CRISIS POLÍTICA Y MORAL

13 may 2011

El desencuentro

LUIS JAVIER GARRIDO



La crisis política y moral del régimen calderonista se está agravando tras las revelaciones de estos días a propósito de las ejecuciones de los migrantes, que vinculan directamente al gobierno del PAN con el crimen organizado, por lo que cualquier posible entendimiento entre las fuerzas sociales y los panistas es prácticamente inviable.

1. El último y gravísimo escándalo que involucra al gobierno de Felipe Calderón ha ido creciendo de manera vertiginosa desde que el lunes 9 un grupo de indocumentados denunció que funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM) los entregaron a grupos paramilitares para que los despojaran de sus pertenencias y los ejecutaran, pues muchas otras denuncias e informaciones se han presentado en los siguientes días haciendo ver que la administración panista de facto ha seguido de manera sistemática estas políticas criminales con los migrantes centroamericanos con fines políticos muy claros y buscando además de paso culpar de estos homicidios a los cárteles de la droga.

2. Las políticas que Washington le impuso a Calderón desde 2006 en el contexto del llamado Plan México, rebautizado como Iniciativa Mérida el 30 de junio de 2008 por acuerdo de George W. Bush, supusieron seguridad en el discurso pero en los hechos la colombianización de nuestro país, entre otras cosas instaurando un clima de violencia y de terror con el fin de amedrentar al pueblo y desviar su atención de las políticas entreguistas del gobierno, para ir a la vez creando las condiciones para una mayor penetración de las agencias de seguridad estadunidenses en territorio mexicano, sin olvidar que en la frontera norte estas políticas tuvieron una peculiaridad muy clara: la de reducir mediante operativos criminales de disuasión, que en los hechos involucraron a ambos gobiernos, el número de migrantes mexicanos y centroamericanos deseosos de cruzar la línea fronteriza.

3. Las muertes de migrantes se fueron así atribuyendo al crimen organizado, es decir a los cárteles del narco, supuestamente para desvalijar a quienes muy poco traían, hasta que la masacre de 72 migrantes latinoamericanos que trataban de llegar a Estados Unidos, descubierta en el rancho de San Fernando (Tamaulipas) en agosto de 2010, evidenció lo absurdo de esta hipótesis. Un ecuatoriano, sobreviviente de la misma, relató a los medios desde un hospital en Quito que jamás nadie intentó desvalijarlo a él y a los demás y que se trató de una mera ejecución, como muchas otras, sin explicación, que se han producido en territorio nacional.

4. El escándalo actual suscitado por atroces evidencias es de una gravedad sin precedente, pues pone de manifiesto la connivencia entre las policías calderonistas y el grupo de Los Zetas, a quienes los agentes del INM habían vendido a estos migrantes, según ellos mismos lo denunciaron ante la PGR (La Jornada, 10 de mayo), y de nuevo plantea la cuestión fundamental de estos años: ¿dónde está el crimen organizado, en los cárteles o en el gobierno, o en ambos? O para utilizar el lenguaje aparentemente infantil pero perverso de Los Pinos: ¿quiénes son los buenos y quiénes los malos?

5. El pueblo de México no se equivoca, de ahí que la marcha silenciosa por la paz convocada por el poeta Javier Sicilia, que culminó en la ciudad de México el 8 de mayo como una expresión colectiva de dolor y de duelo, iba dirigida no a los cárteles (como al día siguiente pretendieron la mayor parte de los medios), sino al gobierno de Felipe Calderón, responsable de haber llevado al país a este baño de sangre: no por equivocación ni por torpeza –como pretendían muchos de los coorganizadores de dicha marcha-caminata, que buscaron coparla y desviarla de su sentido más profundo–, sino por una decisión política amoral y criminal de los gobernantes actuales que busca privilegiar los intereses de unos cuantos beneficiarios del régimen y hacer viable la injerencia de Washington en los asuntos internos de México como consecuencia de la colombianización impuesta, en la que la muerte de miles vale por los intereses financieros, económicos y políticos en juego.

