Y EL SNTE LA ENCABEZA

20 ene 2011

La privatización de la escuela pública.

SOLEDAD LOAEZA
La distribución de propaganda del Partido Nueva Alianza (Panal) entre los alumnos de primaria de las escuelas de Baja California Sur, que reportó La Jornada (17/01/2011), es una de las expresiones más grotescas de la debilidad gubernamental y de la arrogancia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y de su lideresa. Es también una prueba de que las corporaciones del antiguo régimen son hoy tanto o más poderosas que en el pasado, y un lastre para nuestra frágil democracia. No obstante, lo más escandaloso de este caso es que una vez más los maestros del sistema público han demostrado que sus intereses particulares están por encima de su responsabilidad magisterial, y del interés del niño, o de la niña. De esta manera, se está imponiendo la privatización de la educación pública; y yo me pregunto, ¿cuál puede ser la autoridad moral de un maestro que está movido fundamentalmente por la determinación de defender la presencia de un partido que no tiene ideología propia, que es un parásito del SNTE, cuyos recursos sostienen las tácticas de movilización partidista y las estrategias electorales? En lugar de que sean líderes de sus comunidades por sus virtudes, son individuos poderosos que se imponen por el temor que infunden –por ejemplo, de suspender clases si no se les dan las posiciones que exigen en el gobierno, como ocurrió recientemente en Tamaulipas–, o por las componendas que proponen –comisiones a cambio de buenas calificaciones–. Basta aplicar un examen de ortografía, de matemáticas o de historia de México a un grupo de adolescentes, para comprobar el elevadísimo costo que el poder del sindicato de maestros ha significado para nuestras niñas y niños. Basta escuchar las entrevistas espontáneas a simples transeúntes, para no mencionar a muchos de nuestros legisladores, cuya capacidad de expresión verbal es nula, que transmiten la radio y la televisión, para preguntarnos ¿qué hemos hecho de la educación?
Por estas y muchas otras razones resulta indignante que ante el reporte de las actividades del Panal en las escuelas de Baja California Sur, por una parte, las autoridades educativas nacionales y locales reaccionen timoratas y se escuden en un Yo no sé, voy a ver, y por la otra, el partido de Elba Ester Gordillo sostenga que está actuando a favor de los derechos de los niños. De veras que se están riendo de nosotros en nuestras barbas. ¿Derecho a qué? ¿A ser un vehículo para que ese partido, que no tiene más aspiración que alimentar la capacidad de influencia de su lideresa, obtenga información sobre los padres de familia? ¿Derecho a tomar como modelo de comportamiento ejemplar a los líderes magisteriales? ¿Derecho a las clases de civismo que imparte día con día un partido al que sólo le interesa medrar del cambio democrático, y que cuando así lo hace corroe esas mismas instituciones que le han permitido florecer? ¿Derecho a aprender que la política es sólo abuso?
Hubo un tiempo en que la educación pública era considerada una prioridad del país próspero, democrático y optimista que queríamos construir. Recordemos simplemente los recursos invertidos en libros de texto, desayunos escolares, construcción de escuelas. Hoy, sin embargo, este tema fundamental para el futuro ha sido relegado a segundo, si no es que a tercer término, frente a los intereses de corto plazo de los maestros, como lo demuestran los análisis de Gilberto Guevara Niebla y los resultados de la prueba PISA. El deterioro de la educación pública está estrechamente asociado con la privatización, es decir, con el hecho de que el SNTE se ha apropiado de ella, para transferirla al Panal, su brazo electoral. Y este partido la utiliza para negociar con otros partidos apoyo a sus muy particulares demandas. ¿Qué puede enseñar a los niños un gremio que mira con toda naturalidad cómo su dirigente pasa de una alianza con el PAN a otra con el PRI, sin ningún tipo de explicación?
