¡HASTA LA MADRE!

5 abr 2011

Sicilia y la infamia que gobierna

Álvaro Delgado
MÉXICO, 4 de abril (apro).- Por la reacción cobarde de la autoridad ante el asesinato se siete personas en Morelos, entre ellas la del hijo del poeta Javier Sicilia y sus tres jóvenes amigos, es preciso no engañarse: En México gobierna la infamia y hay paso franco al crimen para su cotidiano festín de sangre.

Es lugar común, pero no por ello debe omitirse: Si no hay, como no ha habido, una firme y contundente reacción de la comunidad ante la incompetencia y/o colusión del Estado con los criminales, sobre todo de las potenciales víctimas, no hay modo de frenar el envilecimiento que padece la nación.

Efectivamente, como grita el poeta, estamos hasta la madre de la abulia de autoridades, políticos y criminales, pero también, agrego yo, de la indolencia de los magnates empresariales, los jerarcas religiosos y de la propia ciudadanía.

“(…) su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal --los animales no hacen lo que ustedes hacen--, sino inhumana, demoníaca, imbécil”, les dice Sicilia a los criminales que “se han vuelto cobardes, como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes”.

Pero hay que insistir: Si los criminales actúan así no es porque hayan perdido la honorabilidad –los criminales jamás podrían poseer esa virtud, en todo caso acataban ciertas reglas--, sino por la impunidad que les brinda la autoridad --por incompetencia o complicidad-- y por la indiferencia social.

En México y en Morelos se ha instalado la “kakistocracia” --el gobierno de los peores--, y en vastas regiones de la República y de esa entidad el poder real lo poseen y lo ejercen los criminales que envenenan, hostigan, someten y matan ancianos, mujeres, jóvenes, niños, bebés...

Gobierna, pues, la infamia.

La infamia les quitó, no hace mucho, sus hijos a Alejandro Martí y a Isabel Miranda, y ahora fue a Javier y otras familias que se suman a una larga lista de víctimas que no pueden padecer otras muertes, las de la impunidad y el olvido.

¿Quiénes eran los muchachos asesinados por cobardes? Dejo el testimonio de Adriana Mugica:

Julio César Romero Jaime, de 20 años, era estudiante del 4° semestre de arquitectura en la Uninter (Universidad Internacional). Jugaba básquet y fut. Antes había jugado americano. Se pasaba horas haciendo maquetas y planos, en las que muchas veces su novia le ayudaba. Era muy perfeccionista en sus trabajos. Hasta que no terminaba su tarea escolar no hacía ninguna otra cosa. Le gustaba montar a caballo y jugar squash. Era el más deportista de los cuatro. Jamás se había peleado en su vida.

Julio estaba ayudando a su papá (ingeniero) en la construcción de una casa en Burgos: era su primer proyecto real como “arquitecto”. Tocaba la batería y quería aprender a tocar el acordeón. Le iba al Chelsea en futbol europeo; en americano a los Chargers. Casi todos los días esperaba a que su novia saliera de la universidad o ella lo esperaba a él, para irse a comer juntos y hacer sus respectivas tareas en casa de uno de los dos. No sabía bailar, “todo lo bailaba igual”.

Luis Antonio Romero Jaime, de 24 años, egresado de Uninter. Estaba estudiando la maestría en diseño gráfico y había puesto una pequeña empresa, Ideas Design, en la que trabajaba este tipo de cuestiones. Era un coqueto y siempre estaba conociendo chicas y “jalándolas a la mesa en que él estaba”. Le gustaba mucho bailar. Le gustaba cocinar. Era muy protector, siempre defendía a quienes sentía más desprotegidos.

Julio y Luis le iban al América.

Gabriel (Gabo) Anejo Escalera este lunes iba a ser su primer día de trabajo.

Juan Francisco Sicilia era conocido por su frase: “Pechito, acá, no sé qué y bien bajado ese balón”, que significaba que cuando alguien la regaba otro entraba al rescate para sacarlo de la situación. Juan estaba trabajando. Traía unos lentes con bastante aumento y se lo cotorreaban por “cieguito”.

A Julio, Juan y Luis les gustaba jugar fut y muchas veces organizaban equipo y se metían a torneos. Luis, Gabo y Juan eran de la misma edad. A Luis, Gabo y Juan, les encantaba jugar cartas y “FIFA” (X box) y se la pasaban horas de sus tiempos libres jugando en casa de Gabo.

Gabo era el más reciente en ese fraccionamiento (Primavera) al cual llegó hace unos 8 años. Los demás habían vivido allí todas sus vidas. Los cuatro eran vecinos en la misma calle --sus casas estaban pegadas una a la otra--. Eran cheleros y pachangueros. A los 4 les encantaba comer mariscos. Los 4 eran mucho de estar entre amigos. Para ellos eran muy importantes sus familias por lo que eran mucho de actividades familiares.

