POCO APRECIO POR LA DEMOCRACIA

20 abr 2011

Salud de la nación.
LUIS LINARES ZAPATA

Las baterías críticas del país se han enfocado, en su casi totalidad, sobre el Ejecutivo federal y su declaración de guerra al narcotráfico. La figura del Sr. Calderón ocupa, claro está, el sitial preferente en la discusión o, más bien, en la disputa por las opciones presentes para las factibles salidas a la crisis de salud que se padece. Sobre su persona recaen las peticiones, los gritos, los alaridos o las consignas que exigen detener la sangría entre los mexicanos. No más sangre derramada, claman por todos los confines. Un cambio de estrategia (si la hay) que lleve a la tranquilidad o, al menos, a un margen aceptable de justicia y paz.

La ansiada luz al final del túnel no aparece por lado alguno. La angustia colectiva derivada de tal oscuridad es ya una densa, pesada realidad que todo lo abarca y contamina. Un día sus efectos se ciernen sobre la marcha de los negocios, en la insuficiente creación de nuevas empresas, en las inversiones inestables o en el crecimiento negado. En otras se encajonan en la descomposición social, en la falta de oportunidades para la juventud, en la ausencia de expectativas para llevar una vida normal y tranquila. Las instituciones mismas resienten el golpeteo de la incredulidad y la falta de confianza se generaliza. El alma misma de la nación parece tocada, trastocada, sin bálsamo que la conforte o le cure las heridas. La búsqueda de un núcleo capaz de conjuntar las energías, ahora dispersas y encontradas, se torna tarea que se agota en sí misma o se vuelve redundante. Las correas de transmisión laterales, para arriba o hacia debajo de los distintos grupos sociales se han atascado. No circulan ni se robustecen las fuerzas que podrían recuperar la alegría, canalizar las ganas de progreso, apreciar los esfuerzos y dar certidumbre para el mañana. En pocas palabras, la salud de la nación se tambalea y no haya reposo.

Centrar la crítica en las habilidades del Sr. Calderón para gobernar al país, es ya, tiempo perdido. Pruebas de sus incapacidades se han dado con suficiencia. Poco, en cambio, se ha dicho de las demás fuentes de responsabilidades que han hecho posible este estado de cosas tan deplorable que nos circunda. La lección que brindan los sucesos trágicos de la actualidad no ha sido trabajada con visión envolvente, pormenorizada, bien cimentada en información dura, constructora de escenarios alternos. El poco aprecio por la vida democrática es una verdad que no requiere demostración, pero que de ahí se deriva un cúmulo inmenso de consecuencias negativas para toda la vida organizada. A cada paso se le trampea, se le desvía, se le contradice con cinismo rayano en la desvergüenza. A las elecciones se va armado hasta los dientes de subterfugios y mecanismos ilegales que las tornan ejercicios inertes, incapaces de soportar una aceptable o funcional legitimidad. Ese centro neurálgico emanado de la voluntad ciudadana, sostén de cualquier ejercicio legítimo del poder público. Los partidos, en cambio, se atrincheran en sus propios feudos y se enfrascan en pleitos por el escalafón, por el coto de influencia y el reparto faccioso del botín. Sus horizontes quedan entonces cercenados, no atisban hacia fuera ni penetran las urgentes necesidades de los ciudadanos. Sus miras a lo largo son cortas y no pueden diseñar ofertas atractivas realizables, fincadas en las necesidades y aspiraciones de la gente. Pero también los votantes tienen su lugar en este despeñadero. En muchos estados no se cansan de votar por el conocido, aunque sea probadamente malo. Tamaulipas es un caso espectacular en su enfermiza monotonía partidaria.

¿Cuál o cuáles serán las consecuencias de que una televisora imponga a un candidato y trate de llevarlo, a golpes de imagen y frases huecas, hasta la Presidencia de la República? La apuesta que hizo Televisa al apadrinar, día con día, a Peña Nieto cae muy por fuera de sus capacidades y derechos. No podrá manejar las consecuencias de tal aventura. Si logra su cometido será, después, la directa responsable de otra Presidencia incapaz de gobernar con independencia y en beneficio del pueblo. Si fracasa en el intento quedará a merced de los rivales ofendidos. Las penalidades inherentes a su indebida intromisión en la lucha por el poder son y serán mayúsculas. En todo caso, el fenómeno mismo es un síntoma del estado que guarda la vida democrática en México. No se trata de un medio de comunicación que toma, abiertamente, partido por uno u otro aspirante, una u otra postura ideológica. Aquí se dirime, en efecto, la legalidad, la legitimidad de una concesión pública para asociarse, en lo oscurito, con un aspirante, tratar de imponerlo como candidato y hacerlo su presidente. Una tarea por demás ingrata para la democracia.