La buena disposición de los gobiernos panistas a ceder la escuela pública al SNTE refleja muchas cosas, pero entre otras la más perversa es el desprecio que al PAN siempre le ha inspirado la educación pública, en la que no cree ni ha creído jamás. Ingenuamente se ha aferrado al prejuicio de que la educación privada es mejor, y piensa que así es porque ahí no hay sindicatos ni derechos para los maestros. Lo peor de todo es que el desastre educativo no se detiene en las puertas de la escuela privada, ni siquiera porque está al abrigo del SNTE. Pero los panistas, y una proporción importante de las clases medias, así lo creen, sin más fundamento que su propio y acendrado antisindicalismo. Por esa razón, ¿qué puede importarles lo que pase en las escuelas públicas? “Al fin que –dirán los panistas– siempre han sido malas”.
La maestra
José Gil Olmos

MÉXICO, D.F., 19 de enero (apro).- Poseedora de un instinto nato para el poder y también para usarlo en beneficio de sus intereses políticos y económicos, Elba Esther Gordillo está demostrando nuevamente que es una maestra en el juego de las cartas marcadas, y que para las elecciones de 2012 será una de las jugadoras fundamentales que inclinarán la balanza por alguno de sus candidatos favoritos: Enrique Peña Nieto o Marcelo Ebrard.
La dirigente sindical de los maestros ha comenzado a operar políticamente para posicionarse muy bien en los distintos escenarios electorales y, sobre todo, con los diferentes candidatos que buscarán la Presidencia en las elecciones de julio del próximo año.
A través del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), del Partido Nueva Alianza (Panal), de los recursos económicos derivados de estos dos organismos y, sobre todo, mediante las alianzas que ha tejido a lo largo de los años, la profesora originaria de Comitán, Chiapas, y quizá la cacique sindical más longeva que hay en el país, ha comenzado a hacerse sentir en el escenario político, haciendo valer su poderío acumulado desde 1989, cuando sustituyó mediante una traición en el magisterio a su protector, Carlos Jonguitud.
En los dos sexenios del panismo, Elba Esther Gordillo ha acrecentado su poder a niveles que probablemente no imaginaba. Además de permanecer al frente del sindicato magisterial, creó Nueva Alianza, partido a través del cual se ha posicionado en distintos estados, apoyando a los candidatos a gobernador, presidentes municipales y diputados locales, ampliando con ello su red de alianzas en todo el país.
El Panal ha sido su herramienta para hacer los acuerdos con los demás partidos (PAN, PRI y PRD) en las elecciones locales. Sin distingos políticos o ideológicos, Gordillo es capaz de acordar con quien sea, con tal de obtener espacios de gobierno o legislativos. Así lo hizo en la pasada elección de Oaxaca, cuando al final de la campaña decidió que la aspirante a gobernadora por Nueva Alianza, Irma Piñeyro, declinara a favor de Gabino Cué, quien al resultar ganador designó a Piñeyro última como su secretaria de gobierno.
Además, Elba Esther Gordillo sigue manteniendo posiciones privilegiadas dentro del gobierno federal, y llegó hasta la oficina de la Presidencia de la República con el vocero del gabinete de Seguridad Pública, Alejandro Poiré, quien en la elección de 2006, fue su pieza clave dentro del Instituto Federal Electoral (IFE).
A partir del año 2000, cuando el PRI perdió el poder presidencial, la maestra comenzó a operar de manera libre, sin tapujos políticos ni compromisos ideológicos. Y es que lo mismo le da jugar con el PAN que con el PRI o el PRD. Está donde le conviene estar. Por eso siempre juega con dos o tres candidatos a la vez.
Por ejemplo, pese a que fue expulsada del PRI desde 2005, por apoyar al PAN y por crear su propio partido (Nueva Alianza), la profesora ya tuvo acercamientos y pláticas con la dirigente nacional priista Beatriz Paredes e incluso con quien había declarado su enemigo número uno, Manlio Fabio Beltrones.