6. Y para que no haya dudas de nada, creyendo aprovechar el barullo y la confusión por los acontecimientos derivados de la inexistente “guerra contra el narco”, con un absoluto desprecio de la Constitución mexicana y de las luchas históricas del pueblo, durante su enésima visita a Washington, Felipe Calderón ofreció el martes 10 a los inversionistas estadunidenses la venta de acciones de Pemex, a sabiendas de que esto es contrario al marco jurídico de la nación, e indicando que prepara otra contrarreforma para modernizar la paraestatal.

7. La pretensión de Javier Sicilia y de varios de los organizadores del movimiento de ser oídos por Calderón, e incluso de establecer con él un diálogo, se tornó como era de suponerse en un absoluto desencuentro tras de que en su discurso del domingo 8 el poeta, intuyendo la realidad de las cosas, demandó la renuncia de Genaro García Luna (titular de Seguridad Pública), a lo que la cargada blanquiazul se opuso rotundamente a sabiendas de que no se pedía que se fuera por inepto sino, como se ha señalado un sinfín de veces, por ser el hombre de confianza de la Iniciativa Mérida y parte de los intereses del crimen organizado.

8. Un pueblo no tiene nada que ver con un gobernante de facto que está absolutamente en contra de los intereses populares, y que en vez de asumir que la principal responsabilidad de quien ocupa la titularidad del Ejecutivo es defender y preservar la vida de todos aquellos que se encuentran en territorio nacional, sigue dispuesto, con lógica genocida, a continuar sacrificando muchas vidas en aras de la plena imposición en México del modelo neoliberal que es intrínsecamente perverso, defendiendo intereses trasnacionales.

9. El plan de seis puntos contra la inseguridad propuesto por las organizaciones que buscan copar a Sicilia está, por lo mismo, fuera de la realidad, pues hace suyo el discurso de Calderón y de los partidos políticos con modificacioncitas legales que a nada conducen. Lo fundamental en estos momentos críticos es exigir el pleno respeto al marco constitucional, oponerse por todos los medios a la nueva legislación sobre seguridad y pugnar por el esclarecimiento de los crímenes del sexenio y el encausamiento de los responsables.

10. La Iniciativa Mérida hará a nuestros socios regionales más seguros, dijo en 2008 Condoleezza Rice, entonces secretaria de Estado, al rubricar el documento, y eso mismo lo reitera cada vez que puede su sucesora en el cargo, Hillary Clinton. Los hechos muestran empero otra cosa y en particular que la militarización del país ha consolidado a los cárteles del narco y reordenado el negocio en función de los intereses de Washington, propiciando que las multinacionales avancen en su proyecto de saqueo del país, pero también que la violencia estatal es cada vez más ciega y que en la contabilidad oficial los muertos del pueblo no cuentan: porque es muy fácil atribuírselos al crimen organizado. De ahí que el el pueblo no se canse una y otra vez de espetarle a Calderón el ¡Ya basta!

Bin Laden y la última aventura de Supermán

Ariel Dorfman



MÉXICO, D.F., 12 de mayo.- ¿Puede ser una suprema coincidencia? ¿O acaso hay gato –o superhéroe– encerrado?

Para entender por qué ahora, justo ahora, en ésta de todas las fechas posibles, se llevó a cabo el ajusticiamiento de Bin Laden, tal vez sea necesario vincular su muerte repentina y deseada con dos acontecimientos aparentemente desconectados que surgieron la semana pasada.

