¿PARANOIA? ¡PRETEXTO!

10 feb 2011

México-EU: entre paranoia y amenazas reales

Editorial “La Jornada”.

A pregunta expresa de un representante republicano, durante una comparecencia en el Capitolio de Estados Unidos, la secretaria de Seguridad Interior de ese país, Janet Napolitano, afirmó: “Desde hace tiempo hemos estado pensado qué pasaría si Al Qaeda se uniera con Los Zetas, uno de los cárteles de la droga (que operan en México). Y simplemente lo dejo ahí”.

Los comentarios de la funcionaria resultan tan improcedentes como preocupantes. Durante la desastrosa era de George W. Bush, el gobierno estadunidense volvió una práctica común la conversión de la paranoia en política de Estado y de seguridad, así como la invocación de peligros inciertos y difusos y de hipótesis conspiratorias que terminaron por convertirse en profecías autocumplidas: en su afán por imponer como primera prioridad en la agenda planetaria la cruzada contra el terrorismo y por inventar –con ayuda de los círculos del pensamiento reaccionario de Estados Unidos– un falso choque de civilizaciones entre Occidente y el mundo árabe, el anterior gobierno de Wa-shington terminó por fortalecer a bandas como Al Qaeda a niveles que eran inimaginables, incluso en 2001, y les dio a éstas y a sus aliados motivos de encono adicionales a los que tenían hasta el 11 de septiembre de ese mismo año.

Ahora, a instancias de su titular de Seguridad Interior, la administración Obama redita esas prácticas –por más que éstas se hayan convertido en uno de los factores de la debacle política, moral y militar de su antecesora– y lo hace, para colmo, con base en delineamientos dudosos y falaces, como la afirmación de una posible convergencia entre los cárteles de la droga y grupos integristas islámicos, organizaciones que difieren en la sistematicidad de sus métodos y, sobre todo, en sus fines.

Por desgracia, si bien el razonamiento en el que se basa lo dicho por Napolitano equivale a una dislocación de la realidad, las implicaciones que derivan de él son palpables y alarmantes. Si se toma en cuenta lo que representa Al Qaeda para Estados Unidos, y si se añaden a ello declaraciones como las hechas ayer por el subsecretario del Ejército estadunidense, Joseph Westphal –en el sentido de que Estados Unidos ha contemplado el envío de sus tropas a México para hacer frente a la violencia de los cárteles–, la propalación de una posible alianza entre ese grupo y Los Zetas allana el camino para la presencia masiva y desembozada de policías, soldados y espías de Estados Unidos en México, y para la profundización de los designios injerencistas del vecino país en la política de seguridad vigente en el nuestro.

En la primera mitad de la década pasada, el sostenido afán de gobiernos de Bush y Fox por alinear a México en la fantasmagórica y demagógica guerra contra el narcotráfico implicó involucrar al país, innecesariamente, en un conflicto que le ha sido totalmente ajeno, y ponerlo en la mira de los enemigos –reales o supuestos– de Washington. Ahora, la persistencia en ese afán, –que, a lo que puede verse, no ha sido abandonado del todo pese al cambio en los titulares de ambos gobiernos– prefigura, además, el riesgo de una injerencia masiva de las autoridades estadunidenses en territorio nacional.

Por elementales razones, la autoridad mexicana tendría que responder a los señalamientos de Napolitano, demandar una rectificación de los mismos y rechazar, con claridad y contundencia, cualquier intento de valerse de ellos para vulnerar la soberanía nacional.

La manta

José Gil Olmos

MÉXICO, D.F., 9 de febrero (apro).- Todo comenzó cuando el jueves 3 un grupo de legisladores subió a la tribuna de la Cámara de Diputados y desplegó una manta que aludía el presunto alcoholismo de Felipe Calderón.

La imagen llegó de inmediato a Los Pinos y el jefe del Ejecutivo estalló en cólera. Su ira creció cuando al día siguiente le reportaron que la periodista Carmen Aristegui lanzó al aire una pregunta a la Presidencia de la República para que respondiera si el presidente tenía o no problemas con el consumo de alcohol. La mecha se encendió.

Conocido de tiempo atrás por su ánimo explosivo, Calderón pidió la cabeza de la principal conductora de noticias de la empresa de medios MVS, que a pesar de emitir un comunicado con el argumento de que el despido se debió a una violación a su código de ética (la difusión de rumores), no pudo ocultar que fue presionada desde la residencia oficial de Los Pinos para que actuara como lo hizo, pues de otra manera estarían en peligro sus concesiones de radio y televisión.

El sábado 5 hubo una junta entre los dueños (la familia Vargas) y los directivos de la empresa para definir el destino de Aristegui. La decisión fue unánime: ordenar a la conductora de noticias disculparse públicamente o rescindir su contrato de inmediato.