Pero quizá el modelo de acumulación concentrada de la riqueza, vigente en el país, sea el que concita la mayor de las responsabilidades por lo que ahora acontece en la nación. Las grotescas desigualdades que provoca se ramifican en incontables formas que infectan el cuerpo colectivo, el familiar y el individual de los mexicanos. ¿Cómo surge y se desarrolla un delincuente como el Sr. Kilo, capaz de matar a tantos indefensos viajeros? ¿De dónde salió el tristemente famoso Pozolero? ¿Qué impulsa a tantos miles de jóvenes a la vida loca del crimen? ¿Hasta cuándo se pondrá orden, paz, tranquilidad y se tendrá la seguridad ansiada?

Narcofosas y Calderón, mensajes frente al horror

Jenaro Villamil
MÉXICO, DF, 19 de abril (apro).- El mismo día que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lanzó un duro comunicado de condena al Estado mexicano por el hallazgo de 145 cadáveres en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, el presidente Felipe Calderón hacía uso de su nueva estrategia de comunicación (o incomunicación) en su cuenta de Twitter y escribió el siguiente mensaje:

“Muchas felicidades a las Fuerzas Armadas por la captura de El Kilo y toda su banda de Zetas, autores de la masacre de migrantes ahí”.

A las 11:17 horas del lunes 18 de abril, el mandatario mexicano insistió en la alabanza:

“La detención de El Kilo y Los Zetas de San Fernando, fue el resultado de una gran coordinación de fuerzas federales”.

Ni una sola palabra presidencial de apoyo a los cientos de personas que han acudido a la morgue para saber si entre esos cadáveres se encuentra algún familiar. Tampoco ningún compromiso por investigar si existen otros cuerpos hallados en fosas similares. Mucho menos referencia alguna a lo expresado por la CIDH.

La Comisión Interamericana instó al Estado mexicano “a esclarecer lo ocurrido, identificar a las víctimas y sancionar a los responsables, así como a adoptar en forma urgente las medidas necesarias a fin de evitar que estos hechos sigan repitiéndose”. El Estado mexicano no ha respondido formalmente a este llamado.

La pesadilla de las narcofosas apenas empieza a desentrañarse y el gobierno federal insiste en asumir como “logros” lo que es una demostración de la impunidad generalizada, con un alto grado de responsabilidad de los tres niveles gubernamentales (estado, municipios y Federación).

El incómodo blog del narco publicó el mismo día que la Secretaría de Marina presumió ante los medios la detención de Martín Estrada Luna, El Kilo, que “fuentes anónimas y confiables” indicaron que se encontraron 55 cuerpos más en una nueva narcofosa, donde existen cuerpos de bebés, niños y jóvenes “quienes fueron ejecutados con brutalidad extrema”.

En su edición de este martes 19, el periódico Reforma realizó un recuento para señalar que en cinco años se han hallado 156 fosas en todo el país, con un total de 645 cadáveres, diseminados en 22 entidades de la República y el Distrito Federal. En Tamaulipas, Guerrero y Chihuahua se ha encontrado más de 60% de estos cuerpos. Lo peor de estos hallazgos es que la gran mayoría de los restos humanos no han sido plenamente identificados.

En otras palabras, apenas estamos en el umbral de un escándalo internacional que ya comenzó a generar notas muy duras en las cadenas televisivas internacionales como Telesur, CNN o las agencias informativas europeas y estadunidenses.

El sicario y sus víctimas

“No puedo decir con precisión cuánta gente fue ejecutada... Es imposible saberlo. Yo estuve una vez en la ejecución de cien personas. Todas fueron enterradas en un lugar específico; pudieron ser miles de ejecuciones”.