Hasta la madre

PEDRO MIGUEL

Juan Francisco Sicilia Ortega no es ni más ni menos importante que cualquier otro muerto de esta guerra estúpida. Puede representar a todos ellos. Dependerá de nosotros, deudos de una nación ensangrentada y desarticulada, que así sea. Dependerá de nosotros que la náusea y la ira tomen un rumbo preciso de acción para detener el baño de sangre que padecemos por obra de los intereses imperiales y de sus socios y ejecutores locales: las mafias políticas, empresariales y mediáticas que en 2006 se vieron ante la disyuntiva de perder el poder o destruir al país, y que optaron por lo segundo.

Treinta o 40 mil muertos después, el saqueo regular a la población y al erario, el terror de Estado, la entrega de regiones a grupos paramilitares, la plena disolución de la seguridad pública y los ejercicios de simulación de normalidad democrática han tenido efectos catastróficos en la sociedad: la desarticulación y el desaliento son evidentes y empieza a proliferar una suerte de resignación ciudadana ante el achicamiento, el enrarecimiento y el deterioro generalizados en todos los espacios de la vida, especialmente en el ingreso, la educación, la calle, la salud y la seguridad. Los saldos de 30 o 40 muertos diarios son un trago cotidiano amargo, pero cada vez más familiar. Si hace unos años era exasperante la proliferación de asaltos, hoy esos episodios delictivos ya ni escandalizan, porque se han instalado en nuestras posibilidades adversas el levantón, el tránsito súbito a la condición de baja colateral, la decapitación y el desmembramiento.

Ni el miedo, ni la desesperanza ni el cinismo han disipado la exasperación y la rabia de vastos sectores de la población ante la destrucción programada del país. Pero, hasta ahora, ninguna de las masacres, ninguno de los robos, ninguno de los atropellos ha logrado congregar el hartazgo nacional ante la administración corrupta, irresponsable, entreguista y cruenta. No lo consiguieron, por diversas razones, los llamados de empresarios prominentes que sufrieron secuestro y asesinato de un pariente cercano, ni los homicidios múltiples en Ciudad Juárez, ni el desprecio oficial por la vida de los niños que murieron quemados en la Guardería ABC, ni el uso faccioso de los aparatos de justicia, ni la cesión a mineras transnacionales de buena parte del territorio nacional, ni el brutal despido de 40 mil electricistas, ni las muestras de connivencia entre el poder público y las organizaciones delictivas a las que dice combatir.

El asesinato de siete personas en Temixco, perpetrado la semana pasada por un grupo de la delincuencia organizada, incrustado o no, con vínculos o no, en alguna corporación de seguridad pública, podría ser el detonante para que la sociedad exprese, de manera masiva, inequívoca e indiscutible, el enojo contenido por tantos agravios. El llamado a tomar las calles formulado por Javier Sicilia, padre de una de las víctimas, ha prendido. Mañana, en una decena de ciudades del país, un número incierto de ciudadanos se reunirá para exigir que el gobierno federal ponga un alto al baño de sangre. Ya no es tiempo de experimentos, y nunca debió serlo, porque la materia de experimentación ha sido la vida humana. Ya no debe haber margen de condescendencia o tolerancia ante un régimen que declara una guerra, por ocurrencia propia o por imposición gringa, y que después no sabe cómo perderla, mucho menos cómo ganarla, y que termina diciendo: yo no fui.

Que no se equivoquen: la responsabilidad política por las entre 30 y 40 mil vidas destruidas –sin contar las de las viudas, los viudos, las y los huérfanos, las madres y los padres– recae en el jefe nominal del régimen; el mismo que, en la hora de la carnicería, se sube a jugar a un avión de la Fuerza Aérea Mexicana y lanza una broma pueril y disociada: ¡Disparen misiles!

La ciudadanía no tiene por qué dirigirse a la delincuencia no gubernamental ni exigirle nada, ni hacerse justicia por propia mano, ni ir a comprar armas de fuego; para eso mantiene –y a qué precio– un aparato gubernamental legal y constitucionalmente encargado de prevenir el delito, procurar justicia y velar por las seguridades pública y nacional. Para eso tiene carretadas de dinero nuestro, para eso detenta el monopolio de la violencia legítima, para eso paga –se supone– un enjambre de sesudos asesores.

El llamado es para mañana, miércoles, a las cinco de la tarde. En varias ciudades. En la capital el encuentro será en la explanada de Bellas Artes para partir rumbo al Zócalo. De la ciudadanía depende que el llamado fructifique y que pueda enviarse al calderonato un mensaje civil inocultable y masivo: arreglen como puedan esta idiotez sangrienta o quítense de ahí. Estamos hasta la madre.