La decisión, sin embargo, ya estaba tomada. Las presiones desde Los Pinos y los intereses de mantener el negocio se sobrepusieron al noticiero y Aristegui, entonces, salía sobrando. Así se lo anunciaron a Calderón ese mismo día.

La vocera de Presidencia, Alejandra de la Sota, quiso hacer un deslinde al asegurar que no habían interferido en lo absoluto para que MVS tomara la decisión que tomó.

Si embargo cayó en un desliz, pues aunque quisieron disfrazar la decisión como empresarial y ética, en realidad fue política y económica. “Es una decisión que tomó la empresa y nos la comunicaron una vez que fue tomada. Durante el fin de semana ejecutivos de MVS confirmaron su decisión de terminar el contrato laboral con Aristegui por haber incumplido el código de ética que había firmado con la empresa”, agregó.

De acuerdo con la periodista Lydia Cacho, el despido de Aristegui habría sido por negarse a leer al aire una carta de disculpa escrita directamente en Los Pinos, luego de que solicitó que contestaran si Felipe Calderón tenía o no problemas de alcoholismo.

El domingo 6 se conoció el destino de Aristegui a través de las redes sociales. De acuerdo con mensajes en Twitter de Lydia Cacho, integrantes del staff de Carmen Aristegui confirmaron esa noche la versión.

"Me confirma staff de #Aristegui. Presidencia exigió que Carmen leyera carta de disculpa a Calderón. Vargas se dobló, Carmen NO", escribió Cacho en Twitter.

"Hablé por teléfono con ellas: staff de #Aristegui. La carta de disculpa fue escrita en Los Pinos, Carmen no accedió a leerla al aire", agregó en otro mensaje.

El pecado de Aristegui fue reportar en su noticiero lo ocurrido en San Lázaro el jueves 3, cuando los diputados Gerardo Fernández Noroña, Jaime Cárdenas y Mario Di Constanzo, entre otros, desplegaron una manta con el rostro descompuesto de Calderón y con la leyenda: “¿Tú dejarías a un borracho conducir tu automóvil? ¿Verdad que no? ¿Entonces por qué dejas que maneje tu país?”.

Al aire, la conductora simplemente dijo: “No es la primera vez que se habla de este tema, de un presunto alcoholismo de Felipe Calderón. Si usted es usuario de las redes sociales, por ejemplo, pues en ese circuito de comunicación de la sociedad mexicana es frecuente ver expresiones que aluden a esa circunstancia que no podemos corroborar (...)

“Debería realmente la propia Presidencia de la República dar una respuesta clara, nítida, formal al respecto. No hay nada de ofensivo –me parece– cuando alguien, si es que fuera el caso, atravesara por un problema de esta naturaleza (...)

“¿Tiene o no Felipe Calderón problemas de alcoholismo? Esto merece, insisto, una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República.”

El tema del presunto alcoholismo de Calderón ha permeado a los medios políticos desde que era coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, en el año 2000. Su afición, principalmente al tequila, fue reconocida en 2003, cuando pasó a ser secretario de Energía y era cliente asiduo al restaurante bar La Barraca Orca, que estaba enfrente de su oficina y donde, junto con su jefe de prensa, Maximiliano Cortazar, ya tenían una mesa especial con su nombre registrado en las sillas.

En 2006, principalmente en el cierre de campaña de Jalisco, y en ese mismo estado, cuando se festejó su triunfo, fue visto por la prensa en una situación etílica que le impedía dar un discurso.

En 2007, al cabo del primer año en el gobierno, la revista Contralínea documentó, a través del IFAI y de facturas, que la presidencia había hecho un gasto oneroso en la compra de botellas de alcohol.

En su edición 178 del 18 de abril de 2010, consignó lo siguiente: “De enero de 2007 a noviembre del año pasado, la Oficina de la Presidencia desembolsó 685 mil 837 pesos en alcohol. El producto más socorrido fue el tequila, del que se adquirieron 999 botellas de las marcas Don Julio y José Cuervo Reserva de la Familia, cuyo costo es de 865 pesos por botella.

“La Presidencia también compró 516 botellas de vino tinto, 269 de whisky, 147 de licores, 130 de ron, 83 de vino blanco, 60 de brandy, 48 de coñac, 44 de vino oporto y 19 de vodka.

“El 2 de enero de 2007, un mes después de que Felipe Calderón Hinojosa tomara posesión de la Presidencia de la República, la dependencia adquirió 3 mil 862 pesos en bebidas alcohólicas. En total fueron 16 botellas, entre licor de café Baileys, vino oporto Ferreira Tawny, whisky Chivas Regal y Johnnie Walker Etiqueta Negra, vino blanco L.A. Cetto Fumé Blanc y una botella de tequila José Cuervo Reserva de la Familia. Ese mismo día, Calderón Hinojosa dio un mensaje al gabinete de seguridad en la residencia oficial de Los Pinos”.