Este es el testimonio de El sicario, libro y documental del mismo título realizados por los periodistas Charles Bowden y Molly Molloy, cuyo adelanto se publica en la edición de Proceso de esta semana.

Las palabras de este asesino a sueldo, de Ciudad Juárez, Chihuahua, sólo confirman el horror que está por venir. El protagonista del documental insiste: “Bueno, digamos que hay por lo menos cien narcofosas, de las cuales posiblemente sólo cinco o seis han sido descubiertas”.

El menciona tan sólo las fosas existentes en la frontera de Ciudad Juárez y Estados Unidos. Además de estos cementerios clandestinos, en Tamaulipas, en Nuevo León, en Durango y en Coahuila se calcula que pueden existir decenas o cientos de estos sitios.

El país apenas entrará a las compuertas de este horror, uno de los verdaderos rostros de la espiral de brutalidad, violencia, impunidad y miedo que ha acarreado la guerra entre los cárteles, la persecución contra migrantes y contra la gente humilde, sin rostro, sin nombre.

Más de 3 mil desaparecidos

En la misma edición de la revista Proceso, la reportera Gloria Leticia Díaz cita el cálculo del Grupo de Trabajo sobre la Desaparición Forzosa o Involuntaria (GTDFI) de las Naciones Unidas en México. En su informe preliminar del 31 de marzo pasado, este organismo advierte que “más de 3 mil personas habrían desaparecido desde 2006” en todo el país.

El recuento hemerográfico realizado por Proceso señala que se han descubierto 718 cadáveres en 47 fosas clandestinas en Guerrero, Nuevo León, Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua, Oaxaca, Coahuila, Guanajuato, Zacatecas, Durango, Sinaloa, Sonora, Baja California, Campeche, Quintana Roo, Jalisco e Hidalgo.

La reportera Marcela Turati, en su recorrido por la morgue de Matamoros, Tamaulipas, relata en la misma edición de Proceso que el Servicio Médico Forense (Semefo) está desbordado y más de 400 personas han acudido a este sitio –provenientes del mismo estado y de otros como Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Distrito Federal, Zacatecas, Michoacán y Jalisco-- en busca de sus familiares desaparecidos.

Un investigador, entrevistado por Turati, describe así el perfil de las víctimas:

“Algunos de los muertos tienen ropa de invierno. Casi todos eran pobres (‘no tenían para pagar casetas, para vías más rápidas y nadie quiso enterarse porque no eran hijos de ningún famoso’, dice la fuente).

“--¿Por qué los habrían matado? –se pregunta al investigador.

“--A todos los hombres, jóvenes, en edad de enrolarse, los ven como potenciales enemigos. Podría ser que están tan desesperados que los matan previniendo que se hagan sicarios del Golfo. Además, así les impiden llegar a Matamoros y Reynosa, que controlan los sicarios”.

Esos son los muertos sin nombre. Sus cuerpos apenas comienzan a descubrirse.

Sin embargo, para ellos no hay palabras de consuelo ni de compromiso contra la impunidad del presidente de la República.

México exporta su guerra

Ricardo Ravelo
El gobierno costarricense enfrenta una situación inédita: el país que tenía los índices más bajos de criminalidad y violencia de pronto se ve inundado de tiroteos entre mafias, ejecuciones con cuernos de chivo, decapitados... igual que en Guerrero o Tamaulipas. Es la firma del narcotráfico mexicano, que ya sentó sus reales en Costa Rica, punto estratégico del trasiego de estupefacientes entre el sur y el norte del continente. Y en lo que atañe a los mecanismos de cooperación binacional para hacer frente al problema, las autoridades de la nación centroamericana se quejan: “Los mexicanos ofrecen todo y a la mera hora no cumplen”.

SAN JOSÉ, Costa Rica, 19 de abril (apro).- Los tentáculos de los cárteles mexicanos del narcotráfico ya están metidos en varios países de Centroamérica, donde controlan de manera férrea el tráfico de drogas. Los gobiernos centroamericanos se preparan a enfrentar lo que llaman “una avasallante violencia como la que se vive en México”.

Las autoridades de Costa Rica aseguran que los países líderes del continente en el tráfico de drogas son Colombia y México: el primero mantiene su hegemonía en el suministro de cocaína, en tanto que los cárteles mexicanos dominan el transporte y se infiltran en instituciones de seguridad gracias a lo que saben hacer mejor: corromper y matar.