La gota de sangre que derramó el vaso

JOHN M. ACKERMAN

Ahora sí erraron el blanco. No es lo mismo haber matado al hijo de Javier Sicilia que a los de Alejandro Martí, Nelson Vargas o Isabel Miranda de Wallace. Si bien ellos llegaron a ser importantes voces ciudadanas de repudio a la inefectividad gubernamental, hoy ya no insisten en la renuncia de los que no pueden, sino se dedican a recibir premios y a respaldar la totalitaria Iniciativa México (IM) en su campaña por mover las conciencias de los mexicanos.

Pero otra historia se contará sobre el caso de Juan Francisco Sicilia y su padre Javier. Felipe Calderón se apresuró a llamar por teléfono al poeta inmediatamente después de que el cadáver de su hijo fue encontrado porque sabe que ésta podría ser perfectamente la gota de sangre que derrame el vaso. Javier Sicilia es un hombre culto y de izquierda que difícilmente podrá ser domesticado. Podríamos estar a punto de vivir una verdadera avalancha social de repudio al sangriento fracaso en materia de seguridad pública.

Todo ciudadano mexicano verdaderamente interesado en la justicia y la paz debe responder positivamente a la convocatoria que Sicilia ha lanzado para participar en una movilización nacional mañana miércoles 6 de abril a las 17 horas. El objetivo será expresar el repudio social generalizado a la violencia y muerte generadas tanto por los delincuentes como por las autoridades gubernamentales.

Todos los que tengan la posibilidad de llegar a la Paloma de la Paz tendrán el privilegio de colmar las calles de Cuernavaca al lado del poeta. Los demás podrán expresar su solidaridad organizando actividades e iniciativas cívicas en sus escuelas, barrios y lugares de trabajo. Todo se vale, desde portar una simple playera o calcomanía de No + sangre hasta organizar un performance en la vía pública o un cordón humano alrededor de Los Pinos.

¿Hasta dónde va a llegar si no pasa nada?, preguntó un periodista a Sicilia el viernes pasado. Hasta donde la ciudadanía quiera, hasta que renuncien, hasta que se vayan o hasta que quede claro que ya no queremos más muertos. Esos cabrones tienen que dar cuenta a la ciudadanía.

Esta ciudadanía que el poeta refiere ya no le cree ni al gobierno ni a la televisión. El viernes pasado, el diario Reforma informó que 53 por ciento de la población está convencido que el crimen organizado está ganando la guerra contra el narcotráfico. Hace unas semanas, el 21 de febrero, otro periódico, El Universal, reportó que 63 por ciento de la población cree que la estrategia de Calderón ha sido un fracaso.

Los datos hablan por sí solos y explican el desesperado lanzamiento de hace 10 días del artificial acuerdo entre los principales medios electrónicos para homologar la cobertura de la violencia en el país. Ello además es una evidente respuesta al éxito que la campaña No + sangre ha tenido entre la ciudadanía. Televisa y Tv Azteca acordaron poner la información sobre la violencia en su contexto correcto y en su justa medida y dejar claro que la violencia es producto de los grupos criminales y no de las autoridades gubernamentales. Más que buscar parar la sangre y cerrar las heridas, los poderes fácticos nos invitan simplemente a cerrar los ojos e ignorar la realidad.

Nos encontramos frente al gran precipicio de la historia, nos explica el promocional del acuerdo firmado en el Museo de Antropología: una parte de nosotros prefiere mirar hacia el abismo. Pero hay otra parte de nosotros que prefiere ver hacia el cielo, que sabe que es momento de volar. El mensaje es claro: se busca remplazar la participación social con el escapismo ciudadano, para huir de la realidad hacia una fantasía irreal que facilite el control social.

IM no promueve la unidad, sino la división entre los mexicanos. Dice explícitamente que hay dos Méxicos en nuestro país, el de los buenos y el de los malos. Y esta división no se configura alrededor del tradicional alineamiento entre delincuentes y gente de bien, sino alrededor de nuestra actitud ante la vida. Para Televisa, existe un México que se esconde en el escepticismo de nuestra mente. Y el otro México, que vive en el optimismo de nuestros corazones, un México que aprendió a quejarse de su gobierno, de su burocracia, de sus deudas históricas y otros mexicanos, más modernos, que reconocen que la causa somos nosotros mismos.

No existe diferencia alguna entre este maniqueísmo simplista y reduccionista y aquel otro utilizado por los secuestradores de Diego Fernández de Cevallos cuando señalaban que la sociedad mexicana está dividida en dos: ellos y nosotros. Ellos ricos y nosotros pobres, cuyos mundos y realidades son totalmente opuestos.

Es cierto que solamente una sociedad unida podrá salir avante en esta nueva etapa de la lucha por la seguridad pública. Pero para lograr la verdadera unidad primero será necesario romper con lo que el mismo Sicilia ha llamado las iglesias degeneradas llamadas gobierno y Televisa, que en lugar de honrar la palabra solamente buscan el lucro y el poder (artículo completo de Sicilia aquí: http://bit.ly/fuP2TF). Ha llegado la hora de la construcción de una verdadera fuerza social, crítica e independiente.