NO A LOS FUEROS.

14 jul 2011

Fuero militar y derechos humanos

FRANCISCO LÓPEZ BÁRCENAS

Cuando Rosendo Radilla Pacheco decidió ponerse al frente de un grupo de campesinos guerrerenses para defender sus derechos, tenía muy claro lo que buscaba, la forma en que lo llevaría a cabo y es posible que hasta los costos que podía pagar. No podía ser de otra manera, pues la decisión la tomó junto con sus compañeros en medio de la guerra de contrainsurgencia impulsada por los gobiernos federal y estatal para terminar con la lucha armada que varios sectores sociales del estado habían decidido emprender, convencidos de que los espacios para la lucha política fuera del control gubernamental estaban cerrados. Él mismo fue víctima de esa guerra: el 25 de agosto de 1974 fue detenido por miembros del Ejército y posteriormente desaparecido, convirtiéndose en uno de los 437 casos documentados de detención-desaparición de ciudadanos guerrerenses por motivos políticos.

Hoy, a punto de cumplirse 37 años de la detención-desaparición de Rosendo Radilla Pacheco, éste sigue sin aparecer; pero ausente y todo, acaba de ganar una guerra que ni siquiera se propuso: que los miembros de las fuerzas armadas sean juzgados por tribunales civiles cuando violen los derechos de los ciudadanos. Así lo resolvió la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) el martes pasado al examinar los alcances de la sentencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos relativa a la responsabilidad del Estado mexicano en la desaparición del líder campesino. Se trata de una determinación importante porque modifica radicalmente el criterio que, contra lo dispuesto en la Carta Magna, se sostuvo por mucho tiempo, atendiendo a una disposición del Código de Justicia Militar, que por lo mismo resultaba anticonstitucional.

En efecto, el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, desde su promulgación en 1917, establece que de los delitos y faltas contra la disciplina militar deben ser juzgados por tribunales castrenses, pero en ningún caso y por ningún motivo pueden extender su jurisdicción sobre personas que no pertenezcan al Ejército y cuando en un delito o falta de ese tipo se vea involucrado un civil, el caso debe ser resuelto por un tribunal civil. Contraviniendo esta disposición, el Código de Justicia Militar, en su artículo 57, relativo a la competencia de los tribunales castrenses, establece una serie de hipótesis contrarias al mandato constitucional. En este sentido, la resolución de la SCJN no es nada excepcional, pero es importante porque con ella comienza a corregirse un yerro de años que abonó a favor de la impunidad castrense.

La sentencia, aunque tardía, también resulta oportuna, ya que se emitió justo cuando en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión se discute la Ley de Seguridad Nacional, donde uno de los temas más polémicos es justamente el alcance de la competencia de los tribunales militares. Con la sentencia de la Corte los diputados tienen abierto el camino para ajustar sus determinaciones en esta materia a lo que dispone nuestra Carta Magna y el derecho internacional. Cuentan inclusive con el aval de las secretarías de Marina, Defensa Nacional y Gobernación, que han declarado que acatarán ese criterio orientador, y mal harían en no aprovechar la oportunidad para poner en claro que la sentencia no es sólo orientadora, sino obligatoria para todos los tribunales, pues aunque aún no alcanza rango de jurisprudencia, lo que hace es interpretar el sentido de una disposición constitucional.

Junto con lo anterior, la Suprema Corte determinó que todos los tribunales deben vigilar que, al resolver los casos concretos de los que conozcan, sus sentencias se apeguen a los contenidos de la Constitución federal y a los derechos humanos.

Lo anterior tiene relevancia porque apenas el 10 de junio pasado se publicaron en el Diario Oficial de la Federación unas reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por virtud de las cuales además de los derechos humanos reconocidos en la Carta Magna, el Estado mexicano está obligado a garantizar éstos con las especificaciones que se encuentren en los tratados internacionales de los que el país sea parte, los cuales deben interpretarse favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. No puede negarse que esta resolución representa un paso adelante para todos y a todos nos corresponde luchar porque no se detenga en eso ni dé marcha atrás. Y porque aparezca Rosendo Radilla Pacheco y los demás detenidos-desaparecidos por motivos políticos.

Elevar la mirada: educación, no papeles

MANUEL PÉREZ ROCHA

¡Usted no entiende!, me gritó airada, hace 13 años, una señora ama de casa de Iztapalapa y madre de una jovencita inscrita en la Preparatoria Iztapalapa I, primera de las 17 que hoy integran el Instituto de Educación Media Superior del DF (IEMS-DF). “Lo que le urge a mi hija –continuó– es sacar pronto su certificado para poder conseguir trabajo en el Metro. ¡Le exigen los papeles! Usted, como es un riquillo, no sabe de nuestras necesidades”. La joven había cursado tres semestres de bachillerato en esa preparatoria fundada por los vecinos de la zona en la Ex Cárcel de Mujeres. A ella y a sus compañeros se les había aplicado un examen para conocer sus avances. De acuerdo con los resultados del examen y las exigencias de un nuevo proyecto para esa naciente institución, todos deberían empezar nuevamente desde primer año. Otros padres secundaron a la indignada madre, la reunión se puso al rojo vivo.