“Centroamérica está entre el yunque y el martillo; es decir entre Colombia y México, y eso es sumamente peligroso. Los efectos de la guerra en México ya nos impactaron: hasta nuestro país llegan los sicarios mexicanos a ejecutar a narcos costarricenses”, asegura a Proceso José María Tijerino Pacheco, ministro de Gobernación, Policía y Seguridad Pública de Costa Rica.

De acuerdo con Jorge Chavarría, fiscal general de Costa Rica, “la ingobernabilidad que vive México y la violencia del narco ya fueron exportadas a este país. Estamos viendo lo que no veíamos antes: ejecuciones, tiroteos y mucha plata del narcotráfico que se lava en la compra de tierras y bienes inmuebles”.

Con base en informes de inteligencia de la policía costarricense, la lucha que se libra en México contra los cárteles locales los empuja a ampliar sus actividades hacia Centroamérica, donde tienen representantes y dominan el tráfico de drogas junto con los colombianos.

Si bien la presencia del narco mexicano no es nueva en este país –Caro Quintero fue capturado aquí en los ochenta y El Chapo Guzmán lo fue en Guatemala en 1993–, a partir de 2005 el territorio costarricense ya no fue usado sólo como ruta de paso, como antes: ahora es refugio de capos mexicanos que han comprado mansiones y casas de seguridad y tienen redes que llevan la droga de Colombia a Estados Unidos y Europa, sostiene la inteligencia costarricense.

En zonas como Jacob o Limón, por ejemplo, sorprende a las autoridades que “de la noche a la mañana” se hayan desatado las ejecuciones y hayan surgido grandes fortunas cuyos poseedores son, en su mayoría, pescadores o campesinos que no hace mucho apenas eran dueños de una parcela y ahora se ostentan como propietarios de fincas o departamentos tasados en millones de dólares.

También creció el número de personas detenidas hasta con un kilo de cocaína en el estómago y que han tenido que ser intervenidas quirúrgicamente para salvarles la vida. Con la llegada del narco mexicano se ha echado mano de todo tipo de gente para esa labor: jóvenes, embarazadas, ancianos. Al negocio se han metido familias enteras cuya posición económica se proyectó desmesuradamente en poco tiempo.

La sombra de “El Chapo”

El cártel de Sinaloa es reconocido en Costa Rica como el que tiene mayor presencia: dispone de una sólida infraestructura y de amplias redes operativas que llegan hasta Colombia.

Los datos aportados a Proceso por el fiscal Chavarría coinciden con las afirmaciones que el miércoles 6 hizo en Cancún el general Óscar Naranjo Trujillo, director de la Policía Nacional de Colombia: que El Chapo Guzmán y Los Zetas son “los más fuertes” en Colombia. Agregó que el jefe del cártel de Sinaloa está estrechamente ligado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la organización guerrillera que se convirtió en el cártel más poderoso de la nación sudamericana.

Tan fuerte es en Costa Rica el cártel de Sinaloa que Tijerino asegura que la organización ya ordena ejecuciones aquí. Recuerda la más reciente: un muchacho de 23 años le vendió una tonelada de fertilizante haciéndolo pasar por cocaína. Tras descubrirse el engaño, los de Sinaloa enviaron a sus sicarios, localizaron al vendedor y lo ejecutaron. Además se llevaron a su novia, cuyo cadáver fue hallado tres días después.

A su vez Chavarría refiere un hecho que ilustra el grado de infiltración del cártel de Sinaloa en las estructuras de la Fiscalía General: “Aquí, a menos de 20 metros de mi oficina, hace un mes detectamos a un funcionario que les daba información secreta a un cártel colombiano y al de Sinaloa”.

El segundo cártel con mayor presencia en este país es La Familia Michoacana, que también está activo en Honduras, Guatemala y El Salvador.

Surgida en 2005, La Familia Michoacana trafica cocaína y usa las mismas rutas que los sinaloenses, pero buena parte de sus ganancias se lavan en Costa Rica. La Fiscalía General de este país detectó que una ejecutiva del Banco Popular blanqueaba capitales para los de Michoacán.

