESCENA: Laura Bozzo estrenó el mismo lunes 24 la edición de su talk show. El programa es una ensalada que mezcla melodrama, gritos, regaños, supuestos casos reales, “asesoría psicológica”, pero, sobre todo, propaganda nada velada a la Fundación Televisa, a los “héroes” ciudadanos que reciben la andanada de la demagogia de esta conductora.

“Debes comprar los libros de valores de la Fundación Televisa”, le ordenó Laura a uno de sus invitados. En la edición de este martes, la peruana mezcló el tema de la violencia contra las mujeres con el de los hijos abandonados y las drogas. Se proclamó enemiga de la violencia contra las mujeres, pero presumió a gritos su violencia verbal: “¡Una mujer que abandona a sus hijos es una porquería, es basura!”.

La señora que se autohalaga como defensora de los pobres y de las mujeres no se inmuta para humillar a los invitados, para recetarles todo tipo de invectivas y de violencia verbal, para simplificar supuestos casos truculentos de la vida real, como lo hizo en Perú, durante los tiempos de Alberto Fujimori.

En la casa de enfrente, en TV Azteca, la cantante-bailarina-conductora cubana Niurka se empeña por hacer del escándalo una forma de competir con la misma baja calidad al talk show de Bozzo. Ambas parecen responder a un guión oculto: evitar cualquier politización de los temas y vampirizar las vidas ajenas.

Ambas juran que son una reedición mexicana de Ophra, la exitosa conductora de talk shows estadounidenses. Estos talk shows son ediciones de un circo predecible, impostado, con demagogia telegénica. Constituyen el ocaso de un género televisivo que se ha utilizado en exceso para engañar a las audiencias. El truco es tan obvio que ya ni siquiera divierte.

TERCERA ESCENA: En el programa conducido por Carmen Aristegui en MVS, la conductora Martha Susana, quien dirigió otros talks shows para Venevisión, asociada a Univisión, denunció este martes que por órdenes de “altos mandos” de Televisa y de TV Azteca, esta última empresa canceló el plan para que ella condujera el programa que ahora tiene la cubana Niurka.

Martha Susana no sólo habló con coraje. Denunció con detalle la trama del engaño que caracteriza a los talks shows en los programas dedicados a audiencias hispanas (en Univisión, Televisa, TV Azteca, Venevisión). Relató que ella descubrió que cuatro testimonios eran “arreglados”, es decir ficticios. En Venevisión contrataron a unos actores para que simularan un exhibicionismo emocional truculento.

La conductora, entrevistada por Aristegui, descorrió el velo de una cortina que el control duopólico de la televisión comercial pretende que se mantenga oculto en México: TV Azteca acabó doblegándose ante Televisa para no contratar a una conductora que, por lo menos, no iba a hacer un circo mezclado con propaganda ideológica y política.

Es predecible que el duopolio le recete un linchamiento mediático a Martha Susana para que su denuncia se oscurezca. En el mejor de los casos, la van a ignorar y censurarán en sus múltiples espacios televisivos y radiofónicos cualquier referencia a su caso.

CUARTA ESCENA: El problema es que la violencia verbal que caracteriza a los talks shows ha sido interiorizada por los voceros de ambas televisoras para criticar, amedrentar y amenazar a todos aquellos críticos o periodistas que osen cuestionar sus pactos.

Una demostración lamentable de ese macartismo se leyó en sendas cartas enviadas al periódico Reforma, el pasado lunes 24, para desmentir al columnista Miguel Ángel Granados Chapa. El periodista asumió su error al dar por buena una versión extraoficial sobre la posible compra de Iusacell –perteneciente a Grupo Salinas– por parte de Televisa. Lo hizo con valentía, de cara a sus lectores y en su programa en Radio UNAM.

Granados Chapa demostró lo que todos los informadores sabemos: que el periodismo no es una ciencia exacta, que todos podemos cometer errores.

Sin embargo, parece que el error era lo que esperaban Televisa y Grupo Salinas para aplicarle una serie de ataques al autor de Plaza Pública, la columna diaria más reconocida en el periodismo impreso.

Como si los comunicados los hubieran redactado los guionistas de Laura Bozzo y Niurka, el desmentido de Televisa regaña a Granados Chapa:

“Si el señor Granados Chapa hubiera tenido el profesionalismo de consultar a las empresas y personas citadas en su artículo, seguramente lo hubiera redactado de forma distinta”. No basta el desmentido, hay que regañar.

Pero el que se luce es el Grupo Salinas. Acusa a Granados Chapa de difamar, de mentir, de burlarse de un grupo de “destacadísimos pensadores mexicanos” que se opusieron a la reforma electoral de 2007 y de “abusar” de la libertad de expresión.

¡Este es el tono del talk show disfrazado de desmentido! Y sus voceros oficiosos, como Carlos Marín –quien seguramente nunca se ha equivocado en sus columnas y notas periodísticas– califica en Milenio Diario a Granados Chapa de “timador contumaz”. ¡Qué tal!

Ese mismo día, la Canitec –organismo que publica desplegados para beneficiar siempre los intereses de Televisa– le recetó una serie de invectivas al presidente de la Cofetel, Mony de Swaan. El pretexto fue la posible modificación del título de concesión a Telmex para que preste servicios de televisión restringida.

Canitec regaña a De Swaan –como no lo hizo en otros casos polémicos, entre ellos la licitación 21. Afirma que el presidente de Cofetel hizo declaraciones “ligeras e irresponsables”.

No queda claro si la ira de Canitec y de Televisa contra De Swaan tiene su origen sólo en el caso de Telmex o en su posición a favor de licitar una tercera y cuarta cadena de televisión, posibilidad que afectará los intereses del duopolio.

Este es el México de los “valores”, de los “héroes” y, por supuesto, del talk show decadente que ambas televisoras buscarán promover en 2011 como parte de su Iniciativa.