En el pragmatismo de la cacique magisterial no causa asombro que conforme fenece el gobierno de Felipe Calderón, ella va tomando distancia y se espera que termine dándole la espalda, no obstante que fue la primera en levantarle la mano como triunfador de la elección de 2006, a pesar de las claras dudas que hubo en la legitimidad de la victoria del panista.
Al mismo tiempo, Gordillo va preparando su camino, abonando con acciones el acercamiento con Enrique Peña Nieto, con quien tiene, desde 2006, una historia común. Según Carlos Ahumada, por órdenes de Carlos Salinas de Gortari, la maestra Elba Esther Gordillo y Peña Nieto fueron los encargados de entregarle 30 millones de pesos por los videos de René Bejarano, que sirvieron para denostar la imagen del PRD y de Andrés Manuel López Obrador.
Con Marcelo Ebrard, la maestra tiene una relación cercana desde que tomó las riendas del SNTE en 1989. El entonces presidente Carlos Salinas de Gortari apoyó a Elba Esther Gordillo para derrocar a Carlos Jongitud, le dio dinero para mantener al sindicato y le ordenó a Manuel Camacho Solís apuntalarla políticamente. Este último la apoyó, poniéndole a un grupo de jóvenes asesores, entre los que estaba el actual jefe de gobierno del Distrito Federal.
Por eso no es raro que hoy la profesora diga que Ebrard es uno de sus candidatos favoritos para alcanzar la presidencia de la República.
Esta capacidad de adaptación mediante el pago de favores a políticos, intelectuales, periodistas, empresarios, líderes religiosos, gobernadores, diputados, senadores y hasta presidentes de la República es la que ha mantenido a Elba Esther Gordillo en el pináculo del poder durante más de tres décadas.
Y todo parece indicar que repetirá la misma jugada con cartas marcadas para la elección presidencial de 2012, saliendo ganadora, independientemente de quien gane o pierda el juego.
Un dilema moral
Sabina Berman

MÉXICO, D.F., 19 de enero.- La moral: las conductas que sostienen y acrecientan lo que es Bueno y propiedad de todos, el bien común. A nadie escapa que en México padecemos de un problema moral. Que lo hemos padecido a lo largo de nuestra historia. Nuestros historiadores no coinciden en ubicar un periodo donde la moral haya gobernado sobre los impulsos egoístas de las élites de poder. Acaso durante las presidencias de Juárez, señala alguno. Acaso más atrás, en el siglo de paz de la Colonia, cuando la Iglesia católica, en una Nueva España ya catolizada, se dedicó a edificar instituciones benéficas para todos: hospitales y escuelas gratuitas, asilos y morideros públicos, los monasterios donde los pobres y no criollos podían acceder a una suerte de aristocracia social, el clero.
Que en los 30 años de dictadura de Porfirio Díaz haya reinado en México una moral, como lo afirman otros historiadores, lo desmienten la violencia y la largueza de la Revolución. En el Porfiriato un pequeño grupo era dueño de las fuentes de riqueza del país, y el bien común era raquítico, de ahí que fuera tan popular entre los mexicanos de a huarache irse con la peligrosa bola, que equivalía en la práctica a irse a ver a cuántos mataba uno antes de que lo mataran. Mejor morir de bala que medio vivir de hambre, era la lógica.
El PRI nació como un acuerdo, no para el bien común del país entero, sino para el bien común de los hombres fuertes surgidos del triunfo de la Revolución: basta de dirimir quién manda a balazos, basta de intentonas de golpes de Estado, mantengamos la unidad del grupo de los fuertes y dirimamos dentro de nuestros recintos, a puerta cerrada, a quién le toca mandar, y cómo ese mandamás reparte entre los otros los poderes menores.