La pregunta de Carmen Aristegui toma sentido si se consideran estos hechos y datos corroborables. No se trata de un rumor, sino de una preocupación fundada, sobre todo porque se trata del jefe del Ejecutivo.

¿A quién enfrenta la revolución árabe?

ÁNGEL GUERRA CABRERA

No habrá fin del régimen, Mubarak no se va, los egipcios no están preparados para la democracia, sentencia el vicepresidente Suleiman, hombre de la CIA y candidato de Israel a suceder a Mubarak. Parece inconmovible y hasta se muestra amenazante frente al movimiento insurreccional de las masas juveniles, los cada vez más diversos sectores del pueblo y ahora también obreros de las principales fábricas, que al pedir la salida de Mubarak expresan su rechazo total al ancient régime. Ellos lograron la proeza de superar el martes 8 el Nilo de masas movilizado en los 15 días anteriores, haciendo que la plaza Tahrir, esa extraordinaria escuela de cuadros revolucionarios, les quedara muy chiquita.

Pero, por favor, ¿es únicamente al régimen de Mubarak al que enfrenta esta gigantesca protesta? Si así fuera, ya aquel, Suleiman y muchos de sus cómplices se habrían visto obligados a la fuga precipitada para evitar ser civilizadamente enjuiciados, como exige la coordinación de asociaciones juveniles. Si Mubarak y los demás se han quedado es porque recibieron el guiño de Wall Street, la industria de guerra, el lobby sionista de Estados Unidos y su pares europeos. No es conveniente que se vaya ahora, ha dicho Hillary Clinton. Y qué decir de Israel, donde el pánico corroe a los jerarcas hasta el tuétano desde que se inició el movimiento en Túnez y Hezbolá se hizo con el control del gobierno de Líbano. Lo de Egipto los ha horrorizado. Nunca había producido la prensa israelí tanta gacetilla con las más melifluas loas a los tiranos árabes y los denuestos más irracionales contra los pueblos de la zona: su incapacidad para ejercer la democracia –coincidencia con su amigo Suleiman– y su inclinación natural al islamismo radical y la violencia.

Perdón, pero hay comparaciones que repiten inconscientemente los argumentos de la maquinaria mediática. Ninguno de los movimientos democratizadores de Europa oriental tuvo que desafiar a los centros principales del capitalismo mundial, como hoy lo hacen los egipcios para conseguir la libertad y la justicia. Al contrario, ha sido ampliamente documentado que recibían de estos y sus servicios secretos todo el apoyo moral, carretadas de dinero y asesoría política. En lo único que se parece la caída del experimento socialista europeo a la insurrección árabe es que aquella obedeció al agotamiento de ese experimento y esta a la agonía del capitalismo. El acelerador y el detonante de la cada vez más politizada insurrección árabe y egipcia han sido las espantosas consecuencias sociales de las políticas liberales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En cambio, la caída de los regímenes del este europeo se debió al hastío de masas desencantadas y despolitizadas por la burocracia gobernante, en fin de cuentas responsable con Occidente de obsequiar a todos sus pueblos la democracia del capitalismo neoliberal, que los despojó de los derechos sociales que disfrutaban en cuanto a salarios, niveles de vida, sanidad, educación y seguridad social, cuando no de empujarlos a matanzas terribles como en la antigua Yugoslavia.

Reafirmo lo que decía en mi anterior nota: La revolución árabe está en sus comienzos y puede llevar tiempo la definición de su futuro, pero debo añadir que no es por falta de decisión y heroísmo, de aguda inteligencia política, de sensibilidad para percibir el peligro y firmeza para no ceder en los principios que se comprueba cada minuto en la plaza Tahrir. Es principalmente por la magnitud de los enemigos que enfrenta, espantados como se sienten Washington y el capital internacional de perder su dominio sobre esta zona de excepcional importancia estratégica por sus ricos yacimientos de petróleo, el canal de Suez y el estrecho de Ormuz –yugulares de la economía capitalista– y su ubicación entre Europa, África y Asia.

Pero por más que la contrarrevolución maniobre, que veamos altas y bajas en los movimientos, ya no hay vuelta atrás. Los pueblos árabes quieren todos los derechos humanos. A un trabajo digno y una vida decente, a participar en las decisiones de países soberanos y no títeres del imperialismo, como son la mayoría de sus gobiernos. A lograr la paz con Israel sí, pero con dignidad, sin ceder un ápice de los derechos palestinos, incluyendo el retorno de los refugiados, contenidos en las resoluciones de la ONU. Por eso los egipcios, en un plebiscito, rechazarían en masa los acuerdos de Campo David, artera capitulación de El Cairo ante Washington y Tel Aviv.