EL MAESTRO DE LA HONESTIDAD Y CONGRUENCIA

12 jul 2011

Adolfo Sánchez Vázquez y el marxismo crítico

LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

La travesía intelectual de Adolfo Sánchez Vázquez fue un largo viaje a través de la honestidad y la congruencia. Fue un marxista que no tuvo profesores marxistas. Un comunista ortodoxo que chocó con las estructuras del partido político al que se unió desde muy joven. Un militante formado en el marxismo sectario soviético que se convirtió en uno de los más originales pensadores críticos de la izquierda hispanoamericana.

Sánchez Vázquez nació en 1915 en la provincia de Cádiz. Comenzó la carrera de filosofía y letras en la Universidad Central de Madrid. A los 17 años se incorporó al movimiento juvenil comunista. Fue miembro de la Juventud Socialista Unificada y director de Ahora, su órgano central. Durante la Guerra Civil fue parte del comisariado de la Once División, y del comisariado de Prensa y Propaganda del Quinto Cuerpo del Ejército.

Con la derrota de la República se convirtió en exiliado. Llegó a México en 1939. Aquí, formó parte de la agrupación del Partido Comunista de España (PCE), integrada por más de 500 militantes. Fue responsable del trabajo con los intelectuales y delegado al quinto Congreso, que se realizó clandestinamente cerca de Praga, en 1954. Hasta 1957 desempeñó un papel relevante en la dirección del partido. Enfrentado a la dirección política nacional encabezada por Dolores Ibáurri y Santiago Carrillo, se convirtió en militante de base consagrado a su trabajo teórico.

Vivió en la ciudad de Morelia y el Distrito Federal. Aunque lo odiaba, se ganó la vida haciendo traducciones a destajo del francés, del inglés y del ruso, idioma que aprendió solo. Noveló guiones cinematógraficos de películas como Gilda. En 1959 se convirtió en catedrático de tiempo completo de la UNAM. En 1965 apareció su primer libro teórico: Las ideas estéticas de Marx. En 1966 presentó su tesis de doctorado en filosofía, de la que nació su libro La filosofía de la praxis.

Su formación marxista se efectuó completamente al margen de la vida académica y universitaria, leyendo lo que se publicaba y en la práctica. Originalmente sus intereses fueron más literarios que políticos. Durante años, la actividad central para él fue la práctica política. Estudió filosofía en México, aunque realizó su labor filosófica en estrecha vinculación con las fuerzas políticas españolas que se movían en el campo del marxismo. Participó en el movimiento estudiantil de 1968 y en la formación del sindicalismo universitario, pero, dada su condición de exiliado, su intervención en la política mexicana fue muy reducida.

Su vida docente tuvo gran influencia en su obra. “Mis cursos –explicó– son una especie de laboratorio.” Su producción teórica respondió, en parte, al estímulo de sus estudiantes. Su Ética –por ejemplo–, publicada en 1969, fue escrita durante la segunda mitad de 1968, buscando esclarecer las nuevas exigencias de una juventud que, desde el movimiento, dio importantes lecciones tanto en la política como en el terreno moral.

En un proceso gradual que arrancó a fines de la década de los cincuenta, fue rompiendo con el marco del marxismo dominante. Ajustó cuentas con la metafísica soviética presentada con la envoltura de dialéctica materialista y regresó al Marx originario. Elaboró progresivamente un enfoque marxista alternativo en tres planos: el estético, el filosófico y el teórico y político. Sus primeros trabajos se desarrollaron en el campo de la estética, criticando el realismo socialista, que era la ideología estética oficial, y proponiendo una visión del arte no como reflejo, sino como creación de la realidad. En una segunda etapa enfrentó al materialismo ontológico del dial-mat soviético (materialismo histórico y dialéctico en versión soviética). Finalmente, en los años sesentas y setentas hizo la crítica al socialismo real.

Explicó en parte esta trayectoria en su texto Vida y filosofía: Una truncada práctica literaria y, más precisamente, poética, me llevó a problematizar cuestiones estéticas, y una práctica política me condujo a la necesidad de esclarecerme cuestiones fundamentales de ella y, de esta manera, casi sin proponérmelo, me encontré en el terreno de la filosofía.

Tres hechos alimentaron y estimularon la renovación teórica de su pensamiento. El primero fueron la revelaciones de Jruschov en su informe secreto al vigésimo Congreso del PCUS, en 1966. El segundo fueron sus choques dentro del PCE con las directivas de su buró político, que expresaban los problemas de dogmatismo, autoritarismo, centralismo, falta de democracia interna, típicos de la burocracia comunista. Finalmente, la revolución cubana fue un formidable promotor de sus reflexiones.