“Lo que yo entiendo –le dije– es que a su hija y a todos sus compañeros lo que les urge es tener una buena preparación. Una educación que se traduzca no solamente en un certificado que les ayude a conseguir un empleo, sino que les ayude a enfrentar una vida cada vez más difícil. ¿De qué les sirve conseguir ‘un papel’ que no está respaldado por una formación sólida? ¿Qué significa año y medio si lo que está en juego es su vida entera? Es muy meritorio lo que han hecho ustedes, sus hijos y los maestros que generosamente han trabajado año y medio sin remuneración alguna, pero el proyecto de preparatoria que queremos impulsar es muy exigente. No aceptamos que a los pobres se les dé una educación pobre, tiene que ser una educación del más alto nivel”. Les expliqué por qué estudiarían filosofía, historia, literatura, artes y ciencias.

Ignoro si todos los presentes quedaron plenamente convencidos, pero se aceptó la propuesta. Es muy estimulante constatar que, con una adecuada información, muchas personas pueden elevar su mirada y ver más allá de sus necesidades inmediatas o aparentes. ¡Aceptaron perder año y medio! La maestra Guadalupe Lucio quedó con la delicada y ardua responsabilidad de continuar con el proyecto. Poco tiempo después se constituyó el IEMS-DF y al inicio de la administración de López Obrador como jefe de Gobierno, también bajo la responsabilidad de la maestra Lucio y el firme apoyo de Raquel Sosa, se reprodujo el proyecto de la Preparatoria Iztapalapa I en otros 15 planteles en magníficos inmuebles construidos ex profeso.

Otra experiencia igualmente estimulante ocurrió en los primeros meses de la entonces Universidad de la Ciudad de México. Por causas ajenas a ellas, dos jovencitas estudiantes habían tenido problemas para presentar un examen y se inconformaban por tener que esperar un semestre más para presentarlo. Se celebró una reunión con varios estudiantes y profesores en la que se discutió la situación. En algún momento una de las quejosas dijo: Pero si no podemos presentar ahora el examen, ¿de qué sirvió todo el semestre? ¡Perdimos el tiempo! La respuesta la dio otra joven estudiante quien, palabras más o menos, dijo: “¿Cómo puedes decir ‘perdimos el tiempo’ y ‘de qué sirvió todo el semestre’?” Enumeró entonces las lecturas que hicieron durante el curso, las discusiones que hubo en el grupo y el valor que para ella tenían. Las quejosas no dijeron más.

A Abraham Maslow, sicólogo estadunidense prestigiado por sus estudios y teorías acerca de las necesidades humanas, le consternaba que la preocupación dominante en las universidades fueran los grados, las calificaciones, los créditos y diplomas, en vez de la sabiduría, el conocimiento, la capacidad de juicio y el buen gusto. También le parecía absurdo que solamente se valoraran los conocimientos si estaban consignados en un certificado final. Para ilustrar cómo las cosas pueden ser de otra manera, relató la siguiente historia acerca de su compatriota Upton Sinclair (novelista y dramaturgo, autor de cerca de 100 obras de tanta influencia que generaron la expedición de importantes leyes en su país): “Siendo joven, Sinclair vio que no tenía dinero para pagar sus estudios en la universidad. Sin embargo, al leer cuidadosamente el catálogo de la institución, se percató de que si un estudiante reprobaba un curso no obtenía los ‘créditos’ del mismo, pero estaba obligado a tomar otro curso en su lugar. La institución no cobraba el segundo curso, entendiendo que el estudiante ya había pagado por esos créditos. Aprovechando esta política, Sinclair obtuvo educación gratuita, reprobando deliberadamente”; le interesaba su educación, no los papeles, lo cual ya prefiguraba la clase de intelectual que llegaría a ser.

A la buena educación de nada le sirven los papeles (las calificaciones, los certificados y los títulos). Las instituciones escolares los usan para atraer clientela y para controlar la disciplina en su interior, pero su preminencia aniquila la motivación intrínseca para estudiar y consecuentemente la ansiada calidad de la educación. La pobre y poco confiable información que proporcionan las calificaciones y los certificados para permitir el ingreso a un curso escolar debe remplazarse con evaluaciones diagnósticas ad hoc al inicio de dichos cursos. Lo mismo debería establecerse en todos los niveles del ámbito laboral, en el cual se desperdician valiosas habilidades y conocimientos de personas que carecen de papeles (y se les discrimina injustamente) porque se han formado fuera de las aulas o porque no han podido obtenerlos (los rechazados, los ninis). La doctora Carol Sager, estadunidense especialista en control de calidad, publicó hace ya 15 años un sistemático estudio de los argumentos que esgrimen estudiantes, padres de familia, maestros y empleadores para oponerse a la eliminación de las calificaciones escolares; demostró que son ejemplo, paradigmático, de injustificada resistencia al cambio, de un cambio a favor de la buena calidad de la educación.