No es casual que en su discurso inaugural, en enero del 2011, el nuevo presidente del PRI haya señalado que “el gran reto del partido es la unidad” (podría parafraseársele así: “el gran retro del PRI es la unidad”). Ni que el segundo objetivo que haya fijado es “ganar la Presidencia”, es decir, regresar al partido al lugar desde donde se reparte el poder de los ministerios nacionales. Y tampoco que haya señalado como tercer objetivo, y no el primero o el segundo, “el construir el mejor proyecto de país”, con énfasis en la palabra construir: el PRI no cuenta con ese proyecto de antemano, en el siglo XX el PRI debió plegarse al proyecto de cada hombre fuerte a quien colocó en la cima del poder, y ahora debe asumir que un nuevo priista fuerte armará un nuevo proyecto al que los otros priistas se sumarán.
En cambio el PAN nació de una necesidad moral. De la necesidad de oponer a la mezquina moral de grupo de los hombres fuertes del PRI, una moral más amplia, que incluyera verídicamente al país entero. Y esa moral panista utópica, surgió en medida importante inspirada por la antigua moral católica de la Colonia. Los panistas de casta suelen decir que el presidente Fox no era un panista en serio, era un ranchero de valores empresariales, los valores de la Coca-Cola Company al poder, expresados en el léxico colorido de un rancho. Los panistas de vieja cepa, consideran que el primer presidente verdaderamente panista ha sido el actual, Felipe Calderón, hijo de fundadores del partido. Y sus actos lo validan así.
Llegado a la Presidencia, Calderón se olvidó del modesto, pragmático y viable proyecto que enarboló como candidato, crear empleos mediante la construcción de infraestructura, y decidió acometer el épico proyecto, de profunda vena católica, de destruir el Mal en México. “A los 30 días (de ocupar la presidencia) el presidente decidió lanzar la guerra”, palabras de su primer secretario de Gobernación.
¿Qué vio Calderón en la información privilegiada accesible en la cima del poder que lo horrorizó tan prontamente? “Un cuerpo invadido de cáncer”, declaró él mismo. O para citar una de sus declaraciones más recientes: “(En México) levantas cualquier pedazo de duela y encuentras un nido de ratas”. Ratas: el panismo de los años oscuros de la resistencia y del utopismo recalcitrante, de hace 50 y 60 años, nombraba así a los priistas: ratas.
Los choques entre los cárteles narcos no son herencia del PRI, pero sí lo son un sistema de justicia fallido, un sistema de seguridad históricamente en contubernio con el crimen y las formas corruptas de relación entre el poder y la sociedad, donde los gobernantes consideran suyo lo que por ley es del bien común, y medran comerciando con ello.
Eso, la cultura priista y sus resultados inmorales, fue lo que Felipe Calderón probablemente vio y lo horrorizó. Ese es el cáncer que vio plagando y devorando la geografía del país. Los nidos de ratas que sigue encontrando bajo cada duela. Lo vio y prontamente (de nuevo: a los 30 días de mandato, sin planificarlo, sin acopiar un mapa detallado del narco, sin tomar antes las previsiones elementales en cualquier guerra), con el ánimo de un profeta cristiano, sabiendo que aquello era el Mal y su impulso provenía del Bien, desenvainó la espada a su alcance, el Ejército.
Esto era un avispero de corrupción antes de que llegara el PAN a la Presidencia. Llegó el PAN y le dio un batazo. Henos acá en una tormenta de avispas furiosas, que luchan entre sí a muerte. O para retomar la metáfora del presidente Calderón: hay nidos de ratas bajo cada pedazo de duela, y por andarlos arrancando este gobierno nos está dejando sin piso.
Por eso tiene razón el nuevo presidente del PRI cuando afirma que el gobierno panista ha llevado al país a una crisis gravísima y es necesario cambiar el rumbo. Por eso el presidente Calderón tiene razón cuando dice que el regreso del PRI a la Presidencia sería una tragedia, una involución. Lo que requerimos es algo distinto. Ni destrucción frontal y ciega del Mal común, ni el regreso a la estrecha y torcida definición del Bien común del PRI. Una tercera opción que construya, con el énfasis en el verbo construir, un bien común más amplio.