La tercera organización con mayor actividad en Costa Rica es el cártel del Golfo que, igual que el de Sinaloa, tiene gran presencia en Guatemala, donde también Los Zetas han penetrado a la policía y tienen cooptadas a las autoridades, según diagnósticos realizados por autoridades costarricenses.

Estrategia y geografía

Esta expansión hacia Centroamérica tiene una explicación técnica y operativa, según Chavarría: por pura estrategia y por la posición geográfica privilegiada de Costa Rica, “todos los cárteles mexicanos están aquí”. Esa presencia, que es histórica, hoy está en evolución, y lo peor, asegura, “es que ya se convirtió en una amenaza para nosotros”.

Prosigue: “De acuerdo con la lógica del negocio, para los cárteles mexicanos es más barato comprar droga en Colombia que en Costa Rica, pero Costa Rica es la primera bodega utilizada dentro de la ruta de transporte hacia México. Aquí empieza a tejerse toda la logística del gran trasiego y hay infraestructura y personal que sirve a ese propósito, según hemos detectado en nuestras investigaciones”.

Explica: “A partir de 2005 hemos observado un traslado de la propiedad de las rutas de manos colombianas a mexicanas. Sobre todo las rutas terrestres (...) Las rutas terrestres y aéreas son de los mexicanos. Acá en Costa Rica lo que hemos detectado es a muchos grupos de (narcos) mexicanos que reúnen a 15 o 17 costarricenses para la movilización de la droga. Es decir, el mexicano lo que hace es dirigir, financiar y organizar grupos de costarricenses.

“O bien se organizan, con apoyo de empresas, para enviar la droga en furgones (tractocamiones) o aviones hacia México o Estados Unidos. La vía marítima la explotan los colombianos y hemos detectado que los cargamentos los mandan en buques y los descargan cerca de las costas de Guatemala, donde lanchas o incluso barcos mexicanos recogen la droga.”

Chavarría sostiene que esa nueva dinámica del narcotráfico mexicano –evolucionada a partir de la guerra emprendida por el gobierno– ha elevado el índice de violencia en Costa Rica y en toda Centroamérica:

“Sí hay un incremento de la violencia en toda la región y eso se atribuye al control que ejercen los mexicanos. El cambio es visible porque el estilo colombiano es la utilización de un sicario sin educación que aprende a usar un arma y que pone sus habilidades al servicio de un narcotraficante.

“El estilo de los mexicanos es diferente. (...) Para matar utilizan rifles AK-47, granadas de mano, y son conocidos porque suelen enfrentarse en grupos. Hay poblaciones aquí en Costa Rica, como Guarari, un barrio marginal, donde ha habido inversión estatal para evitar que la gente se enganche con el narcotráfico. En esa comunidad hemos encontrado restos de grupos de narcotraficantes que se han enfrentado entre sí con AK-47 y han provocado muertes masivas.”

El funcionario muestra al reportero la mecánica de los narcos mexicanos para transportar la droga desde Colombia:

“Tenemos siete provincias. La carretera interamericana nuestra, que viene desde Panamá y llega a Guatemala, es la parte más sensible. Diría que es el tramo más ventajoso para que los cárteles mexicanos trasladen la droga en furgones o en camiones grandes. Hemos visto, y esto es bastante frecuente, que la droga va oculta entre mercancía de diversa índole.

“Generalmente llega de Colombia a Costa Rica, luego pasa a Guatemala y ahí concluye un destino. Guatemala es como un segundo centro de acopio y se empieza a redistribuir. Luego pasa a México. Otros cargamentos salen de Venezuela o de Colombia hacia Europa.

“Esta es una situación bastante crítica que a nivel regional ya preocupa mucho. Por esa razón hace menos de un mes se integró un grupo de fiscales contra el crimen organizado en Centroamérica. No podemos ver el problema del narcotráfico como algo particular de un país; es un fenómeno global y debemos atacarlo en forma conjunta.”

Los ajustes de cuentas de los cárteles mexicanos dispararon la violencia en Costa Rica. El año pasado hubo 498 ejecuciones. Esta escalada se advirtió antes, pero el gobierno no pudo evitarla pues no tiene ejército, sino una policía que, en opinión de Tijerino Pacheco, es confiable pero insuficiente.