Sánchez Vázquez: la congruencia

ÁNGEL GUERRA CABRERA

Con la muerte de Adolfo Sánchez Vázquez el marxismo pierde a uno de sus exponentes más creativos de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Algeciras en 1915, fue en Málaga donde adolescente despuntó como militante comunista y publicó sus primeros poemas, uno de ellos en la revista Octubre, editada por Rafael Alberti. Allí funda la revista literaria Sur y participa en el advenimiento de la república (1931) a la que defendió desde la poesía y el periodismo. Fue uno de los organizadores del memorable Congreso de Intelectuales Antifascistas durante la guerra civil y combatió en las filas republicanas en las batallas del Ebro y Teruel (1938).

Después de Teruel, Sánchez Vázquez cruza a Francia, de donde se dirige al México solidario del Lázaro Cardenas que acogió a una ilustre legión de exiliados españoles. Aquí publica El pulso ardiendo, su primer libro de poesía (1942), escrito en España, y continúa su labor política en la Unión de Intelectuales Españoles en México, presidida por León Felipe, y en la activa célula del Partido Comunista de España, de la que es dirigente hasta que a mediados de los años 50 choca con la dirección partidista en el exilio, a la que censura no tomar en cuenta en sus decisiones los criterios de sus organizaciones de base. Este hecho permite que Sánchez Vázquez, ya en la madurez, pueda concentrar sus energías en desarrollar su vasta obra teórica y proseguir su labor docente de medio siglo en la UNAM, donde había cursado estudios de Literatura y Filosofía. De su tesis doctoral surge Filosofía de la praxis (1967), acaso el más importante de sus libros, ampliado en varias ocasiones, donde pone el acento en la práctica como ingrediente principal del marxismo en contraposición a la ontología cosmológica del Diamat soviético, la epistemología de Althusser y la continuidad lineal entre el empirismo de Galileo y Marx (Della Volpe y Coletti). Sus aportes a la estética marxista son trascendentes.

Tal vez la originalidad de su pensamiento obedezca en parte a haberse desarrollado en el México –punto de observación privilegiado y él mismo actor protagónico– del escenario social y político volcánico y multicolor de América Latina, con su singular saga de rebeldía anticolonial, antineocolonial y por la emancipación humana. En Vida y filosofía (1985), Sánchez Vázquez refiere el punto de giro en su evolución: “La experiencia personal acumulada en mi práctica política junto con la que pude conocer, hacía ya largos años, desde fuera pero cerca del Partido Comunista Mexicano, me predisponían a adoptar una nueva actitud teórica y práctica. Toda una serie de acontecimientos me llevaron a adoptarla efectivamente: las revelaciones del XX Congreso del PCUS… el impacto de la revolución cubana, que rompía con esquemas y moldes tradicionales y… la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia… de finales… de los 50 me vi conducido no ya a buscar cauces más amplios en el marco del marxismo dominante, sino a romper con ese marco… de la visión estaliniana del marxismo, codificada como ‘marxismo-leninismo’... me esforcé por abandonar la metafísica materialista del Diamat, volver al Marx originario y tomar el pulso a la realidad para acceder así a un marxismo concebido... como filosofía de la praxis.”

Es en Filosofía, praxis y socialismo de Marx y De Marx al marxismo de América Latina, donde sobresale su crítica al eurocentrismo y el rescate del marxismo latinoamericano de Mariátequi y de Ernesto Che Guevara. En su revalorización del Che pone de relieve su pensamiento sobre la praxis y su crítica al realismo socialista, aunque desde semanas después de la muerte del guerrillero (1967) ya había calificado su trabajo El socialismo y el hombre en Cuba como una de las aportaciones teóricas más valiosas que pueden encontrarse sobre la concepción marxista del ser humano.

Comunista hasta el fin de sus días Sánchez Vázquez fue una de las personalidades más activas en la fundación en México de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad (2003), valiosa herramienta en la lucha de ideas contra la política de guerra del imperialismo estadunidense. En entrevista con La Jornada, al cumplir 95 años, afirmaría: Hoy más que nunca es necesaria una alternativa al capitalismo puesto que no sólo significa un peligro para la clase oprimida y explotada… pone también en peligro la supervivencia misma de la humanidad.