El primero, que causó entre fanáticos de la guerra entre el bien y el mal casi tanta consternación como el asesinato del funesto y lúgubre jefe de Al Qaeda, aunque menos júbilo, fue el anuncio de Supermán (en la historieta número 900 de aniversario que celebra sus peripecias) de que pensaba ir a las Naciones Unidas para renunciar a la ciudadanía estadunidense. El Hombre de Acero que, desde su primera aparición inaugural en la revista de historietas Action de junio de 1938, se viste con los colores de la bandera yanqui y actúa en nombre de los valores estadunidenses, llegó a tan drástica decisión después de sufrir los reproches del encargado de seguridad del gobierno estadunidense (un hombre de raza negra con un peregrino parecido a Colin Powell) por haber volado hasta Teherán para demostrar durante 24 horas su solidaridad con los manifestantes de la revolución verde que protestaban contra el despotismo de Ahmadinejad y sus secuaces. El gobierno de Irán (en la historieta, por cierto, ya que dudo que los ayatolas reales se dediquen a leer solapadamente las aventuras de Supermán) denunció tal acto –por silencioso que fuera, y animado por la no violencia– como una injerencia del Gran Satanás en sus asuntos internos, casi como una declaración de guerra. Me desagradan sobremanera los autócratas de Irán, pero no se les puede objetar su lógica al aceptar las palabras del propio Hombre de Acero respecto a encarnar desde hace décadas “truth, justice and the American way” (“la verdad, la justicia y el modo de ser/proceder de USA”). Así que Supermán, para poder obrar desde ahora en adelante más allá de las fronteras nacionales y los intereses circunstanciales de cualquier Estado, se vio obligado a establecer su independencia frente a su país adoptivo. Porque, en efecto, Supermán no nació en Estados Unidos, sino en el planeta Kryptón, llegando de bebé (sin pasar por aduanas ni inmigración) a Kansas en una diminuta nave espacial, siendo acogido en ese territorio, en mero centro de USA, por los Kent, granjeros que personifican precisamente la American way. Era Ka-El. Sería Clark Kent.

Es difícil exagerar la indignación con que este acto audaz de renuncia a la ciudadanía, esta “bofetada” de Supermán, fue recibida por el pueblo estadunidense. He leído (¡en serio!) blogueros que llaman a deportar a su planeta de origen al nuevo campeón del internacionalismo (como si fuera un mexicano “ilegal”), y ya circula una petición para que los ejecutivos de la Time Warner (dueños de la empresa que mercantiliza a Supermán) fuercen a los autores de la historieta a retractarse. Y múltiples comentaristas conservadores habían visto este insulto del superhéroe como la prueba definitiva de la decadencia del país más poderoso de la Tierra: ¡hasta el ídolo que representa más universalmente nuestro modo de vida nos está dando la espalda!

No sé si el presidente Obama sigue atentamente las aventuras de Supermán (se sabe que es un fan del Hombre Araña, de cuyo origen neoyorquino no caben dudas), pero alguien tiene que haberle llamado la atención sobre la merma de prestigio que significa la deserción de un tal titán. ¿Qué pasa, por ejemplo, si el Hombre de Acero, adalid de los desposeídos, decide cerrar Guantánamo o usar sus ojos de rayos equis para liberar algunos Súper WikiLeaks, ahora que ya no jura lealtad a la bandera estadunidense? ¿Qué pasa si se pone al servicio de una potencia como China? – aunque, pensándolo bien, no hay mucha Verdad o Justicia en ese país, así que seguramente no aceptaría ese tipo de alianza. En todo caso, los consejeros de Obama tienen que haberle explicado que la defección de Supermán debía tratarse como una inmensa crisis cultural e ideológica que incluso podía costarle al presidente su reelección, puesto que los republicanos ya cocinaban planes para acusarlo de haber “perdido” a Supermán (como si fuera Cuba o Vietnam).

La respuesta de Obama fue genial: al matar a Bin Laden, probaba que USA no necesita a un hombre musculoso que vuela y atraviesa paredes para defenderse de los terroristas, que para eso tiene helicópteros y Navy Seals y computadoras y armas, como qué no, de acero. Un modo de restaurar la confianza nacional que estaba a mal traer y que difícilmente podía tolerar otro menoscabo a su aureola.

Claro que antes de que pudiera realizarse aquella operación en Pakistán, Obama tenía que arreglar otro asunto, un problema que lo rondaba desde hace varios años. ¿Cómo iba a pararse frente al mundo y revelar el asesinato de Bin Laden en nombre de Estados Unidos si un insólito porcentaje de su propio pueblo dudaba de que el presidente fuera, en efecto, estadunidense? ¿Cómo crear el contraste con el tránsfuga Supermán si a Obama mismo se lo acusaba de haber nacido en el extranjero, en Kenya que, como se sabe, está mucho más lejos de Kansas que el Planeta Kryptón, por mucho que los tres lugares compartan la kafkiana letra K?

Y de ahí que Obama produjo hace unos días su certificado de nacimiento, tapándoles la boca a quienes lo señalaban como un “alien” (ajeno, extranjero, pero también “alien” significa extraterrestre, otro significativo paralelo entre el Presidente y el Superhéroe). Por cierto que un grupo de conciudadanos suyos sigue creyendo que Obama no nació en territorio estadunidense. Insisten en que el documento se falsificó y en que el hospital fue sobornado y en que la madre (¡nacida originalmente ni más ni menos que en Kansas!) trajo al niño de contrabando a Hawai porque sabía que en cuarenta y tantos años más ese niñito mulato sería presidente. Se me ocurre que la única manera en que esos recalcitrantes acepten que Obama nació en USA sería que se blanquera enteramente la cara y toda la piel. Ya no sería, entonces, un “alien”.

Pero para la mayoría de sus compatriotas, Obama logró en una semana una verdadera y triple proeza. Habiendo probado que era un presidente legítimo, pudo, armado de su certificado de nacimiento y también del ejército más vigoroso del globo, eliminar al siniestro enemigo número uno de Estados Unidos. Y sin que interviniera Supermán.

¿Y ahora qué?

Ahora, propongo una hazaña de verdad: ya que la razón por la cual Bush invadió Afganistán era el amparo que los talibanes ofrecieron a Bin Laden, ¿no ha llegado el momento de retirar todas las fuerzas estadunidenses de ese país de montañas y guerrillas?

Estoy seguro de que Supermán, en conjunción con las Naciones Unidas y esgrimiendo su nuevo pasaporte cosmopolita y global, estaría feliz de ayudar en el transporte rápido de la tropas. Sería bonito que lo leyéramos en las próximas aventuras del Hombre de Acero, sería alentador que Obama y Supermán --ambos con sus orígenes en Kansas, ambos menospreciados por ser “extranjeros”-- colaboraran para crear por lo menos un pequeño oasis de paz en un mundo donde desafortunadamente escasean por ahora tanto la verdad como la justicia. l

Pacto ciudadano: una respuesta campesina

VÍCTOR M. QUINTANA S.

La sociedad mexicana ha sido muy generosa con los movimientos campesinos. Siempre los ha apoyado, pasando por alto limitaciones y divisiones de los campiranos en lucha. Por eso ahora que, desde el Zócalo, Javier Sicilia ha hecho un llamado nacional a un pacto ciudadano por la paz con justicia y dignidad, el Frente Democrático Campesino de Chihuahua manifiesta con convicción y reciprocidad su disposición a trabajar en y por ese pacto.

El FDCCH quiere formar parte de ese grupo amplio de ciudadanas, ciudadanos e instituciones que se definen ahora como la sociedad civil y que la integran todas y todos quienes se oponen a la guerra, a la muerte, a la sangre, a la concentración de los poderes económicos, políticos y mediáticos. Porque, más allá de las teorías, lo que ha sido la sociedad civil mexicana la definen las oposiciones sociales y políticas en los diferentes momentos históricos.

En los años 80, la sociedad civil fue todo el conjunto de actores que se opuso al autoritarismo, a la antidemocracia del partido de Estado. El frente se sumó a ellos para demandar la urgente transición a la democracia. Pero después, aunque hubo avances significativos, la democratización política se atoró. Del monopolio de un partido sobre el poder político se pasó al oligopolio de una clase política. Con muy honrosas excepciones, los organismos electorales y de transparencia se convirtieron en botín de los partidos y volvieron costosísimas democracia y rendición de cuentas. Escaparon al control de la gente.

Peor, a pesar de la alternancia, en el país se concentró el poder de quienes dominan la política, la economía y la comunicación. Como si esto fuera poco, mediante la corrupción, la complicidad y la impunidad, facilitada desde todos los órdenes de gobierno, la delincuencia organizada se convirtió en un flagelo más en la vida de las personas. En el medio rural, se fue apoderando del control de las comunidades de maquinaria, de tierra, de ranchos enteros, hasta de muchos jóvenes campesinos. Y la estrategia del gobierno para combatirla ha causado más muertos, más terror, más expropiación de los ya de por sí mermados bienes de las familias campesinas.

Ante todo eso la sociedad civil mexicana se define en este momento por todo este inmenso conjunto de ciudadanas, ciudadanos, grupos sociales, organizaciones que gritan con Sicilia Estamos hasta la madre de inseguridad pública, de inseguridad alimentaria, de inseguridad agraria, de inseguridad en el precio de la cosecha, de inseguridad en el presente de los jóvenes, de inseguridad en los recursos naturales.

Por esto, el FDCCH dice sí al llamado a constituir un pacto nacional ciudadano. En total acuerdo con muchas organizaciones insiste en que el pacto debe ser sólo entre ese nosotros amplio que constituyen todos quienes han sido objetos de violencia o de expropiaciones criminales o de Estado.

No es fácil construir este pacto. Además de preservar toda la diversidad ciudadana, organizativa y regional que confluyó en la marcha por la paz, es necesario convencer a participar a los miles que el miedo paraliza. Y el carisma, la fuerza expresiva y simbólica del dolor y la indignación deben traducirse en planes de acciones concretas y exigencias evaluables.

Hay que pensar en lo inmediato, en la urgencia por detener los ríos de sangre y de muerte que devastan la nación. Habría incluso que pensar cómo algunos protocolos e instrumentos de las Naciones Unidas para los casos de guerra pudieran ser útiles aquí.

Mas hay que tener cuidado; la experiencia del FDCCH señala que no deben aceptarse los tiempos gubernamentales para dialogar y negociar. Que la voluntad de diálogo debe manifestarla el gobierno en el cumplimiento de las precondiciones que la sociedad le señale. Que la fuerza de un movimiento puede diluirse en complicadas mesas de trabajo y en la redacción de documentos inacabables. Y que mucho estorba el hacerse bolas con celos de liderazgos, representaciones y protagonismos.

Al mismo tiempo no debe olvidarse el mediano plazo. Son necesarias las destituciones, no tanto las de los genaros, o de los felipes. Se requiere destituir el autoritarismo, la concentración de los poderes y de los saberes. Para eso hay que orientarse ya a la construcción de una nueva república, como dice John Ackerman, como piensan muchos por todos los rumbos de México. El camino inmediato es el pacto ciudadano. Pero teniendo como horizonte un nuevo pacto que refunde la nación desde el poder de la gente, un nuevo pacto constitucional que nos garantice la paz con justicia y dignidad, de poderes distribuidos y de contrapoderes ciudadanos reales.

En mayo de 1911 el pueblo mexicano en armas destituyó la dictadura porfirista en Ciudad Juárez. Cien años después, la sociedad civil en movimiento se da cita en esta misma heroica frontera. De su capacidad de acuerdo, de su conciencia histórica y de su acción conjunta dependerá que sea para el derrocamiento definitivo de las violencias y de los violentos.

Es lo que piensa el Frente Democrático Campesino.