La categoría central de su pensamiento es el concepto de praxis. Sánchez Vázquez concibe a la filosofía de la praxis como nueva práctica de la filosofía porque de lo que se trata es de transformar el mundo. La filosofía de la práxis –asegura– es una herramienta central en el construcción de un proyecto emancipatorio que consiste en transformar el mundo natural y social para hacer de él un mundo humano.

Cuatro pensadores lo marcaron intelectualmente. Sócrates, porque le enseñó que la filosofía es un asunto demasiado serio para encerrarla en las aulas y dejarla en manos de los especialistas. Carlos Marx, que le hizo ver que no se trata de limitarse a interpretar el mundo, sino de transformarlo. Antonio Gramsci, quien lo ayudó en su distanciamiento y ruptura con el uso escolástico, dogmático e ideológico del marxismo. Y Antonio Machado, porque a través de Juan de Mairena le transmitió una visión del humanismo que fue la suya propia: Por mucho que valga un hombre, nunca vale más que por ser hombre.

Vertical, fiel a sí mismo hasta el final de su vida, marxista crítico y autocrítico, Sánchez Vázquez sostuvo que si de lo que se trata es de transformar el mundo, no basta con luchar contra el capitalismo y el imperialismo, sino también es necesario luchar para que el socialismo sea verdaderamente real. “Mientras exista la necesidad objetiva y subjetiva de transformar el mundo –escribió–, el socialismo como objetivo –el ideal socialista– subsistirá.”

Elba Esther, corrupción que fascina

ÁLVARO DELGADO

MÉXICO, D.F. (apro).- Si la profesora Elba Esther Gordillo tiene un ingreso mensual de 29 mil pesos como directora de una escuela primaria del Estado de México y posee por los menos 64 casas, departamentos y oficinas, entonces es válido colegir que su riqueza es producto de una conducta no sólo corrupta, sino francamente delincuencial.

Y esa mujer debe estar en la cárcel.

Porque el cuento de que su fortuna es producto de la herencia de su abuelo de Chiapas nunca se lo creyó ni ella, y las cuentas bancarias, joyas, guardarropa, vehículos, aviones y ujieres –que tan bien conocen sus cómplices del gobierno– sólo puede acumularlas alguien, que sencilla y llanamente, delinque.

¿Por qué Gordillo sigue robando el patrimonio del magisterio que controla de manera vitalicia? ¿Por qué despoja recursos públicos de las instituciones que controla en el gobierno federal y en los estatales? Por las complicidades políticas, ampliamente documentadas, que estableció y mantiene con Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón.

Pero también, y sobre todo, porque hay mexicanos que, en vez de asquearse, se fascinan con la corrupción. Y si esto es así, entonces no hay modo de arrancar ese mal de raíz.

La sociedad de México, en una amplísima porción, es tolerante con la corrupción toda, la política incluida. La ve consustancial a los mexicanos.

Aun la clase educada y económicamente favorecida justifica la inmunda expresión según la cual el que no transa no avanza y, como en el escándalo vigente de Gordillo y Miguel Ángel Yunes, guarda un silencio por lo menos condescendiente.

En la clase política, a la que Gordillo y sus cómplices pertenecen, el apotegma del cacique potosino Gonzalo N. Santos tiene tanta vigencia como en la década de los sesenta: “La moral es un árbol que da moras”.

Así, mientras los mexicanos que detestan la corrupción no sean mayores a los que se fascinan con ella, mientras no sea mayor la resistencia a la claudicación y se imponga la ética a la impudicia, entonces Elba Esther Gordillo –y personajes análogos– seguirán medrando y delinquiendo con toda impunidad.

El daño a los más de 25 millones de niños de educación básica en México es inconmensurable, pero también a la democracia que ella y sus cómplices ha convertido en un esperpento que, como la corrupción, asquea.

Se quiere olvidar, porque la corrupción de Elba Esther alcanza también a periodistas y opinócratas, pero a ella se le puede escriturar en buena parte la degradación del Instituto Federal Electoral (IFE), que se debe ubicar en 2003 y no en 2007.

Fue ella, entonces secretaria general del PRI, y Calderón los que se repartieron los nueve consejeros del IFE presidido por Luis Carlos Ugalde, el individuo que en 2006, por órdenes de ella, dejó pasar ilegalidad tras ilegalidad.

Y lo grotesco no es que Elba Esther sea cortejada por Enrique Peña Nieto, sino por Marcelo Ebrard, que dice ser distinto…

Derechos ciudadanos suspendidos

MARCO RASCÓN

La llamada transición pactada que hasta hoy padecemos se llevó de corbata los derechos de los ciudadanos. Así como la reforma política de 1977 no incluía los derechos de libertad sindical o contra el sistema corporativo que sustentaba al régimen priísta, así las reformas electorales sólo fueron para los partidos, pero no para los ciudadanos.