–¿Cómo viven ustedes este repunte de la violencia en Costa Rica?

–Con mucha desconfianza y temor. Este nivel de violencia antes era insólito. No estábamos acostumbrados a esto. Nosotros teníamos un promedio de seis a ocho muertos por cada 100 mil habitantes. Era el más bajo de América Latina. Ahora se nos disparó a 13 en las provincias... y con sello del narcotráfico: ejecuciones, decapitaciones y descuartizados. No son robos. Son ajustes de cuentas porque en todos los casos los cuerpos aparecen con sus pertenencias.

La huella del dinero

Conforme aumenta la actividad de narcotráfico en Centroamérica, en Costa Rica también se ha detectado una creciente actividad de lavado de dinero. Uno de los casos más recientes, cuenta Chavarría, es el decomiso en Progreso, Yucatán, de 893 kilos de cocaína que partieron de Caldera, puerto del Pacífico costarricense, ocultos en las panzas de 97 tiburones congelados.

Según las investigaciones, el cargamento fue enviado a un cártel mexicano –el de Sinaloa– por Sigifredo Ceciliano Gamboa, personaje local que hasta antes de ese incidente se codeaba con la crema y nata del empresariado costarricense y tenía contactos políticos.

Las indagatorias indican que los tiburones fueron exportados por una pescadería propiedad de dos personas, un hombre mayor y su hija, quienes están siendo investigados no sólo por esto, sino por lavado de dinero.

La Fiscalía de Costa Rica detectó la semana pasada que la pescadería ha lavado unos 6 millones de dólares del narcotráfico. En el cúmulo de datos que contiene el expediente aparecen varias empresas afincadas en Guadalajara presuntamente relacionadas con el cártel de Sinaloa.

“Otros casos sospechosos son los rastreos de capitales que vienen de México, se invierten en Costa Rica en la compra de fincas, terrenos, hoteles, torres de oficinas y departamentos de lujo”, refiere Chavarría, y agrega que el problema que enfrenta para investigar casos de lavado de dinero es la dificultad para obtener información en otros países, como Panamá, uno de los más boyantes paraísos fiscales.

Chavarría platica a este semanario la experiencia que vivió un colega suyo al investigar un caso de lavado de dinero:

“Me comentó que le seguía el rastro a unos capitales sospechosos y cuando acudió al banco extranjero”, cuyo nombre omitió, “para investigar, de inmediato el ejecutivo bancario le dijo que la cuenta estaba cancelada. Esta es una forma muy socorrida por los banqueros para proteger a sus clientes, lo que se contrapone con otras políticas encaminadas a detectar fortunas sospechosas y que se basan en que primero se tiene que conocer a los clientes y luego aceptarles el dinero.”

Tijerino Pacheco dice estar sorprendido por la facilidad de muchos costarricenses para amasar cuantiosas fortunas:

“Más que la infiltración del narco en las instituciones, lo que nos preocupa es lo de afuera. Tenemos identificados a algunos capos de la droga pero no hemos podido llegar a ellos. Sí notamos, y esto lo dice cualquier vecino, que proliferan las fortunas que se amasan de la noche a la mañana en la zona más remota del país.

“Por ejemplo, el agricultor fracasado de un día para otro aparece como si se hubiera encontrado una mina de oro y con una pequeña parcela comienza a comprar camiones y ganado o adquiere otra finca.”

–¿Este fenómeno es frecuente? –se le inquiere.

–Cada vez más, por desgracia.

–¿Hay desatención del Estado hacia esas poblaciones o a qué atribuye usted este crecimiento económico tan rápido que muestran esas personas?

–Es dinero fácil. El agro está deprimido en todas partes, pero no necesariamente pensemos en parcelarios, sino en pequeños y medianos propietarios. Hay casos en los que un sastre, por ejemplo, aparece de la noche a la mañana con un carro que no podría pagar a punta de pantalones. También está el abogado, el corredor de bienes raíces, el empresario, todos muestran un gran ingenio para enmascarar estas actividades delictivas.

–¿En qué situación está la cooperación con el gobierno mexicano en materia de delincuencia organizada?

–Hemos trabajado en fortalecerla. Pero me doy cuenta de que los mexicanos son muy buenas personas: ofrecen todo y a la mera hora no cumplen.