Si bien el amplio movimiento de 1988 logró reformas electorales en cascada y una nueva estructura partidaria, que debilitaron la estructura e instituciones del fraude sobre las que yacía el PRI durante el régimen de Ernesto Zedillo, la dirección del PRD cedió a incluir los derechos de los ciudadanos y erróneamente considerar que tutelaba los derechos de los ciudadanos.

En la llamada transición pactada 1995-1996 se aceptó, a cambio de la inclusión en la clase política, no sólo el abandono tajante de lucha por una política económica alternativa al neoliberalismo, sino también la ampliación de los derechos políticos. A casi 15 años de gobiernos del PRD en la capital, se abandonó la lucha por el estado 32 y el impulso a la incorporación de los ciudadanos en las decisiones. Las leyes sobre participación ciudadana desde el PRD han sido un fiasco y lo que fueron las aspiraciones a gobiernos municipales terminaron siendo cotos de poder de las corrientes internas, que han ido cayendo una a una en manos del PAN y amenazan caer al PRI, ante la falta de una perspectiva política de verdadera participación democrática de los ciudadanos.

En este tiempo, y luego de las elecciones en el estado de México, Nayarit y Coahuila, se debate con lágrimas y declaraciones de cocodrilo la necesidad de un periodo extraordinario en el Congreso, pues se decide que ya no hay pretextos para aprobar reformas.

No obstante, en los usos y costumbres de la partidocracia esto amenaza convertirse en un tianguis entre los partidos para emprender –al margen del interés de la sociedad– la reforma laboral, la de seguridad y la política.

En el caso de las tres, pero principalmente de la última, el aplazamiento es por intereses de la partidocracia, que se antepone al interés nacional. En la última no se le encuentra la cuadratura al círculo, como se dijo desde 1982 sobre la reforma a los medios y que aun ahora no se logra abrir la política de concesiones de radio y televisión o se aplaza una y otra vez la reglamentación del derecho de réplica, por citar un ejemplo.

Es claro ya que la paralización del Poder Legislativo lo ha convertido en un poder fallido del Estado mexicano. Su atraso político se combina con su subordinación a la partidocracia y las formas de reparto de posiciones dentro de la lucha por el poder, sin ofrecer cambios en la sociedad. Los une blindarse y protegerse frente a una sociedad expectante, dolida y excluida, sustituida por la estructura clientelar que llena las plazas y las vacía sólo para satisfacer y demostrar poderío electoral y escuchar las ambiciones de poder de personajes y partidos.

Mientras la moral del viejo corporativismo se cae a pedazos, léase el SNTE o instituciones como el Issste, las propuestas de reforma laboral no ofrecen cambios para elevar el valor de los salarios ni liberar a los trabajadores del control de las cúpulas sindicales. El PRI necesita las reformas del PAN, pero sin una mancha en el plumaje. ¿Se imaginan las reformas que demanda Felipe Calderón en manos del PRI el próximo sexenio?

En relación con la reforma política, todos se usan de pretexto para no aprobar sustancialmente lo que sería una reforma que permitiera candidaturas independientes. El PRI fundamentalmente ya sabe de los beneficios que le otorga el abstencionismo, pues en el modelo de la elección del estado de México la gran abstención de más de 52 por ciento obviamente lo benefició. A los partidos, en general, no les interesa el número de votos, sino los porcentajes.

A los ciudadanos sin referentes políticos claros y generales con capacidad para enfrentar al sistema de partidos y su nula voluntad de cambio, el repudio no les basta como arma de presión: necesitan construir y centrar una propuesta ante el nuevo atropello que se avecina y pretende ser las reglas políticas del futuro.

Pese al aumento de la conflictividad nacional, la partidocracia está cerrada y es incapaz de abrir posibilidades económicas a través de la reforma laboral y derechos ciudadanos en la reforma política. Con y sin periodo extraordinario del Congreso, se construye un nuevo señuelo contra los derechos ciudadanos en general. A la partidocracia no se le toca ni con el pétalo de una rosa.

Las dificultades en tiempo y esfuerzo de unidad son muchas; sin embargo, la apertura no vendrá de la partidocracia cerrada, sino desde la sociedad, que para 2012 tiene que dar una nueva batalla.

Es tiempo que convoca a los demócratas, a los luchadores, a los escépticos a generar una nueva vía de cambios, mediante el acuerdo y la propuesta. La partidocracia es uno de los grandes peligros para México y un obstáculo para